Por Walter Laqueur, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington (LA VANGUARDIA, 27/04/08):
Esta mañana compruebo, de vuelta del supermercado, que he pagado casi un 50% más que el año pasado por la misma cantidad de comida. Es, si se quiere, una cuestión trivial que mucha gente comparte, de Los Ángeles a Tokio, de Estocolmo a Tombuctú. La ONU, el Banco Mundial, el G-8 y el FMI han celebrado reuniones urgentes los últimos meses, y habrá otro encuentro importante en Roma en junio: ¿por qué ha ocurrido lo que acabo de mencionar? ¿Qué medidas cabe adoptar? ¿Qué consecuencias tendrá?
Diversos analistas ofrecen asimismo diversas explicaciones. Algunos echan la culpa a los biocombustibles: el hecho de que en los países productores de trigo una gran y creciente parte de la cosecha se destina y destinará a la producción de combustible (etanol), una consecuencia del elevado precio del petróleo. En lugar de acusar a los responsables del elevado precio del petróleo, se ha echado la culpa a Europa y EE. UU. Un ministro indio ha calificado el etanol de “crimen contra la humanidad”.
Sin embargo, los expertos dicen que el etanol representa no más, tal vez, de un 15% de la subida de precio de los alimentos. Es verdad que el hecho de que el precio del petróleo se multiplicara por once a lo largo del último decenio ha tenido numerosas consecuencias; todo ha subido en el sector agrícola. También se ha responsabilizado de la crisis a los verdes. La demanda de alimentos orgánicos y la oposición a los organismos genéticamente modificados pueden atraer simpatías, pero también tienen un precio.
Cabe enumerar otras causas: en tanto China e India, en fase de prosperidad, consumen mucho más alimento que en el pasado, otros países han tenido malas cosechas. Rusia tuvo el año pasado la peor cosecha desde 1953, el año de la muerte de Stalin. Australia, uno de los principales exportadores de arroz, tuvo una mala cosecha tras casi diez años de sequía, y cabe decir lo propio de varios países de Asia. Incluso en India, tras el éxito de la revolución verde, la producción cerealista se ha estancado, si bien se espera una magnífica cosecha en el 2008. Indonesia ha tenido una buena cosecha, pero Filipinas (el mayor importador de arroz del mundo) y Bangladesh atraviesan grandes apuros. Como Egipto, cuya crisis ha provocado huelgas y agitación política, y el continente africano en general, donde el hambre ha sido endémica en periodos y países.
Ciertos factores conducentes a la crisis actual pueden cambiar; podría haber mejores cosechas este año y el próximo, pero no hay seguridad al respecto. Otras causas de la crisis alimentaria podrían agravar la situación… En suma, el consenso de los expertos señala que la era de la alimentación barata que ha durado unos treinta años ha dado fin, de modo que la crisis podría convertirse en un factor permanente.
¿Cuáles serán las probables consecuencias políticas de esta situación? Los estudiantes de historia conocen la crucial importancia de la alimentación y las crisis alimentarias desde la antigüedad. Egipto tuvo la fortuna de encontrar en José - como nos dice el Antiguo Testamento- a un organizador eficaz y previsor. Los científicos creen haber descubierto recientemente la explicación de su éxito; se cree que encontró un modo eficaz de control de las plagas que permitía el almacenaje prolongado del grano. Las revueltas por el alimento han provocado históricamente disturbios y revoluciones. Si la Bastilla fue asaltada en 1789, no fue principalmente por el deseo de derrocar la monarquía o sacar de la cárcel al marqués de Sade sino por el creciente descontento de las vendedoras de los mercados y su clientela. Si estalló la revolución de 1917 en Rusia, no se debió a los artículos publicados por Lenin en Suiza, sino a que la gente había de hacer horas de cola en Petrogrado para lograr pan…, para oír al final que no quedaba ni un mendrugo.
¿Qué países corren más peligro políticamente por la crisis alimentaria? Los responsables del Banco Mundial han contado 35, pero esta cifra podría ser mayor en breve plazo. Si estallaran revueltas en Haití, Camerún o Costa de Marfil - países inestables últimamente- por la escasez o el hambre, sería una tragedia pero no afectaría a la marcha de los asuntos del mundo. Millones de norcoreanos han pasado hambre por años pero el Gobierno ha reprimido todo tipo de oposición.
El malestar político ha asediado últimamente a varios países cuya situación se ha tornado singularmente vulnerable al peligro. Egipto está entre ellos; ha habido manifestaciones violentas en Mahalla el Kubra, el mismo lugar donde comenzaron los disturbios en los años cuarenta que en último término condujeron al derrocamiento de la monarquía. Zonas enteras de Afganistán y Pakistán se hallan en peligro, como también Yemen y algunas repúblicas ex soviéticas de Asia Central. Todos estos países han experimentado la presión proveniente de grupos islamistas radicales que, aunque no aportarán soluciones a la crisis alimentaria, pueden debilitar gobiernos. Un destacado economista (ganador del premio Nobel) ha sostenido que en las democracias no hay crisis alimentarias. Resta por ver si tal pronóstico es correcto.
La comunidad internacional se mueve tan lentamente como de costumbre. Se ha propuesto la creación de un fondo de emergencia de mil millones de dólares, pero hasta la fecha sólo se ha comprometido la mitad de esta suma.
