Por Nicole Muchnik es pintora y escritora (EL PAÍS, 12/04/08):
No es más que una imagen: la de Carla Bruni ante la reina de Inglaterra. ¡Qué no se habrá escrito sobre madame Sarkozy en estos últimos días! “Digamos que es la primera dama punkrocker de la historia de la política de Europa y parte del extranjero”, escribe el Mirror, frunciendo la nariz. Sin embargo, fue indiscutiblemente muy cómico ver cómo la prensa anglosajona, al día siguiente de haber publicado en portada una foto de la primera dama de Francia disfrazada de Eva -foto tomada en 1993 por el fotógrafo suizo Michel Conte y vendida en subasta ayer por casi 58.000 euros en Nueva York-, pasó a elogiar de la manera más boba el “saber vivir”, la “elegancia”, el “encanto” de la invitada de la Corona. Como si los buenos modales fueran prerrogativa de príncipes, la amabilidad hereditaria y la sonrisa, el fruto de un largo aprendizaje.
Pero pasó lo mismo en Francia, donde, según Le Parisien, “Carla Bruni-Sarkozy ya tiene su huequito en el corazón de los franceses”. Según la encuesta de este diario, el 92% la encuentra “elegante”, el 89% “moderna” y el 73% “simpática”.
Pero no reside ahí lo más cómico.
¿Qué opina la actual secretaria de Estado en el Ministerio de la Vivienda y la Ciudad de la República Francesa, responsable de la política urbana y más conocida aún por haber inventado el eslogan y creado el movimiento Ni putas ni sumisas? Ella podría tal vez ayudarnos a reflexionar sobre el sentido de tanta agitación de plumas. Fadela Amara proviene de una familia argelina originaria de la Cabilia y afincada en uno de los barrios menos favorecidos de Clermont-Ferrand, descrito una vez por ella misma como barrio de chabolas. En ese barrio -como en tantos otros y no sólo en Francia ni en las bolsas de miseria del mundo musulmán-, “hijas, hermanas, primas y vecinas sólo tienen la elección de comportarse como sumisas y virtuosas mujeres de hogar o ser tratadas como putas baratas”, escribió en su momento Fadela Amara.
Ese movimiento, “mixto, popular y feminista”, lucha en concreto contra las violaciones y contra las presiones para llevar el velo islámico, casar a las chicas demasiado jóvenes y obligarlas a aceptar el cónyuge decidido por sus parientes, y en general por equiparar la condición de la mujer árabe a la de las occidentales. Y puede decirse que ha conocido de entrada un éxito fulminante a partir tan sólo de una sencilla marcha de mujeres de los barrios de la periferia de París.
El movimiento Ni putas ni sumisas proclama a los cuatro vientos que en esos barrios, en los que pesa la ley religiosa y la tradición, más vale no haber nacido beur, es decir, mujer de origen árabe o de la Cabilia o bereber. Aunque una beur sea musulmana nacida en Francia y, en consecuencia, tan francesa como el general De Gaulle.
Volvamos a la visita de Estado a Londres. ¿Por qué nuestra simpática Carla Bruni tuvo que cargar las tintas? ¿Por qué esa boina de niña, aunque sea de la firma Dior? ¿Por qué esa sonrisa “graciosa” pero tímida? ¿Acaso el protocolo de la Corona británica, que desde luego había que respetar, exigía ese color gris? ¿No habrá sido, más bien, que la misma persona que el día anterior fuera exhibida como la creó su madre en las portadas de los diarios -y en muchas más revistas desde que se casó con un griego destino- se autoconvenció de que tenía que pasar por una suerte de retractación pública? Porque ¿cuál es, en el imaginario social, el lugar de una mujer que opta por enseñar su cuerpo en revistas mundiales o en un espectáculo público, en lugar de hacerlo en un aséptico campamento nudista? ¿A quién se asocia una chica así?
Una mujer libre, que no tenía empacho en decir que le gustaban los hombres, cantante bastante buena por cierto, puede aspirar al primer rango en la jerarquía social sin pagar derecho de piso. No obstante, urgía que la esposa del presidente de la República Francesa mostrara otra faceta de su personalidad, que de alguna manera se excusara. O sea, ¿que se sometiera?
He aquí a la hija de un poderoso industrial y compositor italiano y de una conocida pianista de concierto que, después de cursar Arquitectura, decide hacer el tipo de vida que le gusta: modelo, cantante, muy people pero en plan inteligente -cosa rara pero que puede darse-; mujer libre si las hay, que declara abiertamente gestionar su vida sentimental sin obligaciones ni tabúes, ni compromisos vergonzosos, es decir, con coraje y libertad de decisión, y que se presenta hoy como una colegiala salida de un internado de monjas. ¿Estamos soñando? O sea que, ¿sumisa, la bellísima y riquísima Carla Bruni? ¿Como las beurettes de Clermont-Ferrand? Esperemos que no, pero si así fuera, ¿quién de nosotras no lo es?
No es más que una imagen: la de Carla Bruni ante la reina de Inglaterra. ¡Qué no se habrá escrito sobre madame Sarkozy en estos últimos días! “Digamos que es la primera dama punkrocker de la historia de la política de Europa y parte del extranjero”, escribe el Mirror, frunciendo la nariz. Sin embargo, fue indiscutiblemente muy cómico ver cómo la prensa anglosajona, al día siguiente de haber publicado en portada una foto de la primera dama de Francia disfrazada de Eva -foto tomada en 1993 por el fotógrafo suizo Michel Conte y vendida en subasta ayer por casi 58.000 euros en Nueva York-, pasó a elogiar de la manera más boba el “saber vivir”, la “elegancia”, el “encanto” de la invitada de la Corona. Como si los buenos modales fueran prerrogativa de príncipes, la amabilidad hereditaria y la sonrisa, el fruto de un largo aprendizaje.
Pero pasó lo mismo en Francia, donde, según Le Parisien, “Carla Bruni-Sarkozy ya tiene su huequito en el corazón de los franceses”. Según la encuesta de este diario, el 92% la encuentra “elegante”, el 89% “moderna” y el 73% “simpática”.
Pero no reside ahí lo más cómico.
¿Qué opina la actual secretaria de Estado en el Ministerio de la Vivienda y la Ciudad de la República Francesa, responsable de la política urbana y más conocida aún por haber inventado el eslogan y creado el movimiento Ni putas ni sumisas? Ella podría tal vez ayudarnos a reflexionar sobre el sentido de tanta agitación de plumas. Fadela Amara proviene de una familia argelina originaria de la Cabilia y afincada en uno de los barrios menos favorecidos de Clermont-Ferrand, descrito una vez por ella misma como barrio de chabolas. En ese barrio -como en tantos otros y no sólo en Francia ni en las bolsas de miseria del mundo musulmán-, “hijas, hermanas, primas y vecinas sólo tienen la elección de comportarse como sumisas y virtuosas mujeres de hogar o ser tratadas como putas baratas”, escribió en su momento Fadela Amara.
Ese movimiento, “mixto, popular y feminista”, lucha en concreto contra las violaciones y contra las presiones para llevar el velo islámico, casar a las chicas demasiado jóvenes y obligarlas a aceptar el cónyuge decidido por sus parientes, y en general por equiparar la condición de la mujer árabe a la de las occidentales. Y puede decirse que ha conocido de entrada un éxito fulminante a partir tan sólo de una sencilla marcha de mujeres de los barrios de la periferia de París.
El movimiento Ni putas ni sumisas proclama a los cuatro vientos que en esos barrios, en los que pesa la ley religiosa y la tradición, más vale no haber nacido beur, es decir, mujer de origen árabe o de la Cabilia o bereber. Aunque una beur sea musulmana nacida en Francia y, en consecuencia, tan francesa como el general De Gaulle.
Volvamos a la visita de Estado a Londres. ¿Por qué nuestra simpática Carla Bruni tuvo que cargar las tintas? ¿Por qué esa boina de niña, aunque sea de la firma Dior? ¿Por qué esa sonrisa “graciosa” pero tímida? ¿Acaso el protocolo de la Corona británica, que desde luego había que respetar, exigía ese color gris? ¿No habrá sido, más bien, que la misma persona que el día anterior fuera exhibida como la creó su madre en las portadas de los diarios -y en muchas más revistas desde que se casó con un griego destino- se autoconvenció de que tenía que pasar por una suerte de retractación pública? Porque ¿cuál es, en el imaginario social, el lugar de una mujer que opta por enseñar su cuerpo en revistas mundiales o en un espectáculo público, en lugar de hacerlo en un aséptico campamento nudista? ¿A quién se asocia una chica así?
Una mujer libre, que no tenía empacho en decir que le gustaban los hombres, cantante bastante buena por cierto, puede aspirar al primer rango en la jerarquía social sin pagar derecho de piso. No obstante, urgía que la esposa del presidente de la República Francesa mostrara otra faceta de su personalidad, que de alguna manera se excusara. O sea, ¿que se sometiera?
He aquí a la hija de un poderoso industrial y compositor italiano y de una conocida pianista de concierto que, después de cursar Arquitectura, decide hacer el tipo de vida que le gusta: modelo, cantante, muy people pero en plan inteligente -cosa rara pero que puede darse-; mujer libre si las hay, que declara abiertamente gestionar su vida sentimental sin obligaciones ni tabúes, ni compromisos vergonzosos, es decir, con coraje y libertad de decisión, y que se presenta hoy como una colegiala salida de un internado de monjas. ¿Estamos soñando? O sea que, ¿sumisa, la bellísima y riquísima Carla Bruni? ¿Como las beurettes de Clermont-Ferrand? Esperemos que no, pero si así fuera, ¿quién de nosotras no lo es?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario