Por Alfonso S. Palomares, periodista (EL PERIÓDICO, 01/04/10):
Estos días el nombre de Jerusalén se repite en plegarias y cánticos en todas las geografías de la cristiandad. Desde las grandiosas catedrales a las modestas capillas, pasando por plazas y calles, se recuerdan los trágicos días de la pasión y la muerte de Jesús. En Jerusalén las celebraciones se limitan a los Santos Lugares cristianos, especialmente a la iglesia del Santo Sepulcro y a su laberinto de capillas, donde cinco confesiones cristianas se disputan los horarios para ofrecer la brillantez de sus cultos. El olor a incienso lo inunda todo. Hay menos peregrinos porque el encarnizado conflicto judeo-palestino ha llenado el aire de violencia. Las abigarradas tiendas de los árabes se resienten y los hoteles judíos lo acusan. Jerusalén es una ciudad llena de paradojas y contradicciones, es la ciudad donde más se ha rezado y donde más se ha odiado desde hace 3.000 años. El lugar donde más sangre se ha derramado en el nombre de Dios, cada uno por el suyo.
Ahora los cristianos no son actores en el conflicto como lo fueron en otras épocas históricas. Los cristianos apenas llegan al 3% y la mayoría son extranjeros y de órdenes religiosas. El patriarca de Jerusalén, Fuad Twal, de origen jordano, cristiano y beduino, formado y curtido en la diplomacia vaticana, tiene como lema sembrar la alegría de vivir, misión difícil en una zona donde los disparos forman parte sustantiva de los ruidos cotidianos. A pesar de sus habilidades diplomáticas, aquí apenas tiene espacio para practicarlas, y por eso recomienda rezar por la paz. La verdad es que hasta ahora las oraciones han sido tan inútiles como las negociaciones. Al menos en el espacio visual, no entro en los territorios del misterio.
Sobre Jerusalén se han dicho las cosas más hermosas y se profetizaron las desventuras más terribles. Las desventuras se cumplieron todas, entre ellas la de Jesús que nos cuenta el Evangelio de Lucas: «Te llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te cercarán por todas partes. Te derribarán por tierra a ti y a tus hijos dentro de ti, y no te dejarán piedra sobre piedra». Lo que profetizó Jesús no se cumplió una sola vez, sino cinco veces a lo largo de la historia, y otras 15 la ciudad fue conquistada con apasionadas violencias. El nombre de Jerusalén, Yerushaláyin en hebreo, que significa casa de la paz, está en contradicción con su historia. Tal vez para evitar esa contradicción, uno de los más importantes padres de la Iglesia, Orígenes, a principios del siglo III formuló lo de la Jerusalén Celestial basándose principalmente en el Apocalipsis y en textos de san Pablo. La expresión Jerusalén Celestial (o Celeste) tuvo tanta fortuna que ha pasado a ser un lugar común de la literatura cristiana e incluso de la alta teología.
En el presente, Jerusalén, Al-Quds para árabes y musulmanes, es el corazón del
conflicto entre israelís y palestinos. Uno de los escollos más difíciles de salvar y que envenena permanentemente las negociaciones para la paz. En 1980, el Parlamento israelí proclamó Jerusalén como capital única, eterna e indivisible de Israel. En 1998 tuve ocasión de entrevistar al entonces, y de nuevo ahora, primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu. Le pregunté qué significaba la palabra indivisible referida a Jerusalén, y respondió que nunca podría compartirse con ningún otro pueblo. La razón de la pregunta, y creo que de la respuesta, la motivó el hecho de que Arafat y la Autoridad Palestina hablaban con cierta frecuencia de Jerusalén Este como capital del futuro Estado palestino. Netanyahu no contemplaba la posibilidad de un verdadero Estado palestino y le repelía la sola idea de compartir la capital de Jerusalén. Netanyahu piensa hoy lo mismo que entonces y encabeza un Gobierno de halcones que sigue encallado en el principio: hemos regresado al más sagrado de nuestros lugares santos y jamás nos separaremos de él. Jerusalén sale citada casi 700 veces en la Biblia y una corriente rabínica defiende que fue fundada directamente por Yavé sobre las colinas de Judea. Al hablar de Jerusalén no hablamos de una ciudad ni de una geografía. Hablamos de unos territorios teológicos. No solo para los judíos, también Al-Quds es una ciudad santa para los musulmanes. Capital irrenunciable de Palestina. Al asesinado jeque Yassin le oí decir en una entrevista en su casa de Gaza: «Al-Quds es el territorio que conecta la tierra con el cielo y no conviene que este territorio consagrado se convierta en un objeto de negociación y rendición». Después he leído la misma o parecida frase en boca de varios líderes de Hamás.
Netanyahu tiene el poder y la fuerza, quiere echar a los palestinos de Jerusalén Este ampliando los asentamientos israelís como está haciendo en el barrio de Ramat Shlomo. donde construye 1.600 viviendas. El gran objetivo de dos estados compartiendo Jerusalén como capital parece una empresa imposible. La expresión de capital eterna e indivisible por una parte y la de irrenunciable por la otra, pronunciadas con fonética teológica, convierten la negociación en un imposible.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Estos días el nombre de Jerusalén se repite en plegarias y cánticos en todas las geografías de la cristiandad. Desde las grandiosas catedrales a las modestas capillas, pasando por plazas y calles, se recuerdan los trágicos días de la pasión y la muerte de Jesús. En Jerusalén las celebraciones se limitan a los Santos Lugares cristianos, especialmente a la iglesia del Santo Sepulcro y a su laberinto de capillas, donde cinco confesiones cristianas se disputan los horarios para ofrecer la brillantez de sus cultos. El olor a incienso lo inunda todo. Hay menos peregrinos porque el encarnizado conflicto judeo-palestino ha llenado el aire de violencia. Las abigarradas tiendas de los árabes se resienten y los hoteles judíos lo acusan. Jerusalén es una ciudad llena de paradojas y contradicciones, es la ciudad donde más se ha rezado y donde más se ha odiado desde hace 3.000 años. El lugar donde más sangre se ha derramado en el nombre de Dios, cada uno por el suyo.
Ahora los cristianos no son actores en el conflicto como lo fueron en otras épocas históricas. Los cristianos apenas llegan al 3% y la mayoría son extranjeros y de órdenes religiosas. El patriarca de Jerusalén, Fuad Twal, de origen jordano, cristiano y beduino, formado y curtido en la diplomacia vaticana, tiene como lema sembrar la alegría de vivir, misión difícil en una zona donde los disparos forman parte sustantiva de los ruidos cotidianos. A pesar de sus habilidades diplomáticas, aquí apenas tiene espacio para practicarlas, y por eso recomienda rezar por la paz. La verdad es que hasta ahora las oraciones han sido tan inútiles como las negociaciones. Al menos en el espacio visual, no entro en los territorios del misterio.
Sobre Jerusalén se han dicho las cosas más hermosas y se profetizaron las desventuras más terribles. Las desventuras se cumplieron todas, entre ellas la de Jesús que nos cuenta el Evangelio de Lucas: «Te llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te cercarán por todas partes. Te derribarán por tierra a ti y a tus hijos dentro de ti, y no te dejarán piedra sobre piedra». Lo que profetizó Jesús no se cumplió una sola vez, sino cinco veces a lo largo de la historia, y otras 15 la ciudad fue conquistada con apasionadas violencias. El nombre de Jerusalén, Yerushaláyin en hebreo, que significa casa de la paz, está en contradicción con su historia. Tal vez para evitar esa contradicción, uno de los más importantes padres de la Iglesia, Orígenes, a principios del siglo III formuló lo de la Jerusalén Celestial basándose principalmente en el Apocalipsis y en textos de san Pablo. La expresión Jerusalén Celestial (o Celeste) tuvo tanta fortuna que ha pasado a ser un lugar común de la literatura cristiana e incluso de la alta teología.
En el presente, Jerusalén, Al-Quds para árabes y musulmanes, es el corazón del
conflicto entre israelís y palestinos. Uno de los escollos más difíciles de salvar y que envenena permanentemente las negociaciones para la paz. En 1980, el Parlamento israelí proclamó Jerusalén como capital única, eterna e indivisible de Israel. En 1998 tuve ocasión de entrevistar al entonces, y de nuevo ahora, primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu. Le pregunté qué significaba la palabra indivisible referida a Jerusalén, y respondió que nunca podría compartirse con ningún otro pueblo. La razón de la pregunta, y creo que de la respuesta, la motivó el hecho de que Arafat y la Autoridad Palestina hablaban con cierta frecuencia de Jerusalén Este como capital del futuro Estado palestino. Netanyahu no contemplaba la posibilidad de un verdadero Estado palestino y le repelía la sola idea de compartir la capital de Jerusalén. Netanyahu piensa hoy lo mismo que entonces y encabeza un Gobierno de halcones que sigue encallado en el principio: hemos regresado al más sagrado de nuestros lugares santos y jamás nos separaremos de él. Jerusalén sale citada casi 700 veces en la Biblia y una corriente rabínica defiende que fue fundada directamente por Yavé sobre las colinas de Judea. Al hablar de Jerusalén no hablamos de una ciudad ni de una geografía. Hablamos de unos territorios teológicos. No solo para los judíos, también Al-Quds es una ciudad santa para los musulmanes. Capital irrenunciable de Palestina. Al asesinado jeque Yassin le oí decir en una entrevista en su casa de Gaza: «Al-Quds es el territorio que conecta la tierra con el cielo y no conviene que este territorio consagrado se convierta en un objeto de negociación y rendición». Después he leído la misma o parecida frase en boca de varios líderes de Hamás.
Netanyahu tiene el poder y la fuerza, quiere echar a los palestinos de Jerusalén Este ampliando los asentamientos israelís como está haciendo en el barrio de Ramat Shlomo. donde construye 1.600 viviendas. El gran objetivo de dos estados compartiendo Jerusalén como capital parece una empresa imposible. La expresión de capital eterna e indivisible por una parte y la de irrenunciable por la otra, pronunciadas con fonética teológica, convierten la negociación en un imposible.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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