Por Manuel Soler, catedrático de Biología Animal de la Universidad de Granada y presidente de la Sociedad Española de Biología Evolutiva (EL PAÍS, 23/02/08):
Durante el mes de enero se organizó en España un ciclo de conferencias que, bajo el título Lo que Darwin no sabía, se ha constituido en la primera gran ofensiva iniciada por los grupos religiosos ultraconservadores estadounidenses que pretenden, mediante la crítica de la Teoría Evolutiva, extender la idea de que el Creacionismo (en los últimos tiempos denominado Diseño Inteligente, DI) puede considerarse una teoría científica. Las “conferencias” no son tales, y mucho menos científicas; son actos propagandísticos perfectamente diseñados para persuadir a un público desprevenido y de profundas convicciones religiosas que suele ser el perfil de la mayor parte de los asistentes. Una de las estrategias seguidas habitualmente por los fundamentalistas bíblicos en la organización de estos actos propagandísticos es intentar que sean impartidos en universidades u otras instituciones de carácter científico para, de esta forma, poder reivindicar el carácter de “científico”. En España lo habían conseguido en dos de las ciudades: León y Vigo. Sin embargo, desde la Sociedad Española de Biología Evolutiva escribimos a las autoridades académicas correspondientes haciéndoles ver que se trataba de un fraude (lo que intentan es hacer pasar una idea de fuerte contenido religioso por una teoría propia del campo de la ciencia experimental) y las conferencias fueron canceladas.
Esto atrajo la atención de los medios de comunicación y, entonces, tomó protagonismo el interrogante que da título a este artículo. En al menos dos cadenas de televisión se presentó la noticia con esa frase, e incluso, en una de ellas, se hizo una encuesta. Voy a intentar explicar a los lectores dos cosas: primera, que la evolución biológica no es un dogma en el que se puede creer o no, sino un hecho demostrado científicamente en infinidad de ocasiones; y segunda, que tanto los argumentos utilizados por los defensores del DI como los actos que organizan no tienen nada que ver con la ciencia, sólo es una ideología defendida por fundamentalistas religiosos. Para ello es necesario entender claramente las diferencias entre los conocimientos científicos y las supersticiones o creencias, y para explicarlas voy a responder a la pregunta planteada en el título.
¿Desciende el hombre del mono? Esta pregunta tiene una trampa implícita, y es que, con lo de “el mono”, se hace referencia a una especie de primate de las que existen en la actualidad. Entendida de esta manera la respuesta de un biólogo evolutivo también sería un rotundo no: el hombre no desciende del chimpancé. Lo que sí está perfectamente documentado es que el hombre desciende de otras especies de homínidos ya desaparecidos, y que éstos, a su vez, provienen de otros primates igualmente desaparecidos que también dieron lugar a los chimpancés.
Aunque parezca una perogrullada, la ciencia se basa en la utilización del método científico, método que ha resultado sumamente eficaz como lo demuestra el enorme avance de las distintas ciencias durante los últimos 100 años. Vamos a ver brevemente el proceso científico que da respuesta a la pregunta planteada. En primer lugar, Darwin sugirió, en base a su teoría de la evolución por selección natural, una hipótesis: el hombre desciende de otras especies ancestrales que ya habrían desaparecido. Una hipótesis es sólo una conjetura hasta que se demuestra, y para demostrarla, lo que hay que hacer es emitir predicciones que se deriven de ella y comprobar si se cumplen o no. La predicción más evidente es que si proviene de otras especies, tendrían que aparecer los fósiles de esas otras especies. En la época de Darwin no existían esos fósiles intermedios, pero esta predicción ha sido confirmada con creces como he mencionado anteriormente, lo que apoya que la hipótesis es cierta. No obstante, el método científico no se para aquí, sino que constantemente se siguen emitiendo predicciones que se vuelven a comprobar. Para no cansar demasiado al lector sólo voy a mencionar otra predicción: utilizando una herramienta enormemente potente y precisa como es la biología molecular que permite comparar el genoma de distintas especies, se podría predecir que la similitud de los genomas de las distintas especies de primates vivientes será mayor cuanto mayor sea el parentesco evolutivo entre dichas especies. Esta predicción también se ha cumplido, ya que el genoma humano es muy parecido al del chimpancé, presentando diferencias más acusadas respecto al de otras especies más alejadas.
