sábado, agosto 16, 2008

Hacia la berlusconización de Europa

Por Zouhir Louassini, periodista marroquí. Trabaja en la Radiotelevisión Italiana (RAI). Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia (EL PAÍS, 16/08/08):

El periodista Indro Montanelli, que era de derechas, se equivocó al pronosticar que la elección de Berlusconi sería útil. “Ese hombre es una enfermedad: sólo se cura con una vacuna. Una buena inyección de Cavaliere como primer ministro para inmunizarnos”. Sin embargo, el pueblo italiano le ha votado no dos, sino tres veces. “El pueblo” admira a este hombre. También se equivocaba Montanelli al insistir en que “los italianos no son capaces de virar hacia la derecha sin la cachiporra”, en referencia al fascismo. Esta derecha berlusconiana no necesita cachiporras, tiene las televisiones.

Si la demagogia es la degeneración de la democracia, aceptemos que la Italia berlusconiana es el reino de todas las demagogias posibles. Crisis económica, basuras en Nápoles, crimen organizado, corrupción en las más altas instancias. Pero el nuevo Gobierno italiano ha identificado de inmediato las causas de todos los males del país: los inmigrantes y los niños gitanos. Espero que las decisiones consiguientes no se tomen con el fin de enderezar Europa, como ha declarado il Cavaliere, que la ha encontrado cambiada tras sus dos años de ausencia. “Europa sin Tony Blair, Aznar, Chirac y yo mismo ha perdido personalidad y protagonismo y ha retrocedido”. Más claro imposible.

Cuando Silvio Berlusconi promete enderezar Europa, eso significa, en su diccionario, que en Italia ya se han alcanzado los objetivos propuestos. Tenía una receta para el país y la ha aplicado. Deseaba un país sin normas, sin espíritu crítico, con individuos adormecidos en una pasividad carente de significado. Y lo ha conseguido en dos decenios. Un proyecto nacido con la creación de su imperio mediático. Con el control de los medios de comunicación, le ha sido fácil obtener el consenso con el que sueñan numerosos políticos. Cuando Berlusconi habla de Europa, sus palabras se toman a la ligera. De hecho, con su lenguaje “colorido”, hace que todo parezca menos serio de lo que es. Racismo, xenofobia y machismo se convierten en opiniones, en bromas. Es la misma técnica que se utiliza desde siempre en sus medios: acostumbrar a la gente a este tipo de discursos hasta convertirlos en normales. Se trata de que no haya obstáculos. La democracia debe perder toda su fuerza. Debe enfermar. Hay que acabar con toda posibilidad de defensa, que a veces se apoya exclusivamente en el uso de un lenguaje comedido, respetuoso hacia el otro. El lenguaje que Berlusconi y su entorno llaman con desprecio “políticamente correcto”.

Por eso, cuando Berlusconi habla de enderezar Europa, hay que tomarle en serio. Se ha dado cuenta de las dificultades de adaptar Italia a las reglas del juego europeo y, en vista de ello, ha decidido adecuar Europa al modelo italiano. Adaptar la realidad a su medida. Si ha funcionado en Italia, ¿por qué no intentar “exportarlo” a toda Europa? En el fondo, es un gran empresario. Y está creando imitadores. ¿Qué creen que es Sarkozy, más que un alumno de la escuela de Berlusconi? Ése es el sueño del Cavaliere: una Europa a su imagen y semejanza.

La cuestión de la inmigración podría ser un buen ejemplo para demostrar que Europa se está volviendo cada día más berlusconiana. El berlusconismo es un modo de analizar el mundo, una auténtica filosofía. En vez de afrontar el problema con seriedad, basta con soltar unos cuantos eslóganes. Para los inmigrantes ilegales, leyes estrictas. La cárcel, por ejemplo. ¿Vamos a explicar después al pueblo el miedo que puede dar la idea de unos años en prisión a una persona que está dispuesta a morir para huir del hambre o la persecución?

Para hacer frente a la caída libre de su popularidad, Sarkozy propone la creación del búnquer europeo: blindar la Unión para dejar fuera a la inmigración indiscriminada. Una de las cuatro prioridades para los seis meses de presidencia francesa de la UE. Su “contrato de integración” es, en este sentido, una obra maestra, la apoteosis de la demagogia. Una muestra de berlusconismo de alto nivel. La idea de que alguien pueda integrarse sólo por haber firmado un contrato es producto de una imaginación que no comprende ni qué es la inmigración ni qué significa la pobreza. Hace muchos años, cuando colaboraba con la iglesia de Tánger en Marruecos, fui testigo de la cantidad de personas dispuestas a convertirse al catolicismo a cambio de un visado para entrar en España. Si la gente está dispuesta a cambiar de religión, ¿por qué no va a firmar una hoja de papel?

En situaciones extremas, las personas están dispuestas a firmar todos los contratos posibles, a aceptar infinitas humillaciones, pero es evidente que eso no va a resolver la situación de la inmigración ni las incomodidades de la población local. En un mundo globalizado, afrontar la cuestión de la inmigración con eslóganes y demagogia puede aumentar la popularidad de quien los utiliza, pero no ayuda a resolver nada.

Sólo con una visión abierta del mundo y aceptando la realidad actual podremos derrotar el verdadero mal: la pobreza. Cerrar las puertas de Europa es una fantasía, una gran mentira. Por el contrario, el berlusconismo, que está invadiendo el Viejo Continente, es una realidad consolidada; y el problema es “su capacidad de mentira casi conmovedora -como decía Montanelli-, porque el primero que se cree sus propias mentiras es él”.

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