Por Xavier Sala i Martín, Universidad de Columbia, Universitat Pompeu Fabra y Fundació Umbele (LA VANGUARDIA, 05/10/09):
La buena noticia: Ben Bernanke dijo el otro día que “es muy probable que, técnicamente, Estados Unidos ya haya salido de la recesión”. La mala noticia: acto seguido, dijo “pero dará la sensación de que la economía es débil durante bastante tiempo”. Mi interpretación: el crecimiento económico será diminuto, hay riesgo de recaída y, de momento, no se creará empleo.
¿Por qué es Bernanke tan poco optimista? Pues porque sabe que los gobiernos de todo el mundo no se enfrentaron a los grandes desequilibrios financieros y económicos que causaron la presente recesión corrigiéndolos, sino creando la antesala de una nueva crisis: más desequilibrios.
Desde mi punto de vista, hoy tenemos siete peligrosos problemas. Primero, el monetario. Nada más empezar la crisis financiera, los bancos centrales imprimieron trillones de dólares. En situaciones normales eso hubiera causado una hiperinflación. Esta no se dio porque la velocidad de circulación del dinero cayó en picado. El problema es que, cuando la economía se recupere, el dinero volverá a correr y, si no se elimina todo lo impreso durante la crisis, subirá la inflación. Habrá, pues, que quitar liquidez de una manera quirúrgica porque el dinero es como la pasta de dientes: es muy fácil sacarla del tubo pero es muy difícil volverla a meter porque, para conseguirlo, se deben subir los tipos de interés y eso puede causar nuevas recesiones.
El segundo desequilibrio es el fiscal. Al ver la gravedad de la situación, todos los gobiernos del mundo se lanzaron a gastar cantidades ingentes de recursos. Resultado: déficits extravagantes que superan el 13% del PIB en Estados Unidos, el 10,5% en España y el 6,5% en la zona euro. La OCDE estima que la deuda alcanzará el 115% del PIB. Lógicamente, esa insostenible voracidad fiscal tiene que acabar (sobre todo teniendo en cuenta que los baby boomers se están empezando a jubilar). El problema es que eso sólo se puede hacer subiendo impuestos o bajando gasto y ambas estrategias conducen hacia una nueva recesión. Habrá que ser creativo y tocar los impuestos que menos distorsionen (y no subirlos alocadamente como se ha hecho en España) y eliminar los gastos menos productivos.
El tercer gran desequilibrio es el internacional. Los déficits exteriores de algunos países (destacan Estados Unidos y España) son compensados por superávits gigantes de algunos países asiáticos (sobre todo China). La corrección va a tener dos componentes. El primero, una caída del dólar que puede ser paulatina o puede ser catastrófica. Depende del banco central chino. El segundo, la tentación proteccionista. La semana pasada el presidente Obama ya impuso aranceles a los neumáticos chinos, y China respondió con aranceles equivalentes a los pollos norteamericanos. De momento, la guerra comercial es poca cosa y esperemos que no escale y que todo el mundo recuerde que lo que transformó la crisis de 1929 en la Gran Depresión de los años treinta fue el proteccionismo.
Cuarto, el desequilibrio financiero. El pánico de finales del 2008 hizo que todo el mundo desinvirtiera en los mercados financieros y pasara a comprar lo único que parecía seguro, unos bonos del Tesoro norteamericano que llegaron a absorber el 80% del ahorro mundial: trillones de dólares que no financiaban inversión productiva. Eso ya se está empezando a corregir y el dinero ya está volviendo a la bolsa. El problema es que si el retorno no se hace de manera ordenada, puede dar lugar a nuevas burbujas que, al explotar, causen nuevas crisis económicas. De hecho, el boom inmobiliario del 2008 se gestó cuando el dinero salió despavorido de la bolsa al reventar la burbuja puntocom en el 2001. Que no nos vuelva a pasar lo mismo.
El quinto desequilibrio es el regulatorio. Los primeros diagnósticos de la crisis apuntaron (en mi opinión, equivocadamente) en una dirección: la falta de regulación del sistema financiero. El resultado fue la aparición de los don quijotes del intervencionismo que quisieron regular no sólo el sector financiero sino, ya puestos, el resto de la economía. ¡Algunos incluso querían “refundar el capitalismo”! Ahora bien, ¡que el sector financiero norteamericano estuviera infrarregulado no quiere decir que el sector de la automoción en España también lo esté! La cordura debe volver pronto a los legisladores. Si no, corremos el riesgo de que el Estado acabe asfixiando la recuperación.
El sexto desequilibrio es sectorial. Países como España dependían excesivamente de unos pocos sectores (construcción, promoción inmobiliaria) que se han hundido sin esperanza de recuperación. Para reequilibrar, no hay que caer en la tentación de que el Estado subsidie unos sectores escogidos a dedo por el funcionariado. Al contrario, el Estado debe poner las bases para que los innovadores decidan, con su creatividad e iniciativa, qué sectores van a tomar las riendas de la economía.
Y el último desequilibrio es, lógicamente, el laboral. Los países con un rígido mercado de trabajo corren el riesgo de convertir el paro temporal causado por una recesión pasajera en una situación permanente para millones de ciudadanos. Si el mercado laboral no se flexibiliza, el ejército de parados de largo plazo puede acabar causando una inestabilidad social insostenible. Nuestros intentos de salir de la crisis han originado siete grandes vulnerabilidades que amenazan el futuro de nuestras economías. Bernanke piensa que lo peor ya ha pasado. Quizá sí. Pero si queremos evitar la recaída, es imperativo que se corrijan… los nuevos desequilibrios.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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