Por Josep Borrell, presidente de la Comisión de Desarrollo del Parlamento Europeo (EL PERIÓDICO, 26/10/07):
Votando por la derecha liberal y pro-europea y rechazando el conservadurismo clerical y nacionalista de los hermanos Kaczynski, los polacos han cerrado un periodo de turbulencia e inestabilidad que les alejaba peligrosamente de Europa. La clara victoria del partido liberal-conservador Plataforma Cívica (PO), que en el Parlamento Europeo forma parte del grupo del PP, y de su líder Donald Tusk, con el 41,51% de los votos y 209 de los 460 escaños, se debe más a la movilización anti-Kaczynski que a la repentina conversión del electorado a sus tesis liberales.
Al partido de los gemelos Kaczynski (Lech, el presidente y Jaroslaw, el primer ministro), el controvertido Ley y Justicia (PiS), tampoco le ha ido tan mal, con el respaldo del 32,11% de los votantes y 166 escaños, más de los 26,9% y 155 escaños de las pasadas elecciones. Pero estas se planteaban como un todo o nada, como una aprobación o rechazo a las políticas de un periodo caracterizado por el intento del PiS de imponer sus postulados de regeneración moral, nacionalismo ultramontano y posiciones reaccionarias.
LAS ELECCIONES polacas han supuesto también un vuelco en el panorama político. Las formaciones con representación parlamentaria se reducen a cuatro, en claro contraste con la anterior atomización. Como ocurrió en España, la sopa de letras tiende a reducirse. Desaparecen del Parlamento los dos socios minoritarios y más radicales del PiS, los populistas del partido Samoobrona (Autodefensa) y los ultracatólicos Liga de las Familias Polacas (LPR) que no han superado el 5% necesario para obtener escaños ni el 3% necesario para recibir subvenciones del Estado.
Lo ocurrido demuestra que la mayoría de los polacos rechazaban la política reaccionaria del Gobierno y su hartazgo con la cruzada regeneracionista y purificadora representada por las diatribas de Radio María, la radio de la jerarquía católica que incomoda hasta al Vaticano y que deja pequeña a la que tenemos en casa.
Por suerte, Polonia no se asemeja a la caricatura oscurantista que el gobierno saliente ha producido de ella. Al contrario, la economía polaca es muy dinámica (6% de crecimiento, reducción del desempleo del 18% al 12%) y emerge una clase media y urbana fuerte, fruto de un cambio generacional alejado del revisionismo histórico y repliegue nacionalista propuesto por el PiS.
Es también evidente que la línea abiertamente antieuropea elegida por los gemelos en sus relaciones con las instituciones de la Unión Europea ha provocado el rechazo de numerosos polacos, conscientes de las ventajas derivadas de su adhesión a la UE. Especialmente entre los agricultores, a los que se aterrorizó con la ruina que les causaría la competencia con los productos franceses o españoles y, en cambio, han visto como su renta se doblaba gracias a la lluvia de cheques de la Política Agraria Comunitaria (PAC).
Junto con el de los agricultores, el voto de los jóvenes, otrora abstencionistas, también grandes beneficiados de la adhesión a la UE, ha sido esta vez decisivo y su masiva afluencia a las urnas ha inclinado la balanza por el PO. Esta dualidad entre el voto de la población urbana, joven y favorable a los cambios frente al voto de una población rural, de más edad y socialmente más conservadora, temerosa siempre de las novedades, ha estado siempre presente en las elecciones en Polonia. Pero en esta ocasión, esa Polonia más joven y moderna en vez de abstenerse y quedarse en casa ha ido masivamente a votar por el cambio.
Los conflictos en Bruselas y Estrasburgo con los gemelos eran el ejemplo, a veces caricatural, de las dificultades de la integración cultural de los nuevos Estados miembros. Pero del nuevo gobierno polaco de Tusk se espera un enfoque pro-europeo, modernizador y alejado de la política de aislamiento basado en el enfrentamiento con el resto de socios europeos que ha caracterizado la era Kaczynski.
Muy significativamente, uno de sus primeros anuncios ha sido que Polonia no utilizará la derogación obtenida en Lisboa para que no se le aplique la Carta de Derechos Fundamentales. Su programa pretende reparar los lazos de Polonia con sus vecinos, sobre todo con Alemania, y tener posiciones más constructivas con Rusia. Y equilibrar además su relación transatlántica con la retirada de sus tropas de Irak, lo que es muy importante, dado el ardor guerrero con el que los gobiernos polacos, incluso con un liberal como Geremek de Ministro de Exteriores, apoyaron esa insensata aventura imperial.
POLONIA NO abandonará la defensa de sus intereses nacionales y un activo soberanismo, pero no se opondrá sistemáticamente a todo progreso de la integración europea. Pero si en Polonia se ha producido una alternancia de moderación y derrota del populismo, este asciende en países tan asentados democráticamente como Suiza, donde otro resultado electoral muestra las tensiones que la inmigración produce cada vez más en las sociedades europeas.
Votando por la derecha liberal y pro-europea y rechazando el conservadurismo clerical y nacionalista de los hermanos Kaczynski, los polacos han cerrado un periodo de turbulencia e inestabilidad que les alejaba peligrosamente de Europa. La clara victoria del partido liberal-conservador Plataforma Cívica (PO), que en el Parlamento Europeo forma parte del grupo del PP, y de su líder Donald Tusk, con el 41,51% de los votos y 209 de los 460 escaños, se debe más a la movilización anti-Kaczynski que a la repentina conversión del electorado a sus tesis liberales.
Al partido de los gemelos Kaczynski (Lech, el presidente y Jaroslaw, el primer ministro), el controvertido Ley y Justicia (PiS), tampoco le ha ido tan mal, con el respaldo del 32,11% de los votantes y 166 escaños, más de los 26,9% y 155 escaños de las pasadas elecciones. Pero estas se planteaban como un todo o nada, como una aprobación o rechazo a las políticas de un periodo caracterizado por el intento del PiS de imponer sus postulados de regeneración moral, nacionalismo ultramontano y posiciones reaccionarias.
LAS ELECCIONES polacas han supuesto también un vuelco en el panorama político. Las formaciones con representación parlamentaria se reducen a cuatro, en claro contraste con la anterior atomización. Como ocurrió en España, la sopa de letras tiende a reducirse. Desaparecen del Parlamento los dos socios minoritarios y más radicales del PiS, los populistas del partido Samoobrona (Autodefensa) y los ultracatólicos Liga de las Familias Polacas (LPR) que no han superado el 5% necesario para obtener escaños ni el 3% necesario para recibir subvenciones del Estado.
Lo ocurrido demuestra que la mayoría de los polacos rechazaban la política reaccionaria del Gobierno y su hartazgo con la cruzada regeneracionista y purificadora representada por las diatribas de Radio María, la radio de la jerarquía católica que incomoda hasta al Vaticano y que deja pequeña a la que tenemos en casa.
Por suerte, Polonia no se asemeja a la caricatura oscurantista que el gobierno saliente ha producido de ella. Al contrario, la economía polaca es muy dinámica (6% de crecimiento, reducción del desempleo del 18% al 12%) y emerge una clase media y urbana fuerte, fruto de un cambio generacional alejado del revisionismo histórico y repliegue nacionalista propuesto por el PiS.
Es también evidente que la línea abiertamente antieuropea elegida por los gemelos en sus relaciones con las instituciones de la Unión Europea ha provocado el rechazo de numerosos polacos, conscientes de las ventajas derivadas de su adhesión a la UE. Especialmente entre los agricultores, a los que se aterrorizó con la ruina que les causaría la competencia con los productos franceses o españoles y, en cambio, han visto como su renta se doblaba gracias a la lluvia de cheques de la Política Agraria Comunitaria (PAC).
Junto con el de los agricultores, el voto de los jóvenes, otrora abstencionistas, también grandes beneficiados de la adhesión a la UE, ha sido esta vez decisivo y su masiva afluencia a las urnas ha inclinado la balanza por el PO. Esta dualidad entre el voto de la población urbana, joven y favorable a los cambios frente al voto de una población rural, de más edad y socialmente más conservadora, temerosa siempre de las novedades, ha estado siempre presente en las elecciones en Polonia. Pero en esta ocasión, esa Polonia más joven y moderna en vez de abstenerse y quedarse en casa ha ido masivamente a votar por el cambio.
Los conflictos en Bruselas y Estrasburgo con los gemelos eran el ejemplo, a veces caricatural, de las dificultades de la integración cultural de los nuevos Estados miembros. Pero del nuevo gobierno polaco de Tusk se espera un enfoque pro-europeo, modernizador y alejado de la política de aislamiento basado en el enfrentamiento con el resto de socios europeos que ha caracterizado la era Kaczynski.
Muy significativamente, uno de sus primeros anuncios ha sido que Polonia no utilizará la derogación obtenida en Lisboa para que no se le aplique la Carta de Derechos Fundamentales. Su programa pretende reparar los lazos de Polonia con sus vecinos, sobre todo con Alemania, y tener posiciones más constructivas con Rusia. Y equilibrar además su relación transatlántica con la retirada de sus tropas de Irak, lo que es muy importante, dado el ardor guerrero con el que los gobiernos polacos, incluso con un liberal como Geremek de Ministro de Exteriores, apoyaron esa insensata aventura imperial.
POLONIA NO abandonará la defensa de sus intereses nacionales y un activo soberanismo, pero no se opondrá sistemáticamente a todo progreso de la integración europea. Pero si en Polonia se ha producido una alternancia de moderación y derrota del populismo, este asciende en países tan asentados democráticamente como Suiza, donde otro resultado electoral muestra las tensiones que la inmigración produce cada vez más en las sociedades europeas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario