Por Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio del Sarah Lawrence College. Autor de El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana. Ed. Libros de Vanguardia. Traducción: José María Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 13/08/08):
Siete años después de que la Administración Bush declarara la guerra total contra Al Qaeda (con un coste de cientos de miles de vidas y billones de dólares), se aprecia escaso acuerdo entre funcionarios estadounidenses y especialistas independientes sobre la situación de la organización terrorista y grupos afines que han irrumpido en escena desde el 2003.
Consúltense, por ejemplo, las declaraciones al respecto de dos funcionarios de alto rango de los servicios de inteligencia estadounidenses. En el mes de mayo, en una entrevista concedida a The Washington Post,el director de la CIA Michael V.
Hayden manifestó que Al Qaeda se halla ahora a la defensiva en todo el mundo, incluida la frontera entre Afganistán y Pakistán.
“Nada de eso”, replicó otro destacado funcionario la misma semana. “Una Al Qaeda reconstituida seguirá siendo la principal amenaza terrorista”, declaró Donald M. Kerr, director adjunto del organismo de la Inteligencia Nacional al pasar revista a los desafíos que se le plantearán al futuro presidente de Estados Unidos en un discurso en el Instituto Washington para la Política en Oriente Medio, institución proisraelí.
Según Kerr, Al Qaeda y sus partidarios, atrincherados en las zonas fronterizas tribales afganopakistaníes, constituyen “nuestro principal motivo de preocupación”. Es menester referirse, en consecuencia, a dos discursos oficiales que indudablemente difieren.
De modo similar, especialistas independientes difícilmente se ponen de acuerdo sobre si Al Qaeda sigue siendo aún una amenaza letal. En su último libro La yihad sin liderazgo: redes terroristas en el siglo XXI reseñado en estas páginas el día 21/ VII/ 2008-, Marc Sageman asevera que Al Qaeda es una sombra de lo que fue y languidece con rapidez.
Bien, no todos coinciden con las apreciaciones de Sageman. Ciertamente no es el caso de Walid Phares, figura académica metamorfoseada en ideólogo conservador. Phares, miembro de la junta de la Fundación para la Defensa de las Democracias (Washington DC) apremia a Occidente, en su nuevo libro La confrontación: ganando la guerra contra la yihad futura, a librar una guerra total no sólo contra Al Qaeda, sino también contra los regímenes iraní y sirio, Sudán, Libia, Arabia Saudí, Hizbulah en Líbano, el grupo palestino Hamas y los Hermanos Musulmanes de Egipto, para no hablar de Cuba y Corea del Norte.
En La confrontación,Phares afirma que la supervivencia del mundo libre está en juego porque progresan las fuerzas de la yihad global. “Las redes terroristas - afirma- disponen de petróleo, emporios financieros, ejércitos regulares, milicias, conexiones ocultas, líderes religiosos radicales, medios influyentes, madrazas, regímenes, círculos en el interior de los gobiernos, armas bioquímicas, ideología totalitaria, sitios de internet de colaboradores y simpatizantes en el seno del mundo libre y, potencialmente, armas nucleares”.
Aunque algunos políticos y expertos consideran que la amenaza de Al Qaeda puede evolucionar según un patrón - en términos médicos- de carácter autolimitado (que remite en el tiempo y no debido a intervención externa), Phares califica el yihadismo de “movimiento mundial (…) que persigue el propósito de la dominación mundial”. Apremia a Occidente, sobre todo a EE. UU., a avanzar para “liberar Oriente”, derrocando gobiernos opresores en Oriente Medio y allende aquellas tierras. Y, a fin de soportar las adversidades y ganar esta larga guerra - afirma Phares- Occidente debe modificar radicalmente su forma de pensar. Phares lanza improperios contra las “elites dominantes” que han lavado el cerebro de la ciudadanía sin explicar que estamos en una guerra total contra un enemigo implacable.
De hecho, La confrontación rebosa de conspiraciones y conspiradores que se proponen minar el mundo libre desde dentro. La yihad, con ayuda de recursos y apoyo de ciertos estados, “ha conseguido deslizarse en el seno de elites occidentales y comunidades étnicas desde las que ya ha lanzado triunfantes y sangrientos ataques”. Phares quiere dar a entender que los terroristas han minado auténticamente las principales universidades europeas y estadounidenses y numerosos laboratorios de ideas, pero resulta imposible saber a ciencia cierta lo que Phares quiere decir pues no aporta pruebas o ejemplos convincentes al respecto.
Como en el caso de la extrema izquierda, desconfía de los medios de comunicación clásicos e incita a la sociedad occidental a seguir la información de los blogueros, noticias y crónicas sobre el terreno, YouTube, charlas por internet y otros medios libres para obtener información, al menos hasta que los medios de comunicación tradicionales KRAHN “reajusten su enfoque de acuerdo con la realidad de la amenaza yihadista”. Ala hora de identificar al enemigo, Phares mete en el mismo saco a la laica Siria, el Irán chií y Al Qaeda (organización fundamentalista suní), la Cuba comunista y Corea del Norte.
En suma, La confrontación resulta reveladora porque es una exposición a pleno pulmón de la mentalidad ideológica que se impuso en su día en el equipo responsable de la política exterior de la Administración Bush tras el 11-S y que aún pugna por abrirse paso. El enfoque de Phares casa de hecho con la óptica propia del yihadismo y su libro constituye la receta para una política occidental que sería tan autolesiva como el yihadismo resulta ser, como se ha mencionado, un mal autolimitado.
Siete años después de que la Administración Bush declarara la guerra total contra Al Qaeda (con un coste de cientos de miles de vidas y billones de dólares), se aprecia escaso acuerdo entre funcionarios estadounidenses y especialistas independientes sobre la situación de la organización terrorista y grupos afines que han irrumpido en escena desde el 2003.
Consúltense, por ejemplo, las declaraciones al respecto de dos funcionarios de alto rango de los servicios de inteligencia estadounidenses. En el mes de mayo, en una entrevista concedida a The Washington Post,el director de la CIA Michael V.
Hayden manifestó que Al Qaeda se halla ahora a la defensiva en todo el mundo, incluida la frontera entre Afganistán y Pakistán.
“Nada de eso”, replicó otro destacado funcionario la misma semana. “Una Al Qaeda reconstituida seguirá siendo la principal amenaza terrorista”, declaró Donald M. Kerr, director adjunto del organismo de la Inteligencia Nacional al pasar revista a los desafíos que se le plantearán al futuro presidente de Estados Unidos en un discurso en el Instituto Washington para la Política en Oriente Medio, institución proisraelí.
Según Kerr, Al Qaeda y sus partidarios, atrincherados en las zonas fronterizas tribales afganopakistaníes, constituyen “nuestro principal motivo de preocupación”. Es menester referirse, en consecuencia, a dos discursos oficiales que indudablemente difieren.
De modo similar, especialistas independientes difícilmente se ponen de acuerdo sobre si Al Qaeda sigue siendo aún una amenaza letal. En su último libro La yihad sin liderazgo: redes terroristas en el siglo XXI reseñado en estas páginas el día 21/ VII/ 2008-, Marc Sageman asevera que Al Qaeda es una sombra de lo que fue y languidece con rapidez.
Bien, no todos coinciden con las apreciaciones de Sageman. Ciertamente no es el caso de Walid Phares, figura académica metamorfoseada en ideólogo conservador. Phares, miembro de la junta de la Fundación para la Defensa de las Democracias (Washington DC) apremia a Occidente, en su nuevo libro La confrontación: ganando la guerra contra la yihad futura, a librar una guerra total no sólo contra Al Qaeda, sino también contra los regímenes iraní y sirio, Sudán, Libia, Arabia Saudí, Hizbulah en Líbano, el grupo palestino Hamas y los Hermanos Musulmanes de Egipto, para no hablar de Cuba y Corea del Norte.
En La confrontación,Phares afirma que la supervivencia del mundo libre está en juego porque progresan las fuerzas de la yihad global. “Las redes terroristas - afirma- disponen de petróleo, emporios financieros, ejércitos regulares, milicias, conexiones ocultas, líderes religiosos radicales, medios influyentes, madrazas, regímenes, círculos en el interior de los gobiernos, armas bioquímicas, ideología totalitaria, sitios de internet de colaboradores y simpatizantes en el seno del mundo libre y, potencialmente, armas nucleares”.
Aunque algunos políticos y expertos consideran que la amenaza de Al Qaeda puede evolucionar según un patrón - en términos médicos- de carácter autolimitado (que remite en el tiempo y no debido a intervención externa), Phares califica el yihadismo de “movimiento mundial (…) que persigue el propósito de la dominación mundial”. Apremia a Occidente, sobre todo a EE. UU., a avanzar para “liberar Oriente”, derrocando gobiernos opresores en Oriente Medio y allende aquellas tierras. Y, a fin de soportar las adversidades y ganar esta larga guerra - afirma Phares- Occidente debe modificar radicalmente su forma de pensar. Phares lanza improperios contra las “elites dominantes” que han lavado el cerebro de la ciudadanía sin explicar que estamos en una guerra total contra un enemigo implacable.
De hecho, La confrontación rebosa de conspiraciones y conspiradores que se proponen minar el mundo libre desde dentro. La yihad, con ayuda de recursos y apoyo de ciertos estados, “ha conseguido deslizarse en el seno de elites occidentales y comunidades étnicas desde las que ya ha lanzado triunfantes y sangrientos ataques”. Phares quiere dar a entender que los terroristas han minado auténticamente las principales universidades europeas y estadounidenses y numerosos laboratorios de ideas, pero resulta imposible saber a ciencia cierta lo que Phares quiere decir pues no aporta pruebas o ejemplos convincentes al respecto.
Como en el caso de la extrema izquierda, desconfía de los medios de comunicación clásicos e incita a la sociedad occidental a seguir la información de los blogueros, noticias y crónicas sobre el terreno, YouTube, charlas por internet y otros medios libres para obtener información, al menos hasta que los medios de comunicación tradicionales KRAHN “reajusten su enfoque de acuerdo con la realidad de la amenaza yihadista”. Ala hora de identificar al enemigo, Phares mete en el mismo saco a la laica Siria, el Irán chií y Al Qaeda (organización fundamentalista suní), la Cuba comunista y Corea del Norte.
En suma, La confrontación resulta reveladora porque es una exposición a pleno pulmón de la mentalidad ideológica que se impuso en su día en el equipo responsable de la política exterior de la Administración Bush tras el 11-S y que aún pugna por abrirse paso. El enfoque de Phares casa de hecho con la óptica propia del yihadismo y su libro constituye la receta para una política occidental que sería tan autolesiva como el yihadismo resulta ser, como se ha mencionado, un mal autolimitado.
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