Por Juanjo Sánchez Arreseigor (EL CORREO DIGITAL, 24/04/08):
Piratas! Se les daba por extinguidos desde mediados del siglo XIX. Se suponía que el poder aéreo, las comunicaciones inalámbricas, los satélites orbitales y los radares habían vuelto imposible la piratería. Grave error, pues lo único que realmente impide este tipo de depredaciones es lo que no existe en Somalia: una autoridad central fuerte.
La piratería ha sobrevivido siempre en apartados rincones del sudeste asiático y del Caribe. Gran parte del supuesto misterio del llamado Triángulo de las Bermudas es el resultado de acciones piráticas a pequeña escala, que nadie denuncia pues los piratas no dejan a nadie vivo para denunciarles. Los barcos son transformados y ‘blanqueados’ para venderlos al mejor postor. En el Océano Índico es diferente: tras saquearlos, cobran rescate por el navío y la tripulación. El ataque que ha sufrido un atunero vasco no es por desgracia ninguna novedad. Tan sólo en lo que va de año han sido atacados en la zona unos 50 navíos de todo el mundo.
Todo comenzó en 1991, cuando una rebelión general derribó la dictadura marxista de Siad Barre. A diferencia de lo que sucedió en la vecina Etiopía, los victoriosos rebeldes somalíes fueron incapaces de organizar un gobierno. Entonces comenzó una guerra sin fin entre numerosos ’señores de la guerra’. Las estructuras del país se colapsaron y el comercio se detuvo. Somalia es un país árido aunque poco poblado (8,7 millones de habitantes en un territorio un 20% mayor que España) pero la guerra provocó una hambruna generalizada. Entonces, la ONU organizó una intervención militar multinacional para repartir comida y establecer un alto el fuego. Esa intervención fracasó y las últimas tropas extranjeras se retiraron en 1995.
Es a partir de ese momento cuando comienzan a proliferar los asaltos piráticos. Las condiciones eran ideales: ausencia de toda autoridad central; abundancia de armas; una larguísima fachada costera; colapso económico; numerosos ex milicianos, acostumbrados a la violencia despiadada como forma de vida, y, sobre todo, una ruta marítima muy transitada. Por otra parte, los grupos piratas son multinacionales y en ellos participan con frecuencia delincuentes de origen europeo, de los Balcanes sobre todo.
Varias naciones han desplegado naves de guerra en la región, pero eso no ha bastado para detener los ataques. Tampoco habría servido de mucho que nuestro país enviase una fragata o incluso dos, porque aun llevando helicópteros a bordo, la zona a cubrir es muy grande y difícil de cubrir. Sería preciso por lo tanto desplegar una fuerza combinada, como ha sugerido Francia, con un gran número de embarcaciones pequeñas y fuerzas aeronavales capaces de reaccionar en cuestión de minutos y detener a los piratas antes de que puedan tomar al abordaje a sus nuevas víctimas y usarlas como escudos humanos. También sería preciso crear un control de tráfico marítimo que monitorizase todos los barcos que navegan por el Golfo de Adén. Claro que es más fácil hacerlo que decirlo, pues estamos hablando de una zona de unos 900 kilómetros de largo por 300 de ancho.
Somalia tiene dos fachadas costeras, la más corta mira al norte, hacia el Golfo de Adén. La otra al Este, al Índico. La fachada costera norte esta ocupada por dos Estados secesionistas. Cuando el Gobierno central se desintegró, las facciones armadas se centraron en la lucha por la capital, que está en el sur. Las regiones septentrionales, al ser las más alejadas, quedaron abandonadas a sus propios recursos, lo que les vino muy bien pues se libraron de los peores estragos de la guerra. En 1993 los clanes locales se reunieron y decidieron organizar su propio Estado, Somalilandia, que desde entonces ha buscado en vano el reconocimiento internacional, desarrollando una fachada democrática muy poco creíble al principio, pero que parece ir cada vez más en serio.
En la zona más oriental del país, en la punta del Cuerno de África, los señores de la guerra locales optaron en 1998 por crear su propio Estado secesionista, Puntland. La mayor parte de los piratas parecen provenir de aquí. A diferencia de Somalilandia, organizado desde abajo por una coalición de clanes, Puntland fue creado desde arriba por ambiciosos caudillos militares locales que a menudo se han peleado a tiros por el poder en el nuevo Estado. Incluso invadieron Somalilandia en 2004.
Si hay voluntad política, la Unión Europea puede crear una fuerza multinacional aeronaval y anfibia capaz de mantener a raya a los piratas. El problema es que, una vez creada, esa fuerza deberá permanecer allí indefinidamente, mientras no se arregle la situación en Somalia. Teniendo en cuenta los feroces combates entre las viejas facciones de señores de la guerra, las fuerzas etíopes y los llamados tribunales islámicos, tal cosa parece extremadamente improbable. No existe un gobierno nacional con el que podamos coordinarnos y pedirle permiso para atacar a los piratas ¿Qué hacemos entonces? ¿Reconocer a Somalilandia y usarla como base de operaciones? ¿Reconocer a los tribunales islámicos? ¿Tomar por la fuerza Puntland? ¿Ignorar las aguas jurisdiccionales somalíes y perseguir a los piratas hasta las playas o incluso hasta el interior? Tendremos que desplegar nuestras fuerzas navales en la zona, con órdenes de usar la fuerza hasta el nivel que sea necesario, y resignarnos a mantenerlas allí muchos años.
Piratas! Se les daba por extinguidos desde mediados del siglo XIX. Se suponía que el poder aéreo, las comunicaciones inalámbricas, los satélites orbitales y los radares habían vuelto imposible la piratería. Grave error, pues lo único que realmente impide este tipo de depredaciones es lo que no existe en Somalia: una autoridad central fuerte.
La piratería ha sobrevivido siempre en apartados rincones del sudeste asiático y del Caribe. Gran parte del supuesto misterio del llamado Triángulo de las Bermudas es el resultado de acciones piráticas a pequeña escala, que nadie denuncia pues los piratas no dejan a nadie vivo para denunciarles. Los barcos son transformados y ‘blanqueados’ para venderlos al mejor postor. En el Océano Índico es diferente: tras saquearlos, cobran rescate por el navío y la tripulación. El ataque que ha sufrido un atunero vasco no es por desgracia ninguna novedad. Tan sólo en lo que va de año han sido atacados en la zona unos 50 navíos de todo el mundo.
Todo comenzó en 1991, cuando una rebelión general derribó la dictadura marxista de Siad Barre. A diferencia de lo que sucedió en la vecina Etiopía, los victoriosos rebeldes somalíes fueron incapaces de organizar un gobierno. Entonces comenzó una guerra sin fin entre numerosos ’señores de la guerra’. Las estructuras del país se colapsaron y el comercio se detuvo. Somalia es un país árido aunque poco poblado (8,7 millones de habitantes en un territorio un 20% mayor que España) pero la guerra provocó una hambruna generalizada. Entonces, la ONU organizó una intervención militar multinacional para repartir comida y establecer un alto el fuego. Esa intervención fracasó y las últimas tropas extranjeras se retiraron en 1995.
Es a partir de ese momento cuando comienzan a proliferar los asaltos piráticos. Las condiciones eran ideales: ausencia de toda autoridad central; abundancia de armas; una larguísima fachada costera; colapso económico; numerosos ex milicianos, acostumbrados a la violencia despiadada como forma de vida, y, sobre todo, una ruta marítima muy transitada. Por otra parte, los grupos piratas son multinacionales y en ellos participan con frecuencia delincuentes de origen europeo, de los Balcanes sobre todo.
Varias naciones han desplegado naves de guerra en la región, pero eso no ha bastado para detener los ataques. Tampoco habría servido de mucho que nuestro país enviase una fragata o incluso dos, porque aun llevando helicópteros a bordo, la zona a cubrir es muy grande y difícil de cubrir. Sería preciso por lo tanto desplegar una fuerza combinada, como ha sugerido Francia, con un gran número de embarcaciones pequeñas y fuerzas aeronavales capaces de reaccionar en cuestión de minutos y detener a los piratas antes de que puedan tomar al abordaje a sus nuevas víctimas y usarlas como escudos humanos. También sería preciso crear un control de tráfico marítimo que monitorizase todos los barcos que navegan por el Golfo de Adén. Claro que es más fácil hacerlo que decirlo, pues estamos hablando de una zona de unos 900 kilómetros de largo por 300 de ancho.
Somalia tiene dos fachadas costeras, la más corta mira al norte, hacia el Golfo de Adén. La otra al Este, al Índico. La fachada costera norte esta ocupada por dos Estados secesionistas. Cuando el Gobierno central se desintegró, las facciones armadas se centraron en la lucha por la capital, que está en el sur. Las regiones septentrionales, al ser las más alejadas, quedaron abandonadas a sus propios recursos, lo que les vino muy bien pues se libraron de los peores estragos de la guerra. En 1993 los clanes locales se reunieron y decidieron organizar su propio Estado, Somalilandia, que desde entonces ha buscado en vano el reconocimiento internacional, desarrollando una fachada democrática muy poco creíble al principio, pero que parece ir cada vez más en serio.
En la zona más oriental del país, en la punta del Cuerno de África, los señores de la guerra locales optaron en 1998 por crear su propio Estado secesionista, Puntland. La mayor parte de los piratas parecen provenir de aquí. A diferencia de Somalilandia, organizado desde abajo por una coalición de clanes, Puntland fue creado desde arriba por ambiciosos caudillos militares locales que a menudo se han peleado a tiros por el poder en el nuevo Estado. Incluso invadieron Somalilandia en 2004.
Si hay voluntad política, la Unión Europea puede crear una fuerza multinacional aeronaval y anfibia capaz de mantener a raya a los piratas. El problema es que, una vez creada, esa fuerza deberá permanecer allí indefinidamente, mientras no se arregle la situación en Somalia. Teniendo en cuenta los feroces combates entre las viejas facciones de señores de la guerra, las fuerzas etíopes y los llamados tribunales islámicos, tal cosa parece extremadamente improbable. No existe un gobierno nacional con el que podamos coordinarnos y pedirle permiso para atacar a los piratas ¿Qué hacemos entonces? ¿Reconocer a Somalilandia y usarla como base de operaciones? ¿Reconocer a los tribunales islámicos? ¿Tomar por la fuerza Puntland? ¿Ignorar las aguas jurisdiccionales somalíes y perseguir a los piratas hasta las playas o incluso hasta el interior? Tendremos que desplegar nuestras fuerzas navales en la zona, con órdenes de usar la fuerza hasta el nivel que sea necesario, y resignarnos a mantenerlas allí muchos años.
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