Por Jacques Barrot, vicepresidente de la Comisión Europea (EL PERIÓDICO, 29/03/08):
El 30 de marzo, a partir de medianoche, entra en vigor un nuevo acuerdo aéreo de cielos abiertos entre la Unión Europea y Estados Unidos. Por primera vez, las compañías aéreas europeas y norteamericanas podrán volar de un lado a otro del Atlántico sin limitaciones, ni en las dimensiones de los aparatos, ni en la frecuencia de los vuelos, ni en los destinos, ni en los precios.
Este acuerdo es histórico por el alcance, el impacto y la ambición que ofrece. Afecta a los 27 estados de la UE y a Estados Unidos, es decir, a más de 800 millones de personas, y aplica un enfoque innovador en materia de reglamentación internacional: sustituye la miríada de acuerdos bilaterales entre cada uno de los estados miembros y EEUU, incluidas las restricciones. Por ejemplo, fijé- monos en el acuerdo Bermudas II, entre Estados Unidos y el Reino Unido en 1977: solo dos compañías de cada país tenían derecho a operar entre Londres-Heathrow y EEUU. A partir de ahora, el aeropuerto de Londres-Heathrow ofrecerá 16 nuevos vuelos diarios hacia Estados Unidos, y destacan especialmente los de Continental Airlines y Delta Air Lines, que por primera vez operarán en esta ruta.
A PARTIR de ahora, las compañías europeas con vuelos de largo recorrido tienen la posibilidad de abrir rutas hacia EEUU desde cualquier punto de Europa, no únicamente desde su mercado estatal. Air France ya ha previsto abrir una nueva ruta directa entre Londres-Heathrow y Los Angeles, por ejemplo, y British Airways tiene pensado ofrecer muy pronto a sus pasajeros la posibilidad de viajar a Nueva York desde París y Bruselas, por medio de su filial Open Skies.
Los principales beneficiados serán los más de 50 millones de pasajeros que viajan entre Europa y EEUU cada año. Asimismo, también se multiplicarán las posibilidades para el transporte de mercancías. No hay que olvidar que más de la mitad del transporte de mercancías entre Europa y EEUU, valorado en unos 450.000 millones de euros, se hace por avión. Para todas esas personas que dependen de los vuelos transatlánticos, el nuevo acuerdo promete más competencia, y, por lo tanto, mejores precios y mejor servicio, bien en el segmento de pasajeros o en el de transporte de mercancías.
Además, este acuerdo es uno de los primeros en reconocer la importancia capital de la preservación del medio ambiente. Las ventajas de la cooperación entre Europa y EEUU en este ámbito se traducen ya en el proyecto AIRE, que propone trazar unas rutas aéreas más sostenibles desde el punto de vista energético. Este proyecto complementa los esfuerzos europeos en el ámbito de la búsqueda de una gestión más eficaz del tráfico aéreo (SESAR), la existencia de aviones más ecológicos (Clean Sky), nuevos combustibles, además de reforzar la lucha de Europa para que el transporte aéreo se tenga en cuenta a nivel internacional en el sistema de intercambio de emisiones.
Todo ello se traduce en más competencia, disposiciones reglamentarias más coordinadas y seguimiento de los proyectos para proteger el medio ambiente. ¡La aviación transatlántica emprende el vuelo!
El acuerdo de cielos abiertos incluye un compromiso de las partes implicadas con el fin de promover una “segunda parte” del acuerdo. El objetivo de esta segunda etapa es abrir más aún el mercado en beneficio de los consumidores, de las compañías aéreas, de los ciudadanos y de las empresas de ambos lados del Atlántico. En este sentido, Europa ya ha puesto sobre la mesa su propuesta: la posibilidad de que las compañías aéreas y americanas puedan operar en los mercados interiores de cada país, siguiendo el ejemplo de vuelos transatlánticos.
A estas alturas, esto no es posible. Y no lo es, en parte, por razones históricas y, en parte, por los reductos proteccionistas más propios de otros tiempos e impensables en otros sectores de la economía, sobre todo para una industria puntera como esta.
DENTRO DE la UE, ya se han eliminado las barreras entre los estados miembros en beneficio de toda la ciudadanía europea. Esto ha permitido la aparición de las compañías de bajo coste, pero también ha contribuido al surgimiento de gigantes mundiales como por ejemplo Air France-KLM. Pero ahora, para seguir adelante, hace falta lograr una cooperación recíproca con otros países, como es el caso de Estados Unidos.
Los consumidores no serían los únicos en beneficiarse de este acuerdo reforzado: el empleo también saldría ganando si las compañías europeas y americanas pudieran ofrecer servicios más allá de su mercado estatal. Hasta ahora, el sistema de alianzas creado entre las compañías intenta ofrecer a los pasajeros mejores conexiones, pero no acaba de facilitar del todo estos desplazamientos.
La segunda etapa será, pues, tan importante como la primera. Más de mil millones de desplazamientos se producen cada año entre Europa y EEUU. Si logramos reducir definitivamente los obstáculos para la competencia entre dos mercados que, en conjunto, representan más del 50% del tráfico aéreo internacional, conseguiremos que la aviación moderna entre en una nueva era, en beneficio de la UE y de EEUU, del dinamismo económico y de la movilidad sostenible, algo fundamental cara al próximo siglo.
El 30 de marzo, a partir de medianoche, entra en vigor un nuevo acuerdo aéreo de cielos abiertos entre la Unión Europea y Estados Unidos. Por primera vez, las compañías aéreas europeas y norteamericanas podrán volar de un lado a otro del Atlántico sin limitaciones, ni en las dimensiones de los aparatos, ni en la frecuencia de los vuelos, ni en los destinos, ni en los precios.
Este acuerdo es histórico por el alcance, el impacto y la ambición que ofrece. Afecta a los 27 estados de la UE y a Estados Unidos, es decir, a más de 800 millones de personas, y aplica un enfoque innovador en materia de reglamentación internacional: sustituye la miríada de acuerdos bilaterales entre cada uno de los estados miembros y EEUU, incluidas las restricciones. Por ejemplo, fijé- monos en el acuerdo Bermudas II, entre Estados Unidos y el Reino Unido en 1977: solo dos compañías de cada país tenían derecho a operar entre Londres-Heathrow y EEUU. A partir de ahora, el aeropuerto de Londres-Heathrow ofrecerá 16 nuevos vuelos diarios hacia Estados Unidos, y destacan especialmente los de Continental Airlines y Delta Air Lines, que por primera vez operarán en esta ruta.
A PARTIR de ahora, las compañías europeas con vuelos de largo recorrido tienen la posibilidad de abrir rutas hacia EEUU desde cualquier punto de Europa, no únicamente desde su mercado estatal. Air France ya ha previsto abrir una nueva ruta directa entre Londres-Heathrow y Los Angeles, por ejemplo, y British Airways tiene pensado ofrecer muy pronto a sus pasajeros la posibilidad de viajar a Nueva York desde París y Bruselas, por medio de su filial Open Skies.
Los principales beneficiados serán los más de 50 millones de pasajeros que viajan entre Europa y EEUU cada año. Asimismo, también se multiplicarán las posibilidades para el transporte de mercancías. No hay que olvidar que más de la mitad del transporte de mercancías entre Europa y EEUU, valorado en unos 450.000 millones de euros, se hace por avión. Para todas esas personas que dependen de los vuelos transatlánticos, el nuevo acuerdo promete más competencia, y, por lo tanto, mejores precios y mejor servicio, bien en el segmento de pasajeros o en el de transporte de mercancías.
Además, este acuerdo es uno de los primeros en reconocer la importancia capital de la preservación del medio ambiente. Las ventajas de la cooperación entre Europa y EEUU en este ámbito se traducen ya en el proyecto AIRE, que propone trazar unas rutas aéreas más sostenibles desde el punto de vista energético. Este proyecto complementa los esfuerzos europeos en el ámbito de la búsqueda de una gestión más eficaz del tráfico aéreo (SESAR), la existencia de aviones más ecológicos (Clean Sky), nuevos combustibles, además de reforzar la lucha de Europa para que el transporte aéreo se tenga en cuenta a nivel internacional en el sistema de intercambio de emisiones.
Todo ello se traduce en más competencia, disposiciones reglamentarias más coordinadas y seguimiento de los proyectos para proteger el medio ambiente. ¡La aviación transatlántica emprende el vuelo!
El acuerdo de cielos abiertos incluye un compromiso de las partes implicadas con el fin de promover una “segunda parte” del acuerdo. El objetivo de esta segunda etapa es abrir más aún el mercado en beneficio de los consumidores, de las compañías aéreas, de los ciudadanos y de las empresas de ambos lados del Atlántico. En este sentido, Europa ya ha puesto sobre la mesa su propuesta: la posibilidad de que las compañías aéreas y americanas puedan operar en los mercados interiores de cada país, siguiendo el ejemplo de vuelos transatlánticos.
A estas alturas, esto no es posible. Y no lo es, en parte, por razones históricas y, en parte, por los reductos proteccionistas más propios de otros tiempos e impensables en otros sectores de la economía, sobre todo para una industria puntera como esta.
DENTRO DE la UE, ya se han eliminado las barreras entre los estados miembros en beneficio de toda la ciudadanía europea. Esto ha permitido la aparición de las compañías de bajo coste, pero también ha contribuido al surgimiento de gigantes mundiales como por ejemplo Air France-KLM. Pero ahora, para seguir adelante, hace falta lograr una cooperación recíproca con otros países, como es el caso de Estados Unidos.
Los consumidores no serían los únicos en beneficiarse de este acuerdo reforzado: el empleo también saldría ganando si las compañías europeas y americanas pudieran ofrecer servicios más allá de su mercado estatal. Hasta ahora, el sistema de alianzas creado entre las compañías intenta ofrecer a los pasajeros mejores conexiones, pero no acaba de facilitar del todo estos desplazamientos.
La segunda etapa será, pues, tan importante como la primera. Más de mil millones de desplazamientos se producen cada año entre Europa y EEUU. Si logramos reducir definitivamente los obstáculos para la competencia entre dos mercados que, en conjunto, representan más del 50% del tráfico aéreo internacional, conseguiremos que la aviación moderna entre en una nueva era, en beneficio de la UE y de EEUU, del dinamismo económico y de la movilidad sostenible, algo fundamental cara al próximo siglo.
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