Por Jesús López-Medel, presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Democracia de la Asamblea de la OSCE (EL PERIÓDICO, 03/02/08):
Una de las carencias más importantes de una política común en el seno de la Unión Europea es la acción exterior. La primacía de intereses nacionales en sus relaciones con EEUU o, por razones energéticas, con Rusia es una de las manifestaciones evidentes de que una acción concertada sobre la política internacional es una de las áreas donde hay mucho todavía por construir.
Uno de los hechos más importantes en las últimas décadas fue lo acontecido en Yugoslavia. Este país era un conjunto de culturas, etnias y religiones diversas. La unión durante el mandato del mariscal Tito se rompió al tiempo que caía como castillo de naipes toda la falacia del sistema soviético en los países que estaban bajo la órbita de la URSS. Aun con su ligero distanciamiento de Moscú, lo surgido en este país tras la segunda guerra mundial solo podía mantenerse desde un poder centralizado en el que la singularidad de cada comunidad se subordinara a la unidad.
En ese contexto, el estallido se produjo cuando, en un proceso de fortalecimiento de la identidad de cada una de las repúblicas que integraban Yugoslavia, se quiso implantar un modelo uniforme desde lo que era el centro de ese elenco: Serbia. El nacionalismo que se pretendió imponer por la fuerza produjo la aceleración de un proceso de ruptura y de disgregación. El primer país que surgiría como Estado independiente fue Eslovenia, que ahora es la primera nación excomunista que, tras el proceso de ampliación europea, llega a presidir la UE, como sucede este primer semestre.
El último en acceder a su soberanía fue una desmembración de Serbia, Montenegro, cuyo referendo de independencia pude vivir junto al excelente diputado de CiU Carles Campuzano. Era el séptimo país surgido desde esa federación. Pero hay en marcha un nuevo desgajamiento cuya importancia no es tanto geográfica (Montenegro significó la privación al mar) como de significación política. Es el caso de Kosovo. Esta provincia, bajo la administración de la ONU, tiene una significación especial pues para los serbios es ese territorio el centro histórico de su propio origen. Perder esa porción del suelo sería una amputación de su alma.
Pero hemos llegado a una situación en la que esto es mucho más que una probabilidad. Kosovo se ha convertido en un campo de enfrentamiento entre EEUU, que lleva tiempo alentando la independencia, y Rusia, cuya posición contraria se basa en el temor de que el ejemplo sea invocado por Chechenia. Mientras, la UE ha sido más bien tímidamente renuente a ello. Aunque hace mucho tiempo que los analistas advertían de lo que iba a suceder, solo recientemente se está tomando una posición bastante homogénea.
DESDE LA UE se intenta compensar a Serbia de la pérdida de Kosovo. Pero lo cierto es que hay dos modelos bastante diferentes de país. Por un lado, el que representa el actual presidente, Boris Tadic, que, siendo también contrario a perder ese territorio, hace un enfoque de nación que mira a Europa, dispuesta a aceptar el apoyo que la UE brindaría a este Estado, rechazando el aislamiento. La otra opción es la representada Tomislav Nikolic, cuyo planteamiento antioccidental recibe el aliento firme de Putin para hacer un Estado ultranacionalista y cerrado a la realidad más próxima. Además, Nikolic aparece como firme defensor de criminales de guerra reclamados por el Tribunal de La Haya para ser juzgados, habiendo sido escasísima la colaboración de las autoridades del país para colaborar con la justicia internacional.
Hoy, domingo, se produce la segunda vuelta de las elecciones. El panorama, en principio, es el mismo que en las elecciones de hace cuatro años. El ultranacionalista obtuvo cuatro puntos de ventaja en la primera vuelta, pero en la elección decisiva se invirtieron los resultados. Sería fundamental el apoyo recibido por Kostunica, ahora primer ministro, bien considerado entonces en Occidente. Sin embargo, su actitud ha variado y es, al menos, confusa. De hecho, varios dirigentes europeos se sienten decepcionados con sus virajes.
SI TODAS LAS elecciones en un país tienen trascendencia más allá de sus fronteras, en este caso la actitud de la comunidad internacional tomando partido abiertamente por uno u otro candidato es de gran implicación. De ahí, el claro apoyo de Rusia a Nikolic y el de la Unión Europea a la candidatura del actual presidente. El esfuerzo acelerado por esta de presentar un acuerdo sobre la futura adhesión de Serbia a la Unión Europea tendría que ser percibido por los ciudadanos como algo tangiblemente beneficioso para sus vidas y no como una ingerencia sobre los planteamientos bastante nacionalistas que siguen siendo muy abundantes.
El resultado de las elecciones de hoy condicionará el futuro de este país, pero también tendrá importantes consecuencias en el contexto territorial más próximo y en todo el continente, no solo por cómo pueda ser utilizado como precedente por otros territorios con diferencias étnicas respecto a sus estados de origen (el 90% de los habitantes de Kosovo son albaneses), sino también para asegurar un modelo democrático sobre cuál es el futuro de Europa.
