Por Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio del Sarah Lawrence College. Autor de El viaje del yihadista. Dentro de la militancia musulmana, Ed. Libros de Vanguardia. Traducción: José María Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 22/05/08):
Aprincipios de mayo, Hizbulah (el Partido de Dios) hizo lo inconcebible al apuntar sus armas contra sus oponentes internos en Líbano, a los que batió en retirada. Los chiíes, haciendo alarde de su capacidad militar, han demostrado ser la fuerza más poderosa en ese país, más que el propio Estado.
Pero la victoria de Hizbulah podría revelarse, en último extremo, contraproducente. Hizbulah enterró al principio una manera de pensar de la Administración Bush y sus aliados en la región, caracterizada por la propensión a hacerse ilusiones (con efectos devastadores), pues juzgaron que podrían aislar a la poderosa organización chií. La misma Administración, además, infravaloró la legitimidad y atractivo popular de Hizbulah entre la población libanesa e incluso entre el mundo árabe suní. Aunque pocos dudaban de la capacidad militar de Hizbulah, muchos pensaron que esta organización se limitaría a emplear su arsenal para defender al país contra Israel. Desde el término de la guerra civil de Líbano en 1991, se había interpretado que Hizbulah no apuntaría contra las fuerzas rivales prooccidentales en casa. Los dirigentes de Hizbulah habían recalcado que no querían dar al traste con el frágil equilibrio confesional ni implantar un régimen islámico al estilo iraní. Pero un estudiante de Periodismo de la Universidad Libanesa de Beirut, simpatizante de Hizbulah, me ha confesado: “El recurso de Hizbulah a la fuerza contra sus oponentes progubernamentales nos ha decepcionado enormemente, a mí y a otros estudiantes”. Mi prima Mariana, uno de los muchos cristianos libaneses que solían defender en público a Hizbulah, me ha llamado para decirme que ha dejado de confiar en la resistencia.”Hizbulah - me ha dicho- nos ha apuñalado por la espalda. Nasralah (líder del partido) es otro señor de la guerra libanés”.
Algunos de los partidarios más leales de Hizbulah criticaron la decisión de esta organización de emplear la fuerza contra la coalición gobernante proestadounidense en Líbano, y advirtieron que empantanarse en el cenagal político libanés desacredita y deslegitima a la resistencia.”Al volver sus armas contra el pueblo - ha dicho un comentarista egipcio- Hizbulah descubre su verdadero rostro e intenciones agresivas. Hizbulah ha abandonado sus elevadas exigencias morales y su mito ha quedado hecho trizas”. En una entrevista a la cadena Al Yazira, el líder del Grupo Islámico de Líbano - principal organización suní, cuyos vínculos con Hizbulah datan de los años ochenta- dijo que las acciones de Hizbulah le distanciaban de la opinión pública suní y le convertían en una milicia sectaria. “Hizbulah - añadió Faisal Malawi, elemento de la línea dura en los años setenta- está en guerra con el resto de la población de Líbano e intenta imponer sus puntos de vista. La unidad suní-chií ha recibido un golpe mortal”.
El control transitorio de Hizbulah sobre el Beirut occidental suní, capital de Líbano y hogar de la comunidad rival suní, ha echado leña al fuego de un incendio sectario de mayores proporciones en la región, testigo de una lucha a brazo partido entre suníes y chiíes azuzada por la guerra en Iraq y la creciente influencia de Irán. Aunque la crisis de Líbano es fundamentalmente política, la lucha de poder sobre los recursos y la política exterior ha adquirido recientemente connotaciones sectarias. Los dirigentes de Hizbulah se han esforzado por minimizar el carácter de la crisis asociado a las distintas comunidades, pero sus enemigos internos y externos los han acusado de ser un instrumento del gobierno iraní chií.
La Administración Bush ha afirmado que Hizbulah no habría actuado tan descaradamente sin contar con algún tipo de luz verde por parte de Irán. Los regímenes árabes de orientación suní favorables a Estados Unidos como Arabia saudí, Egipto y Jordania han atacado a Hizbulah por estar al servicio de los designios imperialistas iraníes en la región.
El Grupo Islámico de Egipto ha acusado a Hizbulah de engañar a los suníes enmascarando su auténtica agenda iraní bajo la etiqueta de la resistencia armada contra Israel: “La ocupación de Beirut a cargo de Hizbulah constituye el primer paso de una operación para dominar Líbano convirtiéndolo en un Estado chií”.
Después de que Hizbulah resistiera una guerra de 33 días con Israel en julio del 2006, su popularidad se disparó en todo el mundo musulmán. En todos los rincones de la región que he tenido ocasión de visitar, las posturas y eslóganes de Nasralah eran bien visibles en paredes y fachadas de diversos edificios públicos, automóviles, etcétera. Según los sondeos de opinión, el jefe de Hizbulah, Sayyid Hasan Nasralah, ocupa el primer lugar de la lista de los líderes musulmanes más apreciados y admirados. Durante el Ramadán, el mes santo de ayuno y reflexión espiritual, los vendedores llamaron Nasralah a sus dátiles mejores y más caros.
El talante árabe parece haber variado con relación a Hizbulah. Los suníes juzgan crecientemente a la organización chií en términos comunitarios o de tendencia, como un brazo de la política exterior iraní.
Hizbulah (en mayor medida de lo que hubieran podido dañarle sus propios enemigos) ha minado inconscientemente su propia causa como movimiento de resistencia nacionalista. Ha caído en la trampa de la política libanesa confesional.
Hizbulah podría haber ganado una batalla contra sus oponentes internos pero ha perdido frente a la opinión pública árabe y musulmana actual. Al descubierto en Líbano y en la región, afrontaría mayores dificultades en caso de dirigirse contra Israel.
En espera de las secuelas políticas de todo ello, los dirigentes de Hizbulah han subrayado que su campaña militar era de alcance limitado y en reacción a dos decisiones gubernamentales contra las telecomunicaciones del partido y del jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut. Pero de la noche a la mañana acusaron a la Administración Bush y sus aliados de azuzar al Gobierno libanés contra su infraestructura: una declaración de guerra.
Hizbulah ha actuado con celeridad para mitigar las tensiones entre suníes y chiíes y sacar provecho político de su éxito militar: “Queremos un acuerdo político - ha dicho Naim Kasem- que no resulte en vencedores y vencidos”. Después de que el Gobierno abrogara ambas medidas, el partido retiró a sus milicianos de Beirut oeste, finalizó su campaña de desobediencia civil y accedió a participar en un diálogo nacional con mediación de la Liga Árabe en Doha, Qatar.
Líbano ha estado en punto muerto, políticamente, desde hace más de un año y sin presidente desde noviembre del 2007, en parte por la incapacidad de las comunidades enfrentadas para comprometer a Hizbulah y a la comunidad chií en el empeño de un nuevo pacto social y en la democratización de las instituiciones.
Hizbulah sabe que sus rivales se sienten humillados y vencidos y se hallan en precaria situación; sin embargo, cometería un grave error si juzgara que puede dictar un acuerdo en calidad de vencedor.
El futuro de cualquier gobierno dependerá de si Hizbulah se aviene a realizar la transición de una organización paramilitar en un partido político hecho y derecho con los compromisos que entraña tal actitud.
Los recientes acontecimientos no resultan prometedores al respecto.
Aprincipios de mayo, Hizbulah (el Partido de Dios) hizo lo inconcebible al apuntar sus armas contra sus oponentes internos en Líbano, a los que batió en retirada. Los chiíes, haciendo alarde de su capacidad militar, han demostrado ser la fuerza más poderosa en ese país, más que el propio Estado.
Pero la victoria de Hizbulah podría revelarse, en último extremo, contraproducente. Hizbulah enterró al principio una manera de pensar de la Administración Bush y sus aliados en la región, caracterizada por la propensión a hacerse ilusiones (con efectos devastadores), pues juzgaron que podrían aislar a la poderosa organización chií. La misma Administración, además, infravaloró la legitimidad y atractivo popular de Hizbulah entre la población libanesa e incluso entre el mundo árabe suní. Aunque pocos dudaban de la capacidad militar de Hizbulah, muchos pensaron que esta organización se limitaría a emplear su arsenal para defender al país contra Israel. Desde el término de la guerra civil de Líbano en 1991, se había interpretado que Hizbulah no apuntaría contra las fuerzas rivales prooccidentales en casa. Los dirigentes de Hizbulah habían recalcado que no querían dar al traste con el frágil equilibrio confesional ni implantar un régimen islámico al estilo iraní. Pero un estudiante de Periodismo de la Universidad Libanesa de Beirut, simpatizante de Hizbulah, me ha confesado: “El recurso de Hizbulah a la fuerza contra sus oponentes progubernamentales nos ha decepcionado enormemente, a mí y a otros estudiantes”. Mi prima Mariana, uno de los muchos cristianos libaneses que solían defender en público a Hizbulah, me ha llamado para decirme que ha dejado de confiar en la resistencia.”Hizbulah - me ha dicho- nos ha apuñalado por la espalda. Nasralah (líder del partido) es otro señor de la guerra libanés”.
Algunos de los partidarios más leales de Hizbulah criticaron la decisión de esta organización de emplear la fuerza contra la coalición gobernante proestadounidense en Líbano, y advirtieron que empantanarse en el cenagal político libanés desacredita y deslegitima a la resistencia.”Al volver sus armas contra el pueblo - ha dicho un comentarista egipcio- Hizbulah descubre su verdadero rostro e intenciones agresivas. Hizbulah ha abandonado sus elevadas exigencias morales y su mito ha quedado hecho trizas”. En una entrevista a la cadena Al Yazira, el líder del Grupo Islámico de Líbano - principal organización suní, cuyos vínculos con Hizbulah datan de los años ochenta- dijo que las acciones de Hizbulah le distanciaban de la opinión pública suní y le convertían en una milicia sectaria. “Hizbulah - añadió Faisal Malawi, elemento de la línea dura en los años setenta- está en guerra con el resto de la población de Líbano e intenta imponer sus puntos de vista. La unidad suní-chií ha recibido un golpe mortal”.
El control transitorio de Hizbulah sobre el Beirut occidental suní, capital de Líbano y hogar de la comunidad rival suní, ha echado leña al fuego de un incendio sectario de mayores proporciones en la región, testigo de una lucha a brazo partido entre suníes y chiíes azuzada por la guerra en Iraq y la creciente influencia de Irán. Aunque la crisis de Líbano es fundamentalmente política, la lucha de poder sobre los recursos y la política exterior ha adquirido recientemente connotaciones sectarias. Los dirigentes de Hizbulah se han esforzado por minimizar el carácter de la crisis asociado a las distintas comunidades, pero sus enemigos internos y externos los han acusado de ser un instrumento del gobierno iraní chií.
La Administración Bush ha afirmado que Hizbulah no habría actuado tan descaradamente sin contar con algún tipo de luz verde por parte de Irán. Los regímenes árabes de orientación suní favorables a Estados Unidos como Arabia saudí, Egipto y Jordania han atacado a Hizbulah por estar al servicio de los designios imperialistas iraníes en la región.
El Grupo Islámico de Egipto ha acusado a Hizbulah de engañar a los suníes enmascarando su auténtica agenda iraní bajo la etiqueta de la resistencia armada contra Israel: “La ocupación de Beirut a cargo de Hizbulah constituye el primer paso de una operación para dominar Líbano convirtiéndolo en un Estado chií”.
Después de que Hizbulah resistiera una guerra de 33 días con Israel en julio del 2006, su popularidad se disparó en todo el mundo musulmán. En todos los rincones de la región que he tenido ocasión de visitar, las posturas y eslóganes de Nasralah eran bien visibles en paredes y fachadas de diversos edificios públicos, automóviles, etcétera. Según los sondeos de opinión, el jefe de Hizbulah, Sayyid Hasan Nasralah, ocupa el primer lugar de la lista de los líderes musulmanes más apreciados y admirados. Durante el Ramadán, el mes santo de ayuno y reflexión espiritual, los vendedores llamaron Nasralah a sus dátiles mejores y más caros.
El talante árabe parece haber variado con relación a Hizbulah. Los suníes juzgan crecientemente a la organización chií en términos comunitarios o de tendencia, como un brazo de la política exterior iraní.
Hizbulah (en mayor medida de lo que hubieran podido dañarle sus propios enemigos) ha minado inconscientemente su propia causa como movimiento de resistencia nacionalista. Ha caído en la trampa de la política libanesa confesional.
Hizbulah podría haber ganado una batalla contra sus oponentes internos pero ha perdido frente a la opinión pública árabe y musulmana actual. Al descubierto en Líbano y en la región, afrontaría mayores dificultades en caso de dirigirse contra Israel.
En espera de las secuelas políticas de todo ello, los dirigentes de Hizbulah han subrayado que su campaña militar era de alcance limitado y en reacción a dos decisiones gubernamentales contra las telecomunicaciones del partido y del jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut. Pero de la noche a la mañana acusaron a la Administración Bush y sus aliados de azuzar al Gobierno libanés contra su infraestructura: una declaración de guerra.
Hizbulah ha actuado con celeridad para mitigar las tensiones entre suníes y chiíes y sacar provecho político de su éxito militar: “Queremos un acuerdo político - ha dicho Naim Kasem- que no resulte en vencedores y vencidos”. Después de que el Gobierno abrogara ambas medidas, el partido retiró a sus milicianos de Beirut oeste, finalizó su campaña de desobediencia civil y accedió a participar en un diálogo nacional con mediación de la Liga Árabe en Doha, Qatar.
Líbano ha estado en punto muerto, políticamente, desde hace más de un año y sin presidente desde noviembre del 2007, en parte por la incapacidad de las comunidades enfrentadas para comprometer a Hizbulah y a la comunidad chií en el empeño de un nuevo pacto social y en la democratización de las instituiciones.
Hizbulah sabe que sus rivales se sienten humillados y vencidos y se hallan en precaria situación; sin embargo, cometería un grave error si juzgara que puede dictar un acuerdo en calidad de vencedor.
El futuro de cualquier gobierno dependerá de si Hizbulah se aviene a realizar la transición de una organización paramilitar en un partido político hecho y derecho con los compromisos que entraña tal actitud.
Los recientes acontecimientos no resultan prometedores al respecto.
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