Por Álvaro Abós, escritor argentino (EL PAÍS, 13/04/10):
Que la selección argentina gane la copa mundial de fútbol que comenzará el 10 de junio de 2010 en Suráfrica, tal vez sea el último recurso que le quede a Néstor Kirchner para retener el poder cuando su esposa y acólita Cristina Fernández deje la presidencia de su país en 2011. Tanto las elecciones legislativas de junio de 2009 como las encuestas recientes, muestran que se ha disipado la popularidad de la que gozaron los Kirchner.
Pero Néstor Kirchner no es político que baje los brazos. A falta de otras cualidades, nadie le niega su perseverante astucia. Kirchner se preguntó: ¿cuál es la pasión más fuerte de mis compatriotas? No cabe duda, es el fútbol. Y decidió ligar su futuro -desea ser candidato en las presidenciales de octubre de 2011- al gran dios argentino, la pelota, ese icono al que Alfredo Di Stéfano ha dedicado una estatua de bronce, emplazada en el jardín de su casa, sobre una leyenda que reza: “Gracias, vieja”.
Al terminar el año 2001, tras una fenomenal crisis económica, el presidente Fernando de la Rúa huyó en helicóptero de la Casa Rosada. Miles de argentinos, a quienes se les habían confiscado los ahorros, clamaban en las calles. El marasmo que siguió fue aprovechado por Néstor Kirchner para llegar al poder. Se trataba de un oscuro político que integraba el tropel de peronistas que acompañó a Carlos Menem durante la década 1989-1999.
Tras gobernar entre 2003 y 2007, Kirchner, a dedo, designó sucesora a su propia esposa Cristina Fernández. Los argentinos, aún espantados por la proximidad del infierno, la votaron. Pero los Kirchner cometieron en 2008 un error garrafal: aumentaron los impuestos a las exportaciones agrícolas, medida rechazada por los productores. La confrontación entre el Gobierno y los agrarios fue manejada por los Kirchner con esquemática rigidez. El país se polarizó. Desde entonces, bajó en picada la aceptación popular hacia la pareja gobernante, como en la Argentina se conoce a los Kirchner, pues es vox populi que él maneja el poder, aunque en la actualidad sólo ocupe una banca de diputado y la jefatura interina del Partido Justicialista.
En los comicios de 2009 el Gobierno perdió en los principales centros urbanos y sobre todo en el gran feudo peronista, la provincia de Buenos Aires. A pesar de los recursos volcados por el Gobierno en publicidad directa e indirecta, un advenedizo, el empresario Francisco de Narváez, quien sólo se dedica a la política desde el año 2000, derrotó al propio Kirchner en su bastión, el llamado conurbano, un cinturón de comunas que rodean a la capital federal, y en el cual se apiñan 11 millones de habitantes.
Pero a Kirchner no le falta inventiva. Su especialidad son los golpes de efecto que, a la manera de las carambolas del billar, permiten alcanzar diversos objetivos con una sola tacada. Esa tacada resultó el fútbol.
La maniobra tuvo dos partes. En octubre de 2008, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) echó al entrenador de la selección Alfio Coco Basile y lo sustituyó por Diego Armando Maradona. El cambio tenía un fundamento futbolístico, pues la selección de Basile, desde el comienzo de las eliminatorias para el Mundial de Suráfrica, jugaba mal. Pero también había un designio político. Maradona, a pesar de que muchos de sus desplantes y monomanías han cansado a no pocos argentinos, aún conserva el status de ídolo popular.
Con la designación de Maradona, un notorio kirchnerista, el Gobierno se apropiaba de un eventual triunfo futbolístico para engrosar su patrimonio político. Los planes estuvieron a punto de irse a pique porque la blanquiceleste sólo consiguió clasificarse para Suráfrica de manera angustiosa.