Así funciona el método científico. Cuando se comprueban muchas predicciones de una misma hipótesis, ya se le da la categoría de Teoría. Sé que esto parecerá una contradicción para muchos, pero es así: la palabra “teoría”, en ciencia, tiene un significado distinto del que tiene a nivel popular. Mientras que en el lenguaje de la calle se entiende como una idea que es posible que sea cierta, en ciencia, por el contrario, una “teoría” es una idea que se ha demostrado sobradamente. La Teoría de la Evolución por Selección Natural, ya merecía el nombre de teoría como consecuencia de la enorme cantidad de pruebas aportadas por Darwin hace 150 años. Desde entonces la evidencia a su favor ha seguido aumentando de manera progresiva. Hay multitud de pruebas de que la evolución es un hecho. En la actualidad la evolución de los seres vivos en este planeta es un hecho tan rotundamente demostrado como la existencia de los átomos o el que la Tierra gira alrededor del Sol.
Los Creacionistas, por el contrario, no siguen nada que se parezca al método científico. Simplemente buscan aspectos que (según ellos), no pueden ser explicados por la Teoría Evolutiva y los presentan como evidencia a favor de la Creación. Llevan décadas utilizando los mismos argumentos. No les importa que ya hayan sido rebatidos reiterada y contundentemente por los científicos, lo único que buscan es hacer propaganda entre crédulos profanos y políticos en lugar de intentar aportar algún descubrimiento científico.
Sus intentos de conseguir que sus ideas sean consideradas científicas han fracasado rotundamente, habiendo sido derrotados en los tribunales en todos los juicios que se han celebrado en Estados Unidos. A pesar de ello, los fanáticos bíblicos que están detrás de estas propuestas no han cesado en sus pretensiones de hacer pasar como científico lo que sólo son creencias religiosas.
Volviendo a las conferencias que se han impartido en España, han sido organizadas por una sociedad americana de médicos y cirujanos (Physicians and Surgeons for Scientific Integrity, PSSI), que, como se puede ver en su página web, no tiene nada que ver ni con la Medicina ni con la Cirugía. Simplemente, son médicos y cirujanos que están en desacuerdo con el Darwinismo. En cuanto a los conferenciantes, no son científicos, son “comunicadores” profesionales (especialmente los dos americanos) entrenados en las técnicas más avanzadas de mercadotecnia para conseguir atraer la atención del público asistente. Se limitan a repetir algunos de los pretendidos errores de la teoría evolutiva lanzando mensajes que siembren la duda en las personas que no tienen la formación adecuada. La eficacia de estos actos propagandísticos que organizan está basada, al igual que los anuncios publicitarios, en explotar las susceptibilidades psicológicas de los que reciben el mensaje. De esta manera, las personas creyentes y con escasos conocimientos sobre biología son las más indefensas frente a estos charlatanes.
Estos motivos son los que justificaron la iniciativa de la Sociedad Española de Biología Evolutiva de evitar que las conferencias se celebraran en las universidades de León y Vigo. Nuestra actitud no es un ataque a nadie, sino nuestra obligada contribución a la defensa de la cultura científica de la sociedad española frente al intento de manipulación de un grupo minoritario y extremista. No se puede permitir que utilicen la universidad para legitimar su descarada actividad propagandística. No se trata de un problema de censura y libertad de expresión, de hecho, no tomamos ninguna medida para intentar evitar la celebración de las conferencias convocadas en instalaciones no universitarias. Pero, las instituciones que amparan y generan la ciencia no deben cobijar doctrinas que niegan la evidencia científica, por muy bien disfrazadas que se presenten.