Esta mañana compruebo, de vuelta del supermercado, que he pagado casi un 50% más que el año pasado por la misma cantidad de comida. Es, si se quiere, una cuestión trivial que mucha gente comparte, de Los Ángeles a Tokio, de Estocolmo a Tombuctú. La ONU, el Banco Mundial, el G-8 y el FMI han celebrado reuniones urgentes los últimos meses, y habrá otro encuentro importante en Roma en junio: ¿por qué ha ocurrido lo que acabo de mencionar? ¿Qué medidas cabe adoptar? ¿Qué consecuencias tendrá?
Diversos analistas ofrecen asimismo diversas explicaciones. Algunos echan la culpa a los biocombustibles: el hecho de que en los países productores de trigo una gran y creciente parte de la cosecha se destina y destinará a la producción de combustible (etanol), una consecuencia del elevado precio del petróleo. En lugar de acusar a los responsables del elevado precio del petróleo, se ha echado la culpa a Europa y EE. UU. Un ministro indio ha calificado el etanol de “crimen contra la humanidad”.
Sin embargo, los expertos dicen que el etanol representa no más, tal vez, de un 15% de la subida de precio de los alimentos. Es verdad que el hecho de que el precio del petróleo se multiplicara por once a lo largo del último decenio ha tenido numerosas consecuencias; todo ha subido en el sector agrícola. También se ha responsabilizado de la crisis a los verdes. La demanda de alimentos orgánicos y la oposición a los organismos genéticamente modificados pueden atraer simpatías, pero también tienen un precio.
Cabe enumerar otras causas: en tanto China e India, en fase de prosperidad, consumen mucho más alimento que en el pasado, otros países han tenido malas cosechas. Rusia tuvo el año pasado la peor cosecha desde 1953, el año de la muerte de Stalin. Australia, uno de los principales exportadores de arroz, tuvo una mala cosecha tras casi diez años de sequía, y cabe decir lo propio de varios países de Asia. Incluso en India, tras el éxito de la revolución verde, la producción cerealista se ha estancado, si bien se espera una magnífica cosecha en el 2008. Indonesia ha tenido una buena cosecha, pero Filipinas (el mayor importador de arroz del mundo) y Bangladesh atraviesan grandes apuros. Como Egipto, cuya crisis ha provocado huelgas y agitación política, y el continente africano en general, donde el hambre ha sido endémica en periodos y países.
Ciertos factores conducentes a la crisis actual pueden cambiar; podría haber mejores cosechas este año y el próximo, pero no hay seguridad al respecto. Otras causas de la crisis alimentaria podrían agravar la situación… En suma, el consenso de los expertos señala que la era de la alimentación barata que ha durado unos treinta años ha dado fin, de modo que la crisis podría convertirse en un factor permanente.
¿Cuáles serán las probables consecuencias políticas de esta situación? Los estudiantes de historia conocen la crucial importancia de la alimentación y las crisis alimentarias desde la antigüedad. Egipto tuvo la fortuna de encontrar en José - como nos dice el Antiguo Testamento- a un organizador eficaz y previsor. Los científicos creen haber descubierto recientemente la explicación de su éxito; se cree que encontró un modo eficaz de control de las plagas que permitía el almacenaje prolongado del grano. Las revueltas por el alimento han provocado históricamente disturbios y revoluciones. Si la Bastilla fue asaltada en 1789, no fue principalmente por el deseo de derrocar la monarquía o sacar de la cárcel al marqués de Sade sino por el creciente descontento de las vendedoras de los mercados y su clientela. Si estalló la revolución de 1917 en Rusia, no se debió a los artículos publicados por Lenin en Suiza, sino a que la gente había de hacer horas de cola en Petrogrado para lograr pan…, para oír al final que no quedaba ni un mendrugo.
¿Qué países corren más peligro políticamente por la crisis alimentaria? Los responsables del Banco Mundial han contado 35, pero esta cifra podría ser mayor en breve plazo. Si estallaran revueltas en Haití, Camerún o Costa de Marfil - países inestables últimamente- por la escasez o el hambre, sería una tragedia pero no afectaría a la marcha de los asuntos del mundo. Millones de norcoreanos han pasado hambre por años pero el Gobierno ha reprimido todo tipo de oposición.
El malestar político ha asediado últimamente a varios países cuya situación se ha tornado singularmente vulnerable al peligro. Egipto está entre ellos; ha habido manifestaciones violentas en Mahalla el Kubra, el mismo lugar donde comenzaron los disturbios en los años cuarenta que en último término condujeron al derrocamiento de la monarquía. Zonas enteras de Afganistán y Pakistán se hallan en peligro, como también Yemen y algunas repúblicas ex soviéticas de Asia Central. Todos estos países han experimentado la presión proveniente de grupos islamistas radicales que, aunque no aportarán soluciones a la crisis alimentaria, pueden debilitar gobiernos. Un destacado economista (ganador del premio Nobel) ha sostenido que en las democracias no hay crisis alimentarias. Resta por ver si tal pronóstico es correcto.
La comunidad internacional se mueve tan lentamente como de costumbre. Se ha propuesto la creación de un fondo de emergencia de mil millones de dólares, pero hasta la fecha sólo se ha comprometido la mitad de esta suma.
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