Por Mirjana Tomic, periodista serbia (EL PAÍS, 10/08/08):
La noticia de la detención de Radovan Karadzic recorrió al mundo despertando alegría por el triunfo de la justicia. Las informaciones sobre su cambio de identidad llenaron páginas de prensa dejando a un lado el verdadero motivo de su detención: el oportunismo político. “En los Balcanes, desde hace tiempo, el caso de Karadzic no es una cuestión de crímenes y justicia, sino de juegos políticos”, escribe el veterano periodista de Sarajevo Zlatko Dizdarevic.
El prestigioso semanario Vreme asegura que hubo más agentes de servicios de seguridad que público en una de las conferencias pronunciadas por el doctor de medicina alternativa Dragan Babic, nombre asumido por Karadzic, y que “no sabían qué hacer con él, a quién entregárselo”. Cuando tuvieron la luz verde, le detuvieron. El ministro del Interior, Ivica Dacic, antiguo portavoz de Slobodan Milosevic y actualmente miembro del Gobierno de coalición por el Partido Socialista Serbio, se desmarcó inmediatamente de la detención: “La policía no lo hizo”.
Por otro lado, el presidente de Serbia, Boris Tadic, y el ministro de Exteriores, Vuk Jeremic, han asegurado que con la detención de los criminales de guerra el país está cumpliendo con sus obligaciones internacionales. Por primera vez, Jeremic mencionó la “obligación moral”. Pero si la obligación moral fuera la guía de los políticos serbios, las detenciones no hubiesen estado justificadas por presiones internacionales, necesidades económicas y la entrada en la UE, sino por la necesidad de hacer justicia, las obligaciones con las víctimas y la asunción de responsabilidades políticas.
“Una ley no puede cambiar la actitud hacia los crímenes, se necesita educación”, sostiene Vojin Dimitrijevic, director del Centro de Belgrado para los Derechos Humanos. Actualmente, los niños en Bosnia, Serbia y Croacia aprenden lecciones diferentes sobre la historia reciente, donde la línea entre los criminales de guerra y los héroes nacionales resulta borrosa. El nuevo ministro de Educación serbio también pertenece al Partido Socialista, creado por Slobodan Milosevic. Por otro lado, el Parlamento tampoco es un foro ideal para aprender los valores cívicos. Cuando los diputados recurren a insultos étnicos o racistas, no hay sanciones.
Desde la caída de Milosevic, hace ocho años, los diferentes gobiernos de coalición en Belgrado no han querido o podido afrontar el pasado bélico. La cooperación con el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), el acercamiento a la UE y la política hacia Kosovo han sido los temas que han dominado las campañas electorales y dividido a la opinión pública. Las coaliciones carecían de proyectos comunes respecto a los criminales de guerra y al crimen organizado, íntimamente entrelazados. “Los partidos peleaban entre sí, unos protegían a un grupo, otros a otro. Así entramos en sus redes… Se trata de gente con mucho dinero. La mayoría de los acusados por crímenes de guerra son gente muy rica”, dijo, en 2003, el entonces viceprimer ministro, Nebojsa Covic, tras el asesinato del primer ministro Zoran Djindjic.
Así, una parte del Gobierno detenía a los criminales de guerra, mientras que otra les protegía y/u obstaculizaba su búsqueda y captura. Los partidos se repartían ministerios (y servicios de seguridad) y nadie se metía con nadie. Todos ostentaban el poder. Los ministerios de Defensa e Interior eran siempre los más solicitados. Estos arreglos impedían que las instituciones del Estado funcionasen siguiendo una política común. ¿Funcionan hoy las instituciones? ¿Hay consenso político en el Gobierno? Es difícil hablar de un proyecto político común cuando el ministro del Interior se desmarca de la detención de Karadzic y la presidenta del Parlamento, del mismo partido, dice estar “muy triste”. Parece que no sienten esa obligación moral, esgrimida por el ministro de Exteriores. Además, si no fuese por esta coalición de otrora enemigos, que apoya la UE, los ultranacionalistas estarían en el poder.
Los políticos europeos parecen convencidos de que Belgrado está cumpliendo con los requisitos para acercarse a la UE. Se espera la detención de Ratko Mladic para que Serbia entre en la sala de espera del club europeo.
Sin embargo, sigue pendiente una solución duradera para Kosovo. La UE sostiene que el reconocimiento de su independencia por parte de Serbia no es una condición para comenzar las negociaciones con Bruselas. De hecho, algunos países de la UE tampoco la reconocen. Mientras, Belgrado espera el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia acerca de la legalidad de la proclamación de la independencia. Cualquiera que sea el veredicto, es dudoso que EE UU y otros países se retracten del reconocimiento. Las consecuencias de este limbo son tanto prácticas como políticas. Por ejemplo, Kosovo acaba de imprimir su pasaporte. ¿Será aceptado por España, que no ha reconocido al nuevo país? Políticamente, las relaciones con Bruselas podrían tensarse si Belgrado continúa con su ofensiva contra la independencia, pero si no lo hace, la frágil coalición puede sucumbir a las presiones nacionalistas. Los Balcanes seguirán presentando un desafío a la política europea.
En cuanto a todos los criminales de guerra, hay que alegrarse por las detenciones pero los motivos de las detenciones son tan importantes como la detención misma. La herencia política de los criminales de guerra balcánicos perdura.
