Por Florencio Domínguez (EL CORREO DIGITAL, 01/11/07):
El juez Javier Gómez Bermúdez y sus compañeros del tribunal intentaron ayer con su sentencia ordenar el caos que ha acompañado a la instrucción del sumario del 11-M. La tarea era ingente puesto que tenían que construir un relato de los hechos probados a partir de los innumerables datos acumulados durante la investigación, de las declaraciones contradictorias de testigos, de las versiones interesadas de los acusados, de las hipótesis y suposiciones que han flanqueado la investigación y de las polémicas extrajudiciales que se han producido en todo este tiempo.
Los magistrados optaron en la sentencia por utilizar la misma técnica con la que hay que observar los cuadros impresionistas: mantener una mínima distancia con la pintura para poder ver la imagen en su conjunto en vez de ponerse tan cerca de cada uno de los puntos del dibujo que impidan tener una perspectiva global. Y consiguieron el objetivo de darnos una imagen suficiente de lo que ocurrió, aunque los que se han empeñado en examinar cada punto con lupa no se quedarán satisfechos. Los argumentos del tribunal, en coherencia con lo que ya se había visto durante el desarrollo de la vista, han desmontado las teorías más peregrinas que se habían desarrollado en torno a ese atentado, ratificando la validez de la mayoría de las pruebas.
Redes terroristas
En esa tarea de ordenar el caos, los miembros del tribunal han eludido entrar en la descripción y encuadramiento de las tramas islamistas que operaban en España y de aquellas que llevaron a cabo el atentado. Ha sido la gran diferencia entre la sentencia y el auto de procesamiento dictado por el juez instructor el 10 de abril de 2006. En aquella resolución de 1.471 páginas, el juez Del Olmo se extendía en la descripción de las diferentes redes del terrorismo islamista (los de Al Qaida, las tramas sirias, las norteafricanas, los que carecían de vinculaciones orgánicas, pero compartían lazos religiosos y de sentimientos, etc.), dibujaba vinculaciones y se explayaba en las motivaciones de los terroristas. Aquel contexto permitía afirmar que el 11-M había sido una consecuencia de la intervención militar en Irak -porque así lo mencionaban los autores del atentado en sus reivindicaciones-, pero también que las amenazas terroristas continuaban porque se había reforzado la presencia de las tropas españolas en Afganistán.
La sentencia, sin embargo, elude intencionadamente recorrer ese camino, un camino que lleva a la bronca política. «La existencia o no de un grupo terrorista -dice la resolución judicial conocida ayer- no depende de que se le pueda asignar o no un nombre, una determinada adscripción geográfica -local, regional, nacional o internacional- o de que tengan un tamaño determinado y una división interna en células, grupos o cuadrillas(…)». Es decir, el juez Gómez Bermúdez y sus compañeros rehusan intentar determinar si los autores del 11-M son o no son de Al Qaida, pertenecen al Grupo Islamista Combatiente Marroquí o a cualquier otra sigla. Penalmente, lo relevante es que eran un grupo terrorista y a eso se ajustan.
El resultado de esa decisión judicial son las críticas de no haber esclarecido la denominada «autoría intelectual» del atentado. En realidad sólo han cambiado el tipo de críticas: si hubieran sostenido la tesis de que el atentado fue respuesta a la presencia española en Irak hubieran recibido también reproches y si hubieran mantenido que Irak sólo fue la excusa, pero que el terrorismo islamista estaba presente en España mucho antes del 11-M e, incluso, del 11-S, entonces se hubieran llevado otra ración diferente de reproches.
Célula con contactos
En todo caso, la sentencia de ayer, aunque no entra en la clarificación de las tramas del terrorismo islamista, tampoco permanece ciega ante el fenómeno. Siguiendo la trayectoria personal que se describe de algunos de los terroristas encartados en el sumario, se puede ver la profundidad y extensión de esas redes por media Europa y por los países árabes. La resolución nos muestra a terroristas como Hassan El Haski, miembro de la cúpula del Grupo Islámico Combatiente Marroquí, moviéndose por España, Francia, Bélgica o Holanda, participando en reuniones de alto nivel de este grupo que en los últimos tiempos está en camino de convertirse en una filial oficial de Al Qaida, como ha hecho otro grupo terrorista argelino.
Los terroristas que estaban alrededor de la célula que llevó a cabo el 11-M tienen contactos, relaciones y complicidades con otros islamistas radicales del norte de Africa, de los países citados anteriormente, además de Italia, Siria o Irak. El dibujo fragmentario que ofrece la sentencia sobre los autores del 11-M y los terroristas conexos no es el de una célula local aislada, el de un grupo de islamistas madrileños que deciden pasar a la acción por su cuenta, sino el de un foco con no pocos contactos en otros países y en otras redes yihadistas. Este dibujo es mucho más preocupante que la teoría de un núcleo local radicalizado.
La posible presencia formal de Al Qaida en el atentado de Madrid -más allá de la atracción religiosa e ideológica que este grupo y sus líderes pudieron ejercer sobre los autores de la masacre- no aparece confirmada en la sentencia, pese a que la resolución judicial tiene alguna contradicción al respecto. En el hecho probado número 11, la sentencia afirma que Yousef Belhadj «es miembro de uno de los grupos que forman la red de Al Qaida» y se describen sus actividades como financiero y reclutador de yihadistas en Bruselas, pero en los fundamentos jurídicos se sostiene que no está probado que el acusado sea dirigente «de uno de los grupos que se engloban bajo la denominación cada vez más genérica de Al Qaida».
En cualquier caso, la sentencia no trata de hacer la historia del terrorismo yihadista, sino de aclarar la autoría directa del 11-M y eso lo ha conseguido.
El juez Javier Gómez Bermúdez y sus compañeros del tribunal intentaron ayer con su sentencia ordenar el caos que ha acompañado a la instrucción del sumario del 11-M. La tarea era ingente puesto que tenían que construir un relato de los hechos probados a partir de los innumerables datos acumulados durante la investigación, de las declaraciones contradictorias de testigos, de las versiones interesadas de los acusados, de las hipótesis y suposiciones que han flanqueado la investigación y de las polémicas extrajudiciales que se han producido en todo este tiempo.
Los magistrados optaron en la sentencia por utilizar la misma técnica con la que hay que observar los cuadros impresionistas: mantener una mínima distancia con la pintura para poder ver la imagen en su conjunto en vez de ponerse tan cerca de cada uno de los puntos del dibujo que impidan tener una perspectiva global. Y consiguieron el objetivo de darnos una imagen suficiente de lo que ocurrió, aunque los que se han empeñado en examinar cada punto con lupa no se quedarán satisfechos. Los argumentos del tribunal, en coherencia con lo que ya se había visto durante el desarrollo de la vista, han desmontado las teorías más peregrinas que se habían desarrollado en torno a ese atentado, ratificando la validez de la mayoría de las pruebas.
Redes terroristas
En esa tarea de ordenar el caos, los miembros del tribunal han eludido entrar en la descripción y encuadramiento de las tramas islamistas que operaban en España y de aquellas que llevaron a cabo el atentado. Ha sido la gran diferencia entre la sentencia y el auto de procesamiento dictado por el juez instructor el 10 de abril de 2006. En aquella resolución de 1.471 páginas, el juez Del Olmo se extendía en la descripción de las diferentes redes del terrorismo islamista (los de Al Qaida, las tramas sirias, las norteafricanas, los que carecían de vinculaciones orgánicas, pero compartían lazos religiosos y de sentimientos, etc.), dibujaba vinculaciones y se explayaba en las motivaciones de los terroristas. Aquel contexto permitía afirmar que el 11-M había sido una consecuencia de la intervención militar en Irak -porque así lo mencionaban los autores del atentado en sus reivindicaciones-, pero también que las amenazas terroristas continuaban porque se había reforzado la presencia de las tropas españolas en Afganistán.
La sentencia, sin embargo, elude intencionadamente recorrer ese camino, un camino que lleva a la bronca política. «La existencia o no de un grupo terrorista -dice la resolución judicial conocida ayer- no depende de que se le pueda asignar o no un nombre, una determinada adscripción geográfica -local, regional, nacional o internacional- o de que tengan un tamaño determinado y una división interna en células, grupos o cuadrillas(…)». Es decir, el juez Gómez Bermúdez y sus compañeros rehusan intentar determinar si los autores del 11-M son o no son de Al Qaida, pertenecen al Grupo Islamista Combatiente Marroquí o a cualquier otra sigla. Penalmente, lo relevante es que eran un grupo terrorista y a eso se ajustan.
El resultado de esa decisión judicial son las críticas de no haber esclarecido la denominada «autoría intelectual» del atentado. En realidad sólo han cambiado el tipo de críticas: si hubieran sostenido la tesis de que el atentado fue respuesta a la presencia española en Irak hubieran recibido también reproches y si hubieran mantenido que Irak sólo fue la excusa, pero que el terrorismo islamista estaba presente en España mucho antes del 11-M e, incluso, del 11-S, entonces se hubieran llevado otra ración diferente de reproches.
Célula con contactos
En todo caso, la sentencia de ayer, aunque no entra en la clarificación de las tramas del terrorismo islamista, tampoco permanece ciega ante el fenómeno. Siguiendo la trayectoria personal que se describe de algunos de los terroristas encartados en el sumario, se puede ver la profundidad y extensión de esas redes por media Europa y por los países árabes. La resolución nos muestra a terroristas como Hassan El Haski, miembro de la cúpula del Grupo Islámico Combatiente Marroquí, moviéndose por España, Francia, Bélgica o Holanda, participando en reuniones de alto nivel de este grupo que en los últimos tiempos está en camino de convertirse en una filial oficial de Al Qaida, como ha hecho otro grupo terrorista argelino.
Los terroristas que estaban alrededor de la célula que llevó a cabo el 11-M tienen contactos, relaciones y complicidades con otros islamistas radicales del norte de Africa, de los países citados anteriormente, además de Italia, Siria o Irak. El dibujo fragmentario que ofrece la sentencia sobre los autores del 11-M y los terroristas conexos no es el de una célula local aislada, el de un grupo de islamistas madrileños que deciden pasar a la acción por su cuenta, sino el de un foco con no pocos contactos en otros países y en otras redes yihadistas. Este dibujo es mucho más preocupante que la teoría de un núcleo local radicalizado.
La posible presencia formal de Al Qaida en el atentado de Madrid -más allá de la atracción religiosa e ideológica que este grupo y sus líderes pudieron ejercer sobre los autores de la masacre- no aparece confirmada en la sentencia, pese a que la resolución judicial tiene alguna contradicción al respecto. En el hecho probado número 11, la sentencia afirma que Yousef Belhadj «es miembro de uno de los grupos que forman la red de Al Qaida» y se describen sus actividades como financiero y reclutador de yihadistas en Bruselas, pero en los fundamentos jurídicos se sostiene que no está probado que el acusado sea dirigente «de uno de los grupos que se engloban bajo la denominación cada vez más genérica de Al Qaida».
En cualquier caso, la sentencia no trata de hacer la historia del terrorismo yihadista, sino de aclarar la autoría directa del 11-M y eso lo ha conseguido.
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