Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB (LA VANGUARDIA, 14/08/08):
La madrugada del pasado jueves, las tropas de Georgia atacaron por tierra y aire Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, de forma imprevista y brutal. A las pocas horas, Rusia pasaba al contraataque con todo su potencial militar. Poco más tarde, Abjasia se sumaba a la defensa de Osetia enfrentándose a Georgia. Con facilidad, las tropas rusas pasaron a controlar la situación en Osetia, traspasaron la frontera de Georgia y acosaron Gori, la segunda ciudad del país y muy cercana a Tiflis, la capital. Ante tan contundente reacción, Georgia declaró el alto el fuego pero Rusia siguió penetrando “preventivamente” en territorio georgiano hasta que aseguró sus posiciones de retaguardia y, poco antes de recibir en Moscú a Sarkozy como presidente de la UE, también declaró el alto el fuego mediante una tregua provisional.
En plena “paz olímpica”, de entrada resultó desconcertante el inesperado ataque de Georgia contra Osetia del Sur. El viernes, horas después de desencadenarse la conflagración, Putin y Bush no sabían muy bien qué decirse en Pekín cuando coincidieron en la apoteósica ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, es muy improbable que el ataque de Georgia a Osetia del Sur fuera decidido autónomamente por el insensato presidente Saakashvili, un fiel peón de Bush en la zona. Aunque los cálculos del ataque todavía no están del todo claros, todo lleva a pensar que el propósito era tantear la capacidad de respuesta de Rusia a una provocación en el Cáucaso tras haber perdido su influencia en los Balcanes. Lo que se ha demostrado, al fin, es que la Rusia de Putin y Medvedev no es la de Yeltsin: su actual capacidad de reacción e inteligencia política en defensa de sus específicos intereses es mucho mayor. Lo más probable es que se trate, por el momento, del último error de Bush en política exterior y de la primera actuación positiva, valiente y autónoma de la Unión Europea en esta materia. Ya era hora que empezara a utilizar su real peso específico en una zona donde debe ejercer influencia.
De todas formas, más allá de la tregua, circunstancial o no, la zona del Cáucaso es potencialmente explosiva. Precisemos algunos aspectos históricos que pueden servir para comprenderlo. Los osetios son un pueblo caucásico, étnicamente distinto a los georgianos, que ha tenido tradicionalmente una buena relación con Rusia, gozando de autonomía desde los tiempos zaristas. Con la independencia de Georgia tras la desintegración de la URSS en 1991, los osetios del sur - los del norte forman parte de Rusia como provincia autónoma- quedaron como un enclave en territorio georgiano. Ello provocó un conflicto militar que acabó en un acuerdo precario mediante el cual Osetia del Sur, bajo tutela rusa, se constituía de facto como un territorio independiente de Georgia. Los abjasios, también en territorio de Georgia pero étnicamente distintos a los georgianos y de religión musulmana, quedaron en una posición similar, lo cual contribuyó a ampliar un poco más la estrecha franja de salida al mar Negro que le quedó a Rusia tras la independencia de Ucrania.
A todo ello hay que añadir que desde el 2006 transcurre por Georgia el único oleoducto de petróleo que no pasa por Rusia, proveniente de los yacimientos de la zona del mar Caspio, el norte de Iraq y los estados ex soviéticos al norte de Afganistán. Por este motivo, Georgia ha pasado a ser un enclave estratégico en el control occidental del petróleo en aquella zona. En la última cumbre de la OTAN, celebrada en abril pasado, Georgia y Ucrania fueron candidatos a formar parte de la alianza militar occidental. Por presiones de Rusia no fueron admitidas. Por otra parte, Rusia no ha forzado hasta ahora la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, dejando su situación en el incierto limbo jurídico de una independencia de facto. No obstante, el ministro de Asuntos Exteriores ruso anunció este invierno que el reconocimiento de Kosovo como Estado independiente tendría repercusiones en la situación de Osetia del Sur y otros territorios del Cáucaso. Tras los acontecimientos bélicos de estos días, algunos observadores se han preguntado: ¿por qué Kosovo sí y Osetia del Sur y Abjasia no? El precedente jurídico que suponen los diversos incumplimientos del derecho internacional en los Balcanes es un factor más del conflicto. Téngase en cuenta, además, que otros países de la zona - Daguestán, Chechenia, Ingushetia, Azerbaiyán, Alto Karabaj, Armenia- son también notorios focos de inestabilidad. En este sentido, los Balcanes son un tema menor si los comparamos con el Cáucaso.
Por tanto, los ingredientes del conflicto están servidos: etnias, religiones y nacionalismo, para excitar al pueblo; petróleo y política energética como factores económicos reales; salida al mar Negro de Rusia y límites a la zona controlada por la OTAN, como factores geoestratégicos de fondo; cercanía relativa a zonas de guerra (Afganistán e Iraq) o de conflicto (Irán y Oriente Medio), como centros de interés militar. Por tanto, jugar a la guerra en el Cáucaso es jugar con fuego. Esperemos que estos breves y trágicos días hayan servido de lección a ciertos aprendices de brujo.
