Por Samuel Hadas, analista diplomático y primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede (LA VANGUARDIA, 29/06/08):
Un año ha transcurrido desde que la organización fundamentalista islámica Hamas abatiera a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina identificadas con Fatah, el partido del presidente Mahmud Abas, en las sangrientas jornadas de junio del 2007 en Gaza, haciéndose con el poder en esta parte de Palestina. No habían transcurrido entonces sino tres meses del acuerdo para el establecimiento de un gobierno de unidad nacional palestino agenciado por Arabia Saudí, con el apoyo de la Liga Arabe. Hamas, recordemos, había derrotado a Fatah en las elecciones a la ANP en enero del 2006, ante el desconcierto de todos los actores en la región. Las esperanzas de que Gaza pudiera transformarse en la Singapur de Oriente Medio después de que Israel evacuara este territorio, se disiparon como el humo: en esta parte del mundo la realidad se resiste a transitar por carriles previstos y Gaza no tuvo mejor suerte que Somalia.
La situación en este territorio palestino es desde entonces un infierno: las condiciones de vida han empeorado notablemente y dos de cada tres de sus habitantes viven por debajo de la línea de pobreza, mientras el paro asume proporciones catastróficas. La mayoría de sus habitantes depende de la caridad de instituciones internacionales. Gaza no es hoy sino un gran problema humano. Desde junio del 2007, centenares de militantes de Fatah pueblan las cárceles de Gaza como resultado de la persecución política. Mientras que el gobierno de la ANP paga los salarios de sus 78.000 ex funcionarios en Gaza, Irán cubre los gastos de Hamas, incluso los militares.
Hamas ha logrado sobrevivir hasta ahora al cerco internacional con el que Israel, con el consentimiento de la ANP y con la ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea, busca proscribirlo internacionalmente y expulsarlo del poder. El resultado: Hamas, una organización calificada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea y, por supuesto, Israel, es hoy más popular que nunca entre los cercados palestinos de Gaza. Para estos, los responsables de su calamitosa situación son los israelíes y “sus aliados norteamericanos” y no los fundamentalistas de Hamas, cuya prédica nacionalista-religiosa gana día a día más adeptos. El empobrecimiento ha contribuido a la radicalización religiosa. “Antes - explica un palestino-, veíamos en las mezquitas mayoritariamente a gente adulta, y hoy vemos allí más y más jóvenes”. Mientras, un resignado compatriota suyo explica que están acostumbrados a la situación, dado que al fin y al cabo “las condiciones han sido siempre malas y nada sucede si con Hamas son un poco peores”. El hecho es que a un año de su golpe de mano, Hamas ha logrado superar políticamente el bloqueo que ha arruinado la economía de Gaza y sigue en el poder.
Hamas conmemora el primer aniversario de Hamastán con dos clamorosos éxitos políticos: las renovadas conversaciones con la ANP para la reconciliación nacional (hasta ahora, su presidente, Mahmud Abas, rechazaba categóricamente negociar con Hamas, exigiendo el retorno al statu quo anterior al golpe) y, sobre todo, el acuerdo de “tregua” con Israel, que no es otra cosa que compromisos que Israel y Hamas asumen ante Egipto, que mediará el cese de fuego que ponga fin a la cotidiana lluvia de cohetes sobre las poblaciones israelíes y las consiguientes represalias.
La tregua es extremadamente frágil y cualquier incidente menor podría rematarla. Hamas necesitaba urgentemente un respiro que permita aliviar la penuria de los habitantes de Gaza mientras que para el Gobierno israelí, presionado por una opinión pública cada vez más crítica por la situación de las poblaciones en la frontera con Gaza, era menester apaciguar los caldeados ánimos políticos. Entre la incerteza y el pesimismo, israelíes y palestinos dudan que la calma pueda mantenerse mucho tiempo. Problemas conflictivos como el cese del masivo contrabando de armas a Gaza por parte de Hamas, gentileza de Irán, o la liberación del soldado israelí Gilad Shalit, a cambio de terroristas palestinos, podrían hacer saltar por los aires la tregua.
Exultantes líderes de Hamas presentan la tregua como una “gran victoria” sobre Israel y Estados Unidos, mientras que es rechazada por los israelíes que exigen una operación militar que destruya la infraestructura de Hamas y ponga fin a su régimen. Pero, sobre todo, porque al aceptar la iniciativa egipcia, el Gobierno israelí reconoce, de facto, la legitimidad del régimen de Hamas en Gaza, lo que podría conducir a algo que intenta evitar: el reconocimiento internacional de esta organización radical, cuyos sectores más duros siguen sin demostrar la mínima disposición a aceptar la existencia de Israel. En las escuelas, mezquitas y los medios de comunicación de Gaza, sobre todo en la televisión de Hamas, se predica sin tregua la yihad, la guerra santa contra los judíos. La carta fundamental de Hamas nos recuerda que no hay otra solución para el problema palestino que la yihad.
De ahí que en Israel no son pocos los que consideran inevitable una contienda en gran escala con Hamas, cuyo objetivo prioritario sigue siendo reforzar su “brazo armado”, según el exitoso modelo de Hizbulah en su guerra con Israel en el 2006. La tregua proporciona a Hamas una oportunidad de oro para prepararse para la próxima vuelta.
Un año ha transcurrido desde que la organización fundamentalista islámica Hamas abatiera a las fuerzas de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina identificadas con Fatah, el partido del presidente Mahmud Abas, en las sangrientas jornadas de junio del 2007 en Gaza, haciéndose con el poder en esta parte de Palestina. No habían transcurrido entonces sino tres meses del acuerdo para el establecimiento de un gobierno de unidad nacional palestino agenciado por Arabia Saudí, con el apoyo de la Liga Arabe. Hamas, recordemos, había derrotado a Fatah en las elecciones a la ANP en enero del 2006, ante el desconcierto de todos los actores en la región. Las esperanzas de que Gaza pudiera transformarse en la Singapur de Oriente Medio después de que Israel evacuara este territorio, se disiparon como el humo: en esta parte del mundo la realidad se resiste a transitar por carriles previstos y Gaza no tuvo mejor suerte que Somalia.
La situación en este territorio palestino es desde entonces un infierno: las condiciones de vida han empeorado notablemente y dos de cada tres de sus habitantes viven por debajo de la línea de pobreza, mientras el paro asume proporciones catastróficas. La mayoría de sus habitantes depende de la caridad de instituciones internacionales. Gaza no es hoy sino un gran problema humano. Desde junio del 2007, centenares de militantes de Fatah pueblan las cárceles de Gaza como resultado de la persecución política. Mientras que el gobierno de la ANP paga los salarios de sus 78.000 ex funcionarios en Gaza, Irán cubre los gastos de Hamas, incluso los militares.
Hamas ha logrado sobrevivir hasta ahora al cerco internacional con el que Israel, con el consentimiento de la ANP y con la ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea, busca proscribirlo internacionalmente y expulsarlo del poder. El resultado: Hamas, una organización calificada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea y, por supuesto, Israel, es hoy más popular que nunca entre los cercados palestinos de Gaza. Para estos, los responsables de su calamitosa situación son los israelíes y “sus aliados norteamericanos” y no los fundamentalistas de Hamas, cuya prédica nacionalista-religiosa gana día a día más adeptos. El empobrecimiento ha contribuido a la radicalización religiosa. “Antes - explica un palestino-, veíamos en las mezquitas mayoritariamente a gente adulta, y hoy vemos allí más y más jóvenes”. Mientras, un resignado compatriota suyo explica que están acostumbrados a la situación, dado que al fin y al cabo “las condiciones han sido siempre malas y nada sucede si con Hamas son un poco peores”. El hecho es que a un año de su golpe de mano, Hamas ha logrado superar políticamente el bloqueo que ha arruinado la economía de Gaza y sigue en el poder.
Hamas conmemora el primer aniversario de Hamastán con dos clamorosos éxitos políticos: las renovadas conversaciones con la ANP para la reconciliación nacional (hasta ahora, su presidente, Mahmud Abas, rechazaba categóricamente negociar con Hamas, exigiendo el retorno al statu quo anterior al golpe) y, sobre todo, el acuerdo de “tregua” con Israel, que no es otra cosa que compromisos que Israel y Hamas asumen ante Egipto, que mediará el cese de fuego que ponga fin a la cotidiana lluvia de cohetes sobre las poblaciones israelíes y las consiguientes represalias.
La tregua es extremadamente frágil y cualquier incidente menor podría rematarla. Hamas necesitaba urgentemente un respiro que permita aliviar la penuria de los habitantes de Gaza mientras que para el Gobierno israelí, presionado por una opinión pública cada vez más crítica por la situación de las poblaciones en la frontera con Gaza, era menester apaciguar los caldeados ánimos políticos. Entre la incerteza y el pesimismo, israelíes y palestinos dudan que la calma pueda mantenerse mucho tiempo. Problemas conflictivos como el cese del masivo contrabando de armas a Gaza por parte de Hamas, gentileza de Irán, o la liberación del soldado israelí Gilad Shalit, a cambio de terroristas palestinos, podrían hacer saltar por los aires la tregua.
Exultantes líderes de Hamas presentan la tregua como una “gran victoria” sobre Israel y Estados Unidos, mientras que es rechazada por los israelíes que exigen una operación militar que destruya la infraestructura de Hamas y ponga fin a su régimen. Pero, sobre todo, porque al aceptar la iniciativa egipcia, el Gobierno israelí reconoce, de facto, la legitimidad del régimen de Hamas en Gaza, lo que podría conducir a algo que intenta evitar: el reconocimiento internacional de esta organización radical, cuyos sectores más duros siguen sin demostrar la mínima disposición a aceptar la existencia de Israel. En las escuelas, mezquitas y los medios de comunicación de Gaza, sobre todo en la televisión de Hamas, se predica sin tregua la yihad, la guerra santa contra los judíos. La carta fundamental de Hamas nos recuerda que no hay otra solución para el problema palestino que la yihad.
De ahí que en Israel no son pocos los que consideran inevitable una contienda en gran escala con Hamas, cuyo objetivo prioritario sigue siendo reforzar su “brazo armado”, según el exitoso modelo de Hizbulah en su guerra con Israel en el 2006. La tregua proporciona a Hamas una oportunidad de oro para prepararse para la próxima vuelta.
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