Por SANDRO POZZI / AGENCIAS - Nueva York / Harare - 25/06/2008
Nunca había estado tan solo Robert Mugabe, de 84 años, el libertador de Zimbabue reconvertido en déspota. El mundo entero -incluidos sus aliados tradicionales, como China y Suráfrica- le presionan para que ponga fin a la "campaña de violencia" en la antigua colonia británica y permita elecciones libres a las que pueda presentarse sin intimidación Morgan Tsvangirai, el opositor que ganó la primera vuelta el pasado marzo y que ayer seguía refugiado en la Embajada de Holanda.
La ONU calificó la noche del lunes de alarmante el clima de violencia en Zimbabue, en contra de los postulados del régimen, que asegura que la situación es normal y que Tsvangirai se ha retirado de los comicios por miedo a una "aplastante victoria" del dictador y porque, según el principal diplomático del país en la ONU, es un "niño llorica". El régimen mantiene los comicios, aunque sólo haya un candidato, y los plantea ahora como un plebiscito "contra el imperialismo".
Tres meses después de que la oposición certificara su victoria en primera vuelta, y a cuatro días de la celebración de la segunda ronda, el Consejo de Seguridad condenó sin paliativos a Mugabe. La declaración del órgano de la ONU que vela por la paz y la seguridad denuncia la imposibilidad de que se pueda celebrar una segunda vuelta de elecciones "libres y justas", por la "violencia" y las "restricciones" a las que se somete a la oposición. Más de 90 opositores han sido asesinados y centenares están presos desde que el régimen desencadenó su violenta campaña para aferrarse al poder tras perder los comicios de marzo pasado. Mugabe ha vetado, además, a los observadores independientes, que en la primera vuelta fueron claves para impedir el fraude.
El texto del Consejo de Seguridad, que no tiene carácter vinculante, se pactó horas después de que el líder opositor, Tsvangirai, se refugiara en la Embajada holandesa en Harare ante la creciente violencia de las milicias del partido de Robert Mugabe y para evitar la misma suerte que el secretario general de la oposición, Tendai Biti, detenido el pasado 12 de junio por "traición". Tsvangirai decidió el domingo retirar su candidatura.
La declaración de la ONU supone un cambio copernicano ante el "problema de Zimbabue". Ya no son sólo la antigua metrópoli -Reino Unido- o el "imperialismo" -encarnado en Washington- los que presionan al régimen, sino que la dura condena fue aprobada por unanimidad. Eso incluye a China -uno de los pocos aliados económicos que le quedan a Harare- y Suráfrica, el mediador clave, el país que también se despojó en su día del apartheid, tolerado durante años por las potencias occidentales.
Muchos líderes africanos habían mirado hasta ahora para otro lado ante los desmanes de Mugabe, al que ven aún como el libertador que puso fin al régimen racista de Rodesia, rebautizado Zimbabue tras la victoria militar de Mugabe y sus aliados, en 1979. El presidente surafricano, Thabo Mbeki, se había mostrado muy cauto, pero Suráfrica se sumó por vez primera al aislamiento del dictador. Y su partido, el Congreso Nacional Africano, dirigido por su rival Jacob Zuma, se mostró extremadamente duro con su hasta ahora partido hermano zimbabuense -el ZANU-PF de Mugabe-, denunció la campaña de violencia y pidió que se aplacen las elecciones del viernes hasta que se ponga fin a ésta.
Eso sí, el partido de Mbeki y Zuma dejó claro al mismo tiempo que la solución a la crisis no puede llegar impuesta por la antigua metrópoli colonial, que "nunca demostró ningún respeto por los principios democráticos" en la época de la Rodesia racista. Uno de los líderes africanos más prestigiosos del continente, el presidente senegalés, Abdulaye Wade, clamó para que se aplacen los comicios y dijo que más de 20 soldados trataron de detener a Tsvangirai y que éste se salvó sólo porque fue advertido minutos antes y "pudo huir a toda prisa".
Tsvangirai seguía ayer refugiado en la Embajada de Holanda, y su entorno subrayaba que tratará de salir en cuanto tenga garantías de que su vida no peligra. En una entrevista en la emisora holandesa Radio 1, admitió que había elegido esta sede diplomática "porque es neutral y amistosa", informa Isabel Ferrer. Tsvangirai arremetió contra el "régimen irracional de Mugabe, que no puede seguir desafiando a todos", y calificó la cita electoral de "unos comicios ridículos con un solo candidato".
El mandatario reiteró ayer que sigue adelante con su plan. En un mitin al oeste del país, proclamó: "Occidente puede gritar todo lo que quiera. Las elecciones se celebrarán. Los que quieran reconocer nuestra legitimidad podrán hacerlo; y los que no quieran, que no lo hagan". La oposición teme que la violencia se intensifique el viernes para obligar a la gente a ir a votar en el intento desesperado del régimen para lograr legitimidad, con el objetivo de lograr una alta participación. "El que no vaya a las urnas pone en riesgo su vida", explica un activista de derechos humanos.
Nunca había estado tan solo Robert Mugabe, de 84 años, el libertador de Zimbabue reconvertido en déspota. El mundo entero -incluidos sus aliados tradicionales, como China y Suráfrica- le presionan para que ponga fin a la "campaña de violencia" en la antigua colonia británica y permita elecciones libres a las que pueda presentarse sin intimidación Morgan Tsvangirai, el opositor que ganó la primera vuelta el pasado marzo y que ayer seguía refugiado en la Embajada de Holanda.
La ONU calificó la noche del lunes de alarmante el clima de violencia en Zimbabue, en contra de los postulados del régimen, que asegura que la situación es normal y que Tsvangirai se ha retirado de los comicios por miedo a una "aplastante victoria" del dictador y porque, según el principal diplomático del país en la ONU, es un "niño llorica". El régimen mantiene los comicios, aunque sólo haya un candidato, y los plantea ahora como un plebiscito "contra el imperialismo".
Tres meses después de que la oposición certificara su victoria en primera vuelta, y a cuatro días de la celebración de la segunda ronda, el Consejo de Seguridad condenó sin paliativos a Mugabe. La declaración del órgano de la ONU que vela por la paz y la seguridad denuncia la imposibilidad de que se pueda celebrar una segunda vuelta de elecciones "libres y justas", por la "violencia" y las "restricciones" a las que se somete a la oposición. Más de 90 opositores han sido asesinados y centenares están presos desde que el régimen desencadenó su violenta campaña para aferrarse al poder tras perder los comicios de marzo pasado. Mugabe ha vetado, además, a los observadores independientes, que en la primera vuelta fueron claves para impedir el fraude.
El texto del Consejo de Seguridad, que no tiene carácter vinculante, se pactó horas después de que el líder opositor, Tsvangirai, se refugiara en la Embajada holandesa en Harare ante la creciente violencia de las milicias del partido de Robert Mugabe y para evitar la misma suerte que el secretario general de la oposición, Tendai Biti, detenido el pasado 12 de junio por "traición". Tsvangirai decidió el domingo retirar su candidatura.
La declaración de la ONU supone un cambio copernicano ante el "problema de Zimbabue". Ya no son sólo la antigua metrópoli -Reino Unido- o el "imperialismo" -encarnado en Washington- los que presionan al régimen, sino que la dura condena fue aprobada por unanimidad. Eso incluye a China -uno de los pocos aliados económicos que le quedan a Harare- y Suráfrica, el mediador clave, el país que también se despojó en su día del apartheid, tolerado durante años por las potencias occidentales.
Muchos líderes africanos habían mirado hasta ahora para otro lado ante los desmanes de Mugabe, al que ven aún como el libertador que puso fin al régimen racista de Rodesia, rebautizado Zimbabue tras la victoria militar de Mugabe y sus aliados, en 1979. El presidente surafricano, Thabo Mbeki, se había mostrado muy cauto, pero Suráfrica se sumó por vez primera al aislamiento del dictador. Y su partido, el Congreso Nacional Africano, dirigido por su rival Jacob Zuma, se mostró extremadamente duro con su hasta ahora partido hermano zimbabuense -el ZANU-PF de Mugabe-, denunció la campaña de violencia y pidió que se aplacen las elecciones del viernes hasta que se ponga fin a ésta.
Eso sí, el partido de Mbeki y Zuma dejó claro al mismo tiempo que la solución a la crisis no puede llegar impuesta por la antigua metrópoli colonial, que "nunca demostró ningún respeto por los principios democráticos" en la época de la Rodesia racista. Uno de los líderes africanos más prestigiosos del continente, el presidente senegalés, Abdulaye Wade, clamó para que se aplacen los comicios y dijo que más de 20 soldados trataron de detener a Tsvangirai y que éste se salvó sólo porque fue advertido minutos antes y "pudo huir a toda prisa".
Tsvangirai seguía ayer refugiado en la Embajada de Holanda, y su entorno subrayaba que tratará de salir en cuanto tenga garantías de que su vida no peligra. En una entrevista en la emisora holandesa Radio 1, admitió que había elegido esta sede diplomática "porque es neutral y amistosa", informa Isabel Ferrer. Tsvangirai arremetió contra el "régimen irracional de Mugabe, que no puede seguir desafiando a todos", y calificó la cita electoral de "unos comicios ridículos con un solo candidato".
El mandatario reiteró ayer que sigue adelante con su plan. En un mitin al oeste del país, proclamó: "Occidente puede gritar todo lo que quiera. Las elecciones se celebrarán. Los que quieran reconocer nuestra legitimidad podrán hacerlo; y los que no quieran, que no lo hagan". La oposición teme que la violencia se intensifique el viernes para obligar a la gente a ir a votar en el intento desesperado del régimen para lograr legitimidad, con el objetivo de lograr una alta participación. "El que no vaya a las urnas pone en riesgo su vida", explica un activista de derechos humanos.
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