La madrugada del pasado jueves, las tropas de Georgia atacaron por tierra y aire Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, de forma imprevista y brutal. A las pocas horas, Rusia pasaba al contraataque con todo su potencial militar. Poco más tarde, Abjasia se sumaba a la defensa de Osetia enfrentándose a Georgia. Con facilidad, las tropas rusas pasaron a controlar la situación en Osetia, traspasaron la frontera de Georgia y acosaron Gori, la segunda ciudad del país y muy cercana a Tiflis, la capital. Ante tan contundente reacción, Georgia declaró el alto el fuego pero Rusia siguió penetrando “preventivamente” en territorio georgiano hasta que aseguró sus posiciones de retaguardia y, poco antes de recibir en Moscú a Sarkozy como presidente de la UE, también declaró el alto el fuego mediante una tregua provisional.
En plena “paz olímpica”, de entrada resultó desconcertante el inesperado ataque de Georgia contra Osetia del Sur. El viernes, horas después de desencadenarse la conflagración, Putin y Bush no sabían muy bien qué decirse en Pekín cuando coincidieron en la apoteósica ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, es muy improbable que el ataque de Georgia a Osetia del Sur fuera decidido autónomamente por el insensato presidente Saakashvili, un fiel peón de Bush en la zona. Aunque los cálculos del ataque todavía no están del todo claros, todo lleva a pensar que el propósito era tantear la capacidad de respuesta de Rusia a una provocación en el Cáucaso tras haber perdido su influencia en los Balcanes. Lo que se ha demostrado, al fin, es que la Rusia de Putin y Medvedev no es la de Yeltsin: su actual capacidad de reacción e inteligencia política en defensa de sus específicos intereses es mucho mayor. Lo más probable es que se trate, por el momento, del último error de Bush en política exterior y de la primera actuación positiva, valiente y autónoma de la Unión Europea en esta materia. Ya era hora que empezara a utilizar su real peso específico en una zona donde debe ejercer influencia.
De todas formas, más allá de la tregua, circunstancial o no, la zona del Cáucaso es potencialmente explosiva. Precisemos algunos aspectos históricos que pueden servir para comprenderlo. Los osetios son un pueblo caucásico, étnicamente distinto a los georgianos, que ha tenido tradicionalmente una buena relación con Rusia, gozando de autonomía desde los tiempos zaristas. Con la independencia de Georgia tras la desintegración de la URSS en 1991, los osetios del sur - los del norte forman parte de Rusia como provincia autónoma- quedaron como un enclave en territorio georgiano. Ello provocó un conflicto militar que acabó en un acuerdo precario mediante el cual Osetia del Sur, bajo tutela rusa, se constituía de facto como un territorio independiente de Georgia. Los abjasios, también en territorio de Georgia pero étnicamente distintos a los georgianos y de religión musulmana, quedaron en una posición similar, lo cual contribuyó a ampliar un poco más la estrecha franja de salida al mar Negro que le quedó a Rusia tras la independencia de Ucrania.
A todo ello hay que añadir que desde el 2006 transcurre por Georgia el único oleoducto de petróleo que no pasa por Rusia, proveniente de los yacimientos de la zona del mar Caspio, el norte de Iraq y los estados ex soviéticos al norte de Afganistán. Por este motivo, Georgia ha pasado a ser un enclave estratégico en el control occidental del petróleo en aquella zona. En la última cumbre de la OTAN, celebrada en abril pasado, Georgia y Ucrania fueron candidatos a formar parte de la alianza militar occidental. Por presiones de Rusia no fueron admitidas. Por otra parte, Rusia no ha forzado hasta ahora la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, dejando su situación en el incierto limbo jurídico de una independencia de facto. No obstante, el ministro de Asuntos Exteriores ruso anunció este invierno que el reconocimiento de Kosovo como Estado independiente tendría repercusiones en la situación de Osetia del Sur y otros territorios del Cáucaso. Tras los acontecimientos bélicos de estos días, algunos observadores se han preguntado: ¿por qué Kosovo sí y Osetia del Sur y Abjasia no? El precedente jurídico que suponen los diversos incumplimientos del derecho internacional en los Balcanes es un factor más del conflicto. Téngase en cuenta, además, que otros países de la zona - Daguestán, Chechenia, Ingushetia, Azerbaiyán, Alto Karabaj, Armenia- son también notorios focos de inestabilidad. En este sentido, los Balcanes son un tema menor si los comparamos con el Cáucaso.
Por tanto, los ingredientes del conflicto están servidos: etnias, religiones y nacionalismo, para excitar al pueblo; petróleo y política energética como factores económicos reales; salida al mar Negro de Rusia y límites a la zona controlada por la OTAN, como factores geoestratégicos de fondo; cercanía relativa a zonas de guerra (Afganistán e Iraq) o de conflicto (Irán y Oriente Medio), como centros de interés militar. Por tanto, jugar a la guerra en el Cáucaso es jugar con fuego. Esperemos que estos breves y trágicos días hayan servido de lección a ciertos aprendices de brujo.
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