martes, enero 06, 2009

Dar a conocer el islam

Por Dolors Bramon, profesora de estudios islámicos de la UB (EL PERIÓDICO, 05/01/09):

Hace años que imparto Islamología en la Universitat de Barcelona y, año tras año, animo a los alumnos musulmanes y musulmanas a que se dediquen a explicar sus creencias a quien desee saber qué es el islam. Hasta el momento, no lo he logrado, pero acaba de aparecer Dones a l’islam. Autodeterminació de la conversa, de Yaratullah Monturiol, que no ha sido alumna mía pero que ha llenado felizmente ese vacío. Se trata de una mujer valiente, autora de una obra valiente, que no estará exenta de críticas de todo tipo.

La califico de valiente, en primer lugar, porque de una forma decidida, muestra que practica uno de los ejercicios que el islam más recomienda: el ijtihad o esfuerzo por conocer el mensaje que los musulmanes creen que Dios les mandó bajar a través de su profeta.

En consecuencia, Monturiol da preeminencia al Corán por encima de cualquier otra fuente y no deja de manifestar las contradicciones existentes entre algunos hadisos que figuran en la sunna o tradición y el texto revelado. Es el caso, por ejemplo, de los que dicen que la mujer es defectuosa por haber sido creada a partir de una costilla de Adán. Para quien desee saberlo, este mito, que también figura en la segunda narración del Génesis (2,21-26), no aparece en el Corán. En las aproximadamente 30 aleyas que hablan de la creación, los términos que designan indistintamente a los humanos creados son nâs, insân y bajar, que significan “género humano”, “humanidad” o “gente”, pero que fueron sistemáticamente interpretados como “hombre” o “macho”. Así, pues, habla de la creación de los seres humanos y no de los hombres machos.

EL ISLAM, en consecuencia, no atribuye a la primera mujer la culpa de la primera desobediencia, pero con demasiada frecuencia se la considera culpable. ¿Qué mejor remedio que taparla o hacerla desaparecer del espacio público? Debe quedar claro que una cosa es el islam y otra la conducta de algunos musulmanes. Y hay que decir también –y lamentarlo– que estas interpretaciones más reaccionarias de la práctica religiosa aumentan. La obra no rehuye ningún tema que resulte conflictivo: la condena a las mutilaciones genitales femeninas, a los matrimonios forzosos, a la poligamia o a la apropiación indebida del dote en las mujeres, la actual negación del derecho secular de que recen en las mezquitas, la no obligatoriedad de llevar velo o similares, la desacralización de la sharia, presentada perversamente por algunos como “ley del islam”, etcétera.

Un capítulo se dedica a la sexualidad y a explicar la licitud del sexo, siempre que se encuentre enmarcado dentro del ámbito del matrimonio. Sorprenderá a más de un lector que el islam presente el placer sexual como un regalo divino concedido a hombres y a mujeres como un avance de los placeres del paraíso. La sexualidad se asimila a una plegaria, una limosna, un acto de piedad y una prefiguración de las delicias celestiales. Hombres y mujeres tienen libido y el derecho a satisfacerla y, en consecuencia, se explicita que los esposos deben procurarse el disfrute mutuo y simultáneo porque esto siembra el amor en los corazones de la pareja y les conduce a Dios.

También sorprenderá la estima que muestra el islam por María, el único nombre propio de mujer que figura en el Corán, modelo de virtudes y virgen; pero no madre de Dios, porque Jesús solo es un profeta, venerado como el propio Mohamed o los que aparecen en la Torá judía o en el Antiguo Testamento cristiano.

La autora se dirige principalmente a las mujeres, advirtiendo que demasiado a menudo los criterios utilizados por ellas mismas son masculinos. Afirma que “hay que explicar a las mujeres desde las mujeres, pero hay que tener en cuenta que llevan siglos de explicación, mirada, sentencia y juicio masculinos”. Una de las mejores virtudes del libro es la de proporcionar biografías de musulmanas de la época del profeta o de hoy, con un pensamiento fructífero que viene a llenar un espacio necesario, demasiado a menudo acaparado por la obra de intelectuales masculinos. Una breve selección de sus escritos e interpretaciones de la Escritura muestra la preocupación y el trabajo que están realizando los musulmanes y musulmanas preocupados por la rémora del patriarcalismo que caracteriza a la estructura jerárquica de los monoteísmos. Proponen el retorno a la lectura de la fuente primigenia del islam, o sea, del Corán. ¿Por qué basarse en la labor interpretativa de los primeros exégetas, hecha por hombres y hace muchos siglos, cuando disponen, según el islam, de la propia palabra de Dios?

La obra coincide con los que proponen volver a las fuentes primarias e interpretarlas de una forma más fresca, con tal de desterrar la ideología patriarcal que se arrastra a lo largo de los siglos. Intenta construir un nuevo sistema legal islámico que garantice un estatus social de pleno derecho para la mujer que le permita jugar un papel activo a todos los niveles de la sociedad. Y es preciso decir que los y las integrantes de estos grupos, tanto si han nacido en familias islámicas como si son conversos, desean que el éxito de su trabajo se base en el hecho de desarrollarse dentro del marco islámico.

NO ES PRECISO decir que tengo más de una divergencia con el contenido de la obra y ello es bien normal: yo soy una estudiosa que también se dedica a transmitir conocimientos y ella es una musulmana que cree en ello y que quiere dar a conocer sus vivencias de creyente que vive y actúa de acuerdo con su fe.

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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