Por Manuel Lagares, catedrático de Hacienda Pública y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO. En 1977 era subsecretario de Economía en el Ministerio de Enrique Fuentes Quintana y presidió el grupo de trabajo que redactó la ponencia en la que se basaron los Pactos de La Moncloa (EL MUNDO, 25/10/07):
Hoy se cumplen treinta años de la firma de los Pactos de La Moncloa. En 1977, cuando se suscribieron, yo desempeñaba el cargo de subsecretario de Economía y, por expreso deseo del profesor Fuentes Quintana, vicepresidente del Gobierno y auténtico impulsor de esos Pactos, presidí y fui ponente del reducido grupo de trabajo que redactó el programa en que se basaron. Pero, aunque los pactos han sido objeto de muchos análisis, en ellos no suele contemplarse en toda su magnitud tres aspectos a los que pretendo referirme hoy, treinta años después de su firma. El primero, que la idea de un gran pacto político para resolver los problemas económicos venía siendo sustentada por el profesor Fuentes Quintana desde mucho antes de 1977. El segundo, que esos acuerdos, que se alcanzaron gracias a sus duros planteamientos ante el Gobierno de Adolfo Suárez y al apoyo decidido de éste, llevaron al consenso constitucional de 1978. El tercero, que el programa que se pactó en La Moncloa preparó los instrumentos y marcó los rumbos que desde entonces ha venido siguiendo nuestra política económica.
El profesor Fuentes Quintana me había comentado ya algo de su personal visión del futuro de nuestro país en el otoño de 1965, cuando desde un año antes participaba en su Cátedra como modesto ayudante de clases prácticas. Fuentes me insistió en dos ideas. La primera, en que en ese futuro habría que reformar nuestras principales instituciones económicas «desde dentro», para ajustarlas a las reglas de la democracia que acabaría llegando. La segunda, que tal reforma solo sería posible con el acuerdo de todas las fuerzas políticas y no con su enfrentamiento. Dos ideas que siempre mantuvo y que formaron la argamasa de la comunidad intelectual de quienes constituiríamos su equipo más adelante.
Pero el inicio del proceso que llevaría a los Pactos hay que situarlo a mitad de 1974. Desde unos años antes Enrique Fuentes era director del Instituto de Estudios Fiscales y había integrado allí un equipo de jóvenes funcionarios para formarnos en temas de economía y sector público. A partir de mediados de 1972 nos habíamos dedicado, por encargo del Ministro de Hacienda Alberto Monreal, a preparar un ambicioso proyecto de reforma fiscal que finalizamos en 1973. Ese proyecto fue quizás la causa principal del cese fulminante del ministro, lo que originó una gran desilusión en quienes lo habíamos elaborado. Sin embargo, no renunciamos por eso a nuestras ideas y en 1974, cuando se desencadenó la crisis provocada por la brutal subida de los precios del petróleo, comenzamos a preparar un extenso programa de ajuste coyuntural y reforma económica, en el que integramos nuestra fallida reforma fiscal. Además, la profundidad de la crisis reforzó la vieja creencia del profesor Fuentes de que nada podría hacerse sin una colaboración muy amplia de las fuerzas que configurarían el futuro político del país, pues las profundas reformas y ajustes que se necesitaban deberían contar con la aquiescencia de todos para perdurar y ser eficaces.
Se nos hizo evidente también que, para alcanzar ese consenso, resultaría imprescindible que la sociedad española comprendiese y aceptase la urgencia del cambio. Por eso a principios de 1976 comenzamos a hablar con los partidos que tímidamente iban apareciendo entonces, tratando de difundir la idea de que la magnitud de los problemas económicos exigía alcanzar un amplio acuerdo político para su solución. Sin embargo, tuvimos escaso éxito en esta tarea, pues los partidos estaban ya en la polémica sobre ruptura o reforma. Ante la imposibilidad de avanzar en nuestros proyectos desde el Estado, en junio de 1976 terminamos creando un servicio de estudios en la Confederación Española de las Cajas de Ahorros (CECA) y publicando allí una nueva revista, Coyuntura Económica, en cuyo número de febrero de 1977 se expondrían con toda amplitud nuestras ideas sobre política económica.
Las elecciones de junio de 1977 dieron origen al primer Gobierno democrático de Suárez. En ese Gobierno Enrique Fuentes ocupó la Vicepresidencia Segunda y me nombró subsecretario de Economía. La situación de esos días no podía ser más dramática pues los precios apuntaban hacia tasas anuales superiores al 30 por 100, los salarios se fijaban añadiendo varios puntos al crecimiento pasado de los precios y las exigencias de los nuevos sindicatos no parecían tener fin. Nuestras exportaciones se reducían y la estructura del sistema productivo, diseñada de espaldas al mercado, solo parecía servir de refugio a un fuerte desempleo encubierto. La crisis superaba ya los peores aspectos de las de 1948 y 1957 y por eso el profesor Fuentes Quintana compareció en televisión, informado con inusitada claridad de la comprometida situación en que se encontraba el país, pero abriendo puertas a la esperanza. La repercusión de esta comparecencia fue extraordinaria, pues el Vicepresidente hizo un extenso recorrido por los males de nuestra economía en horas de máxima audiencia y emplazó a todos a colaborar en su solución con palabras muy claras y directas que causaron hondo impacto en los españoles.
La primera decisión económica del nuevo Gobierno fue devaluar la peseta, ante la extrema precariedad de nuestras reservas. A finales de julio se inició la liberalización de los tipos de interés. Después se puso en marcha la reforma de las Cajas de Ahorros, introduciendo competencia en el sistema financiero, así como la unificación de la Inspección de Hacienda, para aplicar eficientemente la reforma fiscal prometida. Fueron medidas de urgencia que preparaban un programa económico consensuado, pero una parte del Gobierno no quería seguir adelante opinando que había que iniciar de inmediato la normal confrontación democrática, en lo que coincidía con la mayoría de la oposición. A finales de julio de 1977 la idea de un gran pacto sobre política económica parecía casi abandonada. Sin embargo, a principios de agosto el profesor Fuentes Quintana reclamó una clara decisión del presidente Suárez sobre este tema. Sin dudarlo Suárez apoyó esa reclamación que le permitía embridar a su Gobierno, pues aspiraba a redactar consensuadamente la Constitución del nuevo Régimen y tenía muy claro que el consenso constitucional resultaría imposible con una guerra abierta en el ámbito económico. Por eso pienso que sin la dura decisión de Fuentes y sin el apoyo que recibió de Suárez no habría sido posible nuestra Constitución de consenso.
A primeros de septiembre se completó el equipo que redactaría el programa para los acuerdos bajo la supervisión del vicepresidente Fuentes Quintana. Estuvo integrado por Blas Calzada, director de Estadística; por José Luís Leal, director de Política Económica; por Raimundo Poveda, subdirector del Banco de España y por mi mismo. Julio Alcaide proporcionó datos de primera mano para nuestros cálculos y los distintos ministerios algunos informes sobre materias de su competencia. Presidí y dirigí las deliberaciones de ese reducido grupo y, por encargo expreso del profesor Fuentes, a quien daba cuenta diariamente del progreso de los trabajos, fui ponente y redactor final del programa, asegurando así su conexión con las ideas de nuestro equipo del Instituto de Estudios Fiscales y de la CECA.
