Por Charles Taylor, profesor emérito de Filosofía en la McGill University, Montreal. Su libro más reciente es La era secular. © Project Syndicate/ Institute for Human Sciences, 2007. Traducción: Claudia Martínez (LA VANGUARDIA, 18/09/07):
Hoy el multiculturalismo se ha vuelto un término sospechoso en casi todas partes del mundo, especialmente en Europa. La gente dice cosas del tipo: “Yo antes estaba a favor de la apertura y la tolerancia de la diferencia, pero ahora veo adónde conduce”.
Pero ¿adónde conduce?
Casi todas las razones para el aparente descrédito de la tolerancia tienen que ver con el islam. Incluso aspiraciones como la de las estudiantes que quieren cubrirse la cabeza con un pañuelo en clase de repente cobran una inmensa relevancia política y se abordan como cuestiones que deben resolverse al más alto nivel de gobierno. La gente - y los líderes electos- suele tener la sensación de que este tipo de propuestas aparentemente inocentes son, en realidad, parte de una agenda oculta ominosa.
Esa agenda es el islam que, según imaginan muchos, incluye todas las cosas terribles sobre las que leemos en la prensa a diario: la lapidación de las mujeres adúlteras según la charia en el norte de Nigeria, la amputación de las manos de los ladrones en Arabia Saudí, los crímenes de honor de las mujeres que se niegan a los matrimonios por acuerdo en Pakistán (o incluso en ciudades del norte de Inglaterra como Bradford y Manchester), la voluntad de justificar los atentados suicidas. Si uno responde que las jovencitas que quieren usar pañuelos en la cabeza en la escuela no viven en Nigeria o Arabia Saudí, y casi con seguridad no comparten las opiniones wahabíes extremas en esos países, se topará con una mirada de pena casi indulgente, una mirada del tipo reservado a los irremediablemente ingenuos. Ole contarán historias sobre cómo imanes saudíes les están torciendo el brazo a las jóvenes, convirtiéndolas en involuntarios bueyes de cabestrillo para el islam.
De hecho, hoy resulta prácticamente imposible hablar sobre los pañuelos en la cabeza como una cuestión por derecho propio. Toda la evidencia sociológica sobre los motivos de las jóvenes, en realidad muy variados, es descartada como irrelevante. Lo único que importa es la amenaza planteada por el islam. Éste es un ejemplo clásico de lo que yo llamo pensamiento en bloque,que parece haber dado pasos agigantados en Europa en los últimos años. El libro reciente de John Bowen Why the French don´t like headscarves (por qué a los franceses no les gustan los pañuelos en la cabeza) documenta este cambio.
El pensamiento en bloque funde una realidad variada en una unidad indisoluble y lo hace de dos maneras. Primero, las diferentes manifestaciones de la devoción o cultura islámica son consideradas modos alternativos de expresar el mismo significado medular. Segundo, se considera que todos los musulmanes defienden estos significados medulares. La posibilidad de que una chica que usa un pañuelo en la cabeza pueda en realidad estar rebelándose contra sus padres y su tipo de islam, y de que otras pudieran ser profundamente devotas y, a la vez, sentir una absoluta repugnancia por la discriminación por sexo o la violencia, se pierde de vista.
El pensamiento en bloque es un fenómeno antiquísimo, y todos lo practicamos en alguna medida. Pero si bien en otra época podríamos haber sido indulgentes sobre sus consecuencias, hoy tiene un potencial explosivo, porque las personas que piensan de esta manera son los principales candidatos a ver el mundo en términos de la teoría de Samuel Huntington del choque de civilizaciones. Peor aún, la manera en que luego actúa esta gente tiende a acercarnos más al escenario monstruoso de Huntington. Al tratar a todos los segmentos variados del islam como parte de una amenaza unificada a Occidente, hacen que a los musulmanes les resulte más difícil pararse y criticar a sus propios pensadores en bloque - gente como Osama bin Laden, que está construyendo su propio enemigo unificado, compuesto por cristianos y judíos-.Los pensadores en bloque de cada lado brindan ayuda y alivio a los pensadores en bloque del otro lado, y con cada intercambio nos acercan a un abismo. Pero ¿cómo podemos frenar esta locura? El pensamiento en bloque persiste porque sus críticos en ambos bandos son desconocidos para los del bando contrario. De hecho, cuántas veces un crítico del pensamiento en bloque europeo se topa con este tipo de respuesta: “Pero ¿dónde están los musulmanes que critican el islamismo extremo?”.
Por supuesto, es poco probable que los encontremos en los salones de los periodistas parisinos o en la clase política profesional europea más amplia. Pero explicar esto a los pensadores en bloque nunca tendrá el impacto de una conexión real con el discurso multifacético que tiene lugar en el otro lado.
La verdadera pregunta, entonces, es la siguiente: ¿dónde están las figuras de transición que puedan ofrecer esa conexión tan urgente y necesaria?
Hoy el multiculturalismo se ha vuelto un término sospechoso en casi todas partes del mundo, especialmente en Europa. La gente dice cosas del tipo: “Yo antes estaba a favor de la apertura y la tolerancia de la diferencia, pero ahora veo adónde conduce”.
Pero ¿adónde conduce?
Casi todas las razones para el aparente descrédito de la tolerancia tienen que ver con el islam. Incluso aspiraciones como la de las estudiantes que quieren cubrirse la cabeza con un pañuelo en clase de repente cobran una inmensa relevancia política y se abordan como cuestiones que deben resolverse al más alto nivel de gobierno. La gente - y los líderes electos- suele tener la sensación de que este tipo de propuestas aparentemente inocentes son, en realidad, parte de una agenda oculta ominosa.
Esa agenda es el islam que, según imaginan muchos, incluye todas las cosas terribles sobre las que leemos en la prensa a diario: la lapidación de las mujeres adúlteras según la charia en el norte de Nigeria, la amputación de las manos de los ladrones en Arabia Saudí, los crímenes de honor de las mujeres que se niegan a los matrimonios por acuerdo en Pakistán (o incluso en ciudades del norte de Inglaterra como Bradford y Manchester), la voluntad de justificar los atentados suicidas. Si uno responde que las jovencitas que quieren usar pañuelos en la cabeza en la escuela no viven en Nigeria o Arabia Saudí, y casi con seguridad no comparten las opiniones wahabíes extremas en esos países, se topará con una mirada de pena casi indulgente, una mirada del tipo reservado a los irremediablemente ingenuos. Ole contarán historias sobre cómo imanes saudíes les están torciendo el brazo a las jóvenes, convirtiéndolas en involuntarios bueyes de cabestrillo para el islam.
De hecho, hoy resulta prácticamente imposible hablar sobre los pañuelos en la cabeza como una cuestión por derecho propio. Toda la evidencia sociológica sobre los motivos de las jóvenes, en realidad muy variados, es descartada como irrelevante. Lo único que importa es la amenaza planteada por el islam. Éste es un ejemplo clásico de lo que yo llamo pensamiento en bloque,que parece haber dado pasos agigantados en Europa en los últimos años. El libro reciente de John Bowen Why the French don´t like headscarves (por qué a los franceses no les gustan los pañuelos en la cabeza) documenta este cambio.
El pensamiento en bloque funde una realidad variada en una unidad indisoluble y lo hace de dos maneras. Primero, las diferentes manifestaciones de la devoción o cultura islámica son consideradas modos alternativos de expresar el mismo significado medular. Segundo, se considera que todos los musulmanes defienden estos significados medulares. La posibilidad de que una chica que usa un pañuelo en la cabeza pueda en realidad estar rebelándose contra sus padres y su tipo de islam, y de que otras pudieran ser profundamente devotas y, a la vez, sentir una absoluta repugnancia por la discriminación por sexo o la violencia, se pierde de vista.
El pensamiento en bloque es un fenómeno antiquísimo, y todos lo practicamos en alguna medida. Pero si bien en otra época podríamos haber sido indulgentes sobre sus consecuencias, hoy tiene un potencial explosivo, porque las personas que piensan de esta manera son los principales candidatos a ver el mundo en términos de la teoría de Samuel Huntington del choque de civilizaciones. Peor aún, la manera en que luego actúa esta gente tiende a acercarnos más al escenario monstruoso de Huntington. Al tratar a todos los segmentos variados del islam como parte de una amenaza unificada a Occidente, hacen que a los musulmanes les resulte más difícil pararse y criticar a sus propios pensadores en bloque - gente como Osama bin Laden, que está construyendo su propio enemigo unificado, compuesto por cristianos y judíos-.Los pensadores en bloque de cada lado brindan ayuda y alivio a los pensadores en bloque del otro lado, y con cada intercambio nos acercan a un abismo. Pero ¿cómo podemos frenar esta locura? El pensamiento en bloque persiste porque sus críticos en ambos bandos son desconocidos para los del bando contrario. De hecho, cuántas veces un crítico del pensamiento en bloque europeo se topa con este tipo de respuesta: “Pero ¿dónde están los musulmanes que critican el islamismo extremo?”.
Por supuesto, es poco probable que los encontremos en los salones de los periodistas parisinos o en la clase política profesional europea más amplia. Pero explicar esto a los pensadores en bloque nunca tendrá el impacto de una conexión real con el discurso multifacético que tiene lugar en el otro lado.
La verdadera pregunta, entonces, es la siguiente: ¿dónde están las figuras de transición que puedan ofrecer esa conexión tan urgente y necesaria?
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