Por Joan Tapia, periodista (EL PERIÓDICO, 04/02/08):
El miedo a una recesión norteamericana, que se extienda a Europa y dispare el desempleo, es el fantasma que recorre el mundo este año. Y como ha dicho Martin Feldstein, la recesión podría ser más grave que otras anteriores ya que su origen radica en el corazón del sistema financiero. La banca de EEUU ha prestado demasiado a clientes insolventes y luego ha troceado, titulizado y repartido dichos títulos, calificados de solventes por las agencias de rating, que evalúan los riesgos.
Las razones se deben analizar, pero hoy el interés se centra en saber si la recesión se puede evitar. O suavizar. Los gobiernos van a adoptar planes de estímulo fiscal. Bush está pactando ya con el Congreso, dominado por los demócratas, inyectar un 1% del PIB a familias y empresas. El guardián de la ortodoxia, el FMI, dice que un poco de déficit ahora no sienta mal, y en España Zapatero justifica la rebaja de 400 euros del IRPF para evitar la desaceleración. Pero lo decisivo será la actitud de los bancos centrales. Hasta la crisis de agosto, tanto la Reserva Federal americana (Fed) como el Banco Central Europeo (BCE) estaban preocupados por la inflación, originada por el alza mundial del petróleo y de los alimentos. Y parecía que los tipos de interés iban a subir.
AHORA TODO ha cambiado. La Fed ha bajado sus tipos casi a la mitad entre setiembre y enero –del 5,25% al 3%– y en los últimos días la apuesta ha sido decidida. El martes 22 de enero, ante el pánico del día anterior en las bolsas asiáticas y europeas (era festivo en Wall Street), el presidente de la Fed Ben Bernanke decidió, tras una reunión por videoconferencia en festivo, bajar tipos nada menos que un 0,75%, algo desconocido desde 1984. Y el pasado miércoles los volvió a recortar un 0,50%. En el dilema entre inflación o recesión, Bernanke apuesta por combatir la recesión. En EEUU se da prioridad a evitar la recesión. Los inconvenientes a largo (inflación) se obvian con el argumento de que “a largo plazo, todos muertos”. El país del neoconservadurismo recurre al keynesianismo de emergencia.
Europa es otra cosa. La inflación americana es del 4,1% y la europea del 3,2%. Pero Bernanke baja tipos mientras que en Europa Trichet, gobernador del BCE, y sus asesores, solo se atreven a no subirlos. Así, las bolsas americanas han caído en lo que va de año menos de un 5% mientras que las de la zona euro lo han hecho más de un 11%. Lo grave es que el inmovilismo de tipos del BCE en el 4%, junto al descenso en EEUU (3% ahora, pero se intuye otro recorte) va a apreciar el euro, lo que dañará las exportaciones y tendrá efectos recesivos. ¿Por qué esta actitud tan dispar? Primero porque la recesión se ve mas cerca en EEUU (el crecimiento del último trimestre ha sido de un 0.6% y la construcción cae un 20%) que en Europa, lo que presiona a la Fed. Pero hay razones preocupantes que indican cierta incapacidad estructural europea.
La Fed es independiente pero tiene un poder ejecutivo y legislativo fuerte y cercano. A su presidente lo nombra la Casa Blanca y tiene una relación fluida –ver las memorias de Greenspan– con el presidente y con el secretario del Tesoro. El presidente del BCE es consensuado por los gobiernos y no tiene autoridad ejecutiva de referencia. Mejor dicho, tiene tantas (canciller alemán, presidente francés, presidente de la Comisión Europea, presidente del Eurogrupo-), que no tiene ninguna.
Y Bernanke va cada trimestre al Congreso a rendir cuentas. En Europa también, pero no es lo mismo. El Congreso americano tiene poder, el Parlamento europeo es un órgano representativo. El Congreso americano puede cambiar la ley de la Reserva Federal, el BCE es fruto de un tratado internacional que solo se puede modificar por unanimidad de 15 países. O sea, es intocable. Trichet flota en un vacío intergubernamental mientras Bernanke debe pelear con instituciones poderosas. La Fed, además, tiene un doble mandato legal: la inflación y el empleo (es fruto de una época keynesiana) mientras que el BCE tiene solo uno: la estabilidad de precios (nació en el reinado del monetarismo). Además, desde hace 30 años, con Volker y Greenspan al frente de la Fed, la institución se ha ganado un gran prestigio al vencer a la inflación y proporcionar un largo periodo de crecimiento. En Europa, Trichet (y su olvidado antecesor) no han podido lograr autoridad moral.
SI HAY recesión, Europa tendrá una mano atada por la rigidez institucional del BCE, que nació con el euro, y ambos eran los avanzados de una Europa que iba hacia una estructura federal. Luego, la ampliación a 25, el fracaso de la Constitución (el referendo francés) y la discusión sobre Turquía, han impedido el avance. Los líderes euroescépticos –Thatcher, Blair, Aznar— se han impuesto a otros que, desde la marcha de Kohl, Mitterrand, Delors y González, no han estado a la altura.
El minitratado es la mejor de todas las malas soluciones pero, excepto Merkel, Europa carece de liderazgo. Ahí está la rápida caída de popularidad de Sarkozy, lanzado a sustituir el discurso político por los golpes de efecto publicitarios, incluidos los de su vida privada. Así, avanzar en la coordinación de la política económica será muy difícil (lo acaba de probar el reciente pastiche de Londres). Y el BCE puede actuar tarde y mal.
El miedo a una recesión norteamericana, que se extienda a Europa y dispare el desempleo, es el fantasma que recorre el mundo este año. Y como ha dicho Martin Feldstein, la recesión podría ser más grave que otras anteriores ya que su origen radica en el corazón del sistema financiero. La banca de EEUU ha prestado demasiado a clientes insolventes y luego ha troceado, titulizado y repartido dichos títulos, calificados de solventes por las agencias de rating, que evalúan los riesgos.
Las razones se deben analizar, pero hoy el interés se centra en saber si la recesión se puede evitar. O suavizar. Los gobiernos van a adoptar planes de estímulo fiscal. Bush está pactando ya con el Congreso, dominado por los demócratas, inyectar un 1% del PIB a familias y empresas. El guardián de la ortodoxia, el FMI, dice que un poco de déficit ahora no sienta mal, y en España Zapatero justifica la rebaja de 400 euros del IRPF para evitar la desaceleración. Pero lo decisivo será la actitud de los bancos centrales. Hasta la crisis de agosto, tanto la Reserva Federal americana (Fed) como el Banco Central Europeo (BCE) estaban preocupados por la inflación, originada por el alza mundial del petróleo y de los alimentos. Y parecía que los tipos de interés iban a subir.
AHORA TODO ha cambiado. La Fed ha bajado sus tipos casi a la mitad entre setiembre y enero –del 5,25% al 3%– y en los últimos días la apuesta ha sido decidida. El martes 22 de enero, ante el pánico del día anterior en las bolsas asiáticas y europeas (era festivo en Wall Street), el presidente de la Fed Ben Bernanke decidió, tras una reunión por videoconferencia en festivo, bajar tipos nada menos que un 0,75%, algo desconocido desde 1984. Y el pasado miércoles los volvió a recortar un 0,50%. En el dilema entre inflación o recesión, Bernanke apuesta por combatir la recesión. En EEUU se da prioridad a evitar la recesión. Los inconvenientes a largo (inflación) se obvian con el argumento de que “a largo plazo, todos muertos”. El país del neoconservadurismo recurre al keynesianismo de emergencia.
Europa es otra cosa. La inflación americana es del 4,1% y la europea del 3,2%. Pero Bernanke baja tipos mientras que en Europa Trichet, gobernador del BCE, y sus asesores, solo se atreven a no subirlos. Así, las bolsas americanas han caído en lo que va de año menos de un 5% mientras que las de la zona euro lo han hecho más de un 11%. Lo grave es que el inmovilismo de tipos del BCE en el 4%, junto al descenso en EEUU (3% ahora, pero se intuye otro recorte) va a apreciar el euro, lo que dañará las exportaciones y tendrá efectos recesivos. ¿Por qué esta actitud tan dispar? Primero porque la recesión se ve mas cerca en EEUU (el crecimiento del último trimestre ha sido de un 0.6% y la construcción cae un 20%) que en Europa, lo que presiona a la Fed. Pero hay razones preocupantes que indican cierta incapacidad estructural europea.
La Fed es independiente pero tiene un poder ejecutivo y legislativo fuerte y cercano. A su presidente lo nombra la Casa Blanca y tiene una relación fluida –ver las memorias de Greenspan– con el presidente y con el secretario del Tesoro. El presidente del BCE es consensuado por los gobiernos y no tiene autoridad ejecutiva de referencia. Mejor dicho, tiene tantas (canciller alemán, presidente francés, presidente de la Comisión Europea, presidente del Eurogrupo-), que no tiene ninguna.
Y Bernanke va cada trimestre al Congreso a rendir cuentas. En Europa también, pero no es lo mismo. El Congreso americano tiene poder, el Parlamento europeo es un órgano representativo. El Congreso americano puede cambiar la ley de la Reserva Federal, el BCE es fruto de un tratado internacional que solo se puede modificar por unanimidad de 15 países. O sea, es intocable. Trichet flota en un vacío intergubernamental mientras Bernanke debe pelear con instituciones poderosas. La Fed, además, tiene un doble mandato legal: la inflación y el empleo (es fruto de una época keynesiana) mientras que el BCE tiene solo uno: la estabilidad de precios (nació en el reinado del monetarismo). Además, desde hace 30 años, con Volker y Greenspan al frente de la Fed, la institución se ha ganado un gran prestigio al vencer a la inflación y proporcionar un largo periodo de crecimiento. En Europa, Trichet (y su olvidado antecesor) no han podido lograr autoridad moral.
SI HAY recesión, Europa tendrá una mano atada por la rigidez institucional del BCE, que nació con el euro, y ambos eran los avanzados de una Europa que iba hacia una estructura federal. Luego, la ampliación a 25, el fracaso de la Constitución (el referendo francés) y la discusión sobre Turquía, han impedido el avance. Los líderes euroescépticos –Thatcher, Blair, Aznar— se han impuesto a otros que, desde la marcha de Kohl, Mitterrand, Delors y González, no han estado a la altura.
El minitratado es la mejor de todas las malas soluciones pero, excepto Merkel, Europa carece de liderazgo. Ahí está la rápida caída de popularidad de Sarkozy, lanzado a sustituir el discurso político por los golpes de efecto publicitarios, incluidos los de su vida privada. Así, avanzar en la coordinación de la política económica será muy difícil (lo acaba de probar el reciente pastiche de Londres). Y el BCE puede actuar tarde y mal.
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