Por Miquel Barceló, doctor ingeniero industrial y presidente de la Fundació B TEC. (EL PERIÓDICO, 12/04/10):
La creación de nuevas empresas es uno de los indicadores clave de la dinámica económica de un país. La capacidad emprendedora de un territorio es sinónimo de crecimiento económico y de bienestar de sus ciudadanos. Sin nuevas empresas no se renueva el tejido productivo y no se aprovechan las oportunidades que, actualmente, ofrecen los sectores emergentes.
Los cambios tecnológicos abren, en general, buenas oportunidades para la creación de nuevas empresas y puestos de trabajo. Surgen posibilidades y se innova en modelos de negocio antes desconocidos, que los emprendedores son capaces de aprovechar. Esta teoría la formuló en los años 30 del siglo XX el economista austriaco Joseph Schumpeter.
CUANDO LOS cambios tecnológicos coinciden en el tiempo con una crisis económica, como sucede ahora, la oportunidad de crear empresas se corresponde con la necesidad de generar riqueza y nuevos puestos de trabajo; una necesidad a la que deben saber responder ciudadanos y poderes públicos. Es un objetivo de país.
¿Cuál es la situación de la dinámica emprendedora hoy en día en nuestro país? Hace ya varios años, en mitad de la crisis de los 80, el profesor de IESE Pedro Nueno explicó que desde el siglo XIX el empresariado catalán había sabido aprovechar las nuevas oleadas tecnológicas para crear tejido industrial. Parece, decía él, que eso se truncó con la desaparición del sector electrónico catalán de los años 70 y 80, y que no habíamos sabido recuperarlo.
Por otro lado, si miramos el último estudio del proyecto GEM (Globlal Entrepreneurship Monitor), veremos que el 2009 fue uno de los peores años para los emprendedores españoles desde la burbuja de las puntocom del 2001. Concretamente, se observa para España una caída del 27% de las nuevas iniciativas emprendedoras entre los meses de julio del 2008 y del 2009. Complementariamente, en el 2009 unas 600.000 empresas cerraron sus puertas, un 54% más que durante el 2008. Se crean menos empresas y cierran más de las existentes.
Alguien podría pensar que esto es normal e inevitable en tiempos de crisis, y seguramente, es cierto, en relación con las que cierran. Pero, también lo es que hay países donde no les va tan mal. Observemos los casos de Israel y de Francia.
Como cuentan Dan Senor y Saul Singer en su reciente libro Start-up Nation. The story of Israel’s Economic Miracle (Nación emergente. La historia del milagro económico de Israel), Israel tiene hoy la más alta densidad de nuevas empresas de base tecnológica del mundo, un total de 3.850, una por cada 1.844 israelís.
En el 2008, la inversión de capital de riesgo per cápita fue 2,5 veces superior a la de EEUU y más de 30 veces a la de Europa. Hoy, cotizan en el Nasdaq, la bolsa tecnológica de Nueva York, más compañías creadas en Israel que empresas pertenecientes a todos los países del continente europeo juntos. Israel es un pequeño país de 7,1 millones de habitantes, más o menos como Catalunya.
Los citados autores buscan las causas de este milagro en varias fuentes a partir de la historia de casos concretos. Podríamos agrupar tres tipos de razones. Las de tipo cultural y educativo, originadas en las condiciones extraordinarias de una sociedad sometida a riesgos individuales y colectivos, que ya vienen de la historia del pueblo judío y de la propia fundación del Estado de Israel. La lucha por la supervivencia en condiciones extremas llevaría un carácter propicio a la asunción de riesgos empresariales.
La segunda causa estaría en las políticas de promoción económica adoptadas por el Gobierno israelí, donde las relacionadas con la creación de empresas ocuparían un lugar preferente. Estas políticas también abarcarían la capacidad de atraer inversiones de empresas tecnológicas estadounidenses.
Finalmente, las políticas públicas y los elementos de tipo cultural comportarían la existencia de unos ecosistemas innovadores propicios al desarrollo de nuevas iniciativas emprendedoras.
SI MIRAMOS hacia Europa, veremos también algún ejemplo interesante. Últimamente, se ha publicado en la prensa que en Francia se crearon en el 2009 un 65% más de empresas que el año anterior. Parece que facilidades administrativas, fiscalidad y otros incentivos habrían jugado un papel importante.
Crear una empresa en Francia, en la actualidad, sería tan fácil como registrarla en una dirección en internet y, la gestión de tasas e impuestos se realizaría de forma integrada y en un solo pago. Posiblemente, el trato fiscal a los emprendedores, mucho más favorable que en nuestro país, también tendría algo que ver. Hay que preguntarse, pues, cómo podemos activar la creación de nuevas empresas en nuestro país. Qué incentivos deberíamos dar a los nuevos emprendedores. Qué políticas públicas estarán a favor de la creación de empresas. Podemos responder estas preguntas observando lo que hacen países como Israel o Francia en este campo, para después adaptarlo a nuestra realidad. Nos va en ello el futuro.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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