La noticia de la detención de Radovan Karadzic recorrió al mundo despertando alegría por el triunfo de la justicia. Las informaciones sobre su cambio de identidad llenaron páginas de prensa dejando a un lado el verdadero motivo de su detención: el oportunismo político. “En los Balcanes, desde hace tiempo, el caso de Karadzic no es una cuestión de crímenes y justicia, sino de juegos políticos”, escribe el veterano periodista de Sarajevo Zlatko Dizdarevic.
El prestigioso semanario Vreme asegura que hubo más agentes de servicios de seguridad que público en una de las conferencias pronunciadas por el doctor de medicina alternativa Dragan Babic, nombre asumido por Karadzic, y que “no sabían qué hacer con él, a quién entregárselo”. Cuando tuvieron la luz verde, le detuvieron. El ministro del Interior, Ivica Dacic, antiguo portavoz de Slobodan Milosevic y actualmente miembro del Gobierno de coalición por el Partido Socialista Serbio, se desmarcó inmediatamente de la detención: “La policía no lo hizo”.
Por otro lado, el presidente de Serbia, Boris Tadic, y el ministro de Exteriores, Vuk Jeremic, han asegurado que con la detención de los criminales de guerra el país está cumpliendo con sus obligaciones internacionales. Por primera vez, Jeremic mencionó la “obligación moral”. Pero si la obligación moral fuera la guía de los políticos serbios, las detenciones no hubiesen estado justificadas por presiones internacionales, necesidades económicas y la entrada en la UE, sino por la necesidad de hacer justicia, las obligaciones con las víctimas y la asunción de responsabilidades políticas.
“Una ley no puede cambiar la actitud hacia los crímenes, se necesita educación”, sostiene Vojin Dimitrijevic, director del Centro de Belgrado para los Derechos Humanos. Actualmente, los niños en Bosnia, Serbia y Croacia aprenden lecciones diferentes sobre la historia reciente, donde la línea entre los criminales de guerra y los héroes nacionales resulta borrosa. El nuevo ministro de Educación serbio también pertenece al Partido Socialista, creado por Slobodan Milosevic. Por otro lado, el Parlamento tampoco es un foro ideal para aprender los valores cívicos. Cuando los diputados recurren a insultos étnicos o racistas, no hay sanciones.
Desde la caída de Milosevic, hace ocho años, los diferentes gobiernos de coalición en Belgrado no han querido o podido afrontar el pasado bélico. La cooperación con el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), el acercamiento a la UE y la política hacia Kosovo han sido los temas que han dominado las campañas electorales y dividido a la opinión pública. Las coaliciones carecían de proyectos comunes respecto a los criminales de guerra y al crimen organizado, íntimamente entrelazados. “Los partidos peleaban entre sí, unos protegían a un grupo, otros a otro. Así entramos en sus redes… Se trata de gente con mucho dinero. La mayoría de los acusados por crímenes de guerra son gente muy rica”, dijo, en 2003, el entonces viceprimer ministro, Nebojsa Covic, tras el asesinato del primer ministro Zoran Djindjic.
Así, una parte del Gobierno detenía a los criminales de guerra, mientras que otra les protegía y/u obstaculizaba su búsqueda y captura. Los partidos se repartían ministerios (y servicios de seguridad) y nadie se metía con nadie. Todos ostentaban el poder. Los ministerios de Defensa e Interior eran siempre los más solicitados. Estos arreglos impedían que las instituciones del Estado funcionasen siguiendo una política común. ¿Funcionan hoy las instituciones? ¿Hay consenso político en el Gobierno? Es difícil hablar de un proyecto político común cuando el ministro del Interior se desmarca de la detención de Karadzic y la presidenta del Parlamento, del mismo partido, dice estar “muy triste”. Parece que no sienten esa obligación moral, esgrimida por el ministro de Exteriores. Además, si no fuese por esta coalición de otrora enemigos, que apoya la UE, los ultranacionalistas estarían en el poder.
Los políticos europeos parecen convencidos de que Belgrado está cumpliendo con los requisitos para acercarse a la UE. Se espera la detención de Ratko Mladic para que Serbia entre en la sala de espera del club europeo.
Sin embargo, sigue pendiente una solución duradera para Kosovo. La UE sostiene que el reconocimiento de su independencia por parte de Serbia no es una condición para comenzar las negociaciones con Bruselas. De hecho, algunos países de la UE tampoco la reconocen. Mientras, Belgrado espera el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia acerca de la legalidad de la proclamación de la independencia. Cualquiera que sea el veredicto, es dudoso que EE UU y otros países se retracten del reconocimiento. Las consecuencias de este limbo son tanto prácticas como políticas. Por ejemplo, Kosovo acaba de imprimir su pasaporte. ¿Será aceptado por España, que no ha reconocido al nuevo país? Políticamente, las relaciones con Bruselas podrían tensarse si Belgrado continúa con su ofensiva contra la independencia, pero si no lo hace, la frágil coalición puede sucumbir a las presiones nacionalistas. Los Balcanes seguirán presentando un desafío a la política europea.
En cuanto a todos los criminales de guerra, hay que alegrarse por las detenciones pero los motivos de las detenciones son tan importantes como la detención misma. La herencia política de los criminales de guerra balcánicos perdura.
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