El programa que redactamos sirvió de base para la negociación con las fuerzas políticas convocadas por el Gobierno en La Moncloa el sábado 8 de octubre de 1977. Costó mucho que algunos partidos acudiesen a las negociaciones, pero pronto se convirtieron todos en sinceros defensores de ese programa. Un día después se lograba el ansiado consenso político sobre las líneas básicas de los Pactos gracias, en muy buena medida, a la indiscutible autoridad intelectual del profesor Fuentes Quintana, frente a la cual nadie puso serias objeciones a nuestro programa. El 25 de ese mes, después de algunas jornadas de debate a niveles puramente técnicos sobre medidas concretas, se suscribieron los acuerdos en el Palacio de la Moncloa con la solemnidad que el caso merecía y en presencia de la prensa, radio y televisión. Se dio así pública cuenta de los Pactos alcanzados y, al objeto de cerrar esos acuerdos conforme a criterios democráticos, se debatieron y se aprobaron tanto por el Congreso como por el Senado. La gente en la calle se apercibió muy bien de la dureza de lo que le aguardaba, pero respiró mucho más tranquila al conocer el acuerdo alcanzado por los políticos. Los españoles por fin sabíamos que hacer y como enfrentarnos a nuestros problemas.
Los Pactos marcaron desde entonces las directrices de la política económica española En ellos estaban la reforma fiscal, la del sistema financiero y la política de rentas, instrumentos totalmente renovados que se utilizarían luego con profusión. Y en esos Pactos estaban igualmente la lucha contra la inflación, la distribución equitativa de la carga fiscal, el mantenimiento del equilibrio presupuestario, la libre asignación de recursos por el mercado y la liberalización económica y financiera. Los Pactos no solo abrieron el cauce y pusieron las bases para el inmediato consenso constitucional, fundamento del posterior progreso económico de España, sino que fueron, además, un ejemplo para otros países que también intentaban alcanzar la democracia en un entorno económico hostil como el que nos correspondió vivir a nosotros en aquellos tiempos.
Y aún hoy, treinta años después de su firma, los Pactos de la Moncloa continúan siendo un ejemplo real y extraordinario para nuestra sociedad, al mostrar un camino limpio y nítido, con luz y taquígrafos, para resolver problemas muy graves de toda la nación. Por eso entiendo que los Pactos de La Moncloa fueron la gran contribución de Enrique Fuentes Quintana, de Adolfo Suárez y de todos cuantos los suscribieron, a la pacífica convivencia de los españoles.
Hoy se cumplen treinta años de la firma de los Pactos de La Moncloa. En 1977, cuando se suscribieron, yo desempeñaba el cargo de subsecretario de Economía y, por expreso deseo del profesor Fuentes Quintana, vicepresidente del Gobierno y auténtico impulsor de esos Pactos, presidí y fui ponente del reducido grupo de trabajo que redactó el programa en que se basaron. Pero, aunque los pactos han sido objeto de muchos análisis, en ellos no suele contemplarse en toda su magnitud tres aspectos a los que pretendo referirme hoy, treinta años después de su firma. El primero, que la idea de un gran pacto político para resolver los problemas económicos venía siendo sustentada por el profesor Fuentes Quintana desde mucho antes de 1977. El segundo, que esos acuerdos, que se alcanzaron gracias a sus duros planteamientos ante el Gobierno de Adolfo Suárez y al apoyo decidido de éste, llevaron al consenso constitucional de 1978. El tercero, que el programa que se pactó en La Moncloa preparó los instrumentos y marcó los rumbos que desde entonces ha venido siguiendo nuestra política económica.
El profesor Fuentes Quintana me había comentado ya algo de su personal visión del futuro de nuestro país en el otoño de 1965, cuando desde un año antes participaba en su Cátedra como modesto ayudante de clases prácticas. Fuentes me insistió en dos ideas. La primera, en que en ese futuro habría que reformar nuestras principales instituciones económicas «desde dentro», para ajustarlas a las reglas de la democracia que acabaría llegando. La segunda, que tal reforma solo sería posible con el acuerdo de todas las fuerzas políticas y no con su enfrentamiento. Dos ideas que siempre mantuvo y que formaron la argamasa de la comunidad intelectual de quienes constituiríamos su equipo más adelante.
