Por Florentino Portero, analista del Grupo de Estudios Estratégicos GEES (ABC, 23/02/08):
SI algo se ha hecho bien en la gestión de la crisis de Kosovo ha sido la administración de los tiempos. Estados Unidos no ha tenido prisa, ha movido ficha con claridad y ha logrado su objetivo sin demasiadas resistencias. Sin embargo, eso no oculta el hecho realmente relevante, los Estados miembros de la OTAN han fracasado en Kosovo, la intervención no ha logrado sus objetivos y ahora se trata de retirar las tropas lo antes posible.
La persecución de la población albano-kosovar por el gobierno serbio de Milosevic generó una reacción de solidaridad entre la población europea. Los gobiernos del Viejo Continente se sintieron, una vez más, impotentes para reaccionar y, una vez más, fueron con la cabeza baja a mendigar en Washington una acción militar. Ni Clinton ni el Congreso deseaban involucrarse en un conflicto ajeno a sus intereses nacionales. Si al final lo hicieron fue para preservar la cohesión de la OTAN y para tratar de frenar una deriva que podía llevar a un enfrentamiento entre dos Estados miembros de la Alianza -Grecia y Turquía- si la crisis se extendía a Macedonia.
Desde las conversaciones de Rambouillet hasta hoy Estados Unidos ha dado a entender que la independencia era una opción sensata. Al fin y al cabo son una antigua colonia que se rebeló contra su metrópoli. Sienten simpatías por los «pueblos oprimidos» y una antigua tendencia a pensar que si se equiparan estados con naciones el resultado es más estabilidad. Ellos animaron el rediseño de las fronteras europeas tras la I Guerra Mundial y con ello prepararon el camino para la II Guerra Mundial. Mientras tanto se quitaron de en medio dejando que la Sociedad de Naciones se fuera a pique. Bush quiere dar carpetazo a este problema y piensa que la opción más fácil es la desmembración territorial. Serbia es responsable de lo que ocurrió, luego Serbia debe pagar. Altos funcionarios del Departamento de Estado han justificado lo ocurrido con dos argumentos: la convivencia entre serbios y albano-kosovares es difícil y la gran mayoría de los segundos quería la independencia. Perfecto ¿Qué harán cuando los kurdos esgriman esos mismos dos argumentos para justificar su independencia de Irak? ¿Qué harán cuando Turquía invada el Kurdistán para prevenir un alzamiento kurdo en su propio territorio?
Los europeos tienen muy presente lo que ocurrió tras la I Guerra Mundial y entre sus hobbies no está el jugar a dibujar fronteras. Sin embargo, están presos de su impotencia, de su cobardía y, sobre todo, de su falta de valores. Saben perfectamente que lo que tenían que haber hecho era dejar claro desde el primer momento a los albano-kosovares que el compromiso con su seguridad era sólo equiparable a la defensa de la integridad territorial serbia. Esa actitud habría llevado a un choque con las guerrillas del UÇK, que tenía que haberse asumido como parte del cometido del despliegue militar. Pero los europeos no son capaces ni de eso. Se pliegan ante el miedo a un enfrentamiento crónico y optan por seguir pastueñamente el dictado norteamericano.
Los mismos que se escandalizaban en Europa porque Estados Unidos intervenía en Irak, sin una Resolución del Consejo de Seguridad que explícitamente le autorizara para ello, ahora consideran legítimo reconocer la independencia de Kosovo; la segregación de un territorio de soberanía serbia sin el consentimiento del Parlamento de Belgrado; sin un aval de la Unión Europea; sin una Resolución del Consejo de Seguridad; y contra otra Resolución de dicho organismo en la que se establecía, como uno de los objetivos de la presencia de las fuerzas internacionales en Kosovo, garantizar la integridad territorial de Serbia ¡Eso es coherencia! Claro, que esos mismos tampoco sintieron necesidad de Resolución cuando mendicaban en Washington una intervención militar en Kosovo, situación excepcional que interrumpía el cansino y estéril discurso antinorteamericano, expresión de la impotencia y decadencia europea.
No puede sorprender que naciones vecinas, o aquellas que como España tienen un serio problema de cohesión nacional, se hayan negado a seguir ese camino. La independencia de Kosovo no resuelve un problema, más bien alimenta la tensión en los Balcanes y fuera de ellos.
Ya sabemos que es posible declarar la independencia de un territorio sin el consentimiento del Estado soberano ni del Consejo de Seguridad. También sabemos que las estrategias moderadas y parlamentarias no funcionan. Rugoba lo intentó y no consiguió nada. En cambio la violencia vende. La UÇK asusta y se convierte en un actor relevante con quien hay que negociar. Igual que Zapatero negocia con ETA la organización territorial del Estado o Moratinos reivindica el papel de Hamas o Hizboláh. Como el relativismo nos ha llevado a la renuncia de principios y valores, como todo vale ¿cómo no reconocer el hecho de que los violentos ejercen poder? ¡Y hay quien se atreve a decir la sandez de que la independencia de Kosovo es un caso excepcional que no servirá como precedente!
Las huidas tienden a ser desordenadas, como lo es la argumentación de lo ocurrido. Estaba claro, y así quedó plasmado en las resoluciones del Consejo de Seguridad, que la salvaguardia de los derechos de los albano-kosovares no tenía porqué alterar las fronteras. No se trataba de resolver la crisis de los Balcanes volviendo a caer en la tentación de constituir estados con una población homogénea. Sin embargo, Estados Unidos y las grandes naciones europeas han caído ¿Qué pasará ahora con la República Srpska, la autonomía serbia en Bosnia? ¿Con qué argumentos se les va a negar su anexión a Serbia? La viabilidad de Kosovo es dudosa. Apenas dos millones de habitantes, un bajo nivel cultural, una agricultura de subsistencia, una minería por explotar y, sobre todo, dos fuentes de ingresos: las aportaciones internacionales y el contrabando. Si se trata de dar a albano-kosovares la oportunidad de ser ellos mismos ¿Qué haremos si deciden unirse a Albania? ¿Qué argumentos podremos esgrimir para evitar un acto legal de dos Estados soberanos?
La población serbia vive con inevitable ansiedad la humillación a la que está siendo sometida. No sólo se le quita por la fuerza parte de su territorio, además tiene que escuchar las amenazas de la Unión Europea, su futuro inevitable, su puerta al desarrollo y a la modernización. La tensión se canaliza en la calle y se expresa en incendios y demás actos violentos, que sólo empeoran la situación.
Rusia aprovecha la crisis para dividir Europa y para subrayar el injustificado comportamiento de los estados miembros de la Alianza ante el resto de la comunidad internacional. Las amenazas siguen en pie. El Trandniester moldavo o los territorios de Abjacia y Osetia del Sur en Georgia, todos ellos de mayoría rusa, podrían proclamar la segregación de sus estados respectivos para incorporarse a la Madre Patria ¿con qué legitimidad condenaríamos esas acciones? Rusia ha llegado a amenazar con el uso de la fuerza para defender los intereses de Serbia. De hacerlo, ¿acaso no le ampararía tanto la Carta de Naciones Unidas como las resoluciones del Consejo?
La OTAN asumió el reto de estabilizar los Balcanes tras la desintegración de Yugoslavia y ha demostrado que hasta una crisis pequeña como la de Kosovo es demasiado plato para tan poco estómago. Llegaron para evitar la limpieza étnica contra los albano-kosovares y han concluido siendo los garantes de la limpieza étnica contra los serbios ¿Qué podemos esperar de este resto de la Guerra Fría en la campaña de Afganistán, una guerra en toda línea que se combate rechazando que es una guerra, negándose algunos de sus miembros a luchar y manteniendo a las tropas escondidas en sus cuarteles mientras la guerrilla talibán ocupa el terreno?
Ni la Unión ni la Alianza han dado la talla en esta ocasión. La crisis balcánica está sin cerrar y quedamos a la espera de ver las consecuencias.
SI algo se ha hecho bien en la gestión de la crisis de Kosovo ha sido la administración de los tiempos. Estados Unidos no ha tenido prisa, ha movido ficha con claridad y ha logrado su objetivo sin demasiadas resistencias. Sin embargo, eso no oculta el hecho realmente relevante, los Estados miembros de la OTAN han fracasado en Kosovo, la intervención no ha logrado sus objetivos y ahora se trata de retirar las tropas lo antes posible.
La persecución de la población albano-kosovar por el gobierno serbio de Milosevic generó una reacción de solidaridad entre la población europea. Los gobiernos del Viejo Continente se sintieron, una vez más, impotentes para reaccionar y, una vez más, fueron con la cabeza baja a mendigar en Washington una acción militar. Ni Clinton ni el Congreso deseaban involucrarse en un conflicto ajeno a sus intereses nacionales. Si al final lo hicieron fue para preservar la cohesión de la OTAN y para tratar de frenar una deriva que podía llevar a un enfrentamiento entre dos Estados miembros de la Alianza -Grecia y Turquía- si la crisis se extendía a Macedonia.
Desde las conversaciones de Rambouillet hasta hoy Estados Unidos ha dado a entender que la independencia era una opción sensata. Al fin y al cabo son una antigua colonia que se rebeló contra su metrópoli. Sienten simpatías por los «pueblos oprimidos» y una antigua tendencia a pensar que si se equiparan estados con naciones el resultado es más estabilidad. Ellos animaron el rediseño de las fronteras europeas tras la I Guerra Mundial y con ello prepararon el camino para la II Guerra Mundial. Mientras tanto se quitaron de en medio dejando que la Sociedad de Naciones se fuera a pique. Bush quiere dar carpetazo a este problema y piensa que la opción más fácil es la desmembración territorial. Serbia es responsable de lo que ocurrió, luego Serbia debe pagar. Altos funcionarios del Departamento de Estado han justificado lo ocurrido con dos argumentos: la convivencia entre serbios y albano-kosovares es difícil y la gran mayoría de los segundos quería la independencia. Perfecto ¿Qué harán cuando los kurdos esgriman esos mismos dos argumentos para justificar su independencia de Irak? ¿Qué harán cuando Turquía invada el Kurdistán para prevenir un alzamiento kurdo en su propio territorio?
Los europeos tienen muy presente lo que ocurrió tras la I Guerra Mundial y entre sus hobbies no está el jugar a dibujar fronteras. Sin embargo, están presos de su impotencia, de su cobardía y, sobre todo, de su falta de valores. Saben perfectamente que lo que tenían que haber hecho era dejar claro desde el primer momento a los albano-kosovares que el compromiso con su seguridad era sólo equiparable a la defensa de la integridad territorial serbia. Esa actitud habría llevado a un choque con las guerrillas del UÇK, que tenía que haberse asumido como parte del cometido del despliegue militar. Pero los europeos no son capaces ni de eso. Se pliegan ante el miedo a un enfrentamiento crónico y optan por seguir pastueñamente el dictado norteamericano.
Los mismos que se escandalizaban en Europa porque Estados Unidos intervenía en Irak, sin una Resolución del Consejo de Seguridad que explícitamente le autorizara para ello, ahora consideran legítimo reconocer la independencia de Kosovo; la segregación de un territorio de soberanía serbia sin el consentimiento del Parlamento de Belgrado; sin un aval de la Unión Europea; sin una Resolución del Consejo de Seguridad; y contra otra Resolución de dicho organismo en la que se establecía, como uno de los objetivos de la presencia de las fuerzas internacionales en Kosovo, garantizar la integridad territorial de Serbia ¡Eso es coherencia! Claro, que esos mismos tampoco sintieron necesidad de Resolución cuando mendicaban en Washington una intervención militar en Kosovo, situación excepcional que interrumpía el cansino y estéril discurso antinorteamericano, expresión de la impotencia y decadencia europea.
