Por Francisco Rodríguez Adrados, de las Reales Academias Española y de la Historia (ABC, 19/11/07):
Es una misión casi imposible hablar de lenguas y lingüística a un público amplio. La lengua está entre los hombres todos y entre todos y el mundo. Es como nuestra piel, de tan próxima a nosotros.
Y cuando hablo de la lengua no me refiero a esta o aquella. Me refiero a todas.
Pero este no es mi tema hoy, hablo sólo de Europa. La cuestión es esta: Europa ha sido desde el comienzo hasta hoy una geografía creciente. Grecia, la Helenidad mediterránea, Roma y su imperio, el Norte medieval de los Alpes al Báltico y el Atlántico, se añadió Rusia hasta los Urales. Una geografía que poco a poco se hizo cultura. En ello intervinieron sus lenguas.
De las más antiguas sabemos muy poco. Pero sí sabemos de la gran rama lingüística que vino del Asia Central y penetró en varias oleadas, en el quinto milenio, luego el tercero antes de Cristo. Se fragmentó después poco a poco hasta crear un mosaico de lenguas.
Son, ya se sabe, las lenguas indoeuropeas. Pero hay que añadir cosas. Primera, que el Indoeuropeo también salpicó a Asia, piensen en el Irán o la India. Segunda, que no todo es Indoeuropeo en Europa. Con ellos se mezclaron los portadores del finés y del húngaro, también venidos de Asia. Y los del vasco.
O sea: Europa no es geografía, tampoco política, es cultura. Sus lenguas son parte de ella, en la medida en que se han aproximado y se han hecho más o menos semejantes. Es un hecho cultural. Todo a partir de un tronco central, el indoeuropeo, vivo en Europa y Asia y que admitió a su lado troncos minoritarios. Unos y otros se escindieron en muchas lenguas y dialectos.
Y hubo influjos recíprocos. Un proceso cultural, repito, que llegó a todas, en la medida que sea, y como parte del proceso creador de la cultura europea, con sus variantes. Un proceso que creó Europa como un conjunto de culturas y lenguas más o menos armónicas. ¿En qué medida intervino la política? Este es un segundo tema.
Pero el primero es que Europa es, fundamentalmente, cultura, reflejada también en sus lenguas: cultura implantada dentro de una geografía creciente y, en su núcleo más amplio, no el único, en varias lenguas indoeuropeas.
Ahora bien salimos a Europa o, simplemente, leemos u oímos sus lenguas, ¡y nos parecen tan diferentes! Pero hay el estudio científico, lingüístico. Habría que hablar, en la comparación de las lenguas, de dos planos.
En el primero, las lenguas indoeuropeas (las otras son una excepción, luego se aproximaron a aquellas dentro de una cultura en lo esencial común), las lenguas indoeuropeas, repito, a primera vista o primer oído son muy diferentes entre sí: piénsese en las románicas o germánicas o eslavas, etc. No las entendemos. Ni tampoco las variantes indoeuropeas de Asia. Oímos el inglés, el ruso, el hindi, etc. y no entendemos -salvo que hayamos hecho estudios profundos.
La evolución fonética de las lenguas ha acentuado las diferencias, rompe la comprensión. Pero, por debajo de esos sonidos poco comprensibles, hay estructuras gramaticales de las lenguas indoeuropeas que son muy semejantes. Hay un mundo de diferencia respecto al chino o las lenguas semíticas o las amerindias. Son estructuras que, además, se han modificado con el tiempo en el sentido de la convergencia. Pero esa estructura más o menos común es más que de Europa (recuerdo el Indoeuropeo de Asia) y menos que de Europa (recuerdo el finés, el húngaro y el vasco).
Imposible entrar aquí en el detalle: el resumen es que el inglés o el español o el griego o el ruso tienen, aunque no lo parezca, una estructura muy semejante, semejanza que ha crecido con el tiempo.
Este es el nivel antiguo de nuestras lenguas dentro de la geografía europea. Pero desborda a Europa, que Europa a su vez ha recibido otras lenguas.
Pero hay un segundo nivel, el que realmente ha hecho a Europa y es mi tema de hoy: el nivel cultural europeo. El que ha creado una unidad no sólo en las lenguas, también en otras cosas mil.
Insisto en que afecta a todas las lenguas de Europa. Se diferencian así sus lenguas indoeuropeas de las de Asia. Se aproximan en Europa las lenguas indoeuropeas y las no indoeuropeas.
Son influjos que vinieron primero de los griegos, luego de los latinos, luego de los cristianos que se expresaban en griego o en latín o, más tarde, en las demás lenguas. Según las fases y épocas. Pero no sólo esto. Hubo los influjos de las distintas lenguas de Europa unas sobre otras: del español, del italiano, del francés, del inglés, etc. Del griego en el eslavo, del griego y el latín en todas las lenguas posteriores. Y estos influjos han alcanzado también a las lenguas no indoeuropeas, las han hecho europeas. Vasco bake «paz» es el latino pacem, atxeter «médico» es griego (como alemán Artz), independentzia es castellano, euzkadiko tiene un -iko indo-europeo (y la raíz pasó a izquierda).
Por supuesto, las lenguas europeas así conformadas se han extendido por gran parte del mundo.
¿Qué influjos, me dirán? Muchos. Por ejemplo, todos los alfabetos de las lenguas de Europa vienen del griego (también el latino, también el eslavo). Toda la sintaxis compleja de la prosa europea, casi todos los géneros literarios vienen de los griegos y latinos. Casi todo el léxico culto, casi todo el léxico científico viene, directa o indirectamente, del griego y el latino. Estoy hablando de las lenguas en cuanto instrumento de cultura escrita, más allá del intercambio hablado.
Es una misión casi imposible hablar de lenguas y lingüística a un público amplio. La lengua está entre los hombres todos y entre todos y el mundo. Es como nuestra piel, de tan próxima a nosotros.
Y cuando hablo de la lengua no me refiero a esta o aquella. Me refiero a todas.
Pero este no es mi tema hoy, hablo sólo de Europa. La cuestión es esta: Europa ha sido desde el comienzo hasta hoy una geografía creciente. Grecia, la Helenidad mediterránea, Roma y su imperio, el Norte medieval de los Alpes al Báltico y el Atlántico, se añadió Rusia hasta los Urales. Una geografía que poco a poco se hizo cultura. En ello intervinieron sus lenguas.
De las más antiguas sabemos muy poco. Pero sí sabemos de la gran rama lingüística que vino del Asia Central y penetró en varias oleadas, en el quinto milenio, luego el tercero antes de Cristo. Se fragmentó después poco a poco hasta crear un mosaico de lenguas.
Son, ya se sabe, las lenguas indoeuropeas. Pero hay que añadir cosas. Primera, que el Indoeuropeo también salpicó a Asia, piensen en el Irán o la India. Segunda, que no todo es Indoeuropeo en Europa. Con ellos se mezclaron los portadores del finés y del húngaro, también venidos de Asia. Y los del vasco.
O sea: Europa no es geografía, tampoco política, es cultura. Sus lenguas son parte de ella, en la medida en que se han aproximado y se han hecho más o menos semejantes. Es un hecho cultural. Todo a partir de un tronco central, el indoeuropeo, vivo en Europa y Asia y que admitió a su lado troncos minoritarios. Unos y otros se escindieron en muchas lenguas y dialectos.
Y hubo influjos recíprocos. Un proceso cultural, repito, que llegó a todas, en la medida que sea, y como parte del proceso creador de la cultura europea, con sus variantes. Un proceso que creó Europa como un conjunto de culturas y lenguas más o menos armónicas. ¿En qué medida intervino la política? Este es un segundo tema.
Pero el primero es que Europa es, fundamentalmente, cultura, reflejada también en sus lenguas: cultura implantada dentro de una geografía creciente y, en su núcleo más amplio, no el único, en varias lenguas indoeuropeas.
Ahora bien salimos a Europa o, simplemente, leemos u oímos sus lenguas, ¡y nos parecen tan diferentes! Pero hay el estudio científico, lingüístico. Habría que hablar, en la comparación de las lenguas, de dos planos.
En el primero, las lenguas indoeuropeas (las otras son una excepción, luego se aproximaron a aquellas dentro de una cultura en lo esencial común), las lenguas indoeuropeas, repito, a primera vista o primer oído son muy diferentes entre sí: piénsese en las románicas o germánicas o eslavas, etc. No las entendemos. Ni tampoco las variantes indoeuropeas de Asia. Oímos el inglés, el ruso, el hindi, etc. y no entendemos -salvo que hayamos hecho estudios profundos.
La evolución fonética de las lenguas ha acentuado las diferencias, rompe la comprensión. Pero, por debajo de esos sonidos poco comprensibles, hay estructuras gramaticales de las lenguas indoeuropeas que son muy semejantes. Hay un mundo de diferencia respecto al chino o las lenguas semíticas o las amerindias. Son estructuras que, además, se han modificado con el tiempo en el sentido de la convergencia. Pero esa estructura más o menos común es más que de Europa (recuerdo el Indoeuropeo de Asia) y menos que de Europa (recuerdo el finés, el húngaro y el vasco).
Imposible entrar aquí en el detalle: el resumen es que el inglés o el español o el griego o el ruso tienen, aunque no lo parezca, una estructura muy semejante, semejanza que ha crecido con el tiempo.
Este es el nivel antiguo de nuestras lenguas dentro de la geografía europea. Pero desborda a Europa, que Europa a su vez ha recibido otras lenguas.
Pero hay un segundo nivel, el que realmente ha hecho a Europa y es mi tema de hoy: el nivel cultural europeo. El que ha creado una unidad no sólo en las lenguas, también en otras cosas mil.
Insisto en que afecta a todas las lenguas de Europa. Se diferencian así sus lenguas indoeuropeas de las de Asia. Se aproximan en Europa las lenguas indoeuropeas y las no indoeuropeas.
Son influjos que vinieron primero de los griegos, luego de los latinos, luego de los cristianos que se expresaban en griego o en latín o, más tarde, en las demás lenguas. Según las fases y épocas. Pero no sólo esto. Hubo los influjos de las distintas lenguas de Europa unas sobre otras: del español, del italiano, del francés, del inglés, etc. Del griego en el eslavo, del griego y el latín en todas las lenguas posteriores. Y estos influjos han alcanzado también a las lenguas no indoeuropeas, las han hecho europeas. Vasco bake «paz» es el latino pacem, atxeter «médico» es griego (como alemán Artz), independentzia es castellano, euzkadiko tiene un -iko indo-europeo (y la raíz pasó a izquierda).
Por supuesto, las lenguas europeas así conformadas se han extendido por gran parte del mundo.
¿Qué influjos, me dirán? Muchos. Por ejemplo, todos los alfabetos de las lenguas de Europa vienen del griego (también el latino, también el eslavo). Toda la sintaxis compleja de la prosa europea, casi todos los géneros literarios vienen de los griegos y latinos. Casi todo el léxico culto, casi todo el léxico científico viene, directa o indirectamente, del griego y el latino. Estoy hablando de las lenguas en cuanto instrumento de cultura escrita, más allá del intercambio hablado.
Así, sobre una base en parte común, se ha ido creando o reforzando la aproximación de nuestras lenguas, más en el fondo que en lo oído, apenas a veces entendido. De todas las lenguas de Europa. Entre otras cosas, hay un vocabulario internacional común a todas ellas. Prueben con «democracia» o «Universidad» y vean.
Pero hay otro factor a considerar. En el presente lingüístico de Europa, y desde hace siglos, hay lenguas que destacan entre la infinita multiplicidad de las que existen. Son las grandes lenguas comunes, que llegan mucho más allá de sus hablantes nativos: el español, el francés, el ruso, las demás. He hablado aquí de ellas no hace mucho. Son las que mayoritariamente dominan el paisaje lingüístico de Europa.
No vienen directamente del Indoeuropeo o de otra raíz antigua, vienen de la difusión, entre y sobre un grupo de dialectos y aún de lenguas, de esas lenguas que llamamos comunes, usadas para entenderse todos. Son un producto ya de la evolución histórica, ya de la cultural, ya de ambas.
Quedan a su lado lenguas minoritarias, a veces conviven unas y otras. Y pueden convivir. Aunque a veces hay también una lucha que debería llevar a una tregua inteligente. No siempre es así.
Desde comienzos del XIX hay una promoción, por grupos políticos, de algunas lenguas minoritarias: el irlandés, el galés, el bretón, el provenzal, las que sabemos de España, tantas más. En el límite, aspiran al monolingüismo, con daño para las lenguas comunes y sufrimiento para todos. A la larga es una batalla desesperada. ¿Cómo van a competir lenguas con pocos millones de hablantes con otras de cientos de millones y con una historia cultural inigualada?
En fin, Europa es una aproximada unidad cultural que ha crecido desde los griegos a través de etapas conocidas. Se refleja en las lenguas, entre otras cosas.
Esto es lo que ha habido y hay, nunca una unidad política. Eso sí, Europa ha conocido terribles enfrentamientos y guerras. Han pasado, la unidad cultural se afirma. La política ha sido varias veces un intento fracasado. Ahora, ¿quién sabe? Aspiramos a que, en todo caso, no rompa tradiciones respetables.
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