R. L. / AGENCIAS - Madrid / Masisi - 06/09/2007
El este de la República Democrática de Congo (RDC), rico en coltan, mineral esencial para la telefonía móvil, vuelve a estar en guerra. Un general tutsi, Laurent Nkunda, acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional, lleva dos semanas sublevado contra el Gobierno en la provincia de Kivu norte, donde está el parque de los gorilas de montaña más importante del mundo. Los combates han producido decenas de muertos y el éxodo masivo. Las guerras en la región de los Grandes Lagos han matado a más de cuatro millones de civiles desde 1994.
No es casual que el centro de la nueva rebelión sea Masisi, la capital de la extracción de coltan, un mineral estratégico que sirve para recubrir las baterías de los teléfonos móviles y de las consolas de los videojuegos más populares. Se calcula que el 12% de la producción mundial de este mineral (columbita-tantalatita) procede del este de Congo, país que posee el 80% de las reservas africanas conocidas de coltan.
Cuando en 1998 los ejércitos de Ruanda, Uganda y Congo peleaban por el control de esta provincia (Kivu norte, rica también en cereales), un informe de la ONU comparó la situación del coltan con los diamantes de sangre de Sierra Leona y Liberia, y señaló a los Gobiernos de Uganda y Ruanda como los grandes agitadores (y beneficiarios) de esa guerra, que según las ONG ha costado desde entonces más de cuatro millones de vidas.
Ahora, cuando en teoría existe un proceso de paz en marcha (desde 2003 y que desembocó en las elecciones de agosto de 2006) y una presencia masiva de tropas de la ONU en la RDC, 17.000 cascos azules, el general Nkunda lanza una nueva rebelión. No es la primera vez que sucede: estuvo en primera línea de la revuelta de los banyamulengues (tutsis congoleños en los Kivus) en noviembre de 1996, que liderada por el ex guerrillero Laurent Kabila acabó en mayo de 1997 con el régimen de Mobutu Sese Seko.
También estuvo Nkunda en el intento de golpe de Estado tutsi de agosto de 1998 contra Kabila, que ya no satisfacía las exigencias de sus patrocinadores, Uganda y Ruanda, y que degeneró en una guerra que llegó a enemistar a los viejos amigos (Yoweri Museveni, presidente de Uganda, y Paul Kagame, presidente de Ruanda), que lanzaron sus ejércitos tras el control de las materias primas.
La actual revuelta del general Nkunda, que dirige las brigadas 81ª y 83ª del Ejército de la RDC y que dice contar con 8.000 hombres armados, comenzó hace dos semanas, pero es en los últimos días cuando se ha agravado.
Aviones de Naciones Unidas han servido para transportar soldados y pertrechos del Ejército leal a Kinshasa y helicópteros artillados de la RDC de fabricación rusa han bombardeado posiciones rebeldes. Fuentes oficiales que cita la agencia Reuters sostienen que han dado muerte a 100 rebeldes, pero no existe confirmación independiente alguna.
Los combates han provocado un éxodo de una población civil diezmada por las guerras, el hambre, las enfermedades y los abusos de todas las partes en conflicto. Miles de ellos ya han cruzado la frontera con Uganda con la esperanza de salvar la vida.
Nkunda acusa al Gobierno de Joseph Kabila (hijo de Laurent Kabila, asesinado en 2001) de apoyar a la guerrilla hutu de las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda y su milicia interahamwe (los que matan juntos), responsables del genocidio de 800.000 tutsis y hutus moderados en la primavera de 1994 en Ruanda. El general rebelde asegura que ese apoyo pone en riesgo la supervivencia de los propios banyamulengues congoleños. Aunque nadie lo dice, es difícil pensar que Nkunda actúe sin el apoyo, o al menos consentimiento, de Ruanda, cuyo Ejército es el más potente de la zona. En la guerra de 1999-2003, Ruanda llegó a contar con una extensión de territorio 14 veces superior al suyo. La RDC es un inmenso país de 2,5 millones de kilómetros cuadrados, unas cinco veces España.
Amenaza para los gorilas
La nueva crisis de Congo ha llamado esta vez la atención internacional porque los combates se desarrollan cerca del parque nacional de Viruga, donde habitan los gorilas de montaña. Se calcula que quedan unos 700 ejemplares entre las fronteras de la República Democrática de Congo, Ruanda y Uganda. Hace unas semanas, nueve ejemplares fueron hallados muertos, al parecer abatidos por fuerzas de Nkunda. La defensa de estos gorilas, una especie en peligro de extinción, fue llevada a cabo por la zoóloga estadounidense Dian Fossey, asesinada por ese trabajo en su casa de Ruhengeri (Ruanda) en 1985. Su vida y obra fueron recogidas en la película Gorilas en la niebla.
El este de la República Democrática de Congo (RDC), rico en coltan, mineral esencial para la telefonía móvil, vuelve a estar en guerra. Un general tutsi, Laurent Nkunda, acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional, lleva dos semanas sublevado contra el Gobierno en la provincia de Kivu norte, donde está el parque de los gorilas de montaña más importante del mundo. Los combates han producido decenas de muertos y el éxodo masivo. Las guerras en la región de los Grandes Lagos han matado a más de cuatro millones de civiles desde 1994.
No es casual que el centro de la nueva rebelión sea Masisi, la capital de la extracción de coltan, un mineral estratégico que sirve para recubrir las baterías de los teléfonos móviles y de las consolas de los videojuegos más populares. Se calcula que el 12% de la producción mundial de este mineral (columbita-tantalatita) procede del este de Congo, país que posee el 80% de las reservas africanas conocidas de coltan.
Cuando en 1998 los ejércitos de Ruanda, Uganda y Congo peleaban por el control de esta provincia (Kivu norte, rica también en cereales), un informe de la ONU comparó la situación del coltan con los diamantes de sangre de Sierra Leona y Liberia, y señaló a los Gobiernos de Uganda y Ruanda como los grandes agitadores (y beneficiarios) de esa guerra, que según las ONG ha costado desde entonces más de cuatro millones de vidas.
Ahora, cuando en teoría existe un proceso de paz en marcha (desde 2003 y que desembocó en las elecciones de agosto de 2006) y una presencia masiva de tropas de la ONU en la RDC, 17.000 cascos azules, el general Nkunda lanza una nueva rebelión. No es la primera vez que sucede: estuvo en primera línea de la revuelta de los banyamulengues (tutsis congoleños en los Kivus) en noviembre de 1996, que liderada por el ex guerrillero Laurent Kabila acabó en mayo de 1997 con el régimen de Mobutu Sese Seko.
También estuvo Nkunda en el intento de golpe de Estado tutsi de agosto de 1998 contra Kabila, que ya no satisfacía las exigencias de sus patrocinadores, Uganda y Ruanda, y que degeneró en una guerra que llegó a enemistar a los viejos amigos (Yoweri Museveni, presidente de Uganda, y Paul Kagame, presidente de Ruanda), que lanzaron sus ejércitos tras el control de las materias primas.
La actual revuelta del general Nkunda, que dirige las brigadas 81ª y 83ª del Ejército de la RDC y que dice contar con 8.000 hombres armados, comenzó hace dos semanas, pero es en los últimos días cuando se ha agravado.
Aviones de Naciones Unidas han servido para transportar soldados y pertrechos del Ejército leal a Kinshasa y helicópteros artillados de la RDC de fabricación rusa han bombardeado posiciones rebeldes. Fuentes oficiales que cita la agencia Reuters sostienen que han dado muerte a 100 rebeldes, pero no existe confirmación independiente alguna.
Los combates han provocado un éxodo de una población civil diezmada por las guerras, el hambre, las enfermedades y los abusos de todas las partes en conflicto. Miles de ellos ya han cruzado la frontera con Uganda con la esperanza de salvar la vida.
Nkunda acusa al Gobierno de Joseph Kabila (hijo de Laurent Kabila, asesinado en 2001) de apoyar a la guerrilla hutu de las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda y su milicia interahamwe (los que matan juntos), responsables del genocidio de 800.000 tutsis y hutus moderados en la primavera de 1994 en Ruanda. El general rebelde asegura que ese apoyo pone en riesgo la supervivencia de los propios banyamulengues congoleños. Aunque nadie lo dice, es difícil pensar que Nkunda actúe sin el apoyo, o al menos consentimiento, de Ruanda, cuyo Ejército es el más potente de la zona. En la guerra de 1999-2003, Ruanda llegó a contar con una extensión de territorio 14 veces superior al suyo. La RDC es un inmenso país de 2,5 millones de kilómetros cuadrados, unas cinco veces España.
Amenaza para los gorilas
La nueva crisis de Congo ha llamado esta vez la atención internacional porque los combates se desarrollan cerca del parque nacional de Viruga, donde habitan los gorilas de montaña. Se calcula que quedan unos 700 ejemplares entre las fronteras de la República Democrática de Congo, Ruanda y Uganda. Hace unas semanas, nueve ejemplares fueron hallados muertos, al parecer abatidos por fuerzas de Nkunda. La defensa de estos gorilas, una especie en peligro de extinción, fue llevada a cabo por la zoóloga estadounidense Dian Fossey, asesinada por ese trabajo en su casa de Ruhengeri (Ruanda) en 1985. Su vida y obra fueron recogidas en la película Gorilas en la niebla.
1 comentario:
Es triste saber que las evoluciones sociales, econòmicas y polìticas, se dan de manera gradual en tiempo y espacio. Hoy a los pueblos de Àfrica que en sus entrañas guardan estas materìas de gran demanda para la industria capitalista son su propia lucha y su propia tumba.
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