Por Ferran Requejo, catedrático de Ciencia Política de la UPF (LA VANGUARDIA, 31/12/08):
El panorama mundial de los conflictos armados a finales del 2008 muestra continuidad con la situación internacional a partir del año 2001. Sin embargo, se han producido hechos que a buen seguro modularán el futuro inmediato. Veamos algunos datos.
El conflicto entre Rusia y Georgia del pasado mes de agosto rompió la ausencia, desde el año 2004, de nuevos conflictos entre estados. Los que perduran se iniciaron antes (Iraq, 2003). De hecho, la mayoría de los más de 30 conflictos armados de la última década se han producido en el interior de los estados. Algunos de los más importantes han sido: Afganistán, Birmania, Sri Lanka, Turquía (Kurdistán), Sudán, Somalia, Filipinas, Burundi y Congo.
¿Han supuesto estos conflictos un incremento global del gasto militar? Sí, y de modo importante en términos de cifras absolutas.
Se calcula que el gasto militar mundial durante el año 2007 fue de 1,4 billones de dólares (a precios constantes del 2005). Ello representa un incremento del 45% desde el año 1998 (International Peace Research Institute, SIPRI Yearbook 2008). Por países, EE. UU. encabeza de forma aplastante el porcentaje mundial de gasto militar (45%), seguido del Reino Unido, China, Francia y Japón - que gastan cada uno alrededor de un 4% del total-,y de Alemania, Rusia, Arabia Saudí e Italia - un 3% cada uno-.España ocupa el lugar 15. º , con alrededor del 1% del gasto militar mundial (datos del año 2007).
En conjunto, el gasto militar global representa un 2,5% del PIB mundial. Sin embargo, el porcentaje que dicho gasto supone respecto al producto interior bruto de los distintos países es muy variado. Por ejemplo, a pesar de que el gasto militar de EE. UU. ha aumentado más de un 60% desde el año 2001 debido a su fuerte crecimiento económico, ello supone menos del 5% de su PIB global (2007), un porcentaje casi siempre inferior al del periodo 1950-1990. Por su parte, países como China y Rusia han aumentado también de forma importante su presupuesto militar en los últimos años. China lo ha triplicado desde 1998, pero en términos relativos su gasto militar no llega al 2,1% del PIB.
Todo esto tiene diversas lecturas. El crecimiento económico de los países en vías de desarrollo es un objetivo deseable en términos del bienestar medio de su población, pero a su vez facilita escaladas del gasto militar sin que ello suponga a menudo un esfuerzo económico desorbitado para dichos países. Parecería que un mundo con mayor desarrollo medio sería un mundo más seguro, pero los arsenales militares son cada vez más imponentes en un mundo sin instituciones internacionales de peso. De ahí la necesidad de liderazgos eficientes por parte de las principales potencias. Un liderazgo que ya sólo puede ser de carácter multilateral. Pero multilateralismo no equivale siempre a consenso, sino a establecer “equilibrios estables” en el mapa geoestratégico mundial. Y de ahí también la importancia de las decisiones que la nueva administración de EE. UU. impulse a partir del 2009. Se trata de la única superpotencia mundial. Las administraciones estadounidenses del siglo XX han cometido graves errores, principalmente en Asia y Latinoamérica. Sería un desastre pretender un liderazgo unilateral a partir de sus intereses inmediatos. El mundo ni es así, ni va serlo en el futuro.
Un nuevo escenario en el que la seguridad internacional puede jugarse cosas importantes es el Cáucaso. Puesto de nuevo bajo el foco de la atención pública desde la guerra de agosto del 2008, constituye una región fácilmente amenazada de inestabilidad. En el trasfondo aparecen cuestiones energéticas y económicas, pero la situación no se acaba ahí. De hecho, ahí sólo comienza. Un factor decisivo es el de la hegemonía estrictamente política que Rusia parece dispuesta a recuperar y que no puede sino condicionar la posición de laOTANyde laUEen la región. El Cáucaso reúne a un conjunto de 17 territorios a ambos lados de la frontera entre Rusia con Georgia y Azerbaiyán. La parte norte, situada toda ella en el interior de Rusia, incluye a Osetia del Norte, Ingushetia - con conflictos entre sí-y Chechenia, cuya guerra, aún por finalizar, ha supuesto alrededor de un cuarto de millón de víctimas. Todos ellos son territorios estratégicos en términos de energía y con situaciones económicas fuertemente degradadas. En la parte sur, la política prooccidental un tanto irreflexiva de los líderes de Georgia mantiene tensiones en los territorios prorrusos de Osetia del Sur y Abjasia, formalmente internos pero con una independencia práctica. Azerbaiyán, el otro Estado fronterizo con Rusia, supone un aliado para esta última, pero enfrenta también el conflicto interno de Alto Karabaj, en la práctica bajo la órbita de Armenia. Y Turquía e Irán, a su vez fronterizos con estos dos últimos países, tienen sus propios intereses en la zona (véase La Vanguardia Dossier,número 30). Toda una agenda para las administraciones estadounidense y europea en los próximos años en un contexto en el que el gasto militar seguirá en aumento.
El horizonte del año 2020 será previsiblemente bastante diferente, con China, Rusia, India y Brasil situados en posiciones de liderazgo regional. La Unión Europea debe replantear su posición si no quiere quedarse en una posición marginal del mapa político. De hecho, las cosas apuntan a que dicho mapa ya no tendrá su centro de gravedad en el Atlántico, sino en el Pacífico. O ya está situado ahí.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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