Por Luis Garicano y John Van Reenen, profesores del Center for Economic Performance de la London School of Economics (EL PAÍS, 10/04/10):
Tras el estallido de las burbujas inmobiliaria y financiera en 2007, Reino Unido se ha enfrentado a una situación de crisis similar a la de España. Sin embargo, la evolución de las magnitudes fundamentales (particularmente el desempleo) así como el debate de política económica han sido muy diferentes en ambos países. Tanto las diferencias como las similitudes pueden contener lecciones útiles para España.
Desde principios de 1990, la economía británica experimentó un crecimiento estable con suaves ciclos: el PIB creció de manera constante en torno al 3%, los precios de la vivienda crecieron a un promedio del 10%, y el desempleo se redujo del 10% al 5%.
A mediados de 2007, estas tendencias se invirtieron repentinamente. Desde el verano del 2007, el PIB británico ha disminuido en un 4%, el desempleo ha aumentado al 8% y los precios de la vivienda han disminuido en un 15%. Existe un temor real de que gran parte de esta pérdida sea permanente, dado que, históricamente, las recesiones provocadas por crisis financieras han tendido a causar importantes efectos permanentes sobre el PIB.
La crisis. A diferencia de la crisis en España, muy directamente relacionada con el sector de la construcción y sólo indirectamente relacionada con el sector financiero, el impacto directo de la crisis en el sector financiero ha sido importante en Reino Unido. El sector financiero empleaba aproximadamente al 20% de la fuerza laboral de Reino Unido y fue responsable de más del 50% de la creación de empleo desde 1995. La reasignación de los trabajadores del sector financiero a otros sectores será un proceso prolongado y complejo, como en España lo es la reasignación de recursos de la construcción a otros sectores.
Un problema clave que dificulta la recuperación en España es la falta de ajuste de los precios en el mercado de trabajo y en el de la vivienda: la demanda cae, pero los precios no caen, y el mercado no se ajusta más que mediante desempleo y viviendas vacías. En Reino Unido, a pesar del impacto brutal de la caída del crecimiento económico, la pérdida de empleos ha sido mucho más reducida que en España: el Gobierno británico prevé que el desempleo alcanzará su máximo en torno al 8% en 2010. De forma similar, los precios de la vivienda se han estabilizado tras una fuerte caída. Los hogares, eso sí, se han quedado con activos reducidos para su jubilación: el patrimonio neto de los hogares se redujo entre 2007 y 2009 de 375.000 libras a 330.000 libras, es decir, lo equivalente a la pérdida de ingresos de más de un año.
Como España, Reino Unido ha tenido un déficit comercial anual elevado durante los últimos 20 años. Cabría pensar que la flexibilidad del tipo de cambio ofrece una vía hacia el equilibrio que no existe en España, pero de momento no ha sido así. A pesar de que la libra se ha debilitado significativamente durante la crisis, el déficit comercial y por cuenta corriente están de nuevo en aumento tras una breve reducción inicial.
El déficit. En cuanto al déficit público, la crisis ha abierto una brecha entre los ingresos y gastos de alrededor del 11% del PIB. Parte del déficit es cíclico, y se volverá a ajustar cuando la economía se recupere. Pero el déficit tiene un fuerte componente estructural, estimado entre el 7,8% y el 9%, uno de los más elevados del mundo. Como consecuencia se está produciendo un aumento importante de la deuda pública, que ha subido del 40% del PIB a previsiones por encima del 75% del PIB en 2014.
¿Sufrirá Reino Unido una crisis de deuda similar a la que está sufriendo Grecia? La respuesta depende de cómo los mercados financieros perciban la credibilidad futura de Reino Unido. De momento, parecen bastante optimistas: los diferenciales entre los tipos de interés de los bonos de Reino Unido y los de Estados Unidos o Alemania son muy reducidos. Otro factor favorable a Reino Unido es que, a diferencia de Grecia y España, la deuda existente está financiada a muy largo plazo, lo que evita tener que acudir al mercado continuamente a refinanciar: sólo el 18% es a menos de cinco años. Eso sí, las expectativas de inflación han aumentado y actualmente se sitúan en cerca de 3,5%.
En cualquier caso, la salida de una situación de déficit tan prolongada será dramática: el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el Gobierno británico deberá mantener superávits presupuestarios estructurales del 5% durante la década de 2020 para que la deuda pública caiga hasta el 60% del PIB. Esto requeriría un ajuste de 12,8 puntos porcentuales en el déficit estructural como proporción del PIB en la próxima década, uno de los mayores ajustes fiscales en la historia reciente, mayor que el que llevó a cabo Margaret Thatcher.
El debate político. De cara a las elecciones, tanto laboristas como conservadores han adoptado una retórica dura de reducción del gasto público. Aunque ambos han presentado algunas medidas concretas, ninguno ha presentado un plan integral para abordar los problemas del déficit estructural, que probablemente será la tarea central en la agenda de la política económica del próximo Ejecutivo.
El actual Gobierno laborista anunció planes a largo plazo en el presupuesto de 2009 para reducir el déficit mediante una reducción a la mitad de las inversiones entre 2009 y 2012, una caída de los gastos generales en un 2% al año a partir de abril de 2011 (en comparación con el crecimiento histórico de alrededor del 4%) y la introducción de un tipo marginal (a partir de las 150.000 libras de ingresos) del 50% en el impuesto sobre la renta. También ha anunciado una congelación parcial de los salarios públicos.
Los conservadores, por su parte, han propuesto un año de congelación de sueldos públicos en 2011, la suspensión de créditos fiscales a las familias con ingresos superiores a 50.000 libras y la reducción del subsidio infantil, con el objetivo último de lograr el equilibrio presupuestario estructural actual al final del horizonte de pronóstico (2015-2016).
El debate también incluye varias reformas estructurales. Ambos partidos apoyan las reformas de las pensiones introducidas por la comisión Turner, nombrada por el Gobierno de Blair en 2004, que propuso aumentar la edad de jubilación de las mujeres a 65 años en 2020 y aumentar la edad de jubilación de ambos sexos a 66 en 2026. Los conservadores plantean adelantar la fecha en que la edad de jubilación del Estado comienza a elevarse a 66, al 2016 para los hombres y el 2020 para las mujeres.
Además, ambos partidos han propuesto cambios institucionales que podrían ayudar a reducir los déficits en el futuro. El partido laborista prefiere un enfoque basado en las reglas fiscales, mientras que los conservadores han propuesto la introducción de una nueva institución: un Consejo de Responsabilidad Fiscal que produciría previsiones presupuestarias a medio plazo y evaluaría la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas públicas.
El futuro. Hay signos iniciales de que empieza la recuperación de la profunda recesión de los últimos dos años. Sin embargo, la recuperación será lenta y todavía no hay señal de cambios en el déficit en cuenta corriente que Reino Unido ha desarrollado durante las últimas dos décadas. La compleja situación internacional, la incertidumbre en el sector financiero, y las consecuencias de una reducción brutal del gasto público configuran una situación en la que el panorama para Reino Unido continúa caracterizado por un alto grado de incertidumbre. Pero el mejor funcionamiento del mercado de trabajo y de la vivienda que en España, el mayor consenso político, sobre todo sobre la necesidad de consolidación fiscal, y el hecho de que el problema de las pensiones se haya resuelto ya favorecen una salida de la crisis más clara e inmediata que en España.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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