Por Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas(IRIS) de París (LA VANGUARDIA, 06/01/09):
Las operaciones militares aéreas lanzadas por Israel contra Hamas en la franja de Gaza han causado ya - una vez iniciada la operación terrestre-cientos de muertos y un número impresionante de heridos del lado palestino. El balance, el más sangriento en un día desde 1967, no podrá más que agravarse. Es ya el momento de hacer un primer balance.
¿Qué espera Israel? Oficialmente, el final del lanzamiento de cohetes sobre su territorio desde Gaza. Este objetivo se hubiera podido haber alcanzado perfectamente levantando el bloqueo sobre Gaza, condición que Hamas ponía para el mantenimiento del alto el fuego. Tel Aviv no ha querido realizar este gesto que hubiera supuesto una victoria para Hamas. Porque, y esto nunca se ha ocultado, Israel desea la derrota o el desmantelamiento de Hamas, movimiento al que había favorecido hace unos veinte años para contrarrestar la influencia de los laicos de la OLP. Algunos observadores, incluidos los israelíes, han invocado un tercer objetivo: Israel desea restaurar su capacidad de disuasión puesta en entredicho por el semifracaso de la guerra de Líbano.
¿Son alcanzables estos objetivos? ¿No existe el riesgo para Israel de aparecer - como pasó en el 2006-como vencido si no consigue la victoria total? ¿Y una victoria total es posible? Como en el 2006, ¿no dará Israel la imagen de querer aplastar una nuez con un martillo pilón y hacer un uso excesivo de la fuerza, aunque sea por una causa inicialmente comprensible? Y, por último, ¿no reforzará a aquellos a los que pretende debilitar?
Es verdad que el lanzamiento de cohetes sobre Israel por Hamas es militar y políticamente patético. Causan daños materiales y pérdidas humanas pero en ningún caso tienen la capacidad de hacer doblegar a Israel. El objetivo de Hamas no es el de invertir una relación de fuerza desfavorable a los palestinos. Estos lanzamientos de cohetes sólo sirven para radicalizar a la opinión israelí y debilitar el campo de la paz. ¿Es este el objetivo de Hamas? Si lo es, la ofensiva israelí puede parecer haber caído de cuatro patas en la trampa del adversario.
Para evitar esta trampa sería necesario vencer a Hamas. Ello podría suceder con una petición de alto el fuego de Hamas. Algo que difícilmente el movimiento islamista hará sin obtener algo a cambio, si no quiere perder toda credibilidad pues sería admitir públicamente que su estrategia era suicida. Israel puede esperar destruir a Hamas como movimiento. Pero esta esperanza consiste en tomar su propia propaganda como una realidad. Israel presenta a Hamas como un movimiento terrorista. Estados Unidos y Europa se suman a esta visión. Pero Hamas no es Al Qaeda. Sus raíces populares son profundas, es a la vez un movimiento armado y una organización de masas. Como Hizbulah, al que la guerra del 2006 no debilitó, sino todo lo contrario.
En el 2008, como en el 2006, Israel esperaba que las poblaciones que sufren los bombardeos se volvieran contra quienes han sido los desencadenantes (Hizbulah por el secuestro de los soldados israelíes, Hamas por el lanzamiento de cohetes) y no contra los que bombardean. Eso no pasó en el 2006 y es poco probable que pase ahora.
En Palestina, como en cualquier otro lugar, un pueblo que se siente atacado tiene como primera reflexión reagruparse alrededor de sus líderes. Israel dice querer eliminar a Hamas para favorecer a los palestinos moderados. El problema es que la mejor ayuda que aportar a Mahmud Abas debería haber sido darle argumentos para convencer a su pueblo de que la vía estratégica que ha elegido - la negociación, la condena del terrorismo, la paz con Israel-era la buena. Cuando sucedió a Arafat en enero del 2005, Israel no aprovechó la ocasión para abrir con él negociaciones o proceder, de modo negociado, a la retirada de Gaza.
Yossi Beilin había advertido de que si no se reforzaba a Abas con auténticas negociaciones, Hamas saldría vencedor de las elecciones en enero del 2006, como sucedió. Tras las esperanzas (para quienes miran el mundo con las gafas de Elton John) de la conferencia de Annapolis, no ha habido ningún progreso tangible en ningún punto sensible. En definitiva, Mahmud Abas ha sido deslegitimado por la acción conjunta de Hamas y de Israel.
Al mismo tiempo, Israel ha colocado en situación embarazosa a uno de los pocos países árabes con quien hizo la paz, pues Egipto aparece como cómplice indirecto del bloqueo de Gaza y los adversarios islamistas de Mubarak se disponen a capitalizar esta situación.
¿Cuáles son los riesgos para Israel? A corto plazo son inexistentes. La capacidad militar de réplica de los palestinos es casi nula, los países árabes se mantienen prudentemente a distancia, los países occidentales, para bien o para mal, emiten condenas que son puramente platónicas. Pero Israel se equivocará si piensa que la columna “riesgos” es casi inexistente comparada con la columna “ventajas”. Eso sólo es así a corto plazo. Una vez puesta en marcha la operación militar terrestre que, debido a la realidad demográfica de Gaza tendrá unos efectos humanitariamente terribles, el desgaste para Israel es ya enorme.
Los árabes moderados, los que quieren negociar sinceramente con Israel, están debilitados. Las opiniones árabes que cuentan, incluso en países no democráticos, quedan en nada ante las imágenes que llegan. Imágenes que incluso son más horribles que las que han mostrado los medios occidentales. Estos últimos, normalmente muy prudentes cuando se trata de abordar el conflicto palestino-israelí, se inclinan esta vez - antes de que el número de víctimas aumente-a condenar a Israel. Los gobiernos europeos que piden contención a Hamas y a Israel, y Estados Unidos que reserva sus críticas para Hamas, se han quedado solos no sólo respecto de sus opiniones públicas sino también de los medios informativos.
La imagen de Israel sufrirá un nuevo golpe terrible cuando todavía están vivos los daños de la guerra de Líbano. Y eso cuando no estamos más que al comienzo del conflicto. Y como no sabemos si la operación será un éxito militar y político, Israel se arriesga a la vez a ser odiado y a no ser ya temido. Sin duda el riesgo para Israel es sufrir en Gaza el resultado ampliado de la guerra de Líbano.
Una última palabra. A menudo se ha puesto en perspectiva la concomitancia de esta guerra con la tregua de Navidad. Es pertinente y debería hacer reflexionar más: esta guerra empezó en el momento en que Samuel Huntington, el teórico del choque de las civilizaciones, moría, y puede que sirva para contribuir a su triunfo póstumo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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