Por Mariano Aguirre, director del área de paz, seguridad y derechos humanos de Fride, Madrid (LA VANGUARDIA, 27/08/08):
El anuncio del primer ministro israelí, Ehud Olmert, de que dejará su cargo en septiembre confirma la imposibilidad de alcanzar un acuerdo entre israelíes y palestinos, y de avanzar en la negociación con Siria por los altos del Golán. En Annapolis (noviembre del 2007) se acordó contar con un acuerdo de paz antes del fin de la presidencia de George W. Bush. La debilidad y fragmentación del poder político en Israel y las divisiones violentas entre los palestinos son obstáculos a los que se suman el anuncio de construir nuevos asentamientos israelíes en los territorios ocupados y la violencia entre las partes.
El líder derechista Beniamin Netanyahu pide que se celebren elecciones. Las encuestas indican que este ex primer ministro que se opone a todo acuerdo con los palestinos ganaría con facilidad. Más aún porque algunos sectores de Kadima, el partido de Olmert, le darían su apoyo. Los posibles sucesores de Olmert, si no se convocan elecciones, son la ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, o el Ministro de Defensa, Shaul Mofaz, y ambos tienen posiciones opuestas a negociar con los palestinos. Uno de los principales obstáculos son las complejas alianzas entre los partidos políticos y las condiciones que varios de ellos ponen a que no se devuelvan territorios ocupados en Gaza y Cisjordania.
Por el lado palestino la división entre Al Fatah y Hamas se ha agudizado. En enero pasado se iniciaron aproximaciones que disminuyeron la violencia, pero esta volvió a estallar en julio debido a atentados mortales contra islamistas de Hamas, aunque Al Fatah negó haberlos cometido. Entre tanto, casi todos los líderes de Hamas en Cisjordania están en prisión, y la Autoridad Nacional Palestina está desmantelando la red de beneficencia social que promueve esta organización.
Ambas partes pelean también por el control de los fondos internacionales para la reconstrucción de Palestina. Las situaciones económicas de Al Fatah y Hamas son muy distintas. El Gobierno de Mahmud Abas en Ramala no tiene dinero para pagar a sus 15.000 funcionarios, entre tanto, fondos posiblemente de Irán y de las comunidades palestinas, desde Indonesia hasta Kuwait, llegan a Gaza. En enero próximo deberían celebrarse elecciones en los territorios ocupados, pero es difícil imaginarlas. La reconciliación no se logrará en el corto plazo y algunos miembros de Al Fatah prefieren que no ocurra para no legitimar a Hamas.
La mayor discrepancia entre los dos grupos es la actitud hacia Israel. El Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina del presidente Abas y su primer ministro Salam Fayad esperan que haya un signo por parte de Israel. Pero Hamas ve los encuentros regulares Abas-Olmert como un proceso inútil. Al mismo tiempo, la autorización del Gobierno israelí a instalar más asentamientos en el valle del Jordán es una provocación. Pese a todo, Hamas pactó con el Gobierno israelí una tregua e intercambio de prisioneros en junio pasado, lograda con la mediación egipcia, que fue vista como un triunfo de este grupo.
Hamas combina esa radicalidad con signos de conciliación, reflejo de su pragmatismo. La organización ha indicado que podría llegar a un acuerdo con Israel en el que aceptase su existencia pero no lo reconociese como Estado. Israel rechaza toda negociación que no esté precedida del fin del lanzamiento de misiles desde Gaza. En realidad, existe un núcleo duro transversal a la mayoría de los partidos en Israel que no quiere negociar con Hamas sino que busca su desaparición, y que bloquea las negociaciones con Abas.
Algunos diplomáticos europeos creen que el presidente Abas debería dejar de decir que “el proceso de paz podría romperse” si se promueven nuevos asentamientos y, en cambio, cesar los encuentros con el Gobierno israelí y negarse a seguir dialogando. De hecho, un destacado negociador palestino ha anunciado que si no se llega a ningún acuerdo con Israel habrá que pensar en un Estado binacional.
El futuro gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea tienen que tener en cuenta que las oportunidades para la paz son escasas: o hay un acuerdo en el 2009 y se dan pasos atrás en la ocupación de Cisjordania, o no habrá un Estado palestino viable. Y si esto no ocurre, el futuro será un Estado israelí en guerra permanente, controlando islas palestinas asfixiadas por controles, muros y autopistas al tiempo que la resistencia palestina, posiblemente más radicalizada y dividida, continuará.
