Por Eugenio Bregolat, Ex embajador de España en China. Ha publicado recientemente La Segunda Revolución China (EL PERIÓDICO, 20/04/08):
El Tíbet saltó a las primeras páginas de la prensa mundial el mes pasado, cuando algunos tibetanos atacaron a personas de etnias han y hui y sus bienes. No cabe duda de que los primeros en emplear la fuerza eran tibetanos. Los incidentes han puesto de relieve que China tiene un problema en la Región Autónoma del Tíbet. Las varias tandas de negociación entre Pekín y representantes del dalái lama no han dado hasta ahora fruto positivo.
Aunque existen versiones distintas de la historia, es indudable que desde el siglo XIII, en que tanto China como Tíbet fueron conquistados por los kanes mongoles, han existido lazos entre ambos, más o menos fuertes en diversos momentos históricos. El mundo entero reconoce que el Tíbet forma parte de China, y así lo admite el propio dalái lama, que aspira solamente a un régimen de autonomía. La independencia es de todo punto imposible, tanto porque nadie la reconocería como porque los tibetanos carecen de fuerza para exigirla y nadie les ayudaría.
AL DESCONOCER qué ha ocurrido en los diversos encuentros negociadores y dónde estos se han atascado, es imposible formar juicio. Los países occidentales, entre ellos España y la UE “abogan porque se alcance, mediante el diálogo, una solución duradera y aceptable que preserve la cultura y la región tibetana en el seno de la República Popular China”.
Ni los países occidentales ni el propio dalái lama son partidarios del boicot de los Juegos Olímpicos, y ello por varias razones. La primera es que el boicot, que significaría para China una monumental “pérdida de cara”, redundaría en un endurecimiento de la política de Pekín hacia la región. La segunda es que dificultaría mucho más un eventual acuerdo negociado, ya que este solo es posible contando con la buena disposición del Gobierno chino.
La tercera es el impacto sobre la política interna china. En los últimos 30 años se han producido en China enormes cambios económicos. El Banco Mundial dice que ha hecho en una generación lo que a la mayoría de países les ha costado siglos. Los efectos sociales, psicológicos y políticos del cambio económico son indudables. En China han aparecido nuevas clases sociales, se ha reducido el poder del Estado, hay cientos de miles de estudiantes en el extranjero, cientos de millones de teléfonos móviles e internautas, docenas de millones de turistas que van y vienen…
EN EL TERRRENO estrictamente político, aun sin abrazar una democracia liberal, se han dado pasos relevantes, como la introducción de los conceptos de Estado de derecho y de derechos humanos en la Constitución, el avance lento pero indudable en ambos campos, la legalización de la propiedad privada, las elecciones municipales en pueblos de hasta 10.000 habitantes, o la admisión de los empresarios privados, verdaderos capitalistas, en el que todavía se llama Partido Comunista de China.
El margen de libertad de los ciudadanos es significativo y creciente. Todo esto puede parecer poco si se compara con los países occidentales, pero no se habría podido ni soñar cuando Deng Xiaoping lanzó la reforma económica, 30 años atrás. Un boicot de los Juegos reforzaría a los elementos más nacionalistas e involucionistas.
Der Spiegel recoge las declaraciones de Liu Xiaobo, uno de los principales disidentes democráticos durante los sucesos de Tiananmen, en 1989, según las cuales el boicot de los Juegos Olímpicos no es la forma adecuada de castigar a China, que, si los Juegos fracasan, dejará de prestar al resto del mundo toda atención en materia de derechos humanos.
Una cuarta razón que desaconseja el boicot de los Juegos es su impacto sobre la política exterior china. Una integración de la emergente gran potencia en el orden internacional pacífica y satisfactoria para todos es uno de los imperativos geopolíticos del siglo que comienza. Esta integración ha tenido hitos fundamentales, como el inicio de la reforma económica, en 1978, o el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en el 2001. Otros dos hitos deben ser los Juegos Olímpicos de Pekín y la Expo de Shanghái, en el 2010. Que los Juegos, en vez de contribuir a la integración de China en el orden internacional, ayudaran, con una humillación, a lo contrario, sería desastroso para todo el mundo. Los tibetanos en primer lugar.
ES IMPORTANTE subrayar que el hombre de la calle está en China genuinamente indignado por el tratamiento que ha dado parte de la prensa occidental a los sucesos del Tíbet y por los incidentes en el recorrido de la antorcha olímpica. China no olvida que de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX fue sometida a explotación colonial, primero por las potencias occidentales y después por Japón, y sospecha que muchos desean evitar su reemergencia como una gran potencia. Así, en definitiva, tienen razón todos cuantos se oponen al boicot de los Juegos, empezando por la UE y por el propio dalái lama. Los Juegos nos darán una ocasión para dialogar con China y para contribuir a que se reemprendan las negociaciones que han de llevar a un acuerdo aceptable para ambas partes.
El Tíbet saltó a las primeras páginas de la prensa mundial el mes pasado, cuando algunos tibetanos atacaron a personas de etnias han y hui y sus bienes. No cabe duda de que los primeros en emplear la fuerza eran tibetanos. Los incidentes han puesto de relieve que China tiene un problema en la Región Autónoma del Tíbet. Las varias tandas de negociación entre Pekín y representantes del dalái lama no han dado hasta ahora fruto positivo.
Aunque existen versiones distintas de la historia, es indudable que desde el siglo XIII, en que tanto China como Tíbet fueron conquistados por los kanes mongoles, han existido lazos entre ambos, más o menos fuertes en diversos momentos históricos. El mundo entero reconoce que el Tíbet forma parte de China, y así lo admite el propio dalái lama, que aspira solamente a un régimen de autonomía. La independencia es de todo punto imposible, tanto porque nadie la reconocería como porque los tibetanos carecen de fuerza para exigirla y nadie les ayudaría.
AL DESCONOCER qué ha ocurrido en los diversos encuentros negociadores y dónde estos se han atascado, es imposible formar juicio. Los países occidentales, entre ellos España y la UE “abogan porque se alcance, mediante el diálogo, una solución duradera y aceptable que preserve la cultura y la región tibetana en el seno de la República Popular China”.
Ni los países occidentales ni el propio dalái lama son partidarios del boicot de los Juegos Olímpicos, y ello por varias razones. La primera es que el boicot, que significaría para China una monumental “pérdida de cara”, redundaría en un endurecimiento de la política de Pekín hacia la región. La segunda es que dificultaría mucho más un eventual acuerdo negociado, ya que este solo es posible contando con la buena disposición del Gobierno chino.
La tercera es el impacto sobre la política interna china. En los últimos 30 años se han producido en China enormes cambios económicos. El Banco Mundial dice que ha hecho en una generación lo que a la mayoría de países les ha costado siglos. Los efectos sociales, psicológicos y políticos del cambio económico son indudables. En China han aparecido nuevas clases sociales, se ha reducido el poder del Estado, hay cientos de miles de estudiantes en el extranjero, cientos de millones de teléfonos móviles e internautas, docenas de millones de turistas que van y vienen…
EN EL TERRRENO estrictamente político, aun sin abrazar una democracia liberal, se han dado pasos relevantes, como la introducción de los conceptos de Estado de derecho y de derechos humanos en la Constitución, el avance lento pero indudable en ambos campos, la legalización de la propiedad privada, las elecciones municipales en pueblos de hasta 10.000 habitantes, o la admisión de los empresarios privados, verdaderos capitalistas, en el que todavía se llama Partido Comunista de China.
El margen de libertad de los ciudadanos es significativo y creciente. Todo esto puede parecer poco si se compara con los países occidentales, pero no se habría podido ni soñar cuando Deng Xiaoping lanzó la reforma económica, 30 años atrás. Un boicot de los Juegos reforzaría a los elementos más nacionalistas e involucionistas.
Der Spiegel recoge las declaraciones de Liu Xiaobo, uno de los principales disidentes democráticos durante los sucesos de Tiananmen, en 1989, según las cuales el boicot de los Juegos Olímpicos no es la forma adecuada de castigar a China, que, si los Juegos fracasan, dejará de prestar al resto del mundo toda atención en materia de derechos humanos.
Una cuarta razón que desaconseja el boicot de los Juegos es su impacto sobre la política exterior china. Una integración de la emergente gran potencia en el orden internacional pacífica y satisfactoria para todos es uno de los imperativos geopolíticos del siglo que comienza. Esta integración ha tenido hitos fundamentales, como el inicio de la reforma económica, en 1978, o el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en el 2001. Otros dos hitos deben ser los Juegos Olímpicos de Pekín y la Expo de Shanghái, en el 2010. Que los Juegos, en vez de contribuir a la integración de China en el orden internacional, ayudaran, con una humillación, a lo contrario, sería desastroso para todo el mundo. Los tibetanos en primer lugar.
ES IMPORTANTE subrayar que el hombre de la calle está en China genuinamente indignado por el tratamiento que ha dado parte de la prensa occidental a los sucesos del Tíbet y por los incidentes en el recorrido de la antorcha olímpica. China no olvida que de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX fue sometida a explotación colonial, primero por las potencias occidentales y después por Japón, y sospecha que muchos desean evitar su reemergencia como una gran potencia. Así, en definitiva, tienen razón todos cuantos se oponen al boicot de los Juegos, empezando por la UE y por el propio dalái lama. Los Juegos nos darán una ocasión para dialogar con China y para contribuir a que se reemprendan las negociaciones que han de llevar a un acuerdo aceptable para ambas partes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario