Por Abraham B. Yehoshua, escritor israelí, inspirador del movimiento Paz Ahora (LA VANGUARDIA, 27/01/08):
A principios de los sesenta visitó Estados Unidos David Ben Gurion, fundador y primer ministro del Estado de Israel, para encontrarse con la comunidad judía del país. Por entonces, el Gobierno estadounidense mantenía unas relaciones correctas pero no especialmente cordiales con Israel y evitaba proporcionarle armamento. Ben Gurion quería que el presidente Kennedy le recibiera en la Casa Blanca, pero este se negó para no enfadar a los países árabes. Finalmente, gracias al esfuerzo de algunos allegados judíos del joven presidente, se preparó una reunión entre ambos mandatarios en un hotel de Nueva York.
Parece ser que el encuentro no fue muy bien. El israelí pidió al norteamericano que le vendiera misiles Hawk, Kennedy titubeó, y entonces, según cuentan, Ben Gurion le replicó de una forma nada diplomática:
“Muy bien. Usted sabe que ha ganado las elecciones por un margen de apenas cien o doscientos mil votos. Así que sepa que los votos de los votantes judíos pueden decidir las próximas elecciones”. Kennedy se enfadó y se marchó. Sólo gracias a las súplicas de un miembro judío de su comitiva Kennedy aceptó volver a la sala y reanudar la conversación.
Recuerdo aquel episodio para que se puedan valorar mejor las actuales relaciones entre Estados Unidos e Israel, pues ahora es el propio presidente norteamericano quien se invita a Israel y el que suplica a ministros de poco rango que no abandonen el gobierno de coalición con el fin de que Olmert pueda seguir con el proceso de paz.
Algunos hechos acaecidos en las últimas décadas han cambiado las relaciones entre ambos países, entre ellos, la admiración que despertó en Estados Unidos la increíble victoria israelí en la guerra del 67, la influencia del movimiento evangélico y mesiánico a favor de una política amigable con Israel y la mayor eficacia del lobby judío norteamericano. Todo esto ha hecho que Bush, que no dudó en iniciar una guerra en Iraq (que ya ha costado billones de dólares a los ciudadanos estadounidenses, y todo mientras cincuenta millones de ellos carecen de seguro médico alguno), vaya a Israel y ruegue a ministros de segunda fila que apoyen a Olmert en las negociaciones con los palestinos y así pueda terminar su mandato como presidente de Estados Unidos con un éxito en Oriente Medio.
Les daré un ejemplo de la absurda ingenuidad presente en las relaciones que Estados Unidos. mantiene con Israel y que se refiere a los asentamientos. Conviene insistir en que todas las colonias judías que se crearon en el territorio palestinojordano ocupado en 1967 son ilegales según las normas del derecho internacional, que prohíben construir asentamientos de civiles en territorio que haya sido ocupado a raíz de una guerra. En cambio, Israel, de forma oficial y oficiosa, levantó colonias en los territorios ocupados, en gran parte bajo la presión de judíos nacionalistas religiosos que practicaban una política de hechos consumados pese a la oposición del ejército y de la mayoría de los israelíes y de la comunidad internacional, que veía en esos asentamientos un obstáculo para la paz. En los últimos años daba la impresión de que los distintos gobiernos israelíes tenían en mente que si realmente era factible un contexto de paz, se desmantelaría parte de las colonias para que los palestinos pudieran establecer un Estado con continuidad territorial. Sin embargo, a medida que el tiempo ha ido pasando, más difícil parece que eso se cumpla.
A pesar de que ya no se construyen nuevos asentamientos, sí se amplían continuamente los ya existentes, e incluso jóvenes extremistas que viven en colonias han empezado a levantar todo tipo de miniasentamientos en Judea y Samaria; lo hacen en terrenos de particulares palestinos o en descampados. Estos jóvenes colocan varias caravanas y con ayuda del ejército se conectan a las tuberías de agua y las redes eléctricas, y después se instalan allí unas pocas familias de jóvenes fundamentalistas. Así hay dispersos más de cien miniasentamientos en Judea y Samaria, y, aunque son considerados ilegales por las autoridades, el Gobierno no hace nada por desmantelarlos por miedo a enfrentarse a los extremistas. Y toda esta cuestión acerca de los miniasentamientos lo que hace es distraer la atención de lo que es realmente importante: las colonias, ya que en vez de hablarse de las colonias ilegales ahora solamente se habla de la ilegalidad de esos miniasentamientos, y con su definición como ilegales parece que ahora son legales las colonias judías, donde viven cerca de un cuarto de millón de personas.
También Estados Unidos ha caído en esa trampa, y no presiona nada a Israel pese a que el Gobierno israelí le promete que va a desmantelar esos miniasentamientos ilegales.
Y no obstante, vino Bush a Israel para convencer al Gobierno de que cumpliera su promesa. Pero si Bush quería realmente que Israel cumpliera su promesa, debería haberse quedado en su país y haber llamado a consultas a su embajador en Tel Aviv por tiempo indefinido; estoy seguro de que entonces Israel sí desmantelaría de inmediato esos miniasentamientos ilegales. Además, Estados Unidos habría reforzado su credibilidad ante palestinos e israelíes, favoreciendo así el proceso de paz.
A principios de los sesenta visitó Estados Unidos David Ben Gurion, fundador y primer ministro del Estado de Israel, para encontrarse con la comunidad judía del país. Por entonces, el Gobierno estadounidense mantenía unas relaciones correctas pero no especialmente cordiales con Israel y evitaba proporcionarle armamento. Ben Gurion quería que el presidente Kennedy le recibiera en la Casa Blanca, pero este se negó para no enfadar a los países árabes. Finalmente, gracias al esfuerzo de algunos allegados judíos del joven presidente, se preparó una reunión entre ambos mandatarios en un hotel de Nueva York.
Parece ser que el encuentro no fue muy bien. El israelí pidió al norteamericano que le vendiera misiles Hawk, Kennedy titubeó, y entonces, según cuentan, Ben Gurion le replicó de una forma nada diplomática:
“Muy bien. Usted sabe que ha ganado las elecciones por un margen de apenas cien o doscientos mil votos. Así que sepa que los votos de los votantes judíos pueden decidir las próximas elecciones”. Kennedy se enfadó y se marchó. Sólo gracias a las súplicas de un miembro judío de su comitiva Kennedy aceptó volver a la sala y reanudar la conversación.
Recuerdo aquel episodio para que se puedan valorar mejor las actuales relaciones entre Estados Unidos e Israel, pues ahora es el propio presidente norteamericano quien se invita a Israel y el que suplica a ministros de poco rango que no abandonen el gobierno de coalición con el fin de que Olmert pueda seguir con el proceso de paz.
Algunos hechos acaecidos en las últimas décadas han cambiado las relaciones entre ambos países, entre ellos, la admiración que despertó en Estados Unidos la increíble victoria israelí en la guerra del 67, la influencia del movimiento evangélico y mesiánico a favor de una política amigable con Israel y la mayor eficacia del lobby judío norteamericano. Todo esto ha hecho que Bush, que no dudó en iniciar una guerra en Iraq (que ya ha costado billones de dólares a los ciudadanos estadounidenses, y todo mientras cincuenta millones de ellos carecen de seguro médico alguno), vaya a Israel y ruegue a ministros de segunda fila que apoyen a Olmert en las negociaciones con los palestinos y así pueda terminar su mandato como presidente de Estados Unidos con un éxito en Oriente Medio.
Les daré un ejemplo de la absurda ingenuidad presente en las relaciones que Estados Unidos. mantiene con Israel y que se refiere a los asentamientos. Conviene insistir en que todas las colonias judías que se crearon en el territorio palestinojordano ocupado en 1967 son ilegales según las normas del derecho internacional, que prohíben construir asentamientos de civiles en territorio que haya sido ocupado a raíz de una guerra. En cambio, Israel, de forma oficial y oficiosa, levantó colonias en los territorios ocupados, en gran parte bajo la presión de judíos nacionalistas religiosos que practicaban una política de hechos consumados pese a la oposición del ejército y de la mayoría de los israelíes y de la comunidad internacional, que veía en esos asentamientos un obstáculo para la paz. En los últimos años daba la impresión de que los distintos gobiernos israelíes tenían en mente que si realmente era factible un contexto de paz, se desmantelaría parte de las colonias para que los palestinos pudieran establecer un Estado con continuidad territorial. Sin embargo, a medida que el tiempo ha ido pasando, más difícil parece que eso se cumpla.
A pesar de que ya no se construyen nuevos asentamientos, sí se amplían continuamente los ya existentes, e incluso jóvenes extremistas que viven en colonias han empezado a levantar todo tipo de miniasentamientos en Judea y Samaria; lo hacen en terrenos de particulares palestinos o en descampados. Estos jóvenes colocan varias caravanas y con ayuda del ejército se conectan a las tuberías de agua y las redes eléctricas, y después se instalan allí unas pocas familias de jóvenes fundamentalistas. Así hay dispersos más de cien miniasentamientos en Judea y Samaria, y, aunque son considerados ilegales por las autoridades, el Gobierno no hace nada por desmantelarlos por miedo a enfrentarse a los extremistas. Y toda esta cuestión acerca de los miniasentamientos lo que hace es distraer la atención de lo que es realmente importante: las colonias, ya que en vez de hablarse de las colonias ilegales ahora solamente se habla de la ilegalidad de esos miniasentamientos, y con su definición como ilegales parece que ahora son legales las colonias judías, donde viven cerca de un cuarto de millón de personas.
También Estados Unidos ha caído en esa trampa, y no presiona nada a Israel pese a que el Gobierno israelí le promete que va a desmantelar esos miniasentamientos ilegales.
Y no obstante, vino Bush a Israel para convencer al Gobierno de que cumpliera su promesa. Pero si Bush quería realmente que Israel cumpliera su promesa, debería haberse quedado en su país y haber llamado a consultas a su embajador en Tel Aviv por tiempo indefinido; estoy seguro de que entonces Israel sí desmantelaría de inmediato esos miniasentamientos ilegales. Además, Estados Unidos habría reforzado su credibilidad ante palestinos e israelíes, favoreciendo así el proceso de paz.
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