En agosto de 2009 se llevó a cabo el segundo capítulo del plan kirchnerista: Julio Grondona -un dirigente que hace 31 años preside la AFA- rescindió el contrato que ligaba a la Asociación con la empresa Torneos y Competencias, única autorizada para emitir imágenes televisivas de los partidos por los campeonatos Apertura y Clausura. De inmediato, la AFA concedió al estatal Canal 7 el derecho de difundir fútbol en directo. Desde 1991, Torneos y Competencias tenía la exclusividad para transmitir algunos partidos a través de la televisión de pago. Los domingos a las diez de la noche, por un canal de la televisión abierta, se brindaba un resumen de la fecha, con la filmación de todos los goles. Esa emisión, llamada Fútbol de primera, fue durante años una de las más populares de la televisión argentina.
¿Qué ganaba Kirchner apropiándose del fútbol televisado? Torneos y Competencias pertenece al Grupo Clarín, un multimedios cuya cabeza es el periódico matutino homónimo, el de mayor circulación en la Argentina. Kirchner, por razones aún oscuras para la opinión pública, lo ha erigido en su principal antagonista. Al privar al Grupo Clarín de la exclusividad de transmitir fútbol, el Gobierno no sólo golpeó las finanzas del multimedio, sino que transfirió varios millones de telespectadores hacia el canal del Estado. Lo que los aficionados argentinos sólo podíamos ver a las diez de la noche y por un canal privado, ahora podemos verlo en directo a cualquier hora. Y no sólo los goles… también los partidos completos, ya que el Canal 7 transmite los 10 partidos de primera división, que se juegan a lo largo de la semana, por la tarde o por la noche.
El Gobierno adujo que tales emisiones no le costarían un centavo al Estado, ya que los derechos que cobra la AFA, estimados en 720 millones de pesos (unos 138 millones de euros) serían cubiertos por publicidad comercial. Sin embargo, ello no se ha concretado y los 10 partidos sólo van acompañados por una profusa propaganda del Gobierno. Los relatores, mientras narran el partido, recalcan una y otra vez que se trata de un logro extraordinario: el fútbol para todos. Según el Gobierno, se trata de una revolución, ya que el fútbol está ahora al alcance del pueblo y ya no es como antes un privilegio de los ricos. Por su parte, la oposición acusó al Gobierno por un gasto dispendioso en un país donde uno de cada cinco niños padece hambre y 2.920 de ellos mueren cada año por desnutrición.
Para los argentinos el fútbol es un telón de fondo omnipresente, que multiplica al infinito la definición de Rafael Sánchez Ferlosio: “Fútbol es sustitución de todo designio por una expectativa recurrente, rotatoria, sin fin”. Para hacer lugar al fútbol, el canal estatal confinó sus pocas emisiones culturales a horarios inverosímiles. Por ejemplo: el programa de libros Los siete locos, creado hace más de 20 años por Tomás Eloy Martínez, se emite la noche del domingo al lunes… ¡a las dos de la madrugada!
Con estos ingredientes suplementarios, el despliegue de madurez futbolística que está mostrando Lionel Messi ha provocado un interés enorme en la Argentina. Ahora, todas las miradas están puestas en la relación Messi-Maradona. Se teme que la megalomanía de Maradona, espante las genialidades de la Pulga. Esto ya pasó con Riquelme, el mejor futbolista que hoy trota por las canchas de la Argentina. El veterano Riquelme, cansado del egocentrismo de Maradona, renunció a la selección.
El Mundial de Suráfrica, ese gran Teatro del Mundo que concitará a cientos, miles de millones de telespectadores, será por un mes el centro de la atención universal. No hay gobernante en el mundo que no persiga las hilachas de esa centralidad. Y la selección ganadora del Mundial -sea ella la que fuere- será recibida por su gobierno como recibía Roma a los héroes que volvían coronados por sus triunfos en las guerras imperiales.
Pero para los Kirchner en las canchas de Suráfrica estará en juego mucho más que un resultado deportivo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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