Por Joaquín Roy, director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami (EL CORREO DIGITAL, 16/05/08):
Hoy y mañana se celebrará en Lima una nueva cumbre entre los países de América Latina y el Caribe y la Unión Europea (UE). Estas reuniones al máximo nivel, alternando entre Europa y América, constituyen una ocasión para tratar temas importantes entre ambas regiones. En ellas los jefes de Estado y de gobierno adoptan una declaración, que contiene una afirmación de política conjunta y el compromiso de cooperación.
En Río, en 1999, se reforzó el entendimiento político, económico y cultural, se alentó una asociación estratégica y se establecieron las prioridades para acción conjunta en los campos político y económico. En Madrid, en 2002, se evaluó el progreso del marco de la asociación, y se recalcó el progreso de los tres pilares: diálogo político, relaciones económicas y financieras, y cooperación. En Guadalajara, en 2004, se presentaron nuevas propuestas para reforzar las asociaciones y para hallar una línea de política común para 60 países. Se decidió que los compromisos priorizaran tres áreas: cohesión social, multilateralismo e integración regional.
En Viena, en 2006, se reiteró la necesidad de consolidación de una asociación estratégica birregional, se lanzaron las negociaciones para un Acuerdo de Asociación entre la UE y Centroamérica y se preparó el camino para un acuerdo con la Comunidad Andina. La UE ha estado negociando acuerdos aparte con MERCOSUR y el Caribe, y ya tiene dos individuales con México y Chile.
Los datos básicos de esta relación son notables. La población total es de más de mil millones de habitantes. Conjuntamente, comprenden un cuarto del PIB mundial. En América Latina la UE es el primer donante, el primer inversor y el segundo socio comercial. América Latina y el Caribe (AL/C) constituyen el segundo mayor bloque comercial para la UE. El comercio interregional se ha doblado entre 1990 y 2005.
Naturalmente, existe un desequilibrio en esta relación: las exportaciones del bloque AL/C se basan en productos agrícolas, transporte y energía; la UE tiene un déficit comercial con los países de AL/C en productos de agricultura y energía, y un beneficio en otros sectores; los productos que Europa exporta a los países de AL/C son más variados y se caracterizan por ser bienes de capital, equipamiento de transporte y productos químicos. A pesar de que la UE ha sido durante años el mayor inversor en la región, recientemente los capitales de Estados Unidos ya sobrepasaron a los europeos.
La comunicación de la Comisión Europea al Consejo y al Parlamento Europeo titulada ‘Una Asociación Reforzada entre la Unión Europea y América Latina’, de diciembre de 2005, expone el compromiso de mantener un auténtico diálogo político que refuerce la influencia de ambas regiones y revisar las políticas y estrategias que puedan ayudar a superar nuevos retos globales. El plan tiene tres pilares: cooperación económica; diálogo político institucionalizado; y refuerzo de las relaciones comerciales.
En todo momento los temas prioritarios del apoyo europeo son la cohesión social (para atajar la pobreza y la desigualdad) y la integración regional. Además, unos programas se centran en dotar a las empresas de competividad, mientras otros se dedican a educación y nuevas tecnologías.
Sin embargo, esta cooperación se enfrenta a unos obstáculos imponentes. Por un lado, la Unión Europea ha cambiado en los últimos años debido a la ampliación de 15 a 25, y ahora a 27 miembros. La mayoría de estos países no se interesan por una región con la que no han tenido apenas relaciones, y por lo tanto las prioridades de la UE se han traspasado a la vecindad y las regiones de importancia estratégica. Por otro lado, en América se observa una persistente resistencia a la integración regional, frenada por la lenta formación de uniones aduaneras. Se rechaza el concepto de la supranacionalidad, que se confunde con una supuesta pérdida de soberanía. Por encima, continúa la preeminencia de la figura presidencial, unida al resurgimiento de regímenes populistas, y la consiguiente primacía de los temas nacionales.
Por último, la integración regional sufre el impacto de la competencia de Estados Unidos con sus ofertas de zonas de libre comercio, ahora también frenadas por el propio sentimiento proteccionista (quizá pasajero) de los candidatos a la presidencia. Al otro lado del Atlántico, se observa la resistencia de la UE a desmantelar la Política Agrícola Común (PAC), con lo que surge el temor hacia un neoimperialismo enmascarado por los programas de ayuda. Pero el mayor problema que América Latina y el Caribe enfrentan es el nivel impresionante de pobreza y, lo que es peor, la desigualdad, con el resultado de un aumento peligroso de la criminalidad, males endémicos que la ayuda europea poco puede paliar.
Hoy y mañana se celebrará en Lima una nueva cumbre entre los países de América Latina y el Caribe y la Unión Europea (UE). Estas reuniones al máximo nivel, alternando entre Europa y América, constituyen una ocasión para tratar temas importantes entre ambas regiones. En ellas los jefes de Estado y de gobierno adoptan una declaración, que contiene una afirmación de política conjunta y el compromiso de cooperación.
En Río, en 1999, se reforzó el entendimiento político, económico y cultural, se alentó una asociación estratégica y se establecieron las prioridades para acción conjunta en los campos político y económico. En Madrid, en 2002, se evaluó el progreso del marco de la asociación, y se recalcó el progreso de los tres pilares: diálogo político, relaciones económicas y financieras, y cooperación. En Guadalajara, en 2004, se presentaron nuevas propuestas para reforzar las asociaciones y para hallar una línea de política común para 60 países. Se decidió que los compromisos priorizaran tres áreas: cohesión social, multilateralismo e integración regional.
En Viena, en 2006, se reiteró la necesidad de consolidación de una asociación estratégica birregional, se lanzaron las negociaciones para un Acuerdo de Asociación entre la UE y Centroamérica y se preparó el camino para un acuerdo con la Comunidad Andina. La UE ha estado negociando acuerdos aparte con MERCOSUR y el Caribe, y ya tiene dos individuales con México y Chile.
Los datos básicos de esta relación son notables. La población total es de más de mil millones de habitantes. Conjuntamente, comprenden un cuarto del PIB mundial. En América Latina la UE es el primer donante, el primer inversor y el segundo socio comercial. América Latina y el Caribe (AL/C) constituyen el segundo mayor bloque comercial para la UE. El comercio interregional se ha doblado entre 1990 y 2005.
Naturalmente, existe un desequilibrio en esta relación: las exportaciones del bloque AL/C se basan en productos agrícolas, transporte y energía; la UE tiene un déficit comercial con los países de AL/C en productos de agricultura y energía, y un beneficio en otros sectores; los productos que Europa exporta a los países de AL/C son más variados y se caracterizan por ser bienes de capital, equipamiento de transporte y productos químicos. A pesar de que la UE ha sido durante años el mayor inversor en la región, recientemente los capitales de Estados Unidos ya sobrepasaron a los europeos.
La comunicación de la Comisión Europea al Consejo y al Parlamento Europeo titulada ‘Una Asociación Reforzada entre la Unión Europea y América Latina’, de diciembre de 2005, expone el compromiso de mantener un auténtico diálogo político que refuerce la influencia de ambas regiones y revisar las políticas y estrategias que puedan ayudar a superar nuevos retos globales. El plan tiene tres pilares: cooperación económica; diálogo político institucionalizado; y refuerzo de las relaciones comerciales.
En todo momento los temas prioritarios del apoyo europeo son la cohesión social (para atajar la pobreza y la desigualdad) y la integración regional. Además, unos programas se centran en dotar a las empresas de competividad, mientras otros se dedican a educación y nuevas tecnologías.
Sin embargo, esta cooperación se enfrenta a unos obstáculos imponentes. Por un lado, la Unión Europea ha cambiado en los últimos años debido a la ampliación de 15 a 25, y ahora a 27 miembros. La mayoría de estos países no se interesan por una región con la que no han tenido apenas relaciones, y por lo tanto las prioridades de la UE se han traspasado a la vecindad y las regiones de importancia estratégica. Por otro lado, en América se observa una persistente resistencia a la integración regional, frenada por la lenta formación de uniones aduaneras. Se rechaza el concepto de la supranacionalidad, que se confunde con una supuesta pérdida de soberanía. Por encima, continúa la preeminencia de la figura presidencial, unida al resurgimiento de regímenes populistas, y la consiguiente primacía de los temas nacionales.
Por último, la integración regional sufre el impacto de la competencia de Estados Unidos con sus ofertas de zonas de libre comercio, ahora también frenadas por el propio sentimiento proteccionista (quizá pasajero) de los candidatos a la presidencia. Al otro lado del Atlántico, se observa la resistencia de la UE a desmantelar la Política Agrícola Común (PAC), con lo que surge el temor hacia un neoimperialismo enmascarado por los programas de ayuda. Pero el mayor problema que América Latina y el Caribe enfrentan es el nivel impresionante de pobreza y, lo que es peor, la desigualdad, con el resultado de un aumento peligroso de la criminalidad, males endémicos que la ayuda europea poco puede paliar.
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