Durante el mes de enero se organizó en España un ciclo de conferencias que, bajo el título Lo que Darwin no sabía, se ha constituido en la primera gran ofensiva iniciada por los grupos religiosos ultraconservadores estadounidenses que pretenden, mediante la crítica de la Teoría Evolutiva, extender la idea de que el Creacionismo (en los últimos tiempos denominado Diseño Inteligente, DI) puede considerarse una teoría científica. Las “conferencias” no son tales, y mucho menos científicas; son actos propagandísticos perfectamente diseñados para persuadir a un público desprevenido y de profundas convicciones religiosas que suele ser el perfil de la mayor parte de los asistentes. Una de las estrategias seguidas habitualmente por los fundamentalistas bíblicos en la organización de estos actos propagandísticos es intentar que sean impartidos en universidades u otras instituciones de carácter científico para, de esta forma, poder reivindicar el carácter de “científico”. En España lo habían conseguido en dos de las ciudades: León y Vigo. Sin embargo, desde la Sociedad Española de Biología Evolutiva escribimos a las autoridades académicas correspondientes haciéndoles ver que se trataba de un fraude (lo que intentan es hacer pasar una idea de fuerte contenido religioso por una teoría propia del campo de la ciencia experimental) y las conferencias fueron canceladas.
Esto atrajo la atención de los medios de comunicación y, entonces, tomó protagonismo el interrogante que da título a este artículo. En al menos dos cadenas de televisión se presentó la noticia con esa frase, e incluso, en una de ellas, se hizo una encuesta. Voy a intentar explicar a los lectores dos cosas: primera, que la evolución biológica no es un dogma en el que se puede creer o no, sino un hecho demostrado científicamente en infinidad de ocasiones; y segunda, que tanto los argumentos utilizados por los defensores del DI como los actos que organizan no tienen nada que ver con la ciencia, sólo es una ideología defendida por fundamentalistas religiosos. Para ello es necesario entender claramente las diferencias entre los conocimientos científicos y las supersticiones o creencias, y para explicarlas voy a responder a la pregunta planteada en el título.
¿Desciende el hombre del mono? Esta pregunta tiene una trampa implícita, y es que, con lo de “el mono”, se hace referencia a una especie de primate de las que existen en la actualidad. Entendida de esta manera la respuesta de un biólogo evolutivo también sería un rotundo no: el hombre no desciende del chimpancé. Lo que sí está perfectamente documentado es que el hombre desciende de otras especies de homínidos ya desaparecidos, y que éstos, a su vez, provienen de otros primates igualmente desaparecidos que también dieron lugar a los chimpancés.
Aunque parezca una perogrullada, la ciencia se basa en la utilización del método científico, método que ha resultado sumamente eficaz como lo demuestra el enorme avance de las distintas ciencias durante los últimos 100 años. Vamos a ver brevemente el proceso científico que da respuesta a la pregunta planteada. En primer lugar, Darwin sugirió, en base a su teoría de la evolución por selección natural, una hipótesis: el hombre desciende de otras especies ancestrales que ya habrían desaparecido. Una hipótesis es sólo una conjetura hasta que se demuestra, y para demostrarla, lo que hay que hacer es emitir predicciones que se deriven de ella y comprobar si se cumplen o no. La predicción más evidente es que si proviene de otras especies, tendrían que aparecer los fósiles de esas otras especies. En la época de Darwin no existían esos fósiles intermedios, pero esta predicción ha sido confirmada con creces como he mencionado anteriormente, lo que apoya que la hipótesis es cierta. No obstante, el método científico no se para aquí, sino que constantemente se siguen emitiendo predicciones que se vuelven a comprobar. Para no cansar demasiado al lector sólo voy a mencionar otra predicción: utilizando una herramienta enormemente potente y precisa como es la biología molecular que permite comparar el genoma de distintas especies, se podría predecir que la similitud de los genomas de las distintas especies de primates vivientes será mayor cuanto mayor sea el parentesco evolutivo entre dichas especies. Esta predicción también se ha cumplido, ya que el genoma humano es muy parecido al del chimpancé, presentando diferencias más acusadas respecto al de otras especies más alejadas.
Así funciona el método científico. Cuando se comprueban muchas predicciones de una misma hipótesis, ya se le da la categoría de Teoría. Sé que esto parecerá una contradicción para muchos, pero es así: la palabra “teoría”, en ciencia, tiene un significado distinto del que tiene a nivel popular. Mientras que en el lenguaje de la calle se entiende como una idea que es posible que sea cierta, en ciencia, por el contrario, una “teoría” es una idea que se ha demostrado sobradamente. La Teoría de la Evolución por Selección Natural, ya merecía el nombre de teoría como consecuencia de la enorme cantidad de pruebas aportadas por Darwin hace 150 años. Desde entonces la evidencia a su favor ha seguido aumentando de manera progresiva. Hay multitud de pruebas de que la evolución es un hecho. En la actualidad la evolución de los seres vivos en este planeta es un hecho tan rotundamente demostrado como la existencia de los átomos o el que la Tierra gira alrededor del Sol.
Los Creacionistas, por el contrario, no siguen nada que se parezca al método científico. Simplemente buscan aspectos que (según ellos), no pueden ser explicados por la Teoría Evolutiva y los presentan como evidencia a favor de la Creación. Llevan décadas utilizando los mismos argumentos. No les importa que ya hayan sido rebatidos reiterada y contundentemente por los científicos, lo único que buscan es hacer propaganda entre crédulos profanos y políticos en lugar de intentar aportar algún descubrimiento científico.
Sus intentos de conseguir que sus ideas sean consideradas científicas han fracasado rotundamente, habiendo sido derrotados en los tribunales en todos los juicios que se han celebrado en Estados Unidos. A pesar de ello, los fanáticos bíblicos que están detrás de estas propuestas no han cesado en sus pretensiones de hacer pasar como científico lo que sólo son creencias religiosas.
Volviendo a las conferencias que se han impartido en España, han sido organizadas por una sociedad americana de médicos y cirujanos (Physicians and Surgeons for Scientific Integrity, PSSI), que, como se puede ver en su página web, no tiene nada que ver ni con la Medicina ni con la Cirugía. Simplemente, son médicos y cirujanos que están en desacuerdo con el Darwinismo. En cuanto a los conferenciantes, no son científicos, son “comunicadores” profesionales (especialmente los dos americanos) entrenados en las técnicas más avanzadas de mercadotecnia para conseguir atraer la atención del público asistente. Se limitan a repetir algunos de los pretendidos errores de la teoría evolutiva lanzando mensajes que siembren la duda en las personas que no tienen la formación adecuada. La eficacia de estos actos propagandísticos que organizan está basada, al igual que los anuncios publicitarios, en explotar las susceptibilidades psicológicas de los que reciben el mensaje. De esta manera, las personas creyentes y con escasos conocimientos sobre biología son las más indefensas frente a estos charlatanes.
Estos motivos son los que justificaron la iniciativa de la Sociedad Española de Biología Evolutiva de evitar que las conferencias se celebraran en las universidades de León y Vigo. Nuestra actitud no es un ataque a nadie, sino nuestra obligada contribución a la defensa de la cultura científica de la sociedad española frente al intento de manipulación de un grupo minoritario y extremista. No se puede permitir que utilicen la universidad para legitimar su descarada actividad propagandística. No se trata de un problema de censura y libertad de expresión, de hecho, no tomamos ninguna medida para intentar evitar la celebración de las conferencias convocadas en instalaciones no universitarias. Pero, las instituciones que amparan y generan la ciencia no deben cobijar doctrinas que niegan la evidencia científica, por muy bien disfrazadas que se presenten.
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