Por Xavier Hereu, abogado, poeta y rector de la parroquia ortodoxa de la Mare de Déu de la Tendresa, Girona (EL PERIÓDICO, 04/06/08):
El pueblo serbio ha hablado, y han ganado las elecciones los demócratas europeístas. Pero queda por resolver el tema de Kosovo, puesto que ningún partido serbio reconoce su independencia. Tampoco el partido europeísta, ganador de las elecciones.
Este rechazo es comprensible. Hay una publicación escrita en serbio y francés, que lleva por título Kosovo crucificado, en la que aparecen relacionados y fotografiados, con detalles y fechas, las explosiones provocadas por los albanokosovares contra las iglesias y monasterios que el Patriarcado de Serbia tenía en la comarca de Kosovo. Hay otra publicación de 1977, en serbio y en inglés, llamada Genocidio espiritual, que también relaciona sucesos similares con fechas y fotografías. Ahora Kosovo se ha proclamado independiente y Serbia no reconoce esta independencia. Muchos gobiernos europeos han apoyado el nuevo Estado. Pero los españoles no lo reconocen y no paran de decir que el problema de Kosovo no tiene nada que ver con Catalunya, donde la gente más bien diría: “O todos moros o todos cristianos”.
En los Balcanes, los albaneses no dicen nada sobre Catalunya. Les da igual. Pero en Serbia y en Rusia dicen que España nos tendrá que dar la independencia. Aunque los serbios radicales que se manifiestan en Podgorica lleven la bandera española junto a la serbia. Lo cierto es que todos los políticos asimilan España con Serbia y Kosovo, con Catalunya, pero es un error: habría que comparar Catalunya con Serbia y Kosovo con el Ripollès (cuna de Catalunya).
Me explicaré. La nación serbia es posterior en el tiempo, y su cuna se sitúa en Kosovo. En 1113 nació el príncipe Stefano Nemanja, hijo de Zavida, señor de Duklja –que hoy se conoce como Podgorica–. Unió todas las comarcas serbias y fue el primer Gran Jupan (rey) de aquella nación. En 1155, cuando él tenía 42 años, en Catalunya se construyó la iglesia de Sant Joan de les Abadesses, y en 1172, el claustro de Santa Maria de Ripoll. El hijo de Nemanja, llamado Ratsko, se convirtió en 1219 en el primer arzobispo de Serbia, y tras su muerte fue canonizado como san Saba. Más tarde, en la ciudad de Pek, también en Kosovo, se construyó el templo patricarcal de Serbia. En 1213, en Catalu-nya, murió Pere I y empezó el tiempo de su hijo, Jaume I, el Conqueridor. Por tanto, las formaciones de la nación serbia en los balcanes y la de la catalana junto al Mediterráneo son muy cercanas en el tiempo.
EN 1459, al cabo de seis años de la caída de Constantinopla y diez antes del matrimonio del príncipe Ferran de Catalunya y Aragón con la princesa Isabel de Castilla, Serbia cayó en poder de los turcos. Se recuperó del todo a partir de 1912. Por eso durante el siglo XIX y primera mitad del XX se reconstruyeron monasterios e iglesias que los turcos habían destruido. En Kosovo convivían las culturas cristiana e islámica, pero en el tiempo de la Yugoslavia de Tito emigraron hacia tierras serbias muchos albaneses que no compartían la civilización cristiana y, cuando les fue posible, los más radicales se dedicaron a echar abajo las iglesias y monasterios que los turcos habían destruido y los serbios levantado de nuevo. La destrucción fue especialmente cruenta, y llevada a cabo con total impunidad, a partir de la década de los 90, sin que lo pudieran evitar los soldados americanos y los de algunos países europeos que, según decían, estaban allí en misión de paz. Lógicamente, con cada deflagración se producía el éxodo de las familias serbias que habían vivido junto a aquellos edificios históricos. Y así, poco a poco, la proporción de albaneses creció sensiblemente sobre la de serbios.
La revista internacional Grand Tour, de mayo y junio de 1999, que se puede leer en italiano, inglés, francés y español, publica un trabajo sobre la destrucción de iglesias en Kosovo que titula La memoria lacerada, y también se habla del tema en el editorial, en el que se dice –refiriéndose a los templos destruidos– que “más allá de su valor estético, son siempre los testigos más tangibles de los hechos y de la identidad de un pueblo, de una cultura, de una civilización”.
¿QUÉ DIRÍAMOS en Catalunya si el Ripollès se hubiera llenado de personas hostiles a la nación catalana y ahora pidieran la independencia de la comarca?
Kosovo –el Ripollès serbio– se ha proclamado independiente. No tienen ninguna tradición nacional. No tienen himno, ni raíces históricas, no tienen bandera propia y la han hecho con el mapa de la comarca y los colores de Europa. Y la pregunta que hay que hacer desde aquí a Estados Unidos y a la Unión Europea es esta: ustedes que han reconocido la independencia de una comarca Serbia, sin bandera ni himno, ni tradición histórica como nación, ¿qué les dirían a los catalanes si decidiéramos que vista nuestra tradición histórica, porque tenemos el himno nacional más antiguo de Europa y una de las senyeres más arraigadas en el tiempo, porque tenemos un idioma y una cultura propios, hemos decidido proclamar la independencia? ¿Nos darían el mismo apoyo que han dado a Kosovo?
Les recuerdo el refrán: “O todos moros o todos cristianos”. Es un proverbio popular, pero también un principio de justicia. Y les recuerdo, asimismo, que el hecho de crear precedentes, suele tener consecuencias políticas y jurídicas.
El pueblo serbio ha hablado, y han ganado las elecciones los demócratas europeístas. Pero queda por resolver el tema de Kosovo, puesto que ningún partido serbio reconoce su independencia. Tampoco el partido europeísta, ganador de las elecciones.
Este rechazo es comprensible. Hay una publicación escrita en serbio y francés, que lleva por título Kosovo crucificado, en la que aparecen relacionados y fotografiados, con detalles y fechas, las explosiones provocadas por los albanokosovares contra las iglesias y monasterios que el Patriarcado de Serbia tenía en la comarca de Kosovo. Hay otra publicación de 1977, en serbio y en inglés, llamada Genocidio espiritual, que también relaciona sucesos similares con fechas y fotografías. Ahora Kosovo se ha proclamado independiente y Serbia no reconoce esta independencia. Muchos gobiernos europeos han apoyado el nuevo Estado. Pero los españoles no lo reconocen y no paran de decir que el problema de Kosovo no tiene nada que ver con Catalunya, donde la gente más bien diría: “O todos moros o todos cristianos”.
En los Balcanes, los albaneses no dicen nada sobre Catalunya. Les da igual. Pero en Serbia y en Rusia dicen que España nos tendrá que dar la independencia. Aunque los serbios radicales que se manifiestan en Podgorica lleven la bandera española junto a la serbia. Lo cierto es que todos los políticos asimilan España con Serbia y Kosovo, con Catalunya, pero es un error: habría que comparar Catalunya con Serbia y Kosovo con el Ripollès (cuna de Catalunya).
Me explicaré. La nación serbia es posterior en el tiempo, y su cuna se sitúa en Kosovo. En 1113 nació el príncipe Stefano Nemanja, hijo de Zavida, señor de Duklja –que hoy se conoce como Podgorica–. Unió todas las comarcas serbias y fue el primer Gran Jupan (rey) de aquella nación. En 1155, cuando él tenía 42 años, en Catalunya se construyó la iglesia de Sant Joan de les Abadesses, y en 1172, el claustro de Santa Maria de Ripoll. El hijo de Nemanja, llamado Ratsko, se convirtió en 1219 en el primer arzobispo de Serbia, y tras su muerte fue canonizado como san Saba. Más tarde, en la ciudad de Pek, también en Kosovo, se construyó el templo patricarcal de Serbia. En 1213, en Catalu-nya, murió Pere I y empezó el tiempo de su hijo, Jaume I, el Conqueridor. Por tanto, las formaciones de la nación serbia en los balcanes y la de la catalana junto al Mediterráneo son muy cercanas en el tiempo.
EN 1459, al cabo de seis años de la caída de Constantinopla y diez antes del matrimonio del príncipe Ferran de Catalunya y Aragón con la princesa Isabel de Castilla, Serbia cayó en poder de los turcos. Se recuperó del todo a partir de 1912. Por eso durante el siglo XIX y primera mitad del XX se reconstruyeron monasterios e iglesias que los turcos habían destruido. En Kosovo convivían las culturas cristiana e islámica, pero en el tiempo de la Yugoslavia de Tito emigraron hacia tierras serbias muchos albaneses que no compartían la civilización cristiana y, cuando les fue posible, los más radicales se dedicaron a echar abajo las iglesias y monasterios que los turcos habían destruido y los serbios levantado de nuevo. La destrucción fue especialmente cruenta, y llevada a cabo con total impunidad, a partir de la década de los 90, sin que lo pudieran evitar los soldados americanos y los de algunos países europeos que, según decían, estaban allí en misión de paz. Lógicamente, con cada deflagración se producía el éxodo de las familias serbias que habían vivido junto a aquellos edificios históricos. Y así, poco a poco, la proporción de albaneses creció sensiblemente sobre la de serbios.
La revista internacional Grand Tour, de mayo y junio de 1999, que se puede leer en italiano, inglés, francés y español, publica un trabajo sobre la destrucción de iglesias en Kosovo que titula La memoria lacerada, y también se habla del tema en el editorial, en el que se dice –refiriéndose a los templos destruidos– que “más allá de su valor estético, son siempre los testigos más tangibles de los hechos y de la identidad de un pueblo, de una cultura, de una civilización”.
¿QUÉ DIRÍAMOS en Catalunya si el Ripollès se hubiera llenado de personas hostiles a la nación catalana y ahora pidieran la independencia de la comarca?
Kosovo –el Ripollès serbio– se ha proclamado independiente. No tienen ninguna tradición nacional. No tienen himno, ni raíces históricas, no tienen bandera propia y la han hecho con el mapa de la comarca y los colores de Europa. Y la pregunta que hay que hacer desde aquí a Estados Unidos y a la Unión Europea es esta: ustedes que han reconocido la independencia de una comarca Serbia, sin bandera ni himno, ni tradición histórica como nación, ¿qué les dirían a los catalanes si decidiéramos que vista nuestra tradición histórica, porque tenemos el himno nacional más antiguo de Europa y una de las senyeres más arraigadas en el tiempo, porque tenemos un idioma y una cultura propios, hemos decidido proclamar la independencia? ¿Nos darían el mismo apoyo que han dado a Kosovo?
Les recuerdo el refrán: “O todos moros o todos cristianos”. Es un proverbio popular, pero también un principio de justicia. Y les recuerdo, asimismo, que el hecho de crear precedentes, suele tener consecuencias políticas y jurídicas.
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