Por Nuno Severiano Teixeira, ministro de Defensa de Portugal (EL PAÍS / THE GUARDIAN, 24/09/07):
Desde sus orígenes, la seguridad constituye una dimensión crucial de la integración europea. La principal finalidad de las Comunidades Europeas fue la de poner fin a las guerras fratricidas entre los Estados europeos y construir una Europa basada en la estabilidad de la paz democrática. Este propósito fundamental de la integración europea se ha conseguido ya. La guerra o la amenaza del recurso a la fuerza entre los Estados miembros de la UE es impensable hoy. Nadie pone en duda que la continuidad de la UE es esencial para asegurar la paz entre las democracias en Europa. Al tiempo, ante la multiplicación de las amenazas exteriores desde el final de la guerra fría, la UE es cada vez más importante para nuestra defensa común.
La UE y sus Estados miembros tuvieron que enfrentarse a nuevas amenazas: no sólo el terrorismo internacional sino también la proliferación de armas de destrucción masiva y el problema de los Estados fallidos.
La respuesta europea fue lenta y sigue estando por debajo de nuestras responsabilidades y capacidades efectivas.
La ausencia de una solidaridad efectiva entre los Estados miembros perjudica la eficacia de la UE en la lucha contra las nuevas amenazas y riesgos. Las tendencias de re-nacionalización y la persistencia de viejas inercias impiden una cooperación eficaz, aun cuando todos reconocen la gravedad de la amenaza a nuestra seguridad colectiva e incluso cuando reconocen que a esta amenaza sólo se le puede hacer frente en conjunto.
No obstante la participación creciente de la Unión y de un número importante de sus Estados miembros en la respuesta a los conflictos de Oriente Próximo, la ausencia de una estrategia común para la región perjudica los esfuerzos de intervención de la UE. La tardanza en la respuesta a los conflictos africanos, como el de Darfur, pone en duda los principios humanitarios y de solidaridad en nuestras relaciones con África.
Pero, a pesar de las limitaciones y dificultades, hay señales de cambio.
La pasividad europea ante las guerras balcánicas obligó a una toma de conciencia sobre la incapacidad de intervenir dentro de nuestras propias fronteras. La cumbre de Saint-Malo abrió el camino para la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD), establecida en el Tratado de Niza, en 2000. Paralelamente, los esfuerzos de articulación entre la UE y la Alianza Atlántica hicieron posible la realización de las primeras misiones militares de la Unión en Bosnia-Herzegovina. Más tarde, en la República Democrática del Congo, la UE intentó una intervención con sus propios medios.
En 2003 la UE aprobó la Estrategia Europea de Seguridad que identifica las amenazas a nuestra seguridad común. Ahí se define por vez primera una visión europea y una doctrina estratégica común, que hoy habrá que actualizar.
Pero la Europa de la defensa pasa también por el desarrollo de capacidades militares. Para ello es necesario profundizar en la capacidad de respuesta rápida ante situaciones de crisis con la constitución de Battle Groups en sus tres dimensiones: terrestre, naval y aérea; un refuerzo de la capacidad de planificación y conducción de operaciones; y la creación de una base industrial europea en la cual la Agencia Europea de Defensa tiene un papel fundamental. Siempre en base a una complementariedad con la Alianza Atlántica.
En siete años, la PESD se ha afirmado como una de las áreas más dinámicas de la UE.
El capítulo sobre la defensa fue el primero en concluirse, en las negociaciones sobre el Tratado Constitucional de la UE, y el mandato del último Consejo Europeo mantiene intactos los avances decisivos en esta materia, que deberán incluirse en el Tratado Reformado.
Pero nos falta asumir la defensa europea como un propósito prioritario. Y esa decisión es urgente por tres razones: primero, para consolidar la comunidad de seguridad euro-atlántica; en segundo lugar, para reforzar la cohesión y capacidad de defensa autónoma de la UE; y en tercer lugar, para responder a las amenazas externas y contribuir a la estabilidad regional e internacional, en concreto, en Oriente Próximo y África.
Portugal hace parte de la construcción de la defensa europea. Estuvo presente desde el comienzo en la Política Europea de Seguridad Común, participó en todas las misiones militares de la UE y contribuyó a dotar las capacidades militares.
Durante este segundo semestre de 2007, el empeño portugués será puesto a prueba con la presidencia del Consejo de la UE. Queremos reforzar la capacidad de intervención europea en las crisis internacionales. Queremos reforzar la asociación entre la Alianza Atlántica y la UE. Queremos reforzar las relaciones estratégicas entre la Unión y las Naciones Unidas, incluyendo la reconstrucción de Estados devastados por conflictos. Queremos ampliar los marcos de cooperación estratégica y militar entre la UE y la Unión Africana para asegurar el fortalecimiento de las capacidades africanas de prevención, resolución y gestión de conflictos, incluyendo la reforma del sector de seguridad, tan importante para la consolidación del Estado democrático. Queremos reforzar el diálogo en materia de seguridad y defensa con los países del Mediterráneo, esencial para el desarrollo de la cooperación, algo indispensable ante los riesgos y amenazas comunes a la seguridad regional.
Creemos que la defensa es, hoy, un catalizador de la construcción europea. El futuro de Europa exige que la UE asuma el convertirse en una verdadera comunidad de defensa. Solamente así será un verdadero actor internacional.
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Security has always been a central aspect of European integration. Its goal - to end fratricidal wars and build a stable Europe founded on a democratic peace - has been reached; today it is unthinkable that EU member states should go to war, or even threaten to use force, against each other. But a sustained peace among Europe’s democracies depends on the survival of the EU. And in a context of multiplying post-cold-war threats, the EU is central to the development of common defence.
The EU faces new threats: not only transnational terrorism, but the proliferation of weapons of mass destruction and failed states. Europe’s response has been slow and falls far short of what is necessary in light of our responsibilities and capabilities. The lack of any real solidarity among member states prevents the EU from responding efficiently to these threats. The absence of a shared Middle East strategy greatly lessens the impact of EU interventions. The slow response to conflicts such as that in Darfur raises questions about Europe’s commitment to humanitarian principles and solidarity in our relations with Africa.There are signs of change, however.
The Balkan wars forced Europeans to think long and hard about our inability to intervene to solve conflicts within our own continent. This wake-up call bore fruit with the establishment of the European Security and Defence Policy in 2000. At the same time, efforts to work with Nato enabled the EU to undertake its first military missions, first in Bosnia and Herzegovina, and then in the Democratic Republic of the Congo, where the intervention depended on EU means alone.
In 2003 the EU approved the European Security Strategy, which identifies the main threats to our common security. This document, which outlined a European view and strategic doctrine for the first time, needs to be updated.
But having a European defence system also means developing military capabilities. We need to strengthen the rapid response capacity to deal with crisis situations. This includes setting up battle groups covering land, air and sea; reinforcing planning and operations management capacities; and establishing a European industrial base, with a central role for the European Defence Agency. All this should complement Nato.
Making European defence a priority is urgent in order to consolidate the Euro-Atlantic security community; to reinforce EU cohesion and its autonomous defence capability; and to respond to external threats and contribute to regional and international stability in the Middle East and Africa.
Portugal is an integral part of European defence. It has been a player from the start, participating in the Common European Security Policy and in all EU military missions, and contributing to the development of European military capabilities. Portugal’s commitment is being put to the test as it presides over the EU Council in the second half of 2007. We want to reinforce Europe’s capacity to intervene in international crises, and the EU-Nato partnership. We are committed to strengthening relations between the EU and the UN, not least to address the task of rebuilding war-torn states. We want to broaden strategic and military cooperation between the EU and the African Union to help prevent conflict and ensure the consolidation of Africa’s states. We want to reinforce dialogue with the countries of the southern Mediterranean, which is essential to address shared threats.
Defence is a vital driver of European integration today. The EU must become a true defence community: only then can it become a fully developed international actor.
Desde sus orígenes, la seguridad constituye una dimensión crucial de la integración europea. La principal finalidad de las Comunidades Europeas fue la de poner fin a las guerras fratricidas entre los Estados europeos y construir una Europa basada en la estabilidad de la paz democrática. Este propósito fundamental de la integración europea se ha conseguido ya. La guerra o la amenaza del recurso a la fuerza entre los Estados miembros de la UE es impensable hoy. Nadie pone en duda que la continuidad de la UE es esencial para asegurar la paz entre las democracias en Europa. Al tiempo, ante la multiplicación de las amenazas exteriores desde el final de la guerra fría, la UE es cada vez más importante para nuestra defensa común.
La UE y sus Estados miembros tuvieron que enfrentarse a nuevas amenazas: no sólo el terrorismo internacional sino también la proliferación de armas de destrucción masiva y el problema de los Estados fallidos.
La respuesta europea fue lenta y sigue estando por debajo de nuestras responsabilidades y capacidades efectivas.
La ausencia de una solidaridad efectiva entre los Estados miembros perjudica la eficacia de la UE en la lucha contra las nuevas amenazas y riesgos. Las tendencias de re-nacionalización y la persistencia de viejas inercias impiden una cooperación eficaz, aun cuando todos reconocen la gravedad de la amenaza a nuestra seguridad colectiva e incluso cuando reconocen que a esta amenaza sólo se le puede hacer frente en conjunto.
No obstante la participación creciente de la Unión y de un número importante de sus Estados miembros en la respuesta a los conflictos de Oriente Próximo, la ausencia de una estrategia común para la región perjudica los esfuerzos de intervención de la UE. La tardanza en la respuesta a los conflictos africanos, como el de Darfur, pone en duda los principios humanitarios y de solidaridad en nuestras relaciones con África.
Pero, a pesar de las limitaciones y dificultades, hay señales de cambio.
La pasividad europea ante las guerras balcánicas obligó a una toma de conciencia sobre la incapacidad de intervenir dentro de nuestras propias fronteras. La cumbre de Saint-Malo abrió el camino para la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD), establecida en el Tratado de Niza, en 2000. Paralelamente, los esfuerzos de articulación entre la UE y la Alianza Atlántica hicieron posible la realización de las primeras misiones militares de la Unión en Bosnia-Herzegovina. Más tarde, en la República Democrática del Congo, la UE intentó una intervención con sus propios medios.
En 2003 la UE aprobó la Estrategia Europea de Seguridad que identifica las amenazas a nuestra seguridad común. Ahí se define por vez primera una visión europea y una doctrina estratégica común, que hoy habrá que actualizar.
Pero la Europa de la defensa pasa también por el desarrollo de capacidades militares. Para ello es necesario profundizar en la capacidad de respuesta rápida ante situaciones de crisis con la constitución de Battle Groups en sus tres dimensiones: terrestre, naval y aérea; un refuerzo de la capacidad de planificación y conducción de operaciones; y la creación de una base industrial europea en la cual la Agencia Europea de Defensa tiene un papel fundamental. Siempre en base a una complementariedad con la Alianza Atlántica.
En siete años, la PESD se ha afirmado como una de las áreas más dinámicas de la UE.
El capítulo sobre la defensa fue el primero en concluirse, en las negociaciones sobre el Tratado Constitucional de la UE, y el mandato del último Consejo Europeo mantiene intactos los avances decisivos en esta materia, que deberán incluirse en el Tratado Reformado.
Pero nos falta asumir la defensa europea como un propósito prioritario. Y esa decisión es urgente por tres razones: primero, para consolidar la comunidad de seguridad euro-atlántica; en segundo lugar, para reforzar la cohesión y capacidad de defensa autónoma de la UE; y en tercer lugar, para responder a las amenazas externas y contribuir a la estabilidad regional e internacional, en concreto, en Oriente Próximo y África.
Portugal hace parte de la construcción de la defensa europea. Estuvo presente desde el comienzo en la Política Europea de Seguridad Común, participó en todas las misiones militares de la UE y contribuyó a dotar las capacidades militares.
Durante este segundo semestre de 2007, el empeño portugués será puesto a prueba con la presidencia del Consejo de la UE. Queremos reforzar la capacidad de intervención europea en las crisis internacionales. Queremos reforzar la asociación entre la Alianza Atlántica y la UE. Queremos reforzar las relaciones estratégicas entre la Unión y las Naciones Unidas, incluyendo la reconstrucción de Estados devastados por conflictos. Queremos ampliar los marcos de cooperación estratégica y militar entre la UE y la Unión Africana para asegurar el fortalecimiento de las capacidades africanas de prevención, resolución y gestión de conflictos, incluyendo la reforma del sector de seguridad, tan importante para la consolidación del Estado democrático. Queremos reforzar el diálogo en materia de seguridad y defensa con los países del Mediterráneo, esencial para el desarrollo de la cooperación, algo indispensable ante los riesgos y amenazas comunes a la seguridad regional.
Creemos que la defensa es, hoy, un catalizador de la construcción europea. El futuro de Europa exige que la UE asuma el convertirse en una verdadera comunidad de defensa. Solamente así será un verdadero actor internacional.
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Security has always been a central aspect of European integration. Its goal - to end fratricidal wars and build a stable Europe founded on a democratic peace - has been reached; today it is unthinkable that EU member states should go to war, or even threaten to use force, against each other. But a sustained peace among Europe’s democracies depends on the survival of the EU. And in a context of multiplying post-cold-war threats, the EU is central to the development of common defence.
The EU faces new threats: not only transnational terrorism, but the proliferation of weapons of mass destruction and failed states. Europe’s response has been slow and falls far short of what is necessary in light of our responsibilities and capabilities. The lack of any real solidarity among member states prevents the EU from responding efficiently to these threats. The absence of a shared Middle East strategy greatly lessens the impact of EU interventions. The slow response to conflicts such as that in Darfur raises questions about Europe’s commitment to humanitarian principles and solidarity in our relations with Africa.There are signs of change, however.
The Balkan wars forced Europeans to think long and hard about our inability to intervene to solve conflicts within our own continent. This wake-up call bore fruit with the establishment of the European Security and Defence Policy in 2000. At the same time, efforts to work with Nato enabled the EU to undertake its first military missions, first in Bosnia and Herzegovina, and then in the Democratic Republic of the Congo, where the intervention depended on EU means alone.
In 2003 the EU approved the European Security Strategy, which identifies the main threats to our common security. This document, which outlined a European view and strategic doctrine for the first time, needs to be updated.
But having a European defence system also means developing military capabilities. We need to strengthen the rapid response capacity to deal with crisis situations. This includes setting up battle groups covering land, air and sea; reinforcing planning and operations management capacities; and establishing a European industrial base, with a central role for the European Defence Agency. All this should complement Nato.
Making European defence a priority is urgent in order to consolidate the Euro-Atlantic security community; to reinforce EU cohesion and its autonomous defence capability; and to respond to external threats and contribute to regional and international stability in the Middle East and Africa.
Portugal is an integral part of European defence. It has been a player from the start, participating in the Common European Security Policy and in all EU military missions, and contributing to the development of European military capabilities. Portugal’s commitment is being put to the test as it presides over the EU Council in the second half of 2007. We want to reinforce Europe’s capacity to intervene in international crises, and the EU-Nato partnership. We are committed to strengthening relations between the EU and the UN, not least to address the task of rebuilding war-torn states. We want to broaden strategic and military cooperation between the EU and the African Union to help prevent conflict and ensure the consolidation of Africa’s states. We want to reinforce dialogue with the countries of the southern Mediterranean, which is essential to address shared threats.
Defence is a vital driver of European integration today. The EU must become a true defence community: only then can it become a fully developed international actor.
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