Pero el inicio del proceso que llevaría a los Pactos hay que situarlo a mitad de 1974. Desde unos años antes Enrique Fuentes era director del Instituto de Estudios Fiscales y había integrado allí un equipo de jóvenes funcionarios para formarnos en temas de economía y sector público. A partir de mediados de 1972 nos habíamos dedicado, por encargo del Ministro de Hacienda Alberto Monreal, a preparar un ambicioso proyecto de reforma fiscal que finalizamos en 1973. Ese proyecto fue quizás la causa principal del cese fulminante del ministro, lo que originó una gran desilusión en quienes lo habíamos elaborado. Sin embargo, no renunciamos por eso a nuestras ideas y en 1974, cuando se desencadenó la crisis provocada por la brutal subida de los precios del petróleo, comenzamos a preparar un extenso programa de ajuste coyuntural y reforma económica, en el que integramos nuestra fallida reforma fiscal. Además, la profundidad de la crisis reforzó la vieja creencia del profesor Fuentes de que nada podría hacerse sin una colaboración muy amplia de las fuerzas que configurarían el futuro político del país, pues las profundas reformas y ajustes que se necesitaban deberían contar con la aquiescencia de todos para perdurar y ser eficaces.
Se nos hizo evidente también que, para alcanzar ese consenso, resultaría imprescindible que la sociedad española comprendiese y aceptase la urgencia del cambio. Por eso a principios de 1976 comenzamos a hablar con los partidos que tímidamente iban apareciendo entonces, tratando de difundir la idea de que la magnitud de los problemas económicos exigía alcanzar un amplio acuerdo político para su solución. Sin embargo, tuvimos escaso éxito en esta tarea, pues los partidos estaban ya en la polémica sobre ruptura o reforma. Ante la imposibilidad de avanzar en nuestros proyectos desde el Estado, en junio de 1976 terminamos creando un servicio de estudios en la Confederación Española de las Cajas de Ahorros (CECA) y publicando allí una nueva revista, Coyuntura Económica, en cuyo número de febrero de 1977 se expondrían con toda amplitud nuestras ideas sobre política económica.
Las elecciones de junio de 1977 dieron origen al primer Gobierno democrático de Suárez. En ese Gobierno Enrique Fuentes ocupó la Vicepresidencia Segunda y me nombró subsecretario de Economía. La situación de esos días no podía ser más dramática pues los precios apuntaban hacia tasas anuales superiores al 30 por 100, los salarios se fijaban añadiendo varios puntos al crecimiento pasado de los precios y las exigencias de los nuevos sindicatos no parecían tener fin. Nuestras exportaciones se reducían y la estructura del sistema productivo, diseñada de espaldas al mercado, solo parecía servir de refugio a un fuerte desempleo encubierto. La crisis superaba ya los peores aspectos de las de 1948 y 1957 y por eso el profesor Fuentes Quintana compareció en televisión, informado con inusitada claridad de la comprometida situación en que se encontraba el país, pero abriendo puertas a la esperanza. La repercusión de esta comparecencia fue extraordinaria, pues el Vicepresidente hizo un extenso recorrido por los males de nuestra economía en horas de máxima audiencia y emplazó a todos a colaborar en su solución con palabras muy claras y directas que causaron hondo impacto en los españoles.
La primera decisión económica del nuevo Gobierno fue devaluar la peseta, ante la extrema precariedad de nuestras reservas. A finales de julio se inició la liberalización de los tipos de interés. Después se puso en marcha la reforma de las Cajas de Ahorros, introduciendo competencia en el sistema financiero, así como la unificación de la Inspección de Hacienda, para aplicar eficientemente la reforma fiscal prometida. Fueron medidas de urgencia que preparaban un programa económico consensuado, pero una parte del Gobierno no quería seguir adelante opinando que había que iniciar de inmediato la normal confrontación democrática, en lo que coincidía con la mayoría de la oposición. A finales de julio de 1977 la idea de un gran pacto sobre política económica parecía casi abandonada. Sin embargo, a principios de agosto el profesor Fuentes Quintana reclamó una clara decisión del presidente Suárez sobre este tema. Sin dudarlo Suárez apoyó esa reclamación que le permitía embridar a su Gobierno, pues aspiraba a redactar consensuadamente la Constitución del nuevo Régimen y tenía muy claro que el consenso constitucional resultaría imposible con una guerra abierta en el ámbito económico. Por eso pienso que sin la dura decisión de Fuentes y sin el apoyo que recibió de Suárez no habría sido posible nuestra Constitución de consenso.
