Por Naomi Klein, autora de No logo: el poder de las marcas y Vallas y ventanas: despachos desde las trincheras del debate sobre la globalización. © 2007 Naomi Klein. Distribuido por The New York Times Syndicate (LA VANGUARDIA, 19/11/07):
Solía pensar preocupada que Estados Unidos estaba a punto de ser tomado por extremistas que creen con sinceridad en la llegada del Apocalipsis y que ellos y sus amigos serían llevados a un refugio paradisiaco. Pero luego lo he pensado mejor. El país está realmente en la garra de extremistas decididos a llevar a cabo el clímax bíblico - la salvación de los elegidos y la incineración de las masas- pero sin intervención divina. El cielo puede esperar. Gracias al floreciente negocio de los servicios privatizados de atención a los desastres, estamos teniendo el momento del éxtasis aquí en la tierra.
Basta observar lo que está ocurriendo en el sur de California. Incluso mientras los incendios forestales devoraban grandes extensiones de tierra en la región, algunas viviendas que estaban en el centro del infierno quedaron intactas, como si las hubiera salvado un poder superior. Pero no fue la mano de Dios. En varios casos, se trató de la tarea de Firebreak Spray Systems.
Firebreak es un servicio especial ofrecido a los clientes por el gigante de las aseguradoras American International Group. Pero sólo si usted vive en las regiones más ricas del país. Miembros del grupo de clientes privados de la empresa pagan un promedio de 19.000 dólares para que sus viviendas sean rociadas con un material que retarda la acción del fuego. Durante los incendios forestales, las unidades móviles que se desplazaban en camiones de bomberos de color rojo sólo extinguieron incendios para sus clientes.
Uno de ellos describió la escena de la revelación moderna. “Basta imaginarlo”, contó al periódico Los Angeles Times.”Usted está en medio de un incendio forestal.
Hay humo por todas partes.
Llamas por todas partes. Columnas de humo que surgían de las colinas. Y luego, un par de tipos aparecen en algo que recuerda a un camión de bomberos y combaten los incendios forestales y están ahí, con el propósito específico de proteger su hogar”.
Y su vivienda en particular. “Hubo algunos escasos incidentes - dijo uno de los bomberos privados a Bloomberg News- donde estábamos rociando (con espuma retardante) y la casa del vecino ardió como una vela”.
Ahora que los departamentos de bomberos de Estados Unidos han visto sus presupuestos reducidos al mínimo, han desaparecido los días de la respuesta rápida,cuando todos estaban autorizados a una protección igual. Ahora, los desastres naturales comenzarán a ser abordados con un nuevo modelo: la respuesta extasiada.
Durante la pasada temporada de huracanes, los propietarios de viviendas en Florida recibieron ofertas similares de costosa salvación por parte de HelpJet. Se trata de una agencia de viajes que promete transformar “la evacuación como consecuencia de un huracán en unas vacaciones para personas de la jet set”.Por una tarifa anual, un conserje de la compañía se ocupa de todo: llevar al aeropuerto a los dueños de una vivienda destruida, un viaje lujoso, y alojamiento en hoteles de cinco estrellas. Y lo más importante, HelpJet es una escotilla de escape para los fracasos del Gobierno, tal como se demostró durante el huracán Katrina.”No hay que hacer colas, no hay que lidiar con multitudes, sólo una experiencia de primera clase”.
HelpJet está a punto de tener que afrontar una seria competencia de empresas mucho más grandes. En el norte de Michigan, durante la misma semana en que se registraron los incendios en California, la comunidad rural de Pellston estuvo atrapada en un intenso debate público. La aldea estaba a punto de convertirse en sede central del primer centro de respuestas ante desastres totalmente privatizado.
El plan fue idea de Sovereign Deed, una nueva empresa con vínculos con la empresa mercenaria Triple Canopy.
Como HelpJet, Sovereign Deed opera con “las cuotas de socios como un countryclub”, según el vicepresidente de la empresa, el general retirado Richard Mills. A cambio de un pago de 50.000 dólares, seguido por contribuciones anuales de 15.000 dólares, los miembros reciben “servicios exhaustivos de respuesta ante catástrofes”, en caso de que una comunidad sea afectada por desastres causados por el hombre, capaces de “causar graves amenazas a la salud pública y/ o al bienestar” (traducción: un ataque terrorista), por una plaga o por un desastre natural.
Los socios reciben acceso a medicinas, agua y alimentos, en tanto aquellos que pagan bonificaciones especiales pueden ser rescatados en misiones que sólo se asignan a personas muy importantes (vips).
Como otras compañías privadas que lidian con desastres, Sovereign Deed está vendiendo la posibilidad de huir de los cambios climáticos y de un territorio o un estado afectado, mostrando los contactos que sus ejecutivos lograron mientras trabajaban precisamente para ese estado. Por eso Mills, en recientes declaraciones formuladas en Pellston, explicó que “la realidad de la FEMA (la agencia federal de administración de desastres que tan mal se comportó durante el desastre del Katrina)es que carece de infraestructura y que gran cantidad de efectivos de la Guardia Nacional están en otra parte”.
Sovereign Deed, en cambio, asegura poseer “acceso directo y arreglos especiales con varios centros de información nacionales e internacionales… Eso permite que nuestro centro de operaciones de emergencia ofrezca a nuestros miembros una ventaja primordial en épocas de crisis”. En esta versión secular del éxtasis, la mano de Dios es innecesaria.
Esa mano no es indispensable cuando hay agentes retirados de la CIA y ex miembros de las fuerzas especiales conduciendo a los escogidos a sitios seguros. No hay necesidad de orar, sólo de pagar. ¿Y quién requiere una celestial Nueva Jerusalén cuando se puede contar con Pellston, que tiene flexibles políticos locales y un aeropuerto regional sorprendentemente moderno?
Sovereign Deed podría encontrarse pronto compitiendo con Blackwater USA, cuyo presidente, Erik Prince, señaló en fecha reciente que hay planes para ofrecer “el espectro completo” de servicios, incluida ayuda humanitaria en desastres. Cuando los incendios estallaron en el condado de San Diego, cerca del sitio donde se piensa emplazar la controvertida base de Blackwater West, la empresa aprovechó la oportunidad para difundir su ideario. Blackwater podría haber sido “el centro táctico de operaciones para los incendios en el condado Este”, dijo Brian Bonfiglio, vicepresidente de la compañía. “Imaginen qué beneficio podría obtenerse si estuviésemos ahora operativos”, añadió.
Para alardear de su capacidad, Blackwater ha estado distribuyendo alimentos y mantas a personas en Potrero (California). “Esto es algo que siempre hemos hecho”, dijo Bonfiglio. “Esto es lo que hacemos”. En realidad, lo que hace Blackwater, tal como han aprendido los iraquíes de manera dolorosa, es no proteger comunidades enteras o países, sino “a los jefes”. Y esos jefes son aquellos que pagan a Blackwater por sus armas y sus equipos.
La misma lógica de pague-para-que-losalven gobierna la lógica de este nuevo sector de administración de desastres con mentalidad de country club.
Existe, por supuesto, otro principio que puede guiar nuestra respuesta colectiva en un mundo con propensión a los desastres: la simple convicción de que cada vida es de igual valor.
Para todo aquel que todavía cree en esa idea tan loca ha llegado el momento de proteger con toda urgencia ese principio.
Solía pensar preocupada que Estados Unidos estaba a punto de ser tomado por extremistas que creen con sinceridad en la llegada del Apocalipsis y que ellos y sus amigos serían llevados a un refugio paradisiaco. Pero luego lo he pensado mejor. El país está realmente en la garra de extremistas decididos a llevar a cabo el clímax bíblico - la salvación de los elegidos y la incineración de las masas- pero sin intervención divina. El cielo puede esperar. Gracias al floreciente negocio de los servicios privatizados de atención a los desastres, estamos teniendo el momento del éxtasis aquí en la tierra.
Basta observar lo que está ocurriendo en el sur de California. Incluso mientras los incendios forestales devoraban grandes extensiones de tierra en la región, algunas viviendas que estaban en el centro del infierno quedaron intactas, como si las hubiera salvado un poder superior. Pero no fue la mano de Dios. En varios casos, se trató de la tarea de Firebreak Spray Systems.
Firebreak es un servicio especial ofrecido a los clientes por el gigante de las aseguradoras American International Group. Pero sólo si usted vive en las regiones más ricas del país. Miembros del grupo de clientes privados de la empresa pagan un promedio de 19.000 dólares para que sus viviendas sean rociadas con un material que retarda la acción del fuego. Durante los incendios forestales, las unidades móviles que se desplazaban en camiones de bomberos de color rojo sólo extinguieron incendios para sus clientes.
Uno de ellos describió la escena de la revelación moderna. “Basta imaginarlo”, contó al periódico Los Angeles Times.”Usted está en medio de un incendio forestal.
Hay humo por todas partes.
Llamas por todas partes. Columnas de humo que surgían de las colinas. Y luego, un par de tipos aparecen en algo que recuerda a un camión de bomberos y combaten los incendios forestales y están ahí, con el propósito específico de proteger su hogar”.
Y su vivienda en particular. “Hubo algunos escasos incidentes - dijo uno de los bomberos privados a Bloomberg News- donde estábamos rociando (con espuma retardante) y la casa del vecino ardió como una vela”.
Ahora que los departamentos de bomberos de Estados Unidos han visto sus presupuestos reducidos al mínimo, han desaparecido los días de la respuesta rápida,cuando todos estaban autorizados a una protección igual. Ahora, los desastres naturales comenzarán a ser abordados con un nuevo modelo: la respuesta extasiada.
Durante la pasada temporada de huracanes, los propietarios de viviendas en Florida recibieron ofertas similares de costosa salvación por parte de HelpJet. Se trata de una agencia de viajes que promete transformar “la evacuación como consecuencia de un huracán en unas vacaciones para personas de la jet set”.Por una tarifa anual, un conserje de la compañía se ocupa de todo: llevar al aeropuerto a los dueños de una vivienda destruida, un viaje lujoso, y alojamiento en hoteles de cinco estrellas. Y lo más importante, HelpJet es una escotilla de escape para los fracasos del Gobierno, tal como se demostró durante el huracán Katrina.”No hay que hacer colas, no hay que lidiar con multitudes, sólo una experiencia de primera clase”.
HelpJet está a punto de tener que afrontar una seria competencia de empresas mucho más grandes. En el norte de Michigan, durante la misma semana en que se registraron los incendios en California, la comunidad rural de Pellston estuvo atrapada en un intenso debate público. La aldea estaba a punto de convertirse en sede central del primer centro de respuestas ante desastres totalmente privatizado.
El plan fue idea de Sovereign Deed, una nueva empresa con vínculos con la empresa mercenaria Triple Canopy.
Como HelpJet, Sovereign Deed opera con “las cuotas de socios como un countryclub”, según el vicepresidente de la empresa, el general retirado Richard Mills. A cambio de un pago de 50.000 dólares, seguido por contribuciones anuales de 15.000 dólares, los miembros reciben “servicios exhaustivos de respuesta ante catástrofes”, en caso de que una comunidad sea afectada por desastres causados por el hombre, capaces de “causar graves amenazas a la salud pública y/ o al bienestar” (traducción: un ataque terrorista), por una plaga o por un desastre natural.
Los socios reciben acceso a medicinas, agua y alimentos, en tanto aquellos que pagan bonificaciones especiales pueden ser rescatados en misiones que sólo se asignan a personas muy importantes (vips).
Como otras compañías privadas que lidian con desastres, Sovereign Deed está vendiendo la posibilidad de huir de los cambios climáticos y de un territorio o un estado afectado, mostrando los contactos que sus ejecutivos lograron mientras trabajaban precisamente para ese estado. Por eso Mills, en recientes declaraciones formuladas en Pellston, explicó que “la realidad de la FEMA (la agencia federal de administración de desastres que tan mal se comportó durante el desastre del Katrina)es que carece de infraestructura y que gran cantidad de efectivos de la Guardia Nacional están en otra parte”.
Sovereign Deed, en cambio, asegura poseer “acceso directo y arreglos especiales con varios centros de información nacionales e internacionales… Eso permite que nuestro centro de operaciones de emergencia ofrezca a nuestros miembros una ventaja primordial en épocas de crisis”. En esta versión secular del éxtasis, la mano de Dios es innecesaria.
Esa mano no es indispensable cuando hay agentes retirados de la CIA y ex miembros de las fuerzas especiales conduciendo a los escogidos a sitios seguros. No hay necesidad de orar, sólo de pagar. ¿Y quién requiere una celestial Nueva Jerusalén cuando se puede contar con Pellston, que tiene flexibles políticos locales y un aeropuerto regional sorprendentemente moderno?
Sovereign Deed podría encontrarse pronto compitiendo con Blackwater USA, cuyo presidente, Erik Prince, señaló en fecha reciente que hay planes para ofrecer “el espectro completo” de servicios, incluida ayuda humanitaria en desastres. Cuando los incendios estallaron en el condado de San Diego, cerca del sitio donde se piensa emplazar la controvertida base de Blackwater West, la empresa aprovechó la oportunidad para difundir su ideario. Blackwater podría haber sido “el centro táctico de operaciones para los incendios en el condado Este”, dijo Brian Bonfiglio, vicepresidente de la compañía. “Imaginen qué beneficio podría obtenerse si estuviésemos ahora operativos”, añadió.
Para alardear de su capacidad, Blackwater ha estado distribuyendo alimentos y mantas a personas en Potrero (California). “Esto es algo que siempre hemos hecho”, dijo Bonfiglio. “Esto es lo que hacemos”. En realidad, lo que hace Blackwater, tal como han aprendido los iraquíes de manera dolorosa, es no proteger comunidades enteras o países, sino “a los jefes”. Y esos jefes son aquellos que pagan a Blackwater por sus armas y sus equipos.
La misma lógica de pague-para-que-losalven gobierna la lógica de este nuevo sector de administración de desastres con mentalidad de country club.
Existe, por supuesto, otro principio que puede guiar nuestra respuesta colectiva en un mundo con propensión a los desastres: la simple convicción de que cada vida es de igual valor.
Para todo aquel que todavía cree en esa idea tan loca ha llegado el momento de proteger con toda urgencia ese principio.
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