Por Eugenio Bregolat Obiols, embajador de España en China de 1987 a 1991 y de 1999 al 2003 (LA VANGUARDIA, 12/11/07):
El balance del recién concluido XVII congreso del Partido Comunista Chino puede hacerse con una sola palabra: continuidad. Concepto que remite al de estabilidad política, esencia de la estrategia del PCCh, junto con el crecimiento económico.
La cuadruplicación del PIB entre el 2000 y el 2020, el predominio de la propiedad pública, compitiendo con otras formas de propiedad en pie de igualdad, la necesidad de aumentar el consumo privado, la prioridad concedida al desarrollo tecnológico, la definición de democracia como gobierno del PCCh en representación del pueblo, la caracterización de la corrupción como principal amenaza: todo esto estaba ya en la resolución del congreso anterior.
Incluso lo que desde el inicio del mandato de Hu Jintao y Wen Jiabao se ha venido considerando sus señas de identidad, el énfasis en la reducción de las desigualdades sociales y regionales o la lucha contra la degradación ecológica, incorporados a la doctrina oficial con las fórmulas sociedad armoniosa y desarrollo científico, no son más que matices respecto a la política anterior.
Por un lado, el desarrollo económico se ha ratificado como máxima prioridad. Por otro, no es cierto que Jiang Zemin y Zhu Rongji, o Deng Xiaoping antes que ellos, persiguieran un crecimiento ciego, sin importarles los costos sociales o ecológicos. El título del informe de Jiang Zemin ante el XVI congreso fue Construir una sociedad próspera y equilibrada; reconocía que la distribución de la renta era muy desigual y alertaba sobre la necesidad de evitar las disparidades excesivas para asegurar la estabilidad social y el orden público.
Jiang y Zhu lanzaron la política de desarrollo de las zonas del centro y el oeste, las más pobres del país. Zhu Rongji reconoció ante el Parlamento: “Hay una cosa que me quita el sueño, la situación del campo”, y puso en marcha varias iniciativas para paliarla. Desde el inicio de la reforma los dirigentes chinos se han preocupado siempre de la capacidad de la población para soportar el sufrimiento económico, conscientes del precio político que no hacerlo acarrearía. Es obvio, sin embargo, que en los últimos años las desigualdades sociales y regionales han ido aumentando sin cesar, hasta llegar a niveles alarmantes políticamente. Por ello el mayor énfasis en la necesidad de combatirlas se ha impuesto de forma lógica.
El anterior equipo, de haber continuado en el poder, lo habría hecho también. Recuérdese que el primer ministro Wen Jiabao era viceprimer ministro responsable de Agricultura en el equipo de Zhu Rongji, que es quien lo promocionó. Hu Jintao, por su parte, estaba en el comité permanente del politburó desde 1992, ungido por Deng Xiaoping como miembro del núcleo de la cuarta generación.
Así, en conclusión, ni el equipo anterior ignoraba las desigualdades sociales y regionales, o los desequilibrios ecológicos, ni el actual renuncia al desarrollo económico como máxima prioridad. Para poder repartir más, la tarta debe seguir creciendo.
El único cambio de paradigma que ha conocido la República Popular ha sido el promovido por Deng Xiaoping: la sustitución de la economía planificada por la de mercado. El mayor timbre de gloria de los sucesores de Deng, la tercera generación, fue haber sabido continuar la obra de aquél: desarrollo económico galopante sin perder por ello la estabilidad política. Jiang Zemin y Zhu Rongji dieron dos saltos cualitativos en el marco del paradigma establecido por Deng: el ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la admisión de los empresarios privados, verdaderos capitalistas, en el PCCh.
El primero, en diciembre del 2001, confirmó la irreversibilidad de la economía de mercado y la integración en la economía global. La segunda transformó el PCCh en su esencia misma, al hacerlo un partido interclasista. Ambos procesos culminaron bien avanzado el mandato del equipo de Jiang-Zhu: sólo en diciembre del 2001 China ingresó en la OMC y sólo en octubre del 2002 el XVI congreso adoptó definitivamente la doctrina de las tres representaciones, aceptando a los empresarios privados en el PCCh. Jiang era secretario general desde 1987 y Zhu, primer ministro desde 1993.
Es decir, el continuismo que ha marcado el XVII congreso es similar al de los dos primeros congresos del equipo anterior. Los eventuales saltos cualitativos de Hu y Wen, más allá de los conceptos de sociedad armoniosa y desarrollo científico, se darán, si acaso, en el XVIII congreso, en el año 2012, que será el último de su mandato.
Aun sin grandes innovaciones, si consiguen compatibilizar altos grados de desarrollo económico y estabilidad política tendrán asegurado un lugar en la milenaria historia china.
El balance del recién concluido XVII congreso del Partido Comunista Chino puede hacerse con una sola palabra: continuidad. Concepto que remite al de estabilidad política, esencia de la estrategia del PCCh, junto con el crecimiento económico.
La cuadruplicación del PIB entre el 2000 y el 2020, el predominio de la propiedad pública, compitiendo con otras formas de propiedad en pie de igualdad, la necesidad de aumentar el consumo privado, la prioridad concedida al desarrollo tecnológico, la definición de democracia como gobierno del PCCh en representación del pueblo, la caracterización de la corrupción como principal amenaza: todo esto estaba ya en la resolución del congreso anterior.
Incluso lo que desde el inicio del mandato de Hu Jintao y Wen Jiabao se ha venido considerando sus señas de identidad, el énfasis en la reducción de las desigualdades sociales y regionales o la lucha contra la degradación ecológica, incorporados a la doctrina oficial con las fórmulas sociedad armoniosa y desarrollo científico, no son más que matices respecto a la política anterior.
Por un lado, el desarrollo económico se ha ratificado como máxima prioridad. Por otro, no es cierto que Jiang Zemin y Zhu Rongji, o Deng Xiaoping antes que ellos, persiguieran un crecimiento ciego, sin importarles los costos sociales o ecológicos. El título del informe de Jiang Zemin ante el XVI congreso fue Construir una sociedad próspera y equilibrada; reconocía que la distribución de la renta era muy desigual y alertaba sobre la necesidad de evitar las disparidades excesivas para asegurar la estabilidad social y el orden público.
Jiang y Zhu lanzaron la política de desarrollo de las zonas del centro y el oeste, las más pobres del país. Zhu Rongji reconoció ante el Parlamento: “Hay una cosa que me quita el sueño, la situación del campo”, y puso en marcha varias iniciativas para paliarla. Desde el inicio de la reforma los dirigentes chinos se han preocupado siempre de la capacidad de la población para soportar el sufrimiento económico, conscientes del precio político que no hacerlo acarrearía. Es obvio, sin embargo, que en los últimos años las desigualdades sociales y regionales han ido aumentando sin cesar, hasta llegar a niveles alarmantes políticamente. Por ello el mayor énfasis en la necesidad de combatirlas se ha impuesto de forma lógica.
El anterior equipo, de haber continuado en el poder, lo habría hecho también. Recuérdese que el primer ministro Wen Jiabao era viceprimer ministro responsable de Agricultura en el equipo de Zhu Rongji, que es quien lo promocionó. Hu Jintao, por su parte, estaba en el comité permanente del politburó desde 1992, ungido por Deng Xiaoping como miembro del núcleo de la cuarta generación.
Así, en conclusión, ni el equipo anterior ignoraba las desigualdades sociales y regionales, o los desequilibrios ecológicos, ni el actual renuncia al desarrollo económico como máxima prioridad. Para poder repartir más, la tarta debe seguir creciendo.
El único cambio de paradigma que ha conocido la República Popular ha sido el promovido por Deng Xiaoping: la sustitución de la economía planificada por la de mercado. El mayor timbre de gloria de los sucesores de Deng, la tercera generación, fue haber sabido continuar la obra de aquél: desarrollo económico galopante sin perder por ello la estabilidad política. Jiang Zemin y Zhu Rongji dieron dos saltos cualitativos en el marco del paradigma establecido por Deng: el ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la admisión de los empresarios privados, verdaderos capitalistas, en el PCCh.
El primero, en diciembre del 2001, confirmó la irreversibilidad de la economía de mercado y la integración en la economía global. La segunda transformó el PCCh en su esencia misma, al hacerlo un partido interclasista. Ambos procesos culminaron bien avanzado el mandato del equipo de Jiang-Zhu: sólo en diciembre del 2001 China ingresó en la OMC y sólo en octubre del 2002 el XVI congreso adoptó definitivamente la doctrina de las tres representaciones, aceptando a los empresarios privados en el PCCh. Jiang era secretario general desde 1987 y Zhu, primer ministro desde 1993.
Es decir, el continuismo que ha marcado el XVII congreso es similar al de los dos primeros congresos del equipo anterior. Los eventuales saltos cualitativos de Hu y Wen, más allá de los conceptos de sociedad armoniosa y desarrollo científico, se darán, si acaso, en el XVIII congreso, en el año 2012, que será el último de su mandato.
Aun sin grandes innovaciones, si consiguen compatibilizar altos grados de desarrollo económico y estabilidad política tendrán asegurado un lugar en la milenaria historia china.
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