Por ALDA ÓLAFSSON - Madrid - (El País.com, 03/05/2008)
Islandia es el país más apropiado para ser periodista. Lo dice el último informe mundial sobre libertad de prensa de la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), que ha medido el estado de este derecho en 169 países. ¿Su principal mérito? Gozar de una sociedad abierta con una larga tradición en la defensa de los valores democráticos. Sin embargo, la falta de una legislación específica y el riesgo de autocensura empañan el ejercicio de una profesión en un país cuyo pequeño tamaño se vuelve a menudo en su contra.
Para la presidenta de la Asociación de Periodistas de Islandia, Arna Schram, es justo que Islandia, entre otras naciones del norte de Europa, haya sido elevada a los altares de la prensa libre. RSF analiza en su informe en qué países estos profesionales son habitualmente atacados, torturados, o incluso asesinados por ejercer su labor. En lo que va de 2008 han muerto ya, según RSF, nueve periodistas en el ejercicio de su profesión, mientras que 137 periodistas y 63 ciberdisidentes permanecen encarcelados. En 2007 fueron 177 los que cayeron en el ejercicio de su profesión, según la Federación Internacional de Periodistas.
"Algo así, por suerte, no ocurre en Islandia, aunque, como se puede ver en la lista, las circunstancias dependen de cada país", puntualiza Schram. "El informe es del todo cierto", señala el veterano periodista Thór Jónsson. "En Islandia existe una larga tradición de intercambio fluido de ideas y defensa de los derechos humanos", precisa este informador, actual director de prensa del ayuntamiento de la pequeña ciudad de Kópavogur. "Las autoridades nunca intentarían acallar la difusión de información o el debate público", agrega con rotundidad.
Las cosas no son así en toda Europa, a pesar de que, comparado con otros continentes, éste sigue siendo un paraíso para los periodistas. La tendencia es, según RSF, a debilitar la libertad de prensa. La agresividad con los periodistas que revelan casos de corrupción, enriquecimiento o malversación comienza a ser preocupante, igual que la violación del secreto de las fuentes, fundamental en la investigación periodística.
Según Jónsson, "desde el punto de vista de la libertad de expresión y acción, es fácil ser periodista en Islandia". La sociedad es tan pequeña (algo más de 300.000 habitantes) que no es extraño tener a un ministro como vecino o conseguir una entrevista con un famoso escritor en el supermercado. Una cercanía tan grande, aclara este informador, puede, sin embargo, "atar las manos cuando deberían estar libres".
La cercanía como obstáculo
Jónsson se refiere al riesgo de autocensura que a menudo está presente en la prensa islandesa. Una comunidad tan reducida hace que los medios sean más cautos a la hora, por ejemplo, de publicar nombres o fotografías de delincuentes, pero también pone obstáculos porque "todos conocen a todos". La presidenta de la Asociación de Periodistas también ve en ello una clara desventaja: "La proximidad lleva a que el tratamiento no sea tan duro y crítico".
Según datos del Informe sobre la Libertad de Prensa 2008 de la organización internacional Freedom House, Islandia combina una prensa independiente con una justicia efectiva y un sistema político democrático que funciona. A pesar de ello, señala el organismo, existen limitaciones a estos derechos, como en casos de ofensa hacia las doctrinas de grupos religiosos, que en determinados casos, se castigan con penas de prisión.
Preguntado por esta cuestión, el director de informativos de la Radio Nacional de Islandia (de propiedad pública), Ódinn Jónsson, afirma que no hay ningún tema considerado tabú para los medios islandeses. "La Iglesia no es en absoluto uno de ellos", niega con rotundidad, aunque admite que "a veces la cortesía innecesaria resulta ser una traba". Pero destaca: "Los periodistas islandeses son sorprendentemente osados, a pesar de los lazos de cercanía con los demás, que a veces son incluso familiares".
Lo cierto es que las multas por calumnia en algunos casos son muy elevadas. En marzo de 2007, el famoso cantante islandés Bubbi Morthens fue indemnizado con cerca de 700.000 coronas (8.000 euros) tras demandar a la revista de cotilleos Hér og nú (Aquí y ahora), que dos años antes había publicado en su portada una foto del cantante fumando un cigarrillo dentro de su coche con el titular "Bubbi recae", en alusión a su pasado de coqueteos con las drogas.
Muchos, entre ellos la presidenta de la Asociación de Periodistas, consideraron la decisión demasiado excesiva porque entorpecía la labor periodística. "¿A partir de ahora va a estar prohibido que los periodistas jueguen con la ambigüedad? ¿Cómo evalúa la Corte Suprema lo que es de interés general y lo que no?", se preguntaba Schram en declaraciones recogidas por la revista Iceland Review.
Un cuadro mediático diverso, pero concentrado
La libertad de expresión aparece recogida en la Constitución islandesa de 1944. Según el Artículo 73: "Todos tienen derecho a la libertad de opinión y de convicciones. Toda persona tiene derecho a expresar sus pensamientos, aunque deberá responder de ellos ante los tribunales. La censura u otros obstáculos a la libertad de expresión nunca serán permitidas por ley". Sin embargo, ninguna normativa se refiere específicamente a los medios de comunicación, y "no parece que haya voluntad política para elaborar una ley así", indica Schram. Tampoco la relativamente nueva ley de la información, vigente desde 1997, que pretende facilitar el acceso de la sociedad a datos públicos, señala expresamente a los periodistas.Dos grandes grupos poseen la mayoría de medios del país: el Servicio Nacional de Radiodifusión de Islandia (RUV), una compañía pública limitada de radio y televisión, y la corporación privada 365, que posee seis canales de televisión, cinco de radio y uno de los grandes periódicos del país.Según Schram, este cuadro mediático es "bastante diverso" y la competencia entre empresas distintas es mucha, pero existen desventajas "si el accionariado de los grandes medios no es muy variado", como en el caso de RUV, cuyo único propietario es el Estado. Para Jónsson esta circunstancia también hace que se haya acusado frecuentemente a los periodistas de "favorecer a los propietarios de sus medios".
Islandia es el país más apropiado para ser periodista. Lo dice el último informe mundial sobre libertad de prensa de la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), que ha medido el estado de este derecho en 169 países. ¿Su principal mérito? Gozar de una sociedad abierta con una larga tradición en la defensa de los valores democráticos. Sin embargo, la falta de una legislación específica y el riesgo de autocensura empañan el ejercicio de una profesión en un país cuyo pequeño tamaño se vuelve a menudo en su contra.
Para la presidenta de la Asociación de Periodistas de Islandia, Arna Schram, es justo que Islandia, entre otras naciones del norte de Europa, haya sido elevada a los altares de la prensa libre. RSF analiza en su informe en qué países estos profesionales son habitualmente atacados, torturados, o incluso asesinados por ejercer su labor. En lo que va de 2008 han muerto ya, según RSF, nueve periodistas en el ejercicio de su profesión, mientras que 137 periodistas y 63 ciberdisidentes permanecen encarcelados. En 2007 fueron 177 los que cayeron en el ejercicio de su profesión, según la Federación Internacional de Periodistas.
"Algo así, por suerte, no ocurre en Islandia, aunque, como se puede ver en la lista, las circunstancias dependen de cada país", puntualiza Schram. "El informe es del todo cierto", señala el veterano periodista Thór Jónsson. "En Islandia existe una larga tradición de intercambio fluido de ideas y defensa de los derechos humanos", precisa este informador, actual director de prensa del ayuntamiento de la pequeña ciudad de Kópavogur. "Las autoridades nunca intentarían acallar la difusión de información o el debate público", agrega con rotundidad.
Las cosas no son así en toda Europa, a pesar de que, comparado con otros continentes, éste sigue siendo un paraíso para los periodistas. La tendencia es, según RSF, a debilitar la libertad de prensa. La agresividad con los periodistas que revelan casos de corrupción, enriquecimiento o malversación comienza a ser preocupante, igual que la violación del secreto de las fuentes, fundamental en la investigación periodística.
Según Jónsson, "desde el punto de vista de la libertad de expresión y acción, es fácil ser periodista en Islandia". La sociedad es tan pequeña (algo más de 300.000 habitantes) que no es extraño tener a un ministro como vecino o conseguir una entrevista con un famoso escritor en el supermercado. Una cercanía tan grande, aclara este informador, puede, sin embargo, "atar las manos cuando deberían estar libres".
La cercanía como obstáculo
Jónsson se refiere al riesgo de autocensura que a menudo está presente en la prensa islandesa. Una comunidad tan reducida hace que los medios sean más cautos a la hora, por ejemplo, de publicar nombres o fotografías de delincuentes, pero también pone obstáculos porque "todos conocen a todos". La presidenta de la Asociación de Periodistas también ve en ello una clara desventaja: "La proximidad lleva a que el tratamiento no sea tan duro y crítico".
Según datos del Informe sobre la Libertad de Prensa 2008 de la organización internacional Freedom House, Islandia combina una prensa independiente con una justicia efectiva y un sistema político democrático que funciona. A pesar de ello, señala el organismo, existen limitaciones a estos derechos, como en casos de ofensa hacia las doctrinas de grupos religiosos, que en determinados casos, se castigan con penas de prisión.
Preguntado por esta cuestión, el director de informativos de la Radio Nacional de Islandia (de propiedad pública), Ódinn Jónsson, afirma que no hay ningún tema considerado tabú para los medios islandeses. "La Iglesia no es en absoluto uno de ellos", niega con rotundidad, aunque admite que "a veces la cortesía innecesaria resulta ser una traba". Pero destaca: "Los periodistas islandeses son sorprendentemente osados, a pesar de los lazos de cercanía con los demás, que a veces son incluso familiares".
Lo cierto es que las multas por calumnia en algunos casos son muy elevadas. En marzo de 2007, el famoso cantante islandés Bubbi Morthens fue indemnizado con cerca de 700.000 coronas (8.000 euros) tras demandar a la revista de cotilleos Hér og nú (Aquí y ahora), que dos años antes había publicado en su portada una foto del cantante fumando un cigarrillo dentro de su coche con el titular "Bubbi recae", en alusión a su pasado de coqueteos con las drogas.
Muchos, entre ellos la presidenta de la Asociación de Periodistas, consideraron la decisión demasiado excesiva porque entorpecía la labor periodística. "¿A partir de ahora va a estar prohibido que los periodistas jueguen con la ambigüedad? ¿Cómo evalúa la Corte Suprema lo que es de interés general y lo que no?", se preguntaba Schram en declaraciones recogidas por la revista Iceland Review.
Un cuadro mediático diverso, pero concentrado
La libertad de expresión aparece recogida en la Constitución islandesa de 1944. Según el Artículo 73: "Todos tienen derecho a la libertad de opinión y de convicciones. Toda persona tiene derecho a expresar sus pensamientos, aunque deberá responder de ellos ante los tribunales. La censura u otros obstáculos a la libertad de expresión nunca serán permitidas por ley". Sin embargo, ninguna normativa se refiere específicamente a los medios de comunicación, y "no parece que haya voluntad política para elaborar una ley así", indica Schram. Tampoco la relativamente nueva ley de la información, vigente desde 1997, que pretende facilitar el acceso de la sociedad a datos públicos, señala expresamente a los periodistas.Dos grandes grupos poseen la mayoría de medios del país: el Servicio Nacional de Radiodifusión de Islandia (RUV), una compañía pública limitada de radio y televisión, y la corporación privada 365, que posee seis canales de televisión, cinco de radio y uno de los grandes periódicos del país.Según Schram, este cuadro mediático es "bastante diverso" y la competencia entre empresas distintas es mucha, pero existen desventajas "si el accionariado de los grandes medios no es muy variado", como en el caso de RUV, cuyo único propietario es el Estado. Para Jónsson esta circunstancia también hace que se haya acusado frecuentemente a los periodistas de "favorecer a los propietarios de sus medios".
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