Por Asier Alcaraz, profesor investigador en la Universidad de Missouri-Columbia (EL CORREO DIGITAL, 03/08/08):
Apunta el rector de la Universidad del País Vasco, Juan Ignacio Pérez, que si hay una carencia de especialistas en Euskadi, no será porque haya «fuga de cerebros», dado que en la promoción de 2004 tan sólo un 10% de los titulados trabajan fuera de Euskadi. Sin embargo, el editorial de EL CORREO (’Ajustar vocación y demanda’, 19-7-08) reflexiona y se pregunta lo siguiente: «Sería también un buen ejercicio conocer en profundidad las razones de ese 10% de titulados que decide desempeñar su función fuera de Euskadi. Una cifra cuantitativamente asumible pero, quizá, no cualitativamente».
En este breve artículo trato de recoger el guante. Soy natural de Santurce pero donde trabajo no llega el Bizkaibus: es la Universidad de Missouri-Columbia (EE UU). Soy profesor investigador. Mis áreas de especialización son la lingüística y la lingüística computacional. Me licencié en la Universidad de Deusto en Filología inglesa con matrícula de honor y posteriormente me doctoré en Lingüística en la University of Southern California, Los Ángeles. ¿Por qué sigo y seguiré en EE UU? (Den por hecho que me encantaría volver). La razón es bien sencilla. Las condiciones económicas, el desarrollo profesional (mérito-premio) y la movilidad laboral no se comparan con las de Euskadi o las del Estado español. Quizá no me lleguen a creer.
Diálogos anónimos
¿Qué es ser un cerebro académico? En Euskadi, sin ánimo de polemizar, no lo tengo muy claro. En Estados Unidos, por el contrario, es diáfano. Un profesional valorado en su campo es aquel que convence a otros colegas de la valía de sus investigaciones. Pero no de cualquier manera: más allá de conferencias y congresos, hay que ser capaz de hacerlo de forma anónima en medios especializados -de manera anónima tanto para el autor de la investigación como para los revisores de la misma-. Es un diálogo anónimo entre profesionales del campo. Sólo así se sabe quién es quién. ¿Y qué es estar fugado? Eso es más sencillo. No ejercer la profesión en tu tierra.
Yo soy un fugitivo porque ejerzo mi profesión fuera de Euskadi. ¿Soy un cerebro académico? Malo no debo ser. Estudié en una universidad R1 (Research-1 University, el conjunto de digamos las 60 universidades de EE UU que más dinero federal reciben para investigación) y ejerzo la profesión en una R1 también. ¿Podría trabajar en Euskadi? Vamos a ser optimistas. Digamos que con un poco de paciencia sí, ¿pero en qué condiciones?, ¿y con qué perspectivas de futuro?, ¿me convertiría en mileurista? Se preguntarán cuáles son las condiciones laborales que me atan a EE UU. Se las cuento, de eso se trata. Mis motivaciones no serán muy diferentes de las de otros como yo.
Money-Money-Money!
Sólo en mi primer año en Missouri, la Universidad ha invertido en mí cerca de 75.000 dólares, entre salario, gastos de viaje a seis conferencias, tramitación de la ‘tarjeta verde’ de residente, equipo informático y hasta el vuelo a Euskadi este verano. Tras la evaluación de méritos del primer año, mi salario sube 3.000 dólares. De aprobar las evaluaciones de méritos pertinentes, el cuarto y el séptimo año estaría liberado de enseñar. Mi carga docente es de 6 horas por semana (dos cursos). Me dedicaría a la investigación plenamente con el sueldo íntegro. Mi contrato se renueva anualmente hasta la evaluación de la titularidad de la plaza (el quinto año), siempre y cuando haga progresos puntuales que me vayan acercando al mérito de la titularidad. Si no vales, ¡estás despedido!: ‘the American way’. Como habrán adivinado ya, los méritos son acumulativos y en pocos años la vuelta a Euskadi será poco menos que absurda en el plano económico. En EE UU los méritos se reconocen, y lo alejan a uno de su tierra, lo hacen prófugo.
Endogamia o promiscuidad
Por muy buenas que sean las condiciones en mi Universidad, también lo son en muchas otras universidades, y éstas compiten por los mejores profesionales. Por ejemplo, cuando estaba acabando el doctorado, tuve tres ofertas. En EE UU, que uno empiece su carrera en una universidad, no implica que la acabe allí. Lo normal es cambiar varias veces durante la vida laboral. Comparen este mercado competitivo, casi promiscuo, con el famoso tema de la endogamia en nuestras instituciones. Los casos en que un profesional se doctora en la misma universidad estadounidense en la que va a trabajar son mínimos, constituyen normalmente un retorno tras varios años, y suelen ser personajes de gran valía. Nunca el chico del café y las fotocopias. Esa figura prácticamente no existe. ¿Y por qué no existe?, se preguntarán. ¿Es que los americanos no entienden de electricidad?
Las universidades estadounidenses compiten por fondos de investigación y estudiantes de calado. Necesitan los mejores profesionales. La decisión de contratar a una persona u otra es un proceso que dura cerca de medio año. Es una sucesión de entrevistas y visitas al campus, que desemboca en votaciones de todos los miembros titulares o con opción a titularidad, jefe del departamento y decano de la facultad. Y ese proceso sólo implica la contratación inicial. La titularidad involucra a los estamentos de la universidad a todos los niveles en varios comités. Demasiado largo de contar. El punto es que la contratación y promoción en el mundo académico de EE UU se basa en decisiones plurales y consensuadas. Las contrataciones son tan complejas que es relativamente frecuente que no haya quorum y que la búsqueda se postponga al año siguiente. Muy diferente, convendrán conmigo, del «esta vez mi estudiante y después el tuyo». De hecho, el anuncio de las vacantes tiene la máxima difusión. Suelen existir medios consensuados donde todos los departamentos de una disciplina anuncian sus vacantes, una conferencia o evento donde se hacen casi todas las entrevistas en fechas tradicionales y hasta se trata de regular qué tipo de preguntas proceden o no proceden en una entrevista académica. Y en Euskadi, ¿cómo funcionamos?
Las cuajadas de Eroski
El editorial de EL CORREO se pregunta cuál es el calibre de ese 10%. Yo no lo sé. Lo que sí sé es cómo se infravalora a los que estamos fuera: ‘pobre, no pudo encontrar trabajo aquí’. Como muestra un botón. En mi casa sólo me empezaron a tomar en serio como investigador después de haber librado ya muchas batallas internacionales, cuando dije un verano de 2005 que tenía que bajar a Elorrio para enseñarles un proyecto a la Fundación Eroski: el corpus paralelo basado en la revista ‘Consumer Eroski’, un corpus tetralingüe (castellano, euskara, catalán y gallego) que se usa aquí para muchas cosas (traducción automática basada en estadística, memorias de traducción, referencia para periodistas bilingües, incluso, como me dijo recientemente Iker Merchán, coordinador general de la revista, como referencia de primer orden para traducir la revista a euskara). En mi casa me miraron como se mira a Miguel Indurain. ‘¡Ahí va, Asier, pero si tus cuajadas favoritas de siempre son las de Eroski!’ Pues, fíjense, en todos estos años, ni me había dado cuenta.
Apunta el rector de la Universidad del País Vasco, Juan Ignacio Pérez, que si hay una carencia de especialistas en Euskadi, no será porque haya «fuga de cerebros», dado que en la promoción de 2004 tan sólo un 10% de los titulados trabajan fuera de Euskadi. Sin embargo, el editorial de EL CORREO (’Ajustar vocación y demanda’, 19-7-08) reflexiona y se pregunta lo siguiente: «Sería también un buen ejercicio conocer en profundidad las razones de ese 10% de titulados que decide desempeñar su función fuera de Euskadi. Una cifra cuantitativamente asumible pero, quizá, no cualitativamente».
En este breve artículo trato de recoger el guante. Soy natural de Santurce pero donde trabajo no llega el Bizkaibus: es la Universidad de Missouri-Columbia (EE UU). Soy profesor investigador. Mis áreas de especialización son la lingüística y la lingüística computacional. Me licencié en la Universidad de Deusto en Filología inglesa con matrícula de honor y posteriormente me doctoré en Lingüística en la University of Southern California, Los Ángeles. ¿Por qué sigo y seguiré en EE UU? (Den por hecho que me encantaría volver). La razón es bien sencilla. Las condiciones económicas, el desarrollo profesional (mérito-premio) y la movilidad laboral no se comparan con las de Euskadi o las del Estado español. Quizá no me lleguen a creer.
Diálogos anónimos
¿Qué es ser un cerebro académico? En Euskadi, sin ánimo de polemizar, no lo tengo muy claro. En Estados Unidos, por el contrario, es diáfano. Un profesional valorado en su campo es aquel que convence a otros colegas de la valía de sus investigaciones. Pero no de cualquier manera: más allá de conferencias y congresos, hay que ser capaz de hacerlo de forma anónima en medios especializados -de manera anónima tanto para el autor de la investigación como para los revisores de la misma-. Es un diálogo anónimo entre profesionales del campo. Sólo así se sabe quién es quién. ¿Y qué es estar fugado? Eso es más sencillo. No ejercer la profesión en tu tierra.
Yo soy un fugitivo porque ejerzo mi profesión fuera de Euskadi. ¿Soy un cerebro académico? Malo no debo ser. Estudié en una universidad R1 (Research-1 University, el conjunto de digamos las 60 universidades de EE UU que más dinero federal reciben para investigación) y ejerzo la profesión en una R1 también. ¿Podría trabajar en Euskadi? Vamos a ser optimistas. Digamos que con un poco de paciencia sí, ¿pero en qué condiciones?, ¿y con qué perspectivas de futuro?, ¿me convertiría en mileurista? Se preguntarán cuáles son las condiciones laborales que me atan a EE UU. Se las cuento, de eso se trata. Mis motivaciones no serán muy diferentes de las de otros como yo.
Money-Money-Money!
Sólo en mi primer año en Missouri, la Universidad ha invertido en mí cerca de 75.000 dólares, entre salario, gastos de viaje a seis conferencias, tramitación de la ‘tarjeta verde’ de residente, equipo informático y hasta el vuelo a Euskadi este verano. Tras la evaluación de méritos del primer año, mi salario sube 3.000 dólares. De aprobar las evaluaciones de méritos pertinentes, el cuarto y el séptimo año estaría liberado de enseñar. Mi carga docente es de 6 horas por semana (dos cursos). Me dedicaría a la investigación plenamente con el sueldo íntegro. Mi contrato se renueva anualmente hasta la evaluación de la titularidad de la plaza (el quinto año), siempre y cuando haga progresos puntuales que me vayan acercando al mérito de la titularidad. Si no vales, ¡estás despedido!: ‘the American way’. Como habrán adivinado ya, los méritos son acumulativos y en pocos años la vuelta a Euskadi será poco menos que absurda en el plano económico. En EE UU los méritos se reconocen, y lo alejan a uno de su tierra, lo hacen prófugo.
Endogamia o promiscuidad
Por muy buenas que sean las condiciones en mi Universidad, también lo son en muchas otras universidades, y éstas compiten por los mejores profesionales. Por ejemplo, cuando estaba acabando el doctorado, tuve tres ofertas. En EE UU, que uno empiece su carrera en una universidad, no implica que la acabe allí. Lo normal es cambiar varias veces durante la vida laboral. Comparen este mercado competitivo, casi promiscuo, con el famoso tema de la endogamia en nuestras instituciones. Los casos en que un profesional se doctora en la misma universidad estadounidense en la que va a trabajar son mínimos, constituyen normalmente un retorno tras varios años, y suelen ser personajes de gran valía. Nunca el chico del café y las fotocopias. Esa figura prácticamente no existe. ¿Y por qué no existe?, se preguntarán. ¿Es que los americanos no entienden de electricidad?
Las universidades estadounidenses compiten por fondos de investigación y estudiantes de calado. Necesitan los mejores profesionales. La decisión de contratar a una persona u otra es un proceso que dura cerca de medio año. Es una sucesión de entrevistas y visitas al campus, que desemboca en votaciones de todos los miembros titulares o con opción a titularidad, jefe del departamento y decano de la facultad. Y ese proceso sólo implica la contratación inicial. La titularidad involucra a los estamentos de la universidad a todos los niveles en varios comités. Demasiado largo de contar. El punto es que la contratación y promoción en el mundo académico de EE UU se basa en decisiones plurales y consensuadas. Las contrataciones son tan complejas que es relativamente frecuente que no haya quorum y que la búsqueda se postponga al año siguiente. Muy diferente, convendrán conmigo, del «esta vez mi estudiante y después el tuyo». De hecho, el anuncio de las vacantes tiene la máxima difusión. Suelen existir medios consensuados donde todos los departamentos de una disciplina anuncian sus vacantes, una conferencia o evento donde se hacen casi todas las entrevistas en fechas tradicionales y hasta se trata de regular qué tipo de preguntas proceden o no proceden en una entrevista académica. Y en Euskadi, ¿cómo funcionamos?
Las cuajadas de Eroski
El editorial de EL CORREO se pregunta cuál es el calibre de ese 10%. Yo no lo sé. Lo que sí sé es cómo se infravalora a los que estamos fuera: ‘pobre, no pudo encontrar trabajo aquí’. Como muestra un botón. En mi casa sólo me empezaron a tomar en serio como investigador después de haber librado ya muchas batallas internacionales, cuando dije un verano de 2005 que tenía que bajar a Elorrio para enseñarles un proyecto a la Fundación Eroski: el corpus paralelo basado en la revista ‘Consumer Eroski’, un corpus tetralingüe (castellano, euskara, catalán y gallego) que se usa aquí para muchas cosas (traducción automática basada en estadística, memorias de traducción, referencia para periodistas bilingües, incluso, como me dijo recientemente Iker Merchán, coordinador general de la revista, como referencia de primer orden para traducir la revista a euskara). En mi casa me miraron como se mira a Miguel Indurain. ‘¡Ahí va, Asier, pero si tus cuajadas favoritas de siempre son las de Eroski!’ Pues, fíjense, en todos estos años, ni me había dado cuenta.
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