Por Gustavo de Arístegui, diplomático. Ha sido portavoz de Exteriores del Partido Popular en el Congreso de los Diputados (EL MUNDO, 09/02/08):
He vivido casi 10 años en Estados Unidos, me he educado en colegios angloamericanos durante más de 12, conozco 35 estados de la Unión, tengo dos hermanos con ciudadanía estadounidense y viajo al país cuatro o cinco veces al año. Me encuentro en este momento en Washington DC, en un evento importante, en el que participaban los líderes políticos más destacados, tanto del Partido Republicano como del Demócrata. Como europeista convencido y creyente en la importancia de la relación trasatlántica no deja de sorprenderme el profundo desconocimiento que se tienen Europa y Estados Unidos. Vengo leyendo desde hace semanas en la prensa europea y española toda clase de análisis sesudísimos sobre las primarias y las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre en este país. Prácticamente ninguno ha acertado en casi nada. Quizás a los analistas políticos les acabe pasando lo que a los economistas que son los únicos que pueden explicar por qué no acabó pasando lo que predijeron, y es que lo que yo creo que hay que hacer es explicar por qué han pasado las cosas más que hacer de adivino. El análisis tiene que mostrar tendencias, y el supermartes empieza a atisbar lo que puede ocurrir el segundo martes del mes de noviembre de este año bisiesto. A muchos parece haber cogido por sorpresa la fuerza y el carisma de Barack Obama, yo recuerdo todavía su discurso en la convención demócrata de Boston hace tres años y medio, cuando todavía no había ganado su escaño en el Senado de EEUU. Fue un día entre semana y a las 10 y pico de la noche, no se puede decir en términos americanos que eso hubiese podido ser prime time. Recuerdo haberle dicho a mi mujer que estaba contemplando al que podría llegar a ser el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos de América. Lo curioso es que, después de aquel excepcional discurso, lleno de sentido común, de fuerza y de ilusión, después de ese muy relevante discurso, Obama no ha hecho gran cosa, sigue teniendo la fuerza y el carisma de siempre, pero falla en los contenidos, sus detractores dicen que no los tiene y sus partidarios razonables y no incondicionales dicen que le falta madurez política. Sea como fuere, Obama tiene madera de presidente y, ahora o más tarde, es bastante probable que acabe siéndolo.
Hillary Rodham Clinton (se rumorea que si gana las elecciones recuperará su nombre de soltera) es un caso distinto, comparte con Obama la sólida formación jurídica, pero provienen de mundos diametralmente opuestos. La señora Clinton que fue primera dama durante ocho años, siempre fue elogiada por su brillantez e inteligencia, temida por su tenacidad y criticada por su proverbial frialdad. Pero fue justamente el día en que mostró su humanidad, haciendo declaraciones ante las cámaras tras su primera derrota frente a Barack Obama, cuando resurgió de sus cenizas como un ave fénix político. La pugna por la nominación está mucho más reñida en el lado demócrata que en el republicano. En este momento, a fecha de hoy, Hillary Clinton cuenta con 1.045 delegados de los 2.025 necesarios para asegurarse la nominación, frente a 960 de Barack Obama. En términos electorales es un virtual empate. La noticia del momento es, sin embargo, que las recaudaciones de Obama en el mes de enero más que duplican a las de Hillary Clinton (32 millones de dólares frente a 13,5), lo que ha obligado a la señora Clinton a poner cinco millones de dólares de su propia fortuna en el mes pasado. Las donaciones de campaña son un termómetro importante para determinar por dónde sopla el viento; sin embargo, de haber sido ese el criterio para determinar quién andaba más fuerte del lado republicano, habrían dado por desahuciado hace dos o tres meses al senador McCain, que cierto es que no sólo remontó los resultados en las encuestas, sino también en las donaciones gracias a haber obtenido el apoyo de alguno de los más notables recaudadores de fondos del país. Otra cuestión que tendrá una importancia determinante en la dominación demócrata será el apoyo del voto latino, cada vez más influyente y que quizá en esta ocasión sea más homogéneo que en las anteriores elecciones presidenciales. Cuando desde Europa se piensa en estados con frente implantación latina, se piensa en California, Texas o Florida y se olvidan de Illinois y de la ciudad de Chicago, donde hay una potentísima comunidad mexicana que ha apoyado al senador Obama en más de un 50%.
Resulta también interesante constatar cuáles son los asuntos de mayor importancia para los votantes potenciales de uno y otro partido. Para los republicanos es, primero, la economía; en segundo lugar, la inmigración; y en tercer lugar, Irak. Para los demócratas es, primero, la economía; segundo, Irak y tercero, todo lo demás. Por lo tanto, en Estados Unidos, como sin duda será también el caso de España, la situación económica va a tener un peso fundamental en las elecciones, especialmente entre los votantes indecisos.
Lo que ha ocurrido en el campo republicano merece una breve reflexión, algunos candidatos que empezaron con una fuerza arrolladora, como el ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, se desinflaron pronto por graves errores tácticos y algún escándalo de tráfico de influencias de algún amigo del ex alcalde. La campaña republicana empezó con chistes divertidos hechos por los propios republicanos: «Cómo estará este partido para que tengamos un católico polígamo [en referencia a los divorcios de Giuliani] y un mormón monógamo [en referencia a la religión del ex gobernador de Massachusetts el millonario Romney)». El ex senador y ex actor Fred Thompson, que entró tarde en la carrera y desapareció muy poco después, fue el el ausente-presente durante muy pocas horas. El pastor Huckabee parecía tener impulso y fuerza entre los sectores más conservadores del Partido Republicano y se ha desinflado casi completamente. En este momento, se está emitiendo en las televisiones de Estados Unidos un anuncio de la campaña del senador McCain en la que subraya sin comentarios las contradicciones políticas en las que ha incurrido el ex gobernador Romney. Hay quien dice que, con la nominación prácticamente en el bolsillo, este anuncio estaba de más, pero los analistas dicen que es la respuesta del senador McCain a la campaña de desacreditación que le hizo el ex gobernador Romney al principio de la carrera por la nominación republicana. Lo que es lo mismo, aunque McCain ya haya ganado, no va a perdonar a Romney su campaña de descalificaciones. Finalmente, las presiones internas del Partido Republicano convencieron al ex senador mormón de retirarse, como hizo el jueves. La asignatura pendiente que le queda al senador McCain es tratar de garantizarse el apoyo del sector más conservador del Partido Republicano, lo que no parece nada fácil.
Concretamente del lado republicano, el senador McCain tiene 707 delegados de los 1.191 que se requieren para la nominación, el ex gobernador Romney 294 y el gobernador Huckabee 195. Aunque el ex alcalde Giuliani se cayó de la carrera muy pronto, tenía algunos potentes apoyos dentro del partido, como el senador Coleman de Minnesota u otras figuras centrales a lo largo y ancho del país, que han prometido su apoyo al senador McCain, muy a destacar el incondicional y entusiástico del gobernador de California, Arnold Schwarzenegger.
La gran comidilla de los mentideros políticos de esta capital son los últimos sondeos que comparan a los dos candidatos demócratas con el casi seguro vencedor del lado republicano, el moderado y sensato senador McCain, a quien tuve ocasión de saludar esta misma semana. Los sondeos arrojan un resultado nada sorprendente para quien conozca este país. En una eventual pugna McCain-Hillary Clinton, ganaría con cierto margen el senador McCain. La explicación de algunos senadores y congresistas republicanos con los que he conversado esta mañana es que el voto negativo que suscita la señora Clinton unificaría al partido republicano en torno al senador McCain. Por el contrario, si la disputa electoral se dirimiese entre el senador McCain y el senador Barack Obama, se llevaría el gato al agua éste último, también por un estrecho margen. La explicación de los gurús políticos es que la incipiente recesión económica siempre haría más daño al partido inquilino de la Casa Blanca.
Hace unos días, en las páginas de este periódico, se publicó una entrevista con el historiador Tony Judt, en la que destacaba sobre todo que la clase política, los líderes políticos del siglo XXI, no estaban a la altura de los riesgos, retos y amenazas a los que nos enfrentamos. El mundo, en este comienzo de siglo, tiene desafíos colosales, algunos de seguridad, como el terrorismo y el fanatismo que lo alimenta; otros de inestabilidad política, geopolítica, económica y social; y otros relacionados con la pobreza, la desigualdad o los desafíos naturales de diversa índole. Estados Unidos es la primera potencia del mundo, es también una democracia y es la primera vez en la Historia de la humanidad en que el mundo ha tenido como potencia hegemónica a una democracia.
Estados Unidos tiene que entender la inmensa responsabilidad que lleva aparejado el hecho de ser la única, por el momento, superpotencia del mundo, y está muy bien y es lógico que el debate se centre en política interior, pero no es menos cierto que influye mucho en las políticas del mundo entero, quién sea el presidente de Estados Unidos.
Sé que es cargar con un peso excesivo en los hombros del votante rural de Kentucky o de Nuevo México, o del más urbano de Los Angeles o Nueva York , pero es la realidad, es innegable y se pone de manifiesto en la intensa cobertura informativa que todos los medios de comunicación mundiales dedican a esta campaña electoral. Todas las épocas piensan que sus líderes no están a la altura. Recuerdo siempre la frase de Churchill sobre los héroes, a los que definía como «gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias». Yo sólo espero que aparezcan en el horizonte del mundo o que los que hay se transformen en los Churchills, Adenauers, DeGaulles o Roosevelts del siglo XXI.
He vivido casi 10 años en Estados Unidos, me he educado en colegios angloamericanos durante más de 12, conozco 35 estados de la Unión, tengo dos hermanos con ciudadanía estadounidense y viajo al país cuatro o cinco veces al año. Me encuentro en este momento en Washington DC, en un evento importante, en el que participaban los líderes políticos más destacados, tanto del Partido Republicano como del Demócrata. Como europeista convencido y creyente en la importancia de la relación trasatlántica no deja de sorprenderme el profundo desconocimiento que se tienen Europa y Estados Unidos. Vengo leyendo desde hace semanas en la prensa europea y española toda clase de análisis sesudísimos sobre las primarias y las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre en este país. Prácticamente ninguno ha acertado en casi nada. Quizás a los analistas políticos les acabe pasando lo que a los economistas que son los únicos que pueden explicar por qué no acabó pasando lo que predijeron, y es que lo que yo creo que hay que hacer es explicar por qué han pasado las cosas más que hacer de adivino. El análisis tiene que mostrar tendencias, y el supermartes empieza a atisbar lo que puede ocurrir el segundo martes del mes de noviembre de este año bisiesto. A muchos parece haber cogido por sorpresa la fuerza y el carisma de Barack Obama, yo recuerdo todavía su discurso en la convención demócrata de Boston hace tres años y medio, cuando todavía no había ganado su escaño en el Senado de EEUU. Fue un día entre semana y a las 10 y pico de la noche, no se puede decir en términos americanos que eso hubiese podido ser prime time. Recuerdo haberle dicho a mi mujer que estaba contemplando al que podría llegar a ser el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos de América. Lo curioso es que, después de aquel excepcional discurso, lleno de sentido común, de fuerza y de ilusión, después de ese muy relevante discurso, Obama no ha hecho gran cosa, sigue teniendo la fuerza y el carisma de siempre, pero falla en los contenidos, sus detractores dicen que no los tiene y sus partidarios razonables y no incondicionales dicen que le falta madurez política. Sea como fuere, Obama tiene madera de presidente y, ahora o más tarde, es bastante probable que acabe siéndolo.
Hillary Rodham Clinton (se rumorea que si gana las elecciones recuperará su nombre de soltera) es un caso distinto, comparte con Obama la sólida formación jurídica, pero provienen de mundos diametralmente opuestos. La señora Clinton que fue primera dama durante ocho años, siempre fue elogiada por su brillantez e inteligencia, temida por su tenacidad y criticada por su proverbial frialdad. Pero fue justamente el día en que mostró su humanidad, haciendo declaraciones ante las cámaras tras su primera derrota frente a Barack Obama, cuando resurgió de sus cenizas como un ave fénix político. La pugna por la nominación está mucho más reñida en el lado demócrata que en el republicano. En este momento, a fecha de hoy, Hillary Clinton cuenta con 1.045 delegados de los 2.025 necesarios para asegurarse la nominación, frente a 960 de Barack Obama. En términos electorales es un virtual empate. La noticia del momento es, sin embargo, que las recaudaciones de Obama en el mes de enero más que duplican a las de Hillary Clinton (32 millones de dólares frente a 13,5), lo que ha obligado a la señora Clinton a poner cinco millones de dólares de su propia fortuna en el mes pasado. Las donaciones de campaña son un termómetro importante para determinar por dónde sopla el viento; sin embargo, de haber sido ese el criterio para determinar quién andaba más fuerte del lado republicano, habrían dado por desahuciado hace dos o tres meses al senador McCain, que cierto es que no sólo remontó los resultados en las encuestas, sino también en las donaciones gracias a haber obtenido el apoyo de alguno de los más notables recaudadores de fondos del país. Otra cuestión que tendrá una importancia determinante en la dominación demócrata será el apoyo del voto latino, cada vez más influyente y que quizá en esta ocasión sea más homogéneo que en las anteriores elecciones presidenciales. Cuando desde Europa se piensa en estados con frente implantación latina, se piensa en California, Texas o Florida y se olvidan de Illinois y de la ciudad de Chicago, donde hay una potentísima comunidad mexicana que ha apoyado al senador Obama en más de un 50%.
Resulta también interesante constatar cuáles son los asuntos de mayor importancia para los votantes potenciales de uno y otro partido. Para los republicanos es, primero, la economía; en segundo lugar, la inmigración; y en tercer lugar, Irak. Para los demócratas es, primero, la economía; segundo, Irak y tercero, todo lo demás. Por lo tanto, en Estados Unidos, como sin duda será también el caso de España, la situación económica va a tener un peso fundamental en las elecciones, especialmente entre los votantes indecisos.
Lo que ha ocurrido en el campo republicano merece una breve reflexión, algunos candidatos que empezaron con una fuerza arrolladora, como el ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, se desinflaron pronto por graves errores tácticos y algún escándalo de tráfico de influencias de algún amigo del ex alcalde. La campaña republicana empezó con chistes divertidos hechos por los propios republicanos: «Cómo estará este partido para que tengamos un católico polígamo [en referencia a los divorcios de Giuliani] y un mormón monógamo [en referencia a la religión del ex gobernador de Massachusetts el millonario Romney)». El ex senador y ex actor Fred Thompson, que entró tarde en la carrera y desapareció muy poco después, fue el el ausente-presente durante muy pocas horas. El pastor Huckabee parecía tener impulso y fuerza entre los sectores más conservadores del Partido Republicano y se ha desinflado casi completamente. En este momento, se está emitiendo en las televisiones de Estados Unidos un anuncio de la campaña del senador McCain en la que subraya sin comentarios las contradicciones políticas en las que ha incurrido el ex gobernador Romney. Hay quien dice que, con la nominación prácticamente en el bolsillo, este anuncio estaba de más, pero los analistas dicen que es la respuesta del senador McCain a la campaña de desacreditación que le hizo el ex gobernador Romney al principio de la carrera por la nominación republicana. Lo que es lo mismo, aunque McCain ya haya ganado, no va a perdonar a Romney su campaña de descalificaciones. Finalmente, las presiones internas del Partido Republicano convencieron al ex senador mormón de retirarse, como hizo el jueves. La asignatura pendiente que le queda al senador McCain es tratar de garantizarse el apoyo del sector más conservador del Partido Republicano, lo que no parece nada fácil.
Concretamente del lado republicano, el senador McCain tiene 707 delegados de los 1.191 que se requieren para la nominación, el ex gobernador Romney 294 y el gobernador Huckabee 195. Aunque el ex alcalde Giuliani se cayó de la carrera muy pronto, tenía algunos potentes apoyos dentro del partido, como el senador Coleman de Minnesota u otras figuras centrales a lo largo y ancho del país, que han prometido su apoyo al senador McCain, muy a destacar el incondicional y entusiástico del gobernador de California, Arnold Schwarzenegger.
La gran comidilla de los mentideros políticos de esta capital son los últimos sondeos que comparan a los dos candidatos demócratas con el casi seguro vencedor del lado republicano, el moderado y sensato senador McCain, a quien tuve ocasión de saludar esta misma semana. Los sondeos arrojan un resultado nada sorprendente para quien conozca este país. En una eventual pugna McCain-Hillary Clinton, ganaría con cierto margen el senador McCain. La explicación de algunos senadores y congresistas republicanos con los que he conversado esta mañana es que el voto negativo que suscita la señora Clinton unificaría al partido republicano en torno al senador McCain. Por el contrario, si la disputa electoral se dirimiese entre el senador McCain y el senador Barack Obama, se llevaría el gato al agua éste último, también por un estrecho margen. La explicación de los gurús políticos es que la incipiente recesión económica siempre haría más daño al partido inquilino de la Casa Blanca.
Hace unos días, en las páginas de este periódico, se publicó una entrevista con el historiador Tony Judt, en la que destacaba sobre todo que la clase política, los líderes políticos del siglo XXI, no estaban a la altura de los riesgos, retos y amenazas a los que nos enfrentamos. El mundo, en este comienzo de siglo, tiene desafíos colosales, algunos de seguridad, como el terrorismo y el fanatismo que lo alimenta; otros de inestabilidad política, geopolítica, económica y social; y otros relacionados con la pobreza, la desigualdad o los desafíos naturales de diversa índole. Estados Unidos es la primera potencia del mundo, es también una democracia y es la primera vez en la Historia de la humanidad en que el mundo ha tenido como potencia hegemónica a una democracia.
Estados Unidos tiene que entender la inmensa responsabilidad que lleva aparejado el hecho de ser la única, por el momento, superpotencia del mundo, y está muy bien y es lógico que el debate se centre en política interior, pero no es menos cierto que influye mucho en las políticas del mundo entero, quién sea el presidente de Estados Unidos.
Sé que es cargar con un peso excesivo en los hombros del votante rural de Kentucky o de Nuevo México, o del más urbano de Los Angeles o Nueva York , pero es la realidad, es innegable y se pone de manifiesto en la intensa cobertura informativa que todos los medios de comunicación mundiales dedican a esta campaña electoral. Todas las épocas piensan que sus líderes no están a la altura. Recuerdo siempre la frase de Churchill sobre los héroes, a los que definía como «gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias». Yo sólo espero que aparezcan en el horizonte del mundo o que los que hay se transformen en los Churchills, Adenauers, DeGaulles o Roosevelts del siglo XXI.
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