Por Cecilia Malmström, comisaria europea de Asuntos de Interior (EL PERIÓDICO, 15/04/10):
La migración es un fenómeno muy antiguo y no parece probable que vaya a disminuir en la era de la globalización. Aquí llega gente de otros países que trae consigo su cultura, sus ideas, su capacidad emprendedora y sus habilidades y contribuye de esta manera a crear sociedades multiculturales y más ricas. Históricamente, eso ha sido y todavía es muy positivo para Europa. Además, para hacer frente al actual envejecimiento demográfico de la UE, la contribución de los inmigrantes resulta fundamental. El mes pasado, el Consejo Europeo aprobó una serie de objetivos emblemáticos en consonancia con la comunicación de la Comisión Europa 2020. Entre ellos cabe citar el de incrementar hasta el 75% la tasa de empleo de mujeres y hombres entre los 20 y los 64 años mediante la incorporación de los jóvenes, de los trabajadores de más edad y de los trabajadores menos cualificados y mediante la integración de los inmigrantes legales.
Con casi 23 millones de desempleados en la Unión Europea, uno podría pensar que ya no son necesarios los inmigrantes. Sin embargo, las sociedades europeas se enfrentan a un desafío demográfico que nada tiene que ver con la crisis económica. Una Europa menos abierta simplemente haría insostenible nuestro sistema social.
Según Eurostat, en los próximos 50 años la población de la UE crecerá en unos 10 millones de personas, mientras que su población activa disminuirá en unos 50 millones incluso contando a los 58 millones de inmigrantes que se espera que lleguen a Europa durante ese periodo. Para mantener a una persona no activa habrá dos personas activas en vez de cuatro como ocurre hoy. Además, en unos años el número de fallecimientos superará al de nacimientos y el único modo de contribuir al crecimiento neto de la población europea será mediante la inmigración.
Pero por muy convincentes que resulten estos argumentos, a muchos no les bastan para aceptar la inmigración como un fenómeno natural y necesario. El racismo y la xenofobia encuentran un buen abono en la recesión. La inmigración supone un enriquecimiento cultural y económico para nuestras sociedades siempre que fomentemos la integración de todos aquellos que viven y trabajan entre nosotros. Para que la integración tenga éxito, hay que defender la igualdad de derechos, obligaciones y oportunidades de todos los residentes. Ello implica una convergencia de las políticas independientemente del país de origen. En la práctica, ello significa que, por ejemplo, las tasas de empleo y de educación de los ciudadanos de la UE no debieran ser muy diferentes de las de los nacionales de terceros países que vivan en Europa.
La integración es un proceso a largo plazo y una responsabilidad compartida por los propios inmigrantes y por los ciudadanos y las administraciones de los países de acogida. La integración tiene una dimensión transversal que hay que tener en cuenta a la hora de tomar decisiones en ámbitos como el empleo, la educación y la inclusión social. Consciente de ello, la presidencia española de la UE ha convocado para hoy en Zaragoza una conferencia ministerial sobre integración de inmigrantes, en la que se van a reunir representantes de los 27 estados miembros junto con la Comisión Europea para hablar de la integración como motor de desarrollo y cohesión social e intercambiar puntos de vista sobre sus políticas nacionales y posibles maneras de hacerlas converger.
La integración forma parte de la agenda de la UE desde 1999, cuando el Consejo Europeo aprobó en Tampere que el estatus jurídico y los derechos de los nacionales de terceros países que gozaran de permisos de residencia de larga duración se aproximasen a los de los nacionales de los estados miembros. Ello supone, entre otras cosas, acceso al sistema educativo y al sistema sanitario, derecho a trabajar como asalariado o como autónomo y derecho a la igualdad de trato. También implica que hay que ofrecer a los inmigrantes la oportunidad de obtener la nacionalidad del Estado miembro en el que residan.
Gracias al Tratado de Lisboa disponemos ahora de un fundamento jurídico para que la UE pueda fomentar la integración de los nacionales de terceros países que residan legalmente en un Estado miembro. El tratado excluye acertadamente la armonización de las políticas nacionales de integración. La UE no fomentará la creación de una política única de integración. Hay que respetar las diferencias no solo entre estados miembros, sino también entre las personas que viven allí.
Y ya que hablamos de respeto de las diferencias y de las competencias nacionales, permítanme que insista en el hecho de que la Comisión Europea no debe pronunciarse en el debate que está teniendo lugar actualmente en España sobre la posibilidad de empadronar o no a los extranjeros en situación irregular ni en el debate sobre qué Administración es competente para gestionar la inmigración irregular. Estos son asuntos de la competencia de las autoridades nacionales y son por lo tanto los estados miembros quienes mejor pueden tomar decisiones sobre estas cuestiones.
Volviendo a la integración, la Comisión Europea cree firmemente que tanto inmigrantes como ciudadanos de la UE tienen que ser conscientes de las oportunidades y de los retos que plantea la integración. Uno de los objetivos de la Comisión en Zaragoza es por lo tanto la publicación de la tercera edición del Manual sobre la integración para responsables de la formulación de políticas y profesionales.
Por su parte, la Comisión viene publicando desde el 2009 en su web (http://ec.europa.eu/ewsi/en/index.cfm) información sobre buenas prácticas y eventos relativos a la integración. Como las organizaciones de la sociedad civil son el primer punto de contacto entre los inmigrantes y la sociedad de acogida, la Comisión ha creado un Foro Europeo sobre Integración con carácter bianual. Me gustaría que este foro se convirtiera en una fuente permanente de ideas procedentes de la gente que trabaja en la integración en barrios y ciudades, personas con diferentes bagajes decididas a hacer que la integración funcione.
La integración no se conseguirá por sí sola. Es algo en lo que hay que trabajar. La Comisión Europea seguirá promocionando activamente las buenas prácticas y propondrá el año que viene una nueva estrategia sobre integración. Ahora tenemos que evitar que la recesión económica se convierta en un pretexto para restringir la inmigración. Nuestras perspectivas demográficas no son halagüeñas. Hay que fomentar la integración de los inmigrantes y la diversidad no solo porque racionalmente resulta beneficiosa, sino también porque enriquece a nuestras sociedades y crea oportunidades para todos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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