A primeros de septiembre se completó el equipo que redactaría el programa para los acuerdos bajo la supervisión del vicepresidente Fuentes Quintana. Estuvo integrado por Blas Calzada, director de Estadística; por José Luís Leal, director de Política Económica; por Raimundo Poveda, subdirector del Banco de España y por mi mismo. Julio Alcaide proporcionó datos de primera mano para nuestros cálculos y los distintos ministerios algunos informes sobre materias de su competencia. Presidí y dirigí las deliberaciones de ese reducido grupo y, por encargo expreso del profesor Fuentes, a quien daba cuenta diariamente del progreso de los trabajos, fui ponente y redactor final del programa, asegurando así su conexión con las ideas de nuestro equipo del Instituto de Estudios Fiscales y de la CECA.
El programa que redactamos sirvió de base para la negociación con las fuerzas políticas convocadas por el Gobierno en La Moncloa el sábado 8 de octubre de 1977. Costó mucho que algunos partidos acudiesen a las negociaciones, pero pronto se convirtieron todos en sinceros defensores de ese programa. Un día después se lograba el ansiado consenso político sobre las líneas básicas de los Pactos gracias, en muy buena medida, a la indiscutible autoridad intelectual del profesor Fuentes Quintana, frente a la cual nadie puso serias objeciones a nuestro programa. El 25 de ese mes, después de algunas jornadas de debate a niveles puramente técnicos sobre medidas concretas, se suscribieron los acuerdos en el Palacio de la Moncloa con la solemnidad que el caso merecía y en presencia de la prensa, radio y televisión. Se dio así pública cuenta de los Pactos alcanzados y, al objeto de cerrar esos acuerdos conforme a criterios democráticos, se debatieron y se aprobaron tanto por el Congreso como por el Senado. La gente en la calle se apercibió muy bien de la dureza de lo que le aguardaba, pero respiró mucho más tranquila al conocer el acuerdo alcanzado por los políticos. Los españoles por fin sabíamos que hacer y como enfrentarnos a nuestros problemas.
Los Pactos marcaron desde entonces las directrices de la política económica española En ellos estaban la reforma fiscal, la del sistema financiero y la política de rentas, instrumentos totalmente renovados que se utilizarían luego con profusión. Y en esos Pactos estaban igualmente la lucha contra la inflación, la distribución equitativa de la carga fiscal, el mantenimiento del equilibrio presupuestario, la libre asignación de recursos por el mercado y la liberalización económica y financiera. Los Pactos no solo abrieron el cauce y pusieron las bases para el inmediato consenso constitucional, fundamento del posterior progreso económico de España, sino que fueron, además, un ejemplo para otros países que también intentaban alcanzar la democracia en un entorno económico hostil como el que nos correspondió vivir a nosotros en aquellos tiempos.
Y aún hoy, treinta años después de su firma, los Pactos de la Moncloa continúan siendo un ejemplo real y extraordinario para nuestra sociedad, al mostrar un camino limpio y nítido, con luz y taquígrafos, para resolver problemas muy graves de toda la nación. Por eso entiendo que los Pactos de La Moncloa fueron la gran contribución de Enrique Fuentes Quintana, de Adolfo Suárez y de todos cuantos los suscribieron, a la pacífica convivencia de los españoles.
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