Por Manuel Pinho, ministro de Economía de Portugal. Traducción de Carlos Gumpert (EL PAÍS, 13/06/08):
La situación del mercado de los combustibles es muy preocupante. Su impacto es de naturaleza global, con un tremendo efecto sobre Europa, que a su vez se ramifica en los distintos países de nuestro continente. Está empezando a afectar de forma especialmente dura a las familias de rentas más bajas y a las empresas más frágiles. No podemos alzar los hombros y desentendernos de su situación. Es necesario organizar una respuesta a nivel europeo. Por esta razón, he solicitado a la presidencia eslovena y a los comisarios Verheugen y Piebalgs que inscriban con carácter de urgencia esta cuestión en la agenda de los Consejos de Competitividad y de Energía.
Considero, en efecto, que la cuestión de la energía ha de ser tratada desde una perspectiva europea, a pesar de que actualmente se le esté intentando hacer frente en términos nacionales. Lo cierto es que en todos y cada uno de nuestros países nos enfrentamos con problemas bastante parecidos. En el caso de Portugal, por ejemplo, los precios de la gasolina y del gasóleo están muy próximos a la media europea, también la fiscalidad, así como las subidas registradas desde principios de año.
Las importaciones anuales de petróleo, gas natural y carbón que realiza Europa sobrepasan los 300.000 millones de euros. Cada subida del precio en un 15% equivale aproximadamente al 2% del PIB de Alemania y se traduce en una fuerte pérdida de competitividad. Circula la idea de que la apreciación del euro en relación con el dólar sirve para compensar el aumento de precios, pero eso no es del todo verdad. En euros, el precio del petróleo se ha multiplicado por cuatro desde 2002.
El precio del petróleo, en efecto, estaba en poco más de 20 dólares por barril en 2002 y aumentó hasta cerca de los 40 dólares a principios de 2005. Más tarde, subió hasta unos 70 dólares por barril antes del verano de 2007. Desde entonces, la subida ha experimentado una fuerte aceleración, que ha llevado al precio del barril a sobrepasar recientemente los 135 dólares. Esta subida desde los 20 hasta los 135 dólares en seis años refleja, sobre todo, el aumento de la demanda por parte de países con una amplia población, como China y la India, que están protagonizando además un formidable crecimiento económico.
Dado que nos hallamos ante un cambio estructural, hemos de responder con medidas estructurales. No hay nada que hacer, se acabó el tiempo de la energía barata. La solución reside en las energías renovables, en la eficacia energética y en la modernización de los sistemas de transporte. En promover mercados más transparentes y con mayor competencia. Todos los sectores de la economía, la vivienda, los transportes y la industria, van a tener que adaptarse.
La solución consiste en acelerar estas medidas, entre otras cosas porque ésa es la mejor forma de transmitir un mensaje claro a los productores de combustibles fósiles. Usando como ejemplo los resultados conseguidos por Portugal en apenas tres años de desarrollo de las energías renovables, se demuestra que está al alcance de Europa avanzar en tal sentido con más rapidez de lo que muchos pensaban.
No podría haber peor mensaje que el de una Europa incapaz de desarrollar las energías renovables, de aumentar su eficacia energética, de modernizar su sistema de transportes y de promover mercados más transparentes y con mayor competencia.
Sin embargo, no podemos engañarnos, esta adaptación no va a acaecer de la noche al día, ni va a resultar gratis. Llevará tiempo y tendrá costes. Nuestra misión es que sea tan rápida y que tenga costes tan bajos cuanto sea posible. Hasta entonces, ¿con qué precios vamos a convivir? A finales de año, ¿el precio del petróleo será de 100 o de 200 dólares por barril? Hay quien dice que el precio del petróleo llegará rápidamente a los 200 dólares por barril, pero también hay quien defiende que acabará por bajar bastante.
Entiendo que los mercados no están funcionando de forma adecuada y que los precios están siendo fuertemente influidos por la especulación financiera, lo que, por otra parte, es también la opinión de la OPEP. Teniendo en cuenta los datos de la OPEP relativos a los niveles de producción y a las reservas, no deja de ser sorprendente que los precios se hayan acelerado desde el verano, cuando estalló la crisis de las sub-prime, y los mercados de las acciones bajaron. Todo indica que la especulación se ha transferido del mercado de las sub-prime y de las acciones hacia el mercado del petróleo, las materias primas y los productos alimenticios. La idea de que nuestros países se hayan convertido en rehenes de los especuladores internacionales puede contribuir a crear entre los europeos grandes resistencias en relación con el modelo de globalización en el que vivimos.
En la misma línea defendida recientemente por Gordon Brown, considero que Europa necesita de forma urgente una estrategia internacional, en colaboración con los países productores de petróleo, con vistas a asegurar un funcionamiento más transparente del mercado.
De la misma forma que en el siglo XVI los corsarios pusieron en peligro el éxito de la primera experiencia de globalización, hasta que fueron vencidos, los especuladores financieros son los grandes enemigos de la actual experiencia de globalización. Sin una reglamentación adecuada, los mercados financieros podrían provocar situaciones totalmente indeseables.
A nivel europeo, la agenda consiste, por tanto, en lo siguiente:
Primero, acelerar la adopción de medidas estructurales para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, a través del desarrollo de las fuentes renovables, de una mayor eficacia energética y de la racionalización de los sistemas de transportes.
Segundo, estimular una estrategia internacional con vistas a un funcionamiento más transparente de los mercados.
Tercero, desarrollar una línea de políticas destinadas a apoyar a las familias de rentas más bajas y a las empresas más frágiles, sin que con esto enviemos señales equivocadas y pongamos en peligro los equilibrios que tanto nos ha costado consolidar.
Esta respuesta ha de ser organizada con la mayor urgencia. El tiempo corre. Europa tiene que actuar de forma coordinada.
La situación del mercado de los combustibles es muy preocupante. Su impacto es de naturaleza global, con un tremendo efecto sobre Europa, que a su vez se ramifica en los distintos países de nuestro continente. Está empezando a afectar de forma especialmente dura a las familias de rentas más bajas y a las empresas más frágiles. No podemos alzar los hombros y desentendernos de su situación. Es necesario organizar una respuesta a nivel europeo. Por esta razón, he solicitado a la presidencia eslovena y a los comisarios Verheugen y Piebalgs que inscriban con carácter de urgencia esta cuestión en la agenda de los Consejos de Competitividad y de Energía.
Considero, en efecto, que la cuestión de la energía ha de ser tratada desde una perspectiva europea, a pesar de que actualmente se le esté intentando hacer frente en términos nacionales. Lo cierto es que en todos y cada uno de nuestros países nos enfrentamos con problemas bastante parecidos. En el caso de Portugal, por ejemplo, los precios de la gasolina y del gasóleo están muy próximos a la media europea, también la fiscalidad, así como las subidas registradas desde principios de año.
Las importaciones anuales de petróleo, gas natural y carbón que realiza Europa sobrepasan los 300.000 millones de euros. Cada subida del precio en un 15% equivale aproximadamente al 2% del PIB de Alemania y se traduce en una fuerte pérdida de competitividad. Circula la idea de que la apreciación del euro en relación con el dólar sirve para compensar el aumento de precios, pero eso no es del todo verdad. En euros, el precio del petróleo se ha multiplicado por cuatro desde 2002.
El precio del petróleo, en efecto, estaba en poco más de 20 dólares por barril en 2002 y aumentó hasta cerca de los 40 dólares a principios de 2005. Más tarde, subió hasta unos 70 dólares por barril antes del verano de 2007. Desde entonces, la subida ha experimentado una fuerte aceleración, que ha llevado al precio del barril a sobrepasar recientemente los 135 dólares. Esta subida desde los 20 hasta los 135 dólares en seis años refleja, sobre todo, el aumento de la demanda por parte de países con una amplia población, como China y la India, que están protagonizando además un formidable crecimiento económico.
Dado que nos hallamos ante un cambio estructural, hemos de responder con medidas estructurales. No hay nada que hacer, se acabó el tiempo de la energía barata. La solución reside en las energías renovables, en la eficacia energética y en la modernización de los sistemas de transporte. En promover mercados más transparentes y con mayor competencia. Todos los sectores de la economía, la vivienda, los transportes y la industria, van a tener que adaptarse.
La solución consiste en acelerar estas medidas, entre otras cosas porque ésa es la mejor forma de transmitir un mensaje claro a los productores de combustibles fósiles. Usando como ejemplo los resultados conseguidos por Portugal en apenas tres años de desarrollo de las energías renovables, se demuestra que está al alcance de Europa avanzar en tal sentido con más rapidez de lo que muchos pensaban.
No podría haber peor mensaje que el de una Europa incapaz de desarrollar las energías renovables, de aumentar su eficacia energética, de modernizar su sistema de transportes y de promover mercados más transparentes y con mayor competencia.
Sin embargo, no podemos engañarnos, esta adaptación no va a acaecer de la noche al día, ni va a resultar gratis. Llevará tiempo y tendrá costes. Nuestra misión es que sea tan rápida y que tenga costes tan bajos cuanto sea posible. Hasta entonces, ¿con qué precios vamos a convivir? A finales de año, ¿el precio del petróleo será de 100 o de 200 dólares por barril? Hay quien dice que el precio del petróleo llegará rápidamente a los 200 dólares por barril, pero también hay quien defiende que acabará por bajar bastante.
Entiendo que los mercados no están funcionando de forma adecuada y que los precios están siendo fuertemente influidos por la especulación financiera, lo que, por otra parte, es también la opinión de la OPEP. Teniendo en cuenta los datos de la OPEP relativos a los niveles de producción y a las reservas, no deja de ser sorprendente que los precios se hayan acelerado desde el verano, cuando estalló la crisis de las sub-prime, y los mercados de las acciones bajaron. Todo indica que la especulación se ha transferido del mercado de las sub-prime y de las acciones hacia el mercado del petróleo, las materias primas y los productos alimenticios. La idea de que nuestros países se hayan convertido en rehenes de los especuladores internacionales puede contribuir a crear entre los europeos grandes resistencias en relación con el modelo de globalización en el que vivimos.
En la misma línea defendida recientemente por Gordon Brown, considero que Europa necesita de forma urgente una estrategia internacional, en colaboración con los países productores de petróleo, con vistas a asegurar un funcionamiento más transparente del mercado.
De la misma forma que en el siglo XVI los corsarios pusieron en peligro el éxito de la primera experiencia de globalización, hasta que fueron vencidos, los especuladores financieros son los grandes enemigos de la actual experiencia de globalización. Sin una reglamentación adecuada, los mercados financieros podrían provocar situaciones totalmente indeseables.
A nivel europeo, la agenda consiste, por tanto, en lo siguiente:
Primero, acelerar la adopción de medidas estructurales para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, a través del desarrollo de las fuentes renovables, de una mayor eficacia energética y de la racionalización de los sistemas de transportes.
Segundo, estimular una estrategia internacional con vistas a un funcionamiento más transparente de los mercados.
Tercero, desarrollar una línea de políticas destinadas a apoyar a las familias de rentas más bajas y a las empresas más frágiles, sin que con esto enviemos señales equivocadas y pongamos en peligro los equilibrios que tanto nos ha costado consolidar.
Esta respuesta ha de ser organizada con la mayor urgencia. El tiempo corre. Europa tiene que actuar de forma coordinada.
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