No puede sorprender que naciones vecinas, o aquellas que como España tienen un serio problema de cohesión nacional, se hayan negado a seguir ese camino. La independencia de Kosovo no resuelve un problema, más bien alimenta la tensión en los Balcanes y fuera de ellos.
Ya sabemos que es posible declarar la independencia de un territorio sin el consentimiento del Estado soberano ni del Consejo de Seguridad. También sabemos que las estrategias moderadas y parlamentarias no funcionan. Rugoba lo intentó y no consiguió nada. En cambio la violencia vende. La UÇK asusta y se convierte en un actor relevante con quien hay que negociar. Igual que Zapatero negocia con ETA la organización territorial del Estado o Moratinos reivindica el papel de Hamas o Hizboláh. Como el relativismo nos ha llevado a la renuncia de principios y valores, como todo vale ¿cómo no reconocer el hecho de que los violentos ejercen poder? ¡Y hay quien se atreve a decir la sandez de que la independencia de Kosovo es un caso excepcional que no servirá como precedente!
Las huidas tienden a ser desordenadas, como lo es la argumentación de lo ocurrido. Estaba claro, y así quedó plasmado en las resoluciones del Consejo de Seguridad, que la salvaguardia de los derechos de los albano-kosovares no tenía porqué alterar las fronteras. No se trataba de resolver la crisis de los Balcanes volviendo a caer en la tentación de constituir estados con una población homogénea. Sin embargo, Estados Unidos y las grandes naciones europeas han caído ¿Qué pasará ahora con la República Srpska, la autonomía serbia en Bosnia? ¿Con qué argumentos se les va a negar su anexión a Serbia? La viabilidad de Kosovo es dudosa. Apenas dos millones de habitantes, un bajo nivel cultural, una agricultura de subsistencia, una minería por explotar y, sobre todo, dos fuentes de ingresos: las aportaciones internacionales y el contrabando. Si se trata de dar a albano-kosovares la oportunidad de ser ellos mismos ¿Qué haremos si deciden unirse a Albania? ¿Qué argumentos podremos esgrimir para evitar un acto legal de dos Estados soberanos?
La población serbia vive con inevitable ansiedad la humillación a la que está siendo sometida. No sólo se le quita por la fuerza parte de su territorio, además tiene que escuchar las amenazas de la Unión Europea, su futuro inevitable, su puerta al desarrollo y a la modernización. La tensión se canaliza en la calle y se expresa en incendios y demás actos violentos, que sólo empeoran la situación.
Rusia aprovecha la crisis para dividir Europa y para subrayar el injustificado comportamiento de los estados miembros de la Alianza ante el resto de la comunidad internacional. Las amenazas siguen en pie. El Trandniester moldavo o los territorios de Abjacia y Osetia del Sur en Georgia, todos ellos de mayoría rusa, podrían proclamar la segregación de sus estados respectivos para incorporarse a la Madre Patria ¿con qué legitimidad condenaríamos esas acciones? Rusia ha llegado a amenazar con el uso de la fuerza para defender los intereses de Serbia. De hacerlo, ¿acaso no le ampararía tanto la Carta de Naciones Unidas como las resoluciones del Consejo?
La OTAN asumió el reto de estabilizar los Balcanes tras la desintegración de Yugoslavia y ha demostrado que hasta una crisis pequeña como la de Kosovo es demasiado plato para tan poco estómago. Llegaron para evitar la limpieza étnica contra los albano-kosovares y han concluido siendo los garantes de la limpieza étnica contra los serbios ¿Qué podemos esperar de este resto de la Guerra Fría en la campaña de Afganistán, una guerra en toda línea que se combate rechazando que es una guerra, negándose algunos de sus miembros a luchar y manteniendo a las tropas escondidas en sus cuarteles mientras la guerrilla talibán ocupa el terreno?
Ni la Unión ni la Alianza han dado la talla en esta ocasión. La crisis balcánica está sin cerrar y quedamos a la espera de ver las consecuencias.
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