Por Nazanin Amirian, escritora iraní exiliada, autora de 40 respuestas al conflicto de Oriente Próximo (LA VANGUARDIA, 08/07/08):
Un último tanteo, para ganar tiempo el uno y el otro. De nuevo, el paquete de incentivos ofrecido a Irán por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y Alemania (5+ 1) a cambio de suspender su enriquecimiento de uranio no incluye las garantías de seguridad - la principal exigencia de Irán- y deja libres las manos de Estados Unidos e Israel para atacarlo aunque ponga fin a su plan nuclear. La trampa tendida a Irán es la misma que atrapó a Iraq: Occidente, en vez de presentar pruebas de que Sadam Husein tenía las armas de destrucción masiva, optó por presionarle para que demostrara lo contrario. ¡Simplemente, imposible! En el 2004 el Gobierno de Jatami paralizó el programa de la discordia, y sin embargo las presiones y amenazas han ido en aumento.
Aun así, estamos ante una nueva situación. Por un lado, las amenazas militares contra Irán provienen principalmente más de Israel que de Estados Unidos, pues el informe de la Inteligencia Nacional estadounidense sobre la detención del programa nuclear de Teherán en el año 2003 ha complicado las iniciativas de Bush, a la vez que las palabras “no medidas” del presidente Ahmadineyad sobre el Gobierno israelí - que no sobre los judíos- harían que la opinión pública asimilara mejor un ataque de este país que uno iniciado por Washington. Por otro lado, el Gobierno iraní ya ha dejado de calificar estas amenazas de “guerra psicológica” y de palabrerías sobre el “hundimiento de Estados Unidos en el pantano iraquí”, para hablar abiertamente de la posibilidad real de una agresión militar contra el país. Las recientes maniobras del ejercito israelí con un centenar de aviones de combate, la distribución de equipos atómicos, biológicos y químicos entre su población, las afirmaciones de Mofaz, su viceprimer ministro, que considera “inevitable” un ataque preventivo sobre Irán, y el pronóstico profético de John Bolton, el ex embajador de Estados Unidos en la Organización de las Naciones Unidas, de que la agresión tendría lugar entre el 4 de noviembre, el día de las elecciones norteamericanas, y la transferencia del mando, despiertan a cualquier dormido.
“Nadie podrá imaginar cuál será nuestra reacción”, avisa el coronel Yafari, comandante de los Guardianes de la Revolución islámicos, que así revelaba parte de la represalia planificada si cae una bomba sobre Irán: bloquear la salida de las petroleras del golfo Pérsico y dejar al mundo sin el 40% del crudo que recibe a diario, atacar los intereses de Israel y de Estados Unidos donde puedan y convertir la región en una bola de fuego, y eso sólo para empezar.
Los iraníes ya conocen el plan Tirannt (Theater Iran Near Term), un modelo de teatro de guerra trazada para Irán como escenario de un conflicto total, que toma dimensiones estremecedoras con anuncios como el del diario turco Milli Gazete, que afirmaba la semana pasada que Estados Unidos ha trasladado decenas de cabezas nucleares de la base turca de Incirlik a Irbil, la ciudad kurda de Iraq próxima a Irán. Este escenario también incluye planes para desestabilizar el régimen desde dentro. Cumpliendo la ley de Apoyo a la Libertad y Democracia en Irán (Iran Freedom and Democracy Support Act), el Congreso ha destinado 400 millones de dólares para crear y financiar a grupos opositores. El núcleo de esta quinta columna lo componen los jondolalha (soldados de Dios) de corte alqaedista que operan en el Beluchistán iraní; los Muyahidines del Pueblo, veterano grupo terrorista chií, o el nuevo Partido para la Vida Libre del Kurdistán. Su misión consiste en provocar disturbios étnicos en un país con un 60% de población perteneciente a minorías éticas, para luego justificar una intervención militar con el fin de “salvarlos de una limpieza étnica”cometida por los ayatolás. Los Guardianes Islámicos, en la coyuntura de un atentado contra la vida del coronel Amangaha (responsable de la detención de los 15 marineros británicos el año pasado) y una pena de muerte para un hombre acusado de espiar para Israel, emprenden la reestructuración de su organización por primera vez en 20 años, para enfrentarse a las “amenazas internas y externas”. Se han dividido en equipos autónomos para operar en 31 zonas del país, han creado 600 escuadrones de acción rápida y han fortalecido a las Kade, las fuerzas especiales.
Los ciudadanos que aún sufren las consecuencias de la larga guerra con Iraq y son testigos de la tragedia de este pueblo tras la ocupación de su tierra viven aterrorizados ante lo que se avecina; son conscientes de que Estados Unidos no desistirá en su intento de controlar a un Irán sinónimo de geoenergía en mayúsculas y de neutralizarlo en la región para consolidar la hegemonía de Israel.
Sin autoridad legal ni moral, Washington y sus aliados vuelven a colocar al mundo ante una catástrofe de consecuencias imprevisibles.
Un último tanteo, para ganar tiempo el uno y el otro. De nuevo, el paquete de incentivos ofrecido a Irán por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y Alemania (5+ 1) a cambio de suspender su enriquecimiento de uranio no incluye las garantías de seguridad - la principal exigencia de Irán- y deja libres las manos de Estados Unidos e Israel para atacarlo aunque ponga fin a su plan nuclear. La trampa tendida a Irán es la misma que atrapó a Iraq: Occidente, en vez de presentar pruebas de que Sadam Husein tenía las armas de destrucción masiva, optó por presionarle para que demostrara lo contrario. ¡Simplemente, imposible! En el 2004 el Gobierno de Jatami paralizó el programa de la discordia, y sin embargo las presiones y amenazas han ido en aumento.
Aun así, estamos ante una nueva situación. Por un lado, las amenazas militares contra Irán provienen principalmente más de Israel que de Estados Unidos, pues el informe de la Inteligencia Nacional estadounidense sobre la detención del programa nuclear de Teherán en el año 2003 ha complicado las iniciativas de Bush, a la vez que las palabras “no medidas” del presidente Ahmadineyad sobre el Gobierno israelí - que no sobre los judíos- harían que la opinión pública asimilara mejor un ataque de este país que uno iniciado por Washington. Por otro lado, el Gobierno iraní ya ha dejado de calificar estas amenazas de “guerra psicológica” y de palabrerías sobre el “hundimiento de Estados Unidos en el pantano iraquí”, para hablar abiertamente de la posibilidad real de una agresión militar contra el país. Las recientes maniobras del ejercito israelí con un centenar de aviones de combate, la distribución de equipos atómicos, biológicos y químicos entre su población, las afirmaciones de Mofaz, su viceprimer ministro, que considera “inevitable” un ataque preventivo sobre Irán, y el pronóstico profético de John Bolton, el ex embajador de Estados Unidos en la Organización de las Naciones Unidas, de que la agresión tendría lugar entre el 4 de noviembre, el día de las elecciones norteamericanas, y la transferencia del mando, despiertan a cualquier dormido.
“Nadie podrá imaginar cuál será nuestra reacción”, avisa el coronel Yafari, comandante de los Guardianes de la Revolución islámicos, que así revelaba parte de la represalia planificada si cae una bomba sobre Irán: bloquear la salida de las petroleras del golfo Pérsico y dejar al mundo sin el 40% del crudo que recibe a diario, atacar los intereses de Israel y de Estados Unidos donde puedan y convertir la región en una bola de fuego, y eso sólo para empezar.
Los iraníes ya conocen el plan Tirannt (Theater Iran Near Term), un modelo de teatro de guerra trazada para Irán como escenario de un conflicto total, que toma dimensiones estremecedoras con anuncios como el del diario turco Milli Gazete, que afirmaba la semana pasada que Estados Unidos ha trasladado decenas de cabezas nucleares de la base turca de Incirlik a Irbil, la ciudad kurda de Iraq próxima a Irán. Este escenario también incluye planes para desestabilizar el régimen desde dentro. Cumpliendo la ley de Apoyo a la Libertad y Democracia en Irán (Iran Freedom and Democracy Support Act), el Congreso ha destinado 400 millones de dólares para crear y financiar a grupos opositores. El núcleo de esta quinta columna lo componen los jondolalha (soldados de Dios) de corte alqaedista que operan en el Beluchistán iraní; los Muyahidines del Pueblo, veterano grupo terrorista chií, o el nuevo Partido para la Vida Libre del Kurdistán. Su misión consiste en provocar disturbios étnicos en un país con un 60% de población perteneciente a minorías éticas, para luego justificar una intervención militar con el fin de “salvarlos de una limpieza étnica”cometida por los ayatolás. Los Guardianes Islámicos, en la coyuntura de un atentado contra la vida del coronel Amangaha (responsable de la detención de los 15 marineros británicos el año pasado) y una pena de muerte para un hombre acusado de espiar para Israel, emprenden la reestructuración de su organización por primera vez en 20 años, para enfrentarse a las “amenazas internas y externas”. Se han dividido en equipos autónomos para operar en 31 zonas del país, han creado 600 escuadrones de acción rápida y han fortalecido a las Kade, las fuerzas especiales.
Los ciudadanos que aún sufren las consecuencias de la larga guerra con Iraq y son testigos de la tragedia de este pueblo tras la ocupación de su tierra viven aterrorizados ante lo que se avecina; son conscientes de que Estados Unidos no desistirá en su intento de controlar a un Irán sinónimo de geoenergía en mayúsculas y de neutralizarlo en la región para consolidar la hegemonía de Israel.
Sin autoridad legal ni moral, Washington y sus aliados vuelven a colocar al mundo ante una catástrofe de consecuencias imprevisibles.
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