Una de las carencias más importantes de una política común en el seno de la Unión Europea es la acción exterior. La primacía de intereses nacionales en sus relaciones con EEUU o, por razones energéticas, con Rusia es una de las manifestaciones evidentes de que una acción concertada sobre la política internacional es una de las áreas donde hay mucho todavía por construir.
Uno de los hechos más importantes en las últimas décadas fue lo acontecido en Yugoslavia. Este país era un conjunto de culturas, etnias y religiones diversas. La unión durante el mandato del mariscal Tito se rompió al tiempo que caía como castillo de naipes toda la falacia del sistema soviético en los países que estaban bajo la órbita de la URSS. Aun con su ligero distanciamiento de Moscú, lo surgido en este país tras la segunda guerra mundial solo podía mantenerse desde un poder centralizado en el que la singularidad de cada comunidad se subordinara a la unidad.
En ese contexto, el estallido se produjo cuando, en un proceso de fortalecimiento de la identidad de cada una de las repúblicas que integraban Yugoslavia, se quiso implantar un modelo uniforme desde lo que era el centro de ese elenco: Serbia. El nacionalismo que se pretendió imponer por la fuerza produjo la aceleración de un proceso de ruptura y de disgregación. El primer país que surgiría como Estado independiente fue Eslovenia, que ahora es la primera nación excomunista que, tras el proceso de ampliación europea, llega a presidir la UE, como sucede este primer semestre.
El último en acceder a su soberanía fue una desmembración de Serbia, Montenegro, cuyo referendo de independencia pude vivir junto al excelente diputado de CiU Carles Campuzano. Era el séptimo país surgido desde esa federación. Pero hay en marcha un nuevo desgajamiento cuya importancia no es tanto geográfica (Montenegro significó la privación al mar) como de significación política. Es el caso de Kosovo. Esta provincia, bajo la administración de la ONU, tiene una significación especial pues para los serbios es ese territorio el centro histórico de su propio origen. Perder esa porción del suelo sería una amputación de su alma.
Pero hemos llegado a una situación en la que esto es mucho más que una probabilidad. Kosovo se ha convertido en un campo de enfrentamiento entre EEUU, que lleva tiempo alentando la independencia, y Rusia, cuya posición contraria se basa en el temor de que el ejemplo sea invocado por Chechenia. Mientras, la UE ha sido más bien tímidamente renuente a ello. Aunque hace mucho tiempo que los analistas advertían de lo que iba a suceder, solo recientemente se está tomando una posición bastante homogénea.
DESDE LA UE se intenta compensar a Serbia de la pérdida de Kosovo. Pero lo cierto es que hay dos modelos bastante diferentes de país. Por un lado, el que representa el actual presidente, Boris Tadic, que, siendo también contrario a perder ese territorio, hace un enfoque de nación que mira a Europa, dispuesta a aceptar el apoyo que la UE brindaría a este Estado, rechazando el aislamiento. La otra opción es la representada Tomislav Nikolic, cuyo planteamiento antioccidental recibe el aliento firme de Putin para hacer un Estado ultranacionalista y cerrado a la realidad más próxima. Además, Nikolic aparece como firme defensor de criminales de guerra reclamados por el Tribunal de La Haya para ser juzgados, habiendo sido escasísima la colaboración de las autoridades del país para colaborar con la justicia internacional.
Hoy, domingo, se produce la segunda vuelta de las elecciones. El panorama, en principio, es el mismo que en las elecciones de hace cuatro años. El ultranacionalista obtuvo cuatro puntos de ventaja en la primera vuelta, pero en la elección decisiva se invirtieron los resultados. Sería fundamental el apoyo recibido por Kostunica, ahora primer ministro, bien considerado entonces en Occidente. Sin embargo, su actitud ha variado y es, al menos, confusa. De hecho, varios dirigentes europeos se sienten decepcionados con sus virajes.
SI TODAS LAS elecciones en un país tienen trascendencia más allá de sus fronteras, en este caso la actitud de la comunidad internacional tomando partido abiertamente por uno u otro candidato es de gran implicación. De ahí, el claro apoyo de Rusia a Nikolic y el de la Unión Europea a la candidatura del actual presidente. El esfuerzo acelerado por esta de presentar un acuerdo sobre la futura adhesión de Serbia a la Unión Europea tendría que ser percibido por los ciudadanos como algo tangiblemente beneficioso para sus vidas y no como una ingerencia sobre los planteamientos bastante nacionalistas que siguen siendo muy abundantes.
El resultado de las elecciones de hoy condicionará el futuro de este país, pero también tendrá importantes consecuencias en el contexto territorial más próximo y en todo el continente, no solo por cómo pueda ser utilizado como precedente por otros territorios con diferencias étnicas respecto a sus estados de origen (el 90% de los habitantes de Kosovo son albaneses), sino también para asegurar un modelo democrático sobre cuál es el futuro de Europa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario