Por Francesc Sanuy, abogado (EL PERIÓDICO, 07/04/08):
En plena Cuaresma del 2008, el arzobispo Girotti hizo pública la decisión del Vaticano de hacer una aggiornamento de los siete pecados capitales que estableció el papa Gregorio I, en el siglo VI. La reforma consistió en introducir como capitales, es decir, como cabo y origen de otros vicios y pecados, otros siete pecados “sociales”. Entre ellos, contribuir a ensanchar la distancia entre pobres y ricos, generar pobreza y acumular riquezas excesivas.
Parece, pues, que algo estaría pasando si la Iglesia recupera el tono y el lenguaje de las encíclicas sociales. Y seguramente la reacción refleja el clamor y el malestar colectivos ante el hecho innegable y escandaloso de que, en el mundo industrializado, los ricos sean cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más pobres.
En el Reino Unido, los laboristas han comprobado un desapego creciente por parte de unas clases medias que ven atónitas cómo los ultrarricos o filthy-rich (asquerosamente o puercamente ricos) se benefician de un sistema deliberado de relajada indulgencia que los laboristas han aplicado a favor de la clase propietaria de grandes embarcaciones, alimentada por el propio Gobierno a copia de exenciones fiscales. ¿Es normal que 130.000 non doms, o sea, residentes en la Gran Bretaña, no paguen impuestos sobre sus ingresos en el exterior?
EL ARGUMENTO es que no utilizan las escuelas ni los hospitales públicos, ni cobran pensiones, pero, por la misma regla de tres, los que perciben rentas locales también podrían proclamarse insolidarios con el Estado del bienestar o invocar que, como los ricos dan propinas a los pobres, se les debería de subvencionar. Parece una reductio ad absurdum, pero no se rían, porque nuestros beati possidenti tienen una cara muy dura. Y si amenazan con irse del país a fin de no pagar impuestos, pues allá ellos: buen viaje.
Incluso el líder conservador David Cameron dijo que ha llegado la hora de plantar cara a los grandes negocios. Al revés de lo que Blair habría defendido en favor de la tímida conciencia fiscal de un futbolista como Beckham.
También en Japón se ha escuchado la voz del primer ministro de derechas, Yasuo Fukuda, diciendo que ha llegado la hora, después de seis años de círculo virtuoso y de grandes beneficios empresariales, de transferir a los salarios y al poder adquisitivo de las familias los frutos de la reforma, porque no puede ser que en tiempos de boom económico haya ganadores y perdedores. Tanto es así, y tan extendida es la repulsa de los abusananos, que el mismo día en el que hablaba el Vaticano, también se pronunció el Instituto de Finanzas Internacionales, reunido en Río de Janeiro con los principales socios de este club de banqueros globales.
CONSCIENTES de la condena generalizada de su comportamiento, guiado por la codicia y el afán de lucro sin freno, propusieron la elaboración de un código voluntario de buena conducta que limitara las obscenas y fastuosas retribuciones de los directivos. Por si acaso parlamentos y gobiernos lo hacían antes que ellos y lo hacían de verdad. Lógicamente, los accionistas, los reguladores y los ciudadanos no entienden cómo se puede poner en riesgo todo el sistema financiero, y autoadjudicarse el pago de bonos astronómicos.
Es inmoral y fraudulento que una banda de ricos divinizados nos conviertan a los pobres asalariados, con la complicidad de los gobiernos respectivos, en los que van a pagar los platos rotos como financiadores en última instancia de los rescates que las autoridades apliquen a estos acróbatas que trabajan con red protectora estatal y falta total de honradez. Recordemos que el rescate del banco de inversiones Bear Stearms, apoyado por la Reserva Federal, atrapó a toda la cúpula dirigente reunida en Detroit para participar en un torneo de bridge.
EL TEMA ha llegado hasta el Congreso de EEUU con figuras del star-system, como Chuck Prince (Citigroup), Stanley O’Neal (Merril Lynch) y Angelo Mogilo (Countrywide) en condición de acusados de excesos de compensación a los ejecutivos mientras los accionistas perdían dinero. Por tanto, es bien visible un cambio de orientación en el debate sobre la remuneración corporativa. En efecto, la opinión pública ha rebobinado y aquellos personajes que antes eran héroes o modelos de triunfador para jóvenes ambiciosos, han caído rápidamente del pedestal y son ahora objeto de merecido vilipendio.
EN LA ASAMBLEA general de British Gas, por ejemplo, los accionistas trajeron a la sala un cerdo enorme con un collar que exhibía el nombre de Cedric, es decir, el del consejero delegado Cedric Brown. Son las consecuencias de tener en las 500 empresas de la clasificación S&P norteamericana una retribución media de 11,5 millones de dólares y de que el año pasado se doblaran el sueldo a pesar de que los beneficios solo habían subido el 12%. En contraste, Warren Buffet, el hombre más rico del mundo, solo cobra 100.000 dólares anuales y considera ridículamente excesiva la paga de los directivos.
De la situación en España hablaremos en otra ocasión. Pero de momento hiere a la vista que La Caixa y Caja Madrid hayan sido condenadas como responsables civiles subsidiarias de la estafa Gescartera.
En plena Cuaresma del 2008, el arzobispo Girotti hizo pública la decisión del Vaticano de hacer una aggiornamento de los siete pecados capitales que estableció el papa Gregorio I, en el siglo VI. La reforma consistió en introducir como capitales, es decir, como cabo y origen de otros vicios y pecados, otros siete pecados “sociales”. Entre ellos, contribuir a ensanchar la distancia entre pobres y ricos, generar pobreza y acumular riquezas excesivas.
Parece, pues, que algo estaría pasando si la Iglesia recupera el tono y el lenguaje de las encíclicas sociales. Y seguramente la reacción refleja el clamor y el malestar colectivos ante el hecho innegable y escandaloso de que, en el mundo industrializado, los ricos sean cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más pobres.
En el Reino Unido, los laboristas han comprobado un desapego creciente por parte de unas clases medias que ven atónitas cómo los ultrarricos o filthy-rich (asquerosamente o puercamente ricos) se benefician de un sistema deliberado de relajada indulgencia que los laboristas han aplicado a favor de la clase propietaria de grandes embarcaciones, alimentada por el propio Gobierno a copia de exenciones fiscales. ¿Es normal que 130.000 non doms, o sea, residentes en la Gran Bretaña, no paguen impuestos sobre sus ingresos en el exterior?
EL ARGUMENTO es que no utilizan las escuelas ni los hospitales públicos, ni cobran pensiones, pero, por la misma regla de tres, los que perciben rentas locales también podrían proclamarse insolidarios con el Estado del bienestar o invocar que, como los ricos dan propinas a los pobres, se les debería de subvencionar. Parece una reductio ad absurdum, pero no se rían, porque nuestros beati possidenti tienen una cara muy dura. Y si amenazan con irse del país a fin de no pagar impuestos, pues allá ellos: buen viaje.
Incluso el líder conservador David Cameron dijo que ha llegado la hora de plantar cara a los grandes negocios. Al revés de lo que Blair habría defendido en favor de la tímida conciencia fiscal de un futbolista como Beckham.
También en Japón se ha escuchado la voz del primer ministro de derechas, Yasuo Fukuda, diciendo que ha llegado la hora, después de seis años de círculo virtuoso y de grandes beneficios empresariales, de transferir a los salarios y al poder adquisitivo de las familias los frutos de la reforma, porque no puede ser que en tiempos de boom económico haya ganadores y perdedores. Tanto es así, y tan extendida es la repulsa de los abusananos, que el mismo día en el que hablaba el Vaticano, también se pronunció el Instituto de Finanzas Internacionales, reunido en Río de Janeiro con los principales socios de este club de banqueros globales.
CONSCIENTES de la condena generalizada de su comportamiento, guiado por la codicia y el afán de lucro sin freno, propusieron la elaboración de un código voluntario de buena conducta que limitara las obscenas y fastuosas retribuciones de los directivos. Por si acaso parlamentos y gobiernos lo hacían antes que ellos y lo hacían de verdad. Lógicamente, los accionistas, los reguladores y los ciudadanos no entienden cómo se puede poner en riesgo todo el sistema financiero, y autoadjudicarse el pago de bonos astronómicos.
Es inmoral y fraudulento que una banda de ricos divinizados nos conviertan a los pobres asalariados, con la complicidad de los gobiernos respectivos, en los que van a pagar los platos rotos como financiadores en última instancia de los rescates que las autoridades apliquen a estos acróbatas que trabajan con red protectora estatal y falta total de honradez. Recordemos que el rescate del banco de inversiones Bear Stearms, apoyado por la Reserva Federal, atrapó a toda la cúpula dirigente reunida en Detroit para participar en un torneo de bridge.
EL TEMA ha llegado hasta el Congreso de EEUU con figuras del star-system, como Chuck Prince (Citigroup), Stanley O’Neal (Merril Lynch) y Angelo Mogilo (Countrywide) en condición de acusados de excesos de compensación a los ejecutivos mientras los accionistas perdían dinero. Por tanto, es bien visible un cambio de orientación en el debate sobre la remuneración corporativa. En efecto, la opinión pública ha rebobinado y aquellos personajes que antes eran héroes o modelos de triunfador para jóvenes ambiciosos, han caído rápidamente del pedestal y son ahora objeto de merecido vilipendio.
EN LA ASAMBLEA general de British Gas, por ejemplo, los accionistas trajeron a la sala un cerdo enorme con un collar que exhibía el nombre de Cedric, es decir, el del consejero delegado Cedric Brown. Son las consecuencias de tener en las 500 empresas de la clasificación S&P norteamericana una retribución media de 11,5 millones de dólares y de que el año pasado se doblaran el sueldo a pesar de que los beneficios solo habían subido el 12%. En contraste, Warren Buffet, el hombre más rico del mundo, solo cobra 100.000 dólares anuales y considera ridículamente excesiva la paga de los directivos.
De la situación en España hablaremos en otra ocasión. Pero de momento hiere a la vista que La Caixa y Caja Madrid hayan sido condenadas como responsables civiles subsidiarias de la estafa Gescartera.
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