Por Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes de la Universidad de Alicante y colaborador de Bakeaz (EL CORREO DIGITAL, 26/08/08):
Después de una larga agonía, Ehud Olmert, el primer ministro israelí, ha decidido arrojar definitivamente la toalla y abandonar su puesto a mediados de septiembre. Acosado por varias investigaciones judiciales, ha optado por dimitir en un momento delicado ya que, tras un lustro de ‘impasse’, las negociaciones árabe-israelíes habían empezado a dar sus primeros frutos. Kadima, el partido gobernante, tendrá que elegir ahora a un nuevo líder capaz de formar gobierno, tarea nada sencilla en la atomizada escena israelí. Su sucesor tendrá que salir airoso del acostumbrado tira y afloja con las distintas formaciones del arco político, que venderán caro su respaldo al nuevo ejecutivo. Sin un programa de gobierno claro y con varios candidatos luchando encarnizadamente por hacerse con la vacante dejada por Olmert, todo parece indicar que Kadima corre el riesgo de desvanecerse antes de cumplir el propósito que en su día se cifró Ariel Sharon: fijar unilateralmente las nuevas fronteras de Israel sin tener en cuenta las demandas de la parte palestina, ni tampoco la opinión de la comunidad internacional.
La actual ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, y el titular de la cartera de Transportes, Shaul Mofaz, ya han presentado sus candidaturas a la dirección de Kadima. Livni, que defiende la prosecución de las negociaciones con los palestinos, es la que, en principio, cuenta con mayores opciones. Una reciente encuesta aparecida en el diario ‘Haaretz’ señalaba que Kadima, con Livni al frente, lograría 26 escaños, frente a los 25 que obtendría el ultranacionalista Likud. Los mejores activos de Mofaz, el haber sido jefe del Estado Mayor y ministro de Defensa, son al mismo tiempo sus principales puntos débiles, ya que es visto como un ‘halcón’ con un planteamiento demasiado próximo al Likud. Tampoco le beneficiará su condición de ‘mizrahim’ o judío oriental, ya que las más altas instancias políticas en Israel han quedado tradicionalmente en manos de los ‘ashkenazíes’ o judíos de procedencia centroeuropea. Consciente de la necesidad de ampliar sus bases, Mofaz ha endurecido en las últimas semanas su discurso defendiendo que «todas las opciones contra Irán no sólo deben barajarse, sino además estar preparadas» para tratar de frenar su programa nuclear. En un reciente discurso ante un ‘think-tank’ del ‘lobby’ pro-israelí en Washington, llegó a afirmar que «Israel no permitirá que tenga lugar un segundo holocausto».
En el caso de que ni Livni ni Mofaz sean capaces de formar gobierno, lo más probable será la celebración de elecciones anticipadas en el primer trimestre de 2009. A día de hoy, ninguno de ellos descarta aliarse con el Likud, partido radicalmente opuesto al proceso de paz y defensor a ultranza de un Gran Israel del mar Mediterráneo al río Jordán. De hecho es bastante probable que, de darse una hecatombe en las primarias de Kadima o una abultada derrota en unos eventuales comicios, alguno de los candidatos abandone su actual partido. De hecho, Mofaz defiende la máxima ‘paz por paz’ en lugar de ‘territorios a cambio de paz’ en las negociaciones con palestinos y sirios, lo que no le diferencia sustancialmente de su teórico rival Benjamín Netanyahu. Este último, primer ministro entre 1996 y 1999, ha logrado reconstruir el Likud después del batacazo sufrido en las últimas elecciones legislativas. Su discurso populista ha calado hondo entre amplios sectores de la población, siendo el líder mejor valorado en las encuestas con un índice de 29 puntos, frente al 22 de Livni o al 8 de Barak. Para aproximarse a los sectores ultraortodoxos y ultranacionalistas, Netanyahu corteja al Shas y a Yisrael Beitenu y denuncia, sin rubor alguno, que «por primera vez en la historia de nuestra nación, Kadima está vendiendo Jerusalén a nuestros peores enemigos», coincidiendo con la que probablemente es la etapa de colonización más intensa en la historia de la Ciudad Santa. Por su parte, el todopoderoso Ovadia Yosef, líder espiritual del Shas, le ha correspondido diciendo: «Mi amado amigo Benjamín profesa un gran respeto por la Torah».
Mientras unos y otros no dejan de maniobrar pensando en un cada vez más factible adelanto electoral, el Partido Laborista sigue sin encontrar la salida a su profunda crisis. La aparición de Kadima le propinó un duro golpe del cual no se ha repuesto todavía. Mientras que algunos de sus líderes históricos (entre ellos el carismático Simón Peres, actual presidente israelí) abandonaron la formación para incorporarse a la nueva fórmula electoral, el sector ‘paloma’, defensor a ultranza de la paz con los palestinos, se refugió en el izquierdista Meretz o se vio obligado a abandonar temporalmente la política. Tras la efímera etapa de Amir Peretz, quien tuvo que dimitir como ministro de Defensa tras su desastrosa gestión de la guerra contra Hezbolá, Ehud Barak, primer ministro entre 1999 y 2001, volvió a asumir las riendas del laborismo. Pese a que fue el dirigente israelí que más lejos llegó en las conversaciones con palestinos y sirios en Camp David y Shepherdstown, hoy en día mantiene un discreto segundo plano y no parece dispuesto a convertir al proceso de paz en la piedra angular de su programa electoral. Ante esta actitud errática no nos debe extrañar que las encuestas le pronostiquen un poco honroso tercer puesto con sólo 17 escaños, muy lejos de los necesarios para formar gobierno.
Así las cosas, es prácticamente inviable que antes de final de año se alcance un compromiso sobre la creación de un Estado palestino, tal y como contemplaba el Plan de Annapolis promovido por una Administración de George W. Bush en horas bajas. Más bien al contrario, todo parece indicar que, de profundizar su proyecto colonial sobre los Territorios Ocupados, en el futuro podría cumplirse la sombría profecía formulada por Olmert nueve meses atrás: «Si llega el día en que la solución de los dos Estados fracasa y afrontamos una lucha al estilo surafricano por la igualdad del derecho al voto (también para los palestinos de los Territorios), entonces, tan pronto como esto ocurra, el Estado de Israel estará acabado».
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