Por Y. MONGE - Washington - (El País.com, 11/05/2008)
Desde el año 2001, los militares de EE UU han estado incinerando cuerpos de soldados caídos en Irak y Afganistán en una instalación del Estado de Delaware que también quemaba perros y otros animales de compañía, según confirmó el viernes por la noche el Pentágono. El secretario de Defensa, Robert Gates, ordenó el final de esta práctica -que ha afectado a más de 200 hombres- y abrió una investigación para saber cómo se han gestionado esas cremaciones.
A pesar de que el portavoz del Pentágono, Geoff Morrell, insistiese en rueda de prensa en que en ningún momento los cadáveres de los uniformados habían sido quemados en los mismos hornos en los que se reducía a cenizas a los animales de compañía, también quiso puntualizar que el Departamento de Defensa consideraba que el uso de ese lugar era "totalmente inapropiado para dar un trato digno a nuestros caídos". "Las familias de los militares fallecidos en acción tienen las más sinceras disculpas del secretario de Defensa", finalizó Morrell.
Oficial indignado
Todo ha salido a la luz -y amenaza con convertirse en un escándalo- después de que un oficial de la Armada que trabaja para el Pentágono viajase el pasado jueves hasta la base aérea de Dover, en Delaware, para atender a la incineración de un colega militar que carecía de familia. Cuando el oficial descubrió que el lugar en cuestión era un crematorio de animales de compañía, ajeno a la base militar, se sintió ofendido y envió un correo electrónico a sus superiores.
La Fuerza Aérea no tiene un crematorio en la base de Dover, puerto de entrada de gran parte de los muertos que llegan de las guerras que Estados Unidos libra en el extranjero. Como consecuencia, en 2001 el Departamento de Defensa se vio obligado a firmar un contrato con dos funerarias que pudiesen hacerse cargo de las cremaciones, la mayoría de ellas de soldados sin familias o amigos cercanos.
Tanto el responsable del crematorio de perros y gatos -un negocio privado- como el militar al frente de la base de Dover aseguran que los cadáveres de los caídos se trataron con todo respeto, que en ningún momento fueron mezclados con los restos de animales y que siempre fueron incinerados en hornos separados.
Desde el año 2001, los militares de EE UU han estado incinerando cuerpos de soldados caídos en Irak y Afganistán en una instalación del Estado de Delaware que también quemaba perros y otros animales de compañía, según confirmó el viernes por la noche el Pentágono. El secretario de Defensa, Robert Gates, ordenó el final de esta práctica -que ha afectado a más de 200 hombres- y abrió una investigación para saber cómo se han gestionado esas cremaciones.
A pesar de que el portavoz del Pentágono, Geoff Morrell, insistiese en rueda de prensa en que en ningún momento los cadáveres de los uniformados habían sido quemados en los mismos hornos en los que se reducía a cenizas a los animales de compañía, también quiso puntualizar que el Departamento de Defensa consideraba que el uso de ese lugar era "totalmente inapropiado para dar un trato digno a nuestros caídos". "Las familias de los militares fallecidos en acción tienen las más sinceras disculpas del secretario de Defensa", finalizó Morrell.
Oficial indignado
Todo ha salido a la luz -y amenaza con convertirse en un escándalo- después de que un oficial de la Armada que trabaja para el Pentágono viajase el pasado jueves hasta la base aérea de Dover, en Delaware, para atender a la incineración de un colega militar que carecía de familia. Cuando el oficial descubrió que el lugar en cuestión era un crematorio de animales de compañía, ajeno a la base militar, se sintió ofendido y envió un correo electrónico a sus superiores.
La Fuerza Aérea no tiene un crematorio en la base de Dover, puerto de entrada de gran parte de los muertos que llegan de las guerras que Estados Unidos libra en el extranjero. Como consecuencia, en 2001 el Departamento de Defensa se vio obligado a firmar un contrato con dos funerarias que pudiesen hacerse cargo de las cremaciones, la mayoría de ellas de soldados sin familias o amigos cercanos.
Tanto el responsable del crematorio de perros y gatos -un negocio privado- como el militar al frente de la base de Dover aseguran que los cadáveres de los caídos se trataron con todo respeto, que en ningún momento fueron mezclados con los restos de animales y que siempre fueron incinerados en hornos separados.
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