Por Manuel Trigo Chacón, doctor en Derecho y Relaciones Internacionales y autor del libro Globalización y terrorismo, Visión Libros (EL MUNDO, 14/04/10):
Dos grandes comunicadores de masas como Obama y Medvedev llegaban como indiscutibles protagonistas a la Cumbre sobre Seguridad clausurada anoche en Washington. Líderes de otros 45 estados daban mayor lustre a un evento donde el presidente estadounidense afirmaba que los riesgos de un ataque nuclear han aumentado, y por ello apelaba a la unión. Sin embargo, el actual escenario de las relaciones internacionales quedaba delineado la semana pasada en la Sala Española del Castillo de Praga. Allí, el ostentoso brindis entre Obama y Medvedev -acompañados del presidente checo Vaclav Klaus- enmarcaba la firma del nuevo tratado START.
Antes incluso de la cumbre en la capital estadounidense, la rúbrica de ese tratado nos devolvía una bipolaridad de poder en la que Rusia y EEUU no están enfrentados sino aliados en el gobierno y vigilancia del resto del mundo. Por ello dejan fuera del juego político internacional a todos los demás: a la Unión Europea, con sus arcaicos nacionalismos, a Francia e Inglaterra, pequeñas potencias nucleares, y también a China, India, Pakistán e Israel, que sí disponen de un sustancioso arsenal nuclear. El enemigo inmediato a batir es Irán, y en menor medida Corea del Norte. Analicemos las posibilidades de este nuevo contexto internacional que nos dibujan Praga y Washington.
Es sabido que el presidente Obama se encuentra en un momento dulce en su mandato. En política interior ha conseguido sacar adelante una reforma sanitaria todavía sujeta con alfileres. En política exterior, sus intenciones son irreprochables, ya que a nadie puede parecerle mal un mundo sin armas nucleares, sin arsenales atómicos que puedan borrarnos a todos de la faz del planeta. Pero de momento todo es un espejismo, lleno de declaraciones y principios de muy difícil cumplimiento.
La promesa alcanzada en Praga es la reducción en siete años de un 30% del arsenal nuclear de ambas superpotencias. Pero es que las reservas de ojivas nucleares de ambos países son ingentes: entre las estratégicas y no estratégicas, según alcance y características, se acercan a las 10.000. Bien es cierto que el START I -firmado por Carter con Breznev y por Gorbachov con Reagan-, y el START II -Putin y Bush- redujeron los misiles con cabezas nucleares más anticuados. Pero todavía quedaban unas 4.000 ojivas nucleares, capaces de destruir varias veces el planeta. Posteriormente, en 2002, no salió adelante un nuevo tratado, el llamado SORT, por razones de estrategia política.
Ahora Obama, ante la amenaza de enemigos como Irán o Corea del Norte (incluso del inestable Pakistán) y el temor de un ataque terrorista con armas atómicas en su territorio, busca la alianza con Rusia, la otra superpotencia antes enemiga, para controlar mejor el poder nuclear. No olvidemos que entre ambos países tienen el 90% de las armas atómicas. De todos modos, el presidente estadounidense necesitará que el Senado ratifique el texto del Tratado, y que el pueblo americano avale su gestión reeligiéndole dentro de tres años. Y eso está todavía por ver.
La situación de Medvedev, paradójicamente, es parecida a la de su colega. El arsenal atómico ruso es en algunos aspectos incluso superior al norteamericano, pero necesita de una urgente renovación y puesta a punto. Por ello, el acuerdo de reducción hasta 1500 cabezas nucleares es ventajoso para ambos, en la medida en que se mantiene la prevalencia nuclear de Washington y Moscú sobre los demás países. Además, Rusia también tiene un serio y justificado temor a los terroristas de los territorios que estuvieron bajo su dominio. En la conflictiva y extensa región del Cáucaso, los grupos islamistas están cada vez más radicalizados, y pueden recibir ayuda de países islámicos próximos.
En definitiva, el temor a una guerra no convencional, sino de matriz terrorista en su propio territorio, con posibilidad de armas atómicas en un futuro próximo, es lo que más ha unido a las dos superpotencias, durante 50 años enemigas acérrimas.
¿Por qué eligieron escenario de Praga, sin la Unión Europea ni nadie más? La razón es simplemente que el resto no cuenta. El escudo antimisiles norteamericano en los países del este se suprimirá, para tranquilidad de Rusia, porque no hay ningún peligro de confrontación en la zona. Así lo ha comunicado Obama a los 11 jefes de gobierno que fueron invitados a la solemne cena. Apenas hay fuerzas convencionales en Europa del este, y ya bastante tienen con sacar adelante sus recién estrenadas democracias y sus débiles economías. En la Europa del oeste, Inglaterra -modestísima potencia atómica pero con una marina muy capaz- sigue y seguirá la política exterior americana, como ha hecho siempre. Sólo la Francia de Sarkozy ha rechinado los dientes al ver que de nada le va a servir, por mucho que insista, su force de frappe, que creó De Gaulle con tanto chovinismo. A los demás países occidentales, ni caso.
A la cumbre de Washington no asistió Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, que sin embargo es clave en todo este juego. La magna conferencia fue convocada para pedir el espaldarazo a la política de no proliferación y de desarme nuclear de todos los estados. Rusia y EEUU se han ofrecido a ser garantes con sus armas convencionales, superiores a las de todos los estados, que deberán confiar en ellos y pedir el aislamiento y la asfixia de quien no obedezca, como Irán y Corea del Norte.
Todo ello nos lleva a ver con claridad que el problema crucial está en Asia y Oriente Medio, que en definitiva forma parte de Asia, ya que el eje geopolítico se ha trasladado a este inmenso continente. En primer lugar China, una potencia nuclear modesta con sus 180 cabezas nucleares (nada comparable a las dos grandes superpotencias, con más de 1.500 cada una si se cumple el nuevo tratado START), pero con un potencial de crecimiento tan rápido que pronto será una tercera superpotencia. El presidente chino Hu Jintao ha mostrado su apoyo al plan nuclear de Obama, pues comparte su inquietud por el programa atómico de Teherán, ¿pero renunciará Pekín a sus propias ambiciones nucleares? Creo que de momento no, en especial si continúa la supremacía de Rusia y EEUU.
En segundo lugar hay que considerar a India, con un arsenal nuclear de 60 unidades, en conflicto permanente con Pakistán y con el peligro añadido de una desestabilización política que le lleve a un gobierno islamista radical. Este último es el mayor temor de la Casa Blanca, pues empeoraría y peligraría su guerra en Afganistán.
La intención primera nunca ha sido otra que aislar a Irán, y en menor medida a Corea del Norte, para que abandonen sus ensayos nucleares. Por mucho que aleguen que sólo enriquecen uranio para usos pacíficos. Aquí la postura de Rusia difiere ligeramente de la defendida por EEUU, ya que el Kremlin tiene grandes intereses comerciales en el país de los ayatolás y no desea perder a un cliente privilegiado. Por el contrario, EEUU, por estrategia militar y presionado por su socio Israel, quiere cuanto antes sanciones muy serias contra Irán.
Se sabe que la población iraní, de mayoría chiíta, apoya a sus hermanos y vecinos de Irak, y que una retirada norteamericana en breve plazo puede originar una aproximación de Bagdad a Irán. De esa manera se perdería todo el esfuerzo bélico de EEUU y sus aliados, y se desestabilizaría la zona. Peligraría Arabia Saudí, los Emiratos y todo Oriente Medio.
Sólo queda Israel, guardián y garante de sí mismo y de los intereses norteamericanos en la zona. No se sabe casi nada de su arsenal nuclear, salvo que dispone de suficientes ojivas para atacar Irán y cualquier otro país que ponga en peligro su territorio. Es en el pequeño estado judío donde está la clave para hacer avanzar este nuevo intento de no permitir la proliferación de armas nucleares. La cuestión Palestina, sin resolver desde hace más de medio siglo, sigue siendo el nudo gordiano de muchos problemas. Los asentamientos en territorio palestino, la no creación del estado palestino, la inseguridad de las delimitaciones fronterizas, los muros, las divisiones de poblaciones y ciudades, el estatus de Jerusalén… Son asuntos pendientes que ni Obama ni Medvedev son capaces de resolver.
La puesta en escena entre rusos y estadounidenses levantó el telón en la espléndida Sala Española del Castillo de Praga. El segundo acto se cerraba anoche en la magna asamblea de Washington. Y pronto seguirá una conferencia de la ONU, auspiciada por EEUU, para refrendar una política bilateral con Rusia, de acuerdo con sus respectivos intereses, haciendo que el resto de los estados sean simples comparsas de esa nueva fórmula de bilateralidad entre las dos grandes superpotencias. La multilateralidad queda archivada de nuevo, y la vieja y la nueva Europa pasan a ser páginas para la historia.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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