Por Tahar Ben Jelloum, escritor, premio Goncourt 1987 (LA VANGUARDIA, 21/05/08):
Siempre me he negado a adherirme a la paranoia de algunos musulmanes persuadidos de que el Occidente judeocristiano ha desencadenado una guerra contra el islam a largo plazo. Habría que hablar, por tanto, de guerra, complot, sabotaje y obstáculos interpuestos en la senda de expansión de esta religión… Tal perspectiva, muy extendida en los ambientes islamistas y difundida a través de los canales vía satélite del Golfo, no se sostiene. En esta misma línea, desde la publicación de Versículos satánicos de Salman Rushdie hasta la película holandesa Fitna,pasando por las viñetas sobre Mahoma en un medio de comunicación danés, todo se interpreta en clave de maquinación para destruir la “morada del islam”. En realidad, las cosas son más sencillas. En mi modesta opinión, no existe consenso mundial alguno para perjudicar al islam. Existen, simplemente, opiniones diversas y contradictorias que se manifiestan en el marco de la libertad de expresión en los países europeos.
Dar crédito e incluso alentar tal paranoia sólo impedirá o coartará la reflexión, la indagación científica y el esfuerzo por entablar debates diáfanos y transparentes. Pero el fanatismo es ante todo el rechazo del diálogo; es una forma de totalitarismo que imposibilita el intercambio de ideas.
Y, no obstante, existe en Occidente un sentimiento de rechazo del islam y de los musulmanes. Desde el 11-S, tal sentimiento se ha convertido en una ideología. La publicación en Francia de un ensayo del historiador Sylvain Gouguenheim, profesor de la Escuela Normal Superior de Lyon y medievalista, Aristóteles en el Mont Saint-Michel. Las raíces griegas de la Europa cristiana (Éditions du Seuil, 2008) ha desencadenado una polémica interesante y de buen nivel. Muchos se han indignado por el hecho de que una reseña de media página de Le Monde Livres haya acogido positivamente la valentía de este historiador al poner fin a una leyenda.
¿Qué dice Gouguenheim? En síntesis, afirma que el papel del islam en la transmisión del saber grecolatino en Occidente constituiría un mito. Dice que Occidente no debe el descubrimiento y transmisión de la filosofía griega a los árabes musulmanes, sino a los cristianos de Oriente. Añade que el pensamiento arabomusulmán, incapaz de un pensamiento guiado por la racionalidad, se hallaba bloqueado por la presión y fuerza del Corán. Minimiza e incluso desprecia la importancia de la producción cultural y erudita de los arabomusulmanes entre los siglos IX y XIII. Concluye su libro yendo más allá que Samuel Huntington, que lanzó el llamado “choque de civilizaciones”, afirmando que existe una imposibilidad de encuentro entre el Occidente cristiano y el islam. En consecuencia, cierra todas las puertas y blande a su modo la bandera de la supremacía occidental como en tiempos de la conquista colonial. Detrás de todo ello hay una ideología que responde al fanatismo de los islamistas con otro fanatismo también radical. No obedece a la casualidad que un sitio de extrema derecha, Occidentalis (conocido por su odio al islam y a los musulmanes) haya difundido en internet extractos de esta obra nueve meses antes de su llegada a las librerías. El sitio contiene un apartado titulado “islamovigilancia”, que es una máquina de guerra contra el mundo musulmán. Tampoco es una casualidad que Le Figaro Littéraire haya elogiado esta obra felicitando al autor y recordando que se suma al discurso de Benedicto XVI sobre el islam. Frente a esta negación histórica, los medievalistas serios han respondido a Sylvain Gouguenheim; algunos, como el filósofo Alain de Libera, han expresado algún comentario irónico. Julián Loiseau y el español Gabriel Martínez-Gros han demostrado la escasa consistencia de sus tesis.
Internet ha sido también el foro de virulentos debates. La crónica de Pierre Assouline en su blog ha suscitado más de 400 comentarios. Todos afirman que no se puede entender a Aristóteles sin su comentarista Averroes; añaden: ¿qué sería hoy de Occidente sin Córdoba y su aportación a la cultura universal? Todos reconocen la aportación de Jacques de Venise y de los monjes de la abadía de Saint-Michel en este empeño de transmisión. Nadie dice que Europa deba todo al islam.
En resumidas cuentas, este asunto revela que al islam no se le exime ni dispensa de nada. Tras las amalgamas entre esta religión y el terrorismo, tras la manipulación del islam por parte de políticos sin escrúpulos, tras los efectos del “choque de civilizaciones” sobre la fantasía de tantas mentes, henos aquí ante un intento de negación y falsificación cuyo testigo en internet recogen las páginas web conocidas por su islamofobia.
Mientras tanto, es preferible leer el libro de Joan Vernet Lo que Europa debe al islam de España (El Acantilado, 1999), publicado como La Cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente,Ariel, 1978 y bajo el título Ce que la culture doit aux Arabes d´Espagne por la editorial francesa Actes Sud, Sindbad, 2000, de seriedad indiscutible. Al menos, en esta obra constan sólo los hechos. Sólo contiene historia sin el menor indicio de ideología.
Siempre me he negado a adherirme a la paranoia de algunos musulmanes persuadidos de que el Occidente judeocristiano ha desencadenado una guerra contra el islam a largo plazo. Habría que hablar, por tanto, de guerra, complot, sabotaje y obstáculos interpuestos en la senda de expansión de esta religión… Tal perspectiva, muy extendida en los ambientes islamistas y difundida a través de los canales vía satélite del Golfo, no se sostiene. En esta misma línea, desde la publicación de Versículos satánicos de Salman Rushdie hasta la película holandesa Fitna,pasando por las viñetas sobre Mahoma en un medio de comunicación danés, todo se interpreta en clave de maquinación para destruir la “morada del islam”. En realidad, las cosas son más sencillas. En mi modesta opinión, no existe consenso mundial alguno para perjudicar al islam. Existen, simplemente, opiniones diversas y contradictorias que se manifiestan en el marco de la libertad de expresión en los países europeos.
Dar crédito e incluso alentar tal paranoia sólo impedirá o coartará la reflexión, la indagación científica y el esfuerzo por entablar debates diáfanos y transparentes. Pero el fanatismo es ante todo el rechazo del diálogo; es una forma de totalitarismo que imposibilita el intercambio de ideas.
Y, no obstante, existe en Occidente un sentimiento de rechazo del islam y de los musulmanes. Desde el 11-S, tal sentimiento se ha convertido en una ideología. La publicación en Francia de un ensayo del historiador Sylvain Gouguenheim, profesor de la Escuela Normal Superior de Lyon y medievalista, Aristóteles en el Mont Saint-Michel. Las raíces griegas de la Europa cristiana (Éditions du Seuil, 2008) ha desencadenado una polémica interesante y de buen nivel. Muchos se han indignado por el hecho de que una reseña de media página de Le Monde Livres haya acogido positivamente la valentía de este historiador al poner fin a una leyenda.
¿Qué dice Gouguenheim? En síntesis, afirma que el papel del islam en la transmisión del saber grecolatino en Occidente constituiría un mito. Dice que Occidente no debe el descubrimiento y transmisión de la filosofía griega a los árabes musulmanes, sino a los cristianos de Oriente. Añade que el pensamiento arabomusulmán, incapaz de un pensamiento guiado por la racionalidad, se hallaba bloqueado por la presión y fuerza del Corán. Minimiza e incluso desprecia la importancia de la producción cultural y erudita de los arabomusulmanes entre los siglos IX y XIII. Concluye su libro yendo más allá que Samuel Huntington, que lanzó el llamado “choque de civilizaciones”, afirmando que existe una imposibilidad de encuentro entre el Occidente cristiano y el islam. En consecuencia, cierra todas las puertas y blande a su modo la bandera de la supremacía occidental como en tiempos de la conquista colonial. Detrás de todo ello hay una ideología que responde al fanatismo de los islamistas con otro fanatismo también radical. No obedece a la casualidad que un sitio de extrema derecha, Occidentalis (conocido por su odio al islam y a los musulmanes) haya difundido en internet extractos de esta obra nueve meses antes de su llegada a las librerías. El sitio contiene un apartado titulado “islamovigilancia”, que es una máquina de guerra contra el mundo musulmán. Tampoco es una casualidad que Le Figaro Littéraire haya elogiado esta obra felicitando al autor y recordando que se suma al discurso de Benedicto XVI sobre el islam. Frente a esta negación histórica, los medievalistas serios han respondido a Sylvain Gouguenheim; algunos, como el filósofo Alain de Libera, han expresado algún comentario irónico. Julián Loiseau y el español Gabriel Martínez-Gros han demostrado la escasa consistencia de sus tesis.
Internet ha sido también el foro de virulentos debates. La crónica de Pierre Assouline en su blog ha suscitado más de 400 comentarios. Todos afirman que no se puede entender a Aristóteles sin su comentarista Averroes; añaden: ¿qué sería hoy de Occidente sin Córdoba y su aportación a la cultura universal? Todos reconocen la aportación de Jacques de Venise y de los monjes de la abadía de Saint-Michel en este empeño de transmisión. Nadie dice que Europa deba todo al islam.
En resumidas cuentas, este asunto revela que al islam no se le exime ni dispensa de nada. Tras las amalgamas entre esta religión y el terrorismo, tras la manipulación del islam por parte de políticos sin escrúpulos, tras los efectos del “choque de civilizaciones” sobre la fantasía de tantas mentes, henos aquí ante un intento de negación y falsificación cuyo testigo en internet recogen las páginas web conocidas por su islamofobia.
Mientras tanto, es preferible leer el libro de Joan Vernet Lo que Europa debe al islam de España (El Acantilado, 1999), publicado como La Cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente,Ariel, 1978 y bajo el título Ce que la culture doit aux Arabes d´Espagne por la editorial francesa Actes Sud, Sindbad, 2000, de seriedad indiscutible. Al menos, en esta obra constan sólo los hechos. Sólo contiene historia sin el menor indicio de ideología.
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