Por Mijail Saakashvili, presidente de Georgia (EL MUNDO, 01/09/08):
Los jefes de Gobierno de la UE se reunen hoy para debatir sobre el conflicto de Georiga y Rusia y estudiar una posible mediación entre ambos países. El presidente georgiano, Mijail Saakashvili, denuncia en un artículo en exclusiva para nuestro periódico la agresión rusa y asegura que Putin y Medvedev pretenden destruir los ideales de Europa mediante una política de limpieza étnica.
Cualquier duda sobre los motivos por los que Rusia invadió Georgia ya ha quedado disipada. Al reconocer ilegalmente la independencia de los territorios georgianos de Abjazia y Osetia del Sur, el presidente de Rusia ha dejado claro que el objetivo de Moscú es volver a trazar el mapa de Europa utilizando la fuerza.
Moscú está utilizando su invasión, preparada durante meses, para reconstruir su imperio, hacerse con el control de los recursos energéticos de Europa y castigar a quienes creyeron que la democracia podría prosperar al otro lado de las fronteras con Rusia. Gracias a Dios, la comunidad internacional ha condenado la invasión y confirmado su apoyo firme a la soberanía y la integridad territorial de Georgia.
Moscú ha dicho que invadió Georgia para proteger a sus ciudadanos. Durante los últimos cinco años ha allanado el camino cínicamente con esta pretensión mediante la distribución ilegal de pasaportes en Osetia del Sur y Abjazia, fabricando así ciudadanos rusos a los que proteger. Mi gobierno presentó recientemente a los medios informativos un alijo de 43 pasaportes de Rusia requisados del coche de un funcionario ruso en una pequeña aldea próxima a la capital de Osetia del Sur. Supuestamente fueron emitidos hace cinco años. Sin embargo, ninguno está firmado. Y ninguna de las personas a las que teóricamente pertenecen han renunciado a su ciudadanía georgiana.
Las pruebas indican que estos documentos forman parte de una serie de 4.000 pasaportes de este tipo, todos impresos recientemente. Este descubrimiento fortuito, en una pequeña aldea, revela la profundidad de la depravación de la que son capaces los líderes rusos. No dudan en subvertir las propias leyes de la Federación de Rusia para lograr sus fines, mofándose así del principio reconocido internacionalmente de «responsabilidad de proteger». Este ejemplo, uno de muchos, debería bastar para mostrar a Europa a qué nos enfrentamos. Pero para aquellos que aún albergan dudas, el cinismo de la preocupación de Rusia por las minorías étnicas puede resumirse en una palabra: Chechenia.
Este cinismo se ha vuelto criminal. Organizaciones de derechos humanos (véase www.hrw.org) han confirmado que las fuerzas rusas están «limpiando» de civiles georgianos las aldeas de Georgia en las regiones afectadas, incluso en lugares fuera de la zona de conflicto, mediante el incendio de casas, el saqueo, la violación de mujeres y la destrucción de aldeas georgianas con excavadoras.
Tristemente, Rusia ya tiene un historial de limpieza étnica en mi país. En Abjazia, tres cuartas partes de su población multiétnica (la mayoría es georgiana) fue expulsada a principios de los años 90. El Estado que Moscú ha reconocido hace poco es el resultado despoblado de aquella guerra. Moscú ha puesto patas arriba el precedente de Kosovo. Si en Kosovo Occidente actuó para evitar la limpieza étnica, en Georgia la limpieza étnica se ha utilizado y se está utilizando para consolidar su anexión a Rusia.
Otras mentiras de los rusos también han quedado expuestas. La más atroz ha sido la absurda afirmación de Moscú, en vísperas de la invasión, de que Georgia estaba cometiendo un genocidio en Osetia del Sur, donde había causado la muerte de 2.000 civiles. Una semana más tarde, Moscú admitió que se habían registrado 133 víctimas mortales, en su mayoría hombres. De todos modos, la denuncia de genocidio había cumplido su función. En unos medios informativos mundiales que compiten por ofrecer nuevos titulares, una gran mentira a veces funciona.
La campaña de Rusia se basa en una magistral propagación de información errónea. Rusia ha afirmado reiteradamente que Georgia atacó Osetia del Sur, afirmación que ha adquirido categoría de verdad para muchos. De hecho, nuestras fuerzas entraron en la zona de conflicto sólo después de que Rusia desplegase sus tanques en nuestro territorio, y atravesaran el túnel de Roki para avanzar sobre Osetia del Sur, Georgia. Detener el avance de los rusos era la única posibilidad de salvar al 42% de la población de Osetia del Sur compuesto por personas de origen georgiano y, como podría confirmarse con un vistazo a un mapa, esto suponía tener que atravesar la zona mayormente despoblada de Tskhinvali.
Moscú cuenta con nuestra amnesia histórica. Espera que Occidente se olvide de la limpieza étnica en Abjazia. Pretende que olvidemos que Osetia del Sur estaba dirigida por funcionarios rusos. Cuando comenzó la guerra, el primer ministro de facto, así como el ministro de Defensa, el ministro de Interior y el ministro de Seguridad eran todos personas de origen ruso apoyadas por Moscú. Ninguno tenía vínculos con la región.
El siguiente paso de Rusia es cambiar el régimen. Si a Moscú le permiten expulsar el actual Gobierno de Georgia, elegido democráticamente, podrá intimidar a otros. Medvedev ya está amenazando a Ucrania y a Moldavia. Está reproduciendo la estrategia de Georgia en Crimea con la distribución de pasaportes rusos. El mensaje es claro. Rusia hará lo que le parezca. Y también está claro cuál es su ambición: volver a crear un imperio basado en el miedo y la fuerza.
Si el mundo acepta la política de hechos consumados de Rusia, se encenderá una mecha que al final pondrá en peligro al resto de Europa. Tanto España como la Unión Europea se han construido sobre el principio fundamental de que el diálogo, la negociación y el compromiso constituyen la única vía para lograr que distintos grupos étnicos puedan convivir en relativa armonía. Cuando se cambian las fronteras, como sucedió en Checoslovaquia o con la reunificación de Alemania, se debe hacer con el consentimiento de todos los afectados.
Al reconocer unilateralmente a Abjazia y Osetia del Sur, Rusia pretende crear un mundo alternativo en el que este sistema construido con mucho cuidado puede ser arrasado mediante la fuerza. Es significativo que mientras escribo estas líneas, la única entidad que se ha alineado con Rusia en el reconocimiento de los territorios separatistas georgianos ha sido la organización terrorista palestina Hamas [con posterioridad también los han reconocido Bielorrusia y Venezuela]. Esta organización también cree en la estrategia de expulsar a las etnias que aborrece de las tierras que considera suyas.
Creo que la más poderosa respuesta que Occidente puede dar a Rusia es mantenerse unido y firme mientras proporciona inmediatamente ayuda material y política a Georgia. Resistamos con los instrumentos democráticos que han mantenido la paz en Europa durante más de 60 años. Apoyar a Georgia con las instituciones políticas y económicas de Europa es una respuesta poderosa. Rusia debe respetar el alto el fuego que ha firmado. Debe permitir que sus tropas sean reemplazadas por un contingente internacional de pacificación, realmente neutral, como está establecido en el acuerdo firmado. Su ejército debe volver a casa. Y sus ciudadanos deben entender el coste del aventurismo que sus líderes les han impuesto.
Europa, que es muchas veces más rica y está más poblada que Rusia, dispone de muchas maneras de lograr estos fines. Rusia depende de su acceso a los mercados, la tecnología, los centros de estudio y los recursos de Europa. A los rusos les encantan las facilidades para viajar que ofrece el programa de visados de la UE, unas facilidades que se niegan a mis compatriotas georgianos. Los líderes rusos ansían la respetabilidad que conlleva ser miembros del G8 o del Consejo Europeo. Al tomar medidas enérgicas unánimemente, Europa puede recordarle a Rusia que con los derechos vienen también las responsabilidades. Europa puede obligar a Rusia a cambiar el rumbo desastroso de su política.
Estos acontecimientos ya no afectan únicamente a Georgia. Ahora afectan la capacidad de Europa de mantenerse firme para defender una postura de principios con respecto a la seguridad internacional, basada en las normas y los valores europeos, y lograr que Europa vuelva a ser un lugar seguro.
Los jefes de Gobierno de la UE se reunen hoy para debatir sobre el conflicto de Georiga y Rusia y estudiar una posible mediación entre ambos países. El presidente georgiano, Mijail Saakashvili, denuncia en un artículo en exclusiva para nuestro periódico la agresión rusa y asegura que Putin y Medvedev pretenden destruir los ideales de Europa mediante una política de limpieza étnica.
Cualquier duda sobre los motivos por los que Rusia invadió Georgia ya ha quedado disipada. Al reconocer ilegalmente la independencia de los territorios georgianos de Abjazia y Osetia del Sur, el presidente de Rusia ha dejado claro que el objetivo de Moscú es volver a trazar el mapa de Europa utilizando la fuerza.
Moscú está utilizando su invasión, preparada durante meses, para reconstruir su imperio, hacerse con el control de los recursos energéticos de Europa y castigar a quienes creyeron que la democracia podría prosperar al otro lado de las fronteras con Rusia. Gracias a Dios, la comunidad internacional ha condenado la invasión y confirmado su apoyo firme a la soberanía y la integridad territorial de Georgia.
Moscú ha dicho que invadió Georgia para proteger a sus ciudadanos. Durante los últimos cinco años ha allanado el camino cínicamente con esta pretensión mediante la distribución ilegal de pasaportes en Osetia del Sur y Abjazia, fabricando así ciudadanos rusos a los que proteger. Mi gobierno presentó recientemente a los medios informativos un alijo de 43 pasaportes de Rusia requisados del coche de un funcionario ruso en una pequeña aldea próxima a la capital de Osetia del Sur. Supuestamente fueron emitidos hace cinco años. Sin embargo, ninguno está firmado. Y ninguna de las personas a las que teóricamente pertenecen han renunciado a su ciudadanía georgiana.
Las pruebas indican que estos documentos forman parte de una serie de 4.000 pasaportes de este tipo, todos impresos recientemente. Este descubrimiento fortuito, en una pequeña aldea, revela la profundidad de la depravación de la que son capaces los líderes rusos. No dudan en subvertir las propias leyes de la Federación de Rusia para lograr sus fines, mofándose así del principio reconocido internacionalmente de «responsabilidad de proteger». Este ejemplo, uno de muchos, debería bastar para mostrar a Europa a qué nos enfrentamos. Pero para aquellos que aún albergan dudas, el cinismo de la preocupación de Rusia por las minorías étnicas puede resumirse en una palabra: Chechenia.
Este cinismo se ha vuelto criminal. Organizaciones de derechos humanos (véase www.hrw.org) han confirmado que las fuerzas rusas están «limpiando» de civiles georgianos las aldeas de Georgia en las regiones afectadas, incluso en lugares fuera de la zona de conflicto, mediante el incendio de casas, el saqueo, la violación de mujeres y la destrucción de aldeas georgianas con excavadoras.
Tristemente, Rusia ya tiene un historial de limpieza étnica en mi país. En Abjazia, tres cuartas partes de su población multiétnica (la mayoría es georgiana) fue expulsada a principios de los años 90. El Estado que Moscú ha reconocido hace poco es el resultado despoblado de aquella guerra. Moscú ha puesto patas arriba el precedente de Kosovo. Si en Kosovo Occidente actuó para evitar la limpieza étnica, en Georgia la limpieza étnica se ha utilizado y se está utilizando para consolidar su anexión a Rusia.
Otras mentiras de los rusos también han quedado expuestas. La más atroz ha sido la absurda afirmación de Moscú, en vísperas de la invasión, de que Georgia estaba cometiendo un genocidio en Osetia del Sur, donde había causado la muerte de 2.000 civiles. Una semana más tarde, Moscú admitió que se habían registrado 133 víctimas mortales, en su mayoría hombres. De todos modos, la denuncia de genocidio había cumplido su función. En unos medios informativos mundiales que compiten por ofrecer nuevos titulares, una gran mentira a veces funciona.
La campaña de Rusia se basa en una magistral propagación de información errónea. Rusia ha afirmado reiteradamente que Georgia atacó Osetia del Sur, afirmación que ha adquirido categoría de verdad para muchos. De hecho, nuestras fuerzas entraron en la zona de conflicto sólo después de que Rusia desplegase sus tanques en nuestro territorio, y atravesaran el túnel de Roki para avanzar sobre Osetia del Sur, Georgia. Detener el avance de los rusos era la única posibilidad de salvar al 42% de la población de Osetia del Sur compuesto por personas de origen georgiano y, como podría confirmarse con un vistazo a un mapa, esto suponía tener que atravesar la zona mayormente despoblada de Tskhinvali.
Moscú cuenta con nuestra amnesia histórica. Espera que Occidente se olvide de la limpieza étnica en Abjazia. Pretende que olvidemos que Osetia del Sur estaba dirigida por funcionarios rusos. Cuando comenzó la guerra, el primer ministro de facto, así como el ministro de Defensa, el ministro de Interior y el ministro de Seguridad eran todos personas de origen ruso apoyadas por Moscú. Ninguno tenía vínculos con la región.
El siguiente paso de Rusia es cambiar el régimen. Si a Moscú le permiten expulsar el actual Gobierno de Georgia, elegido democráticamente, podrá intimidar a otros. Medvedev ya está amenazando a Ucrania y a Moldavia. Está reproduciendo la estrategia de Georgia en Crimea con la distribución de pasaportes rusos. El mensaje es claro. Rusia hará lo que le parezca. Y también está claro cuál es su ambición: volver a crear un imperio basado en el miedo y la fuerza.
Si el mundo acepta la política de hechos consumados de Rusia, se encenderá una mecha que al final pondrá en peligro al resto de Europa. Tanto España como la Unión Europea se han construido sobre el principio fundamental de que el diálogo, la negociación y el compromiso constituyen la única vía para lograr que distintos grupos étnicos puedan convivir en relativa armonía. Cuando se cambian las fronteras, como sucedió en Checoslovaquia o con la reunificación de Alemania, se debe hacer con el consentimiento de todos los afectados.
Al reconocer unilateralmente a Abjazia y Osetia del Sur, Rusia pretende crear un mundo alternativo en el que este sistema construido con mucho cuidado puede ser arrasado mediante la fuerza. Es significativo que mientras escribo estas líneas, la única entidad que se ha alineado con Rusia en el reconocimiento de los territorios separatistas georgianos ha sido la organización terrorista palestina Hamas [con posterioridad también los han reconocido Bielorrusia y Venezuela]. Esta organización también cree en la estrategia de expulsar a las etnias que aborrece de las tierras que considera suyas.
Creo que la más poderosa respuesta que Occidente puede dar a Rusia es mantenerse unido y firme mientras proporciona inmediatamente ayuda material y política a Georgia. Resistamos con los instrumentos democráticos que han mantenido la paz en Europa durante más de 60 años. Apoyar a Georgia con las instituciones políticas y económicas de Europa es una respuesta poderosa. Rusia debe respetar el alto el fuego que ha firmado. Debe permitir que sus tropas sean reemplazadas por un contingente internacional de pacificación, realmente neutral, como está establecido en el acuerdo firmado. Su ejército debe volver a casa. Y sus ciudadanos deben entender el coste del aventurismo que sus líderes les han impuesto.
Europa, que es muchas veces más rica y está más poblada que Rusia, dispone de muchas maneras de lograr estos fines. Rusia depende de su acceso a los mercados, la tecnología, los centros de estudio y los recursos de Europa. A los rusos les encantan las facilidades para viajar que ofrece el programa de visados de la UE, unas facilidades que se niegan a mis compatriotas georgianos. Los líderes rusos ansían la respetabilidad que conlleva ser miembros del G8 o del Consejo Europeo. Al tomar medidas enérgicas unánimemente, Europa puede recordarle a Rusia que con los derechos vienen también las responsabilidades. Europa puede obligar a Rusia a cambiar el rumbo desastroso de su política.
Estos acontecimientos ya no afectan únicamente a Georgia. Ahora afectan la capacidad de Europa de mantenerse firme para defender una postura de principios con respecto a la seguridad internacional, basada en las normas y los valores europeos, y lograr que Europa vuelva a ser un lugar seguro.
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