Por Nicolás Checa, director general de Kissinger McLarty Associates, en Nueva York. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia (EL PAÍS, 05/11/07):
Es bien sabido que Estados Unidos es uno de los países más religiosos del mundo actual. No debe sorprender a nadie que haya un componente considerable de religión y religiosidad en las políticas y los programas del país. Recientemente se celebró la “Cumbre de votantes por los valores” del Consejo de Estudios sobre la Familia en Washington, una especie de convención de varias organizaciones conservadoras para obligar a los principales candidatos republicanos a atenerse a su sistema religioso y de valores. El resultado de la cumbre fue seguramente más importante de lo que parecería indicar la falsa votación que llevaron a cabo, en la que ganó por estrecho margen el mormón y ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney, seguido del gobernador de Arkansas, Mike Huckabee. Ni Romney ni Huckabee son los grandes candidatos republicanos en las encuestas nacionales; ese lugar lo ocupan el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani y el antiguo senador por Tennessee Fred Thompson.
Algunos destacados republicanos han señalado que la Cumbre de Valores Republicanos fue una inquisición ideológica y que ninguno de los grandes candidatos republicanos cumplió los criterios mínimos. Como consecuencia, la derecha religiosa no tendrá ningún gran abanderado en las elecciones de 2008. Esta derecha religiosa está dividida y desempeñará un papel mucho menor que en 2000 y en 2004, elecciones en las que fue instrumental con su demonización de John McCain durante las primarias y de John Kerry en las elecciones.
Esta derecha religiosa dividida endurecerá sus posturas concretas sobre temas tradicionalmente tan importantes como la vida (es decir, el aborto), el matrimonio, la libertad religiosa, la evolución y el islamismo radical. Y la derecha no religiosa no puede permitirse el lujo de ver cómo los religiosos se apoderan de la identidad del partido y el proceso de designación de los candidatos. La imagen de los republicanos ya ha sufrido demasiado entre los inscritos como independientes, el “voto marginal” que es decisivo en la política presidencial estadounidense.
Sin los independientes, ni los republicanos ni los demócratas podrán ganar en 2008. En las elecciones de 2006, dos de cada tres independientes inscritos votaron a los candidatos demócratas para la Cámara de Representantes, y cuatro de cada cinco en el caso del Senado. El reto estratégico al que se enfrenta ahora la derecha religiosa es cómo dar con el candidato apropiado, que sea capaz de asumir su programa y de atraer a más gente. Según los últimos sondeos, los demócratas tienen una ventaja estructural. Por primera vez en décadas, son más los estadounidenses que preferirían por un margen de 48% frente a 33% un demócrata, cualquier demócrata, a cualquier republicano.
Los republicanos son muy conscientes de que, después del daño sufrido por la etiqueta de republicano, un candidato de la “derecha radical” no tiene muchas posibilidades en 2008. En esta ocasión, sólo el 60% de los evangélicos blancos preferirían a un republicano que a un demócrata, frente al 80% en 2004. Y el 21% de los evangélicos blancos preferirían a un demócrata que a un republicano, frente al 10% en 2004.
En todos los comicios hay siempre una lógica electoral oculta. Los votantes siempre saben cuál quieren que sea el tema principal. Los candidatos tienen que averiguarlo y comprender que las elecciones no consisten en lo que ellos quieren, sino en lo que quieren los votantes.
En general, los republicanos no saben todavía de qué van las elecciones de 2008. Es muy posible que, todavía hoy, Al Gore no sepa cuál fue el gran tema de las elecciones de 2000. Desde luego, el senador John Kerry no sabe cuál fue el de las de 2004 (ni por qué las perdió). En España, Mariano Rajoy no sabe todavía en qué consistieron las elecciones de 2004. Y, lo que es seguramente más extraordinario, ni Rajoy ni Zapatero parecen saber cuál quieren los votantes que sea el tema fundamental de las elecciones de 2008. Sólo Fred Thompson y Mitt Romney, en el lado republicano, parecen conocer las preocupaciones actuales de los estadounidenses. En el bando demócrata, los senadores Hillary Clinton y Barack Obama son los únicos que parecen tener cierta idea de lo que quieren esta vez los votantes.
Obama alcanzó su máximo apogeo muy pronto, cuando radicalizó sus posiciones sobre Irak y la política exterior para atraer a los votantes radicales en las primarias. Pero varios sondeos privados muestran que hasta los demócratas que votan en las primarias están preocupados por la madurez política de Obama. En seis meses ha conseguido despilfarrar la confianza condicional de los votantes, pese a que sabe hablar como un predicador e identificarse por completo con el programa basado en los valores.
Hillary Clinton, por el contrario, ha resistido la tentación de asumir posturas populistas en asuntos de seguridad nacional como Irak e Irán, con el fin de preservar su imagen de fortaleza y experiencia. Los responsables de la campaña reconocen abiertamente que está dirigida a esas mujeres republicanas, una de cada cuatro (24 %), a las que creen poder “convencer” para que se aproximen al centro y voten por la senadora.
Los votantes nunca se equivocan, nunca. Los políticos, sí. Bush ganó en 2000 y 2004 porque su campaña entendió mejor que la de los demócratas cuál era el tema de las elecciones. Parece muy poco probable que las elecciones de 2008 vuelvan a centrarse en la religión, los valores y la religiosidad. McCain y Obama, en un principio favoritos de los medios, no han sabido darse cuenta de ello.
Según varios sondeos privados, los estadounidenses quieren que las elecciones de 2008 se centren principalmente en la fortaleza y la experiencia, y por eso Hillary Clinton y Mitt Romney van por delante en los Estados de las primeras votaciones, Iowa y New Hampshire. Quizá también sea ésa la razón por la que Romney ganó por estrecho margen la mayoría de los votos en la falsa elección de la Cumbre de Votantes por los Valores.
Irak es claramente el tema más importante para el 35% de los votantes, la sanidad está en un lejano segundo puesto (13%) y la economía en el tercero (11%). Los estadounidenses prefieren a los demócratas que a los republicanos sobre Irak, por un margen de 51% a 31%, pese a que la mayoría no apoya la retirada repentina de las tropas y todavía quiere buscar alguna manera de ganar. Las cuestiones tradicionales de la derecha religiosa (moral, aborto, valores familiares) sólo son la máxima prioridad para el 5%.
Según los biógrafos de Hillary Clinton, la senadora es “la demócrata más religiosa desde Jimmy Carter”, y, sin embargo, no va con la religión por delante. No tiene por qué. Sería peligroso hacerlo ahora. El electorado ha decidido que el programa basado en los valores puede ser una cuestión importante e incluso decisiva en las primarias republicanas, pero no parece probable que lo sea durante las elecciones generales.
A medida que adquieren confianza en sí mismos, los demócratas empiezan a coquetear con el riesgo y empiezan a abandonar el centro, no en materia de valores o religiosidad, sino en política económica, sobre todo en cuestión de gastos y fiscalidad. Al final, ese alejamiento demócrata del centro económico podría ser la única manera posible de que los republicanos vuelvan a ganar la Casa Blanca.
Los demócratas, encabezados por la senadora, se han acercado al centro en materia de seguridad nacional. Pero todavía no han vuelto a hacerse con el centro político. Pero los republicanos también deben tratar de deshacer su éxodo del centro y recuperarlo. Aunque, por el momento, su estrategia para recobrar ese centro, en el que se ganan y se pierden casi todas las elecciones, por no decir todas, parece consistir en irse aún más hacia la derecha, sobre todo en cuestión de valores y religiosidad.
Es bien sabido que Estados Unidos es uno de los países más religiosos del mundo actual. No debe sorprender a nadie que haya un componente considerable de religión y religiosidad en las políticas y los programas del país. Recientemente se celebró la “Cumbre de votantes por los valores” del Consejo de Estudios sobre la Familia en Washington, una especie de convención de varias organizaciones conservadoras para obligar a los principales candidatos republicanos a atenerse a su sistema religioso y de valores. El resultado de la cumbre fue seguramente más importante de lo que parecería indicar la falsa votación que llevaron a cabo, en la que ganó por estrecho margen el mormón y ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney, seguido del gobernador de Arkansas, Mike Huckabee. Ni Romney ni Huckabee son los grandes candidatos republicanos en las encuestas nacionales; ese lugar lo ocupan el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani y el antiguo senador por Tennessee Fred Thompson.
Algunos destacados republicanos han señalado que la Cumbre de Valores Republicanos fue una inquisición ideológica y que ninguno de los grandes candidatos republicanos cumplió los criterios mínimos. Como consecuencia, la derecha religiosa no tendrá ningún gran abanderado en las elecciones de 2008. Esta derecha religiosa está dividida y desempeñará un papel mucho menor que en 2000 y en 2004, elecciones en las que fue instrumental con su demonización de John McCain durante las primarias y de John Kerry en las elecciones.
Esta derecha religiosa dividida endurecerá sus posturas concretas sobre temas tradicionalmente tan importantes como la vida (es decir, el aborto), el matrimonio, la libertad religiosa, la evolución y el islamismo radical. Y la derecha no religiosa no puede permitirse el lujo de ver cómo los religiosos se apoderan de la identidad del partido y el proceso de designación de los candidatos. La imagen de los republicanos ya ha sufrido demasiado entre los inscritos como independientes, el “voto marginal” que es decisivo en la política presidencial estadounidense.
Sin los independientes, ni los republicanos ni los demócratas podrán ganar en 2008. En las elecciones de 2006, dos de cada tres independientes inscritos votaron a los candidatos demócratas para la Cámara de Representantes, y cuatro de cada cinco en el caso del Senado. El reto estratégico al que se enfrenta ahora la derecha religiosa es cómo dar con el candidato apropiado, que sea capaz de asumir su programa y de atraer a más gente. Según los últimos sondeos, los demócratas tienen una ventaja estructural. Por primera vez en décadas, son más los estadounidenses que preferirían por un margen de 48% frente a 33% un demócrata, cualquier demócrata, a cualquier republicano.
Los republicanos son muy conscientes de que, después del daño sufrido por la etiqueta de republicano, un candidato de la “derecha radical” no tiene muchas posibilidades en 2008. En esta ocasión, sólo el 60% de los evangélicos blancos preferirían a un republicano que a un demócrata, frente al 80% en 2004. Y el 21% de los evangélicos blancos preferirían a un demócrata que a un republicano, frente al 10% en 2004.
En todos los comicios hay siempre una lógica electoral oculta. Los votantes siempre saben cuál quieren que sea el tema principal. Los candidatos tienen que averiguarlo y comprender que las elecciones no consisten en lo que ellos quieren, sino en lo que quieren los votantes.
En general, los republicanos no saben todavía de qué van las elecciones de 2008. Es muy posible que, todavía hoy, Al Gore no sepa cuál fue el gran tema de las elecciones de 2000. Desde luego, el senador John Kerry no sabe cuál fue el de las de 2004 (ni por qué las perdió). En España, Mariano Rajoy no sabe todavía en qué consistieron las elecciones de 2004. Y, lo que es seguramente más extraordinario, ni Rajoy ni Zapatero parecen saber cuál quieren los votantes que sea el tema fundamental de las elecciones de 2008. Sólo Fred Thompson y Mitt Romney, en el lado republicano, parecen conocer las preocupaciones actuales de los estadounidenses. En el bando demócrata, los senadores Hillary Clinton y Barack Obama son los únicos que parecen tener cierta idea de lo que quieren esta vez los votantes.
Obama alcanzó su máximo apogeo muy pronto, cuando radicalizó sus posiciones sobre Irak y la política exterior para atraer a los votantes radicales en las primarias. Pero varios sondeos privados muestran que hasta los demócratas que votan en las primarias están preocupados por la madurez política de Obama. En seis meses ha conseguido despilfarrar la confianza condicional de los votantes, pese a que sabe hablar como un predicador e identificarse por completo con el programa basado en los valores.
Hillary Clinton, por el contrario, ha resistido la tentación de asumir posturas populistas en asuntos de seguridad nacional como Irak e Irán, con el fin de preservar su imagen de fortaleza y experiencia. Los responsables de la campaña reconocen abiertamente que está dirigida a esas mujeres republicanas, una de cada cuatro (24 %), a las que creen poder “convencer” para que se aproximen al centro y voten por la senadora.
Los votantes nunca se equivocan, nunca. Los políticos, sí. Bush ganó en 2000 y 2004 porque su campaña entendió mejor que la de los demócratas cuál era el tema de las elecciones. Parece muy poco probable que las elecciones de 2008 vuelvan a centrarse en la religión, los valores y la religiosidad. McCain y Obama, en un principio favoritos de los medios, no han sabido darse cuenta de ello.
Según varios sondeos privados, los estadounidenses quieren que las elecciones de 2008 se centren principalmente en la fortaleza y la experiencia, y por eso Hillary Clinton y Mitt Romney van por delante en los Estados de las primeras votaciones, Iowa y New Hampshire. Quizá también sea ésa la razón por la que Romney ganó por estrecho margen la mayoría de los votos en la falsa elección de la Cumbre de Votantes por los Valores.
Irak es claramente el tema más importante para el 35% de los votantes, la sanidad está en un lejano segundo puesto (13%) y la economía en el tercero (11%). Los estadounidenses prefieren a los demócratas que a los republicanos sobre Irak, por un margen de 51% a 31%, pese a que la mayoría no apoya la retirada repentina de las tropas y todavía quiere buscar alguna manera de ganar. Las cuestiones tradicionales de la derecha religiosa (moral, aborto, valores familiares) sólo son la máxima prioridad para el 5%.
Según los biógrafos de Hillary Clinton, la senadora es “la demócrata más religiosa desde Jimmy Carter”, y, sin embargo, no va con la religión por delante. No tiene por qué. Sería peligroso hacerlo ahora. El electorado ha decidido que el programa basado en los valores puede ser una cuestión importante e incluso decisiva en las primarias republicanas, pero no parece probable que lo sea durante las elecciones generales.
A medida que adquieren confianza en sí mismos, los demócratas empiezan a coquetear con el riesgo y empiezan a abandonar el centro, no en materia de valores o religiosidad, sino en política económica, sobre todo en cuestión de gastos y fiscalidad. Al final, ese alejamiento demócrata del centro económico podría ser la única manera posible de que los republicanos vuelvan a ganar la Casa Blanca.
Los demócratas, encabezados por la senadora, se han acercado al centro en materia de seguridad nacional. Pero todavía no han vuelto a hacerse con el centro político. Pero los republicanos también deben tratar de deshacer su éxodo del centro y recuperarlo. Aunque, por el momento, su estrategia para recobrar ese centro, en el que se ganan y se pierden casi todas las elecciones, por no decir todas, parece consistir en irse aún más hacia la derecha, sobre todo en cuestión de valores y religiosidad.
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