El anuncio del primer ministro israelí, Ehud Olmert, de que dejará su cargo en septiembre confirma la imposibilidad de alcanzar un acuerdo entre israelíes y palestinos, y de avanzar en la negociación con Siria por los altos del Golán. En Annapolis (noviembre del 2007) se acordó contar con un acuerdo de paz antes del fin de la presidencia de George W. Bush. La debilidad y fragmentación del poder político en Israel y las divisiones violentas entre los palestinos son obstáculos a los que se suman el anuncio de construir nuevos asentamientos israelíes en los territorios ocupados y la violencia entre las partes.
El líder derechista Beniamin Netanyahu pide que se celebren elecciones. Las encuestas indican que este ex primer ministro que se opone a todo acuerdo con los palestinos ganaría con facilidad. Más aún porque algunos sectores de Kadima, el partido de Olmert, le darían su apoyo. Los posibles sucesores de Olmert, si no se convocan elecciones, son la ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, o el Ministro de Defensa, Shaul Mofaz, y ambos tienen posiciones opuestas a negociar con los palestinos. Uno de los principales obstáculos son las complejas alianzas entre los partidos políticos y las condiciones que varios de ellos ponen a que no se devuelvan territorios ocupados en Gaza y Cisjordania.
Por el lado palestino la división entre Al Fatah y Hamas se ha agudizado. En enero pasado se iniciaron aproximaciones que disminuyeron la violencia, pero esta volvió a estallar en julio debido a atentados mortales contra islamistas de Hamas, aunque Al Fatah negó haberlos cometido. Entre tanto, casi todos los líderes de Hamas en Cisjordania están en prisión, y la Autoridad Nacional Palestina está desmantelando la red de beneficencia social que promueve esta organización.
Ambas partes pelean también por el control de los fondos internacionales para la reconstrucción de Palestina. Las situaciones económicas de Al Fatah y Hamas son muy distintas. El Gobierno de Mahmud Abas en Ramala no tiene dinero para pagar a sus 15.000 funcionarios, entre tanto, fondos posiblemente de Irán y de las comunidades palestinas, desde Indonesia hasta Kuwait, llegan a Gaza. En enero próximo deberían celebrarse elecciones en los territorios ocupados, pero es difícil imaginarlas. La reconciliación no se logrará en el corto plazo y algunos miembros de Al Fatah prefieren que no ocurra para no legitimar a Hamas.
La mayor discrepancia entre los dos grupos es la actitud hacia Israel. El Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina del presidente Abas y su primer ministro Salam Fayad esperan que haya un signo por parte de Israel. Pero Hamas ve los encuentros regulares Abas-Olmert como un proceso inútil. Al mismo tiempo, la autorización del Gobierno israelí a instalar más asentamientos en el valle del Jordán es una provocación. Pese a todo, Hamas pactó con el Gobierno israelí una tregua e intercambio de prisioneros en junio pasado, lograda con la mediación egipcia, que fue vista como un triunfo de este grupo.
Hamas combina esa radicalidad con signos de conciliación, reflejo de su pragmatismo. La organización ha indicado que podría llegar a un acuerdo con Israel en el que aceptase su existencia pero no lo reconociese como Estado. Israel rechaza toda negociación que no esté precedida del fin del lanzamiento de misiles desde Gaza. En realidad, existe un núcleo duro transversal a la mayoría de los partidos en Israel que no quiere negociar con Hamas sino que busca su desaparición, y que bloquea las negociaciones con Abas.
Algunos diplomáticos europeos creen que el presidente Abas debería dejar de decir que “el proceso de paz podría romperse” si se promueven nuevos asentamientos y, en cambio, cesar los encuentros con el Gobierno israelí y negarse a seguir dialogando. De hecho, un destacado negociador palestino ha anunciado que si no se llega a ningún acuerdo con Israel habrá que pensar en un Estado binacional.
El futuro gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea tienen que tener en cuenta que las oportunidades para la paz son escasas: o hay un acuerdo en el 2009 y se dan pasos atrás en la ocupación de Cisjordania, o no habrá un Estado palestino viable. Y si esto no ocurre, el futuro será un Estado israelí en guerra permanente, controlando islas palestinas asfixiadas por controles, muros y autopistas al tiempo que la resistencia palestina, posiblemente más radicalizada y